La capacidad de transformación de su medio biológico es una capacidad de la especie humana que ninguna otra ha podido igualar al punto de que un grupo de geólogos asegura en un estudio que ya se ha iniciado el Antropoceno, la época geológica que define el impacto del ser humano en la Tierra.
Por Marlowe Hood y Jordi Zamora Fotos: AFP
El lago Crawford, cerca de la ciudad canadiense de Toronto, es el sitio que demuestra que ya empezó una nueva era geológica, anunció un grupo de científicos.
Esta pequeña reserva de agua dulce contiene sedimentos con restos de microplásticos, cenizas depositadas por la combustión de petróleo y carbón durante décadas e incluso rastros de lejanas explosiones nucleares, según los datos del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno.
“Los datos demuestran un claro cambio desde mediados del siglo XX que condujo a la Tierra a cruzar los límites normales del Holoceno”, la época que comenzó hace 11.700 años con el fin de la última glaciación, declaró a la AFP Andy Cundy, profesor de la Universidad de Southampton, integrante de este grupo de trabajo.
Esta conclusión dista de crear unanimidad en la comunidad científica, particularmente entre los geólogos.
“Esta votación del grupo de trabajo es una etapa habitual, el primer peldaño” de la cadena de decisiones, advirtió el secretario general de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS), Stanley Finney, en un correo electrónico enviado a la AFP.
La conclusión debe ser sometida en primer lugar a la ICS, la Comisión Internacional de Estratigrafía (rama de la geología que estudia la edad y composición del subsuelo a través de sus estratos), recordó este experto. Y luego deberá ser estudiada por la IUGS, la máxima autoridad en la materia.
IMPACTO REAL
La principal dificultad de los geólogos y científicos que defienden la causa del Antropoceno es la importancia de ese impacto en términos relativos en comparación con la larguísima cronología de nuestro planeta.
El término Antropoceno circula entre los expertos desde hace más de dos décadas, mientras que la cronología de la Tierra arranca hace unos 4.600 millones de años.
La historia del planeta se divide en eones, eras, periodos, épocas y edades geológicas. Actualmente estamos en la era Cenozoica, periodo cuaternario, época del Holoceno.
La discusión entre los expertos se centra en determinar si el impacto humano, innegable, es lo suficientemente importante como para provocar ese decisivo cambio de época.
El lago Crawford formaba parte de una lista de hasta doce yacimientos geológicos importantes para el grupo de trabajo sobre el Antropoceno. Su importancia estriba en que sus sedimentos muestran una coincidencia de restos que no se había dado de manera tan sincronizada.
La Tierra “ha cesado de comportarse de la manera que lo ha hecho durante 11.700 años”, aseguró Francine McCarthy, una profesora de la universidad Brock, que dirigió la investigación en ese sitio.
“UN REGISTRO IMPECABLE”
“Los sedimentos hallados en el fondo del lago Crawford suponen un registro impecable de los recientes cambios medioambientales del último milenio”, sostuvo el presidente del grupo de trabajo, Simon Turner, que da clases en el University College de Londres.
El concepto de “época de los humanos” fue propuesto por primera vez en 2002 por el Nobel de Química Paul Crutzen, que estimó que podía aplicarse desde mediados del siglo XX. Coincide con el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero, la contaminación por microplásticos, los residuos radiactivos de los ensayos nucleares y otra docena de marcadores de la creciente influencia de nuestra especie en el planeta.
Desde un punto de vista demográfico, la humanidad ha vivido una explosión sin parangón: de los 2.500 millones de habitantes en 1950 se ha llegado a más de 8.000 millones en 2022, según datos de la ONU.
Pero los geólogos calculan en términos de estratos, de sedimentos. La mayoría de expertos de esa rama científica consideran que nos hallamos simplemente en un periodo interglaciar, como muchos otros que ya ha vivido la Tierra. Y eso incluye enormes variaciones en la concentración de CO2 en la atmósfera.
Lo más probable es que en la próxima gran reunión de la ICS, el Antropoceno sea catalogado como “acontecimiento geológico”, en opinión de Phil Gibbard, secretario de esa comisión. “Las condiciones que provocaron las glaciaciones –una docena de ciclos en el último millón de años– no han cambiado”, advirtió este experto en 2022.
“ESPECIE MARCADORA”
Cuando dentro de 500.000 años nuestros lejanos descendientes o los extraterrestres escudriñen las capas de sedimentos para indagar en el pasado de la Tierra, encontrarán pruebas insólitas del brusco cambio que trastornó la vida medio millón de años antes: los huesos de pollo. Estos podrían ser una de las pruebas más fehacientes que permitan además contar la historia desde distintos ángulos.
Para empezar, son resultado de la acción humana. “El pollo que comemos es irreconocible comparado con sus antepasados o sus congéneres silvestres”, explica Carys Bennett, la geóloga y principal autora de un estudio publicado en la revista Royal Society Open Science.
“Su tamaño, la forma del esqueleto, la química ósea y la genética son distintos”, aclara. Su mera existencia, en otras palabras, es una prueba de la capacidad de la humanidad para manipular los procesos naturales. La investigación confirió por eso a esa ave de corral el rango de “especie marcadora” del Antropoceno.
Los orígenes del pollo de engorde moderno se remontan a las selvas del sudeste asiático, donde su antepasado, el ave de la selva roja (Gallus gallus), fue domesticado por primera vez hace unos 8.000 años.
Durante mucho tiempo, esa especie fue apreciada por su carne y sus huevos, pero solo después de la Segunda Guerra Mundial empezó su cría para convertirla en la criatura corpulenta y de corta vida comercializada en los supermercados de todo el mundo.
“Por lo general, la evolución tarda millones de años en producirse, pero en este caso solo se necesitaron décadas para obtener una nueva forma de animal”, declaró a la AFP Jan Zalasiewicz, profesor emérito de paleobiología de la Universidad inglesa de Leicester.
“Los pollos son un símbolo de cómo nuestra biósfera ha cambiado y está ahora dominada por el consumo humano y el uso de recursos”, continuó Bennett.
“El enorme número de huesos de pollo desechados en todo el mundo dejará una señal clara en el futuro registro geológico”, afirmó.
Revolución Industrial e Inteligencia Artificial: Dos eras, un mismo cambio
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Olga Valdez
Directora Operativa. Agencia Eco
A lo largo de la historia, cada gran avance tecnológico fue acompañado de dudas y transformaciones en la forma en que trabajamos. Hoy, al igual que durante la revolución industrial, nos encontramos en un momento trascendental con la llegada de la inteligencia artificial (IA), que promete transformar el modo en que trabajamos, especialmente en el ámbito de la comunicación.
Es natural tener dudas ante lo desconocido, pero la historia nos ha demostrado que los cambios tecnológicos no destruyen el trabajo, lo transforman. Durante la revolución industrial, se temía que los telares mecánicos y las máquinas en general desplazaran a miles de trabajadores. Sin embargo, lo que ocurrió fue muy distinto: se crearon nuevos empleos, y el enfoque del trabajo humano se desplazó hacia áreas que requerían de habilidades cognitivas más complejas.
Hoy, la IA promete hacer lo mismo, ya que las tareas repetitivas -que ocupan gran parte de nuestras horas laborales- pueden ser sistematizadas. En efecto, la IA nos ofrece la oportunidad de automatizar procesos rutinarios y, con ello, liberar tiempo valioso para tareas que requieren creatividad, pensamiento crítico y, sobre todo, humanidad.
Este cambio, por otro lado, viene de la mano de responsabilidades. Más que nunca, los comunicadores debemos hacer un uso ético de la tecnología; por ello, la ética será una herramienta clave en esta nueva etapa. Esto es que, como profesionales, tenemos el deber de ser honestos con nuestro público y nuestros aliados; la transparencia en el uso de la IA y el respeto por la verdad en cada mensaje son esenciales para mantener la confianza de nuestro público. Aunque la IA pueda ayudarnos a crear contenido más rápidamente o personalizar mensajes, jamás debe comprometer el compromiso con la verdad y la claridad.
La IA, en lugar de ser una amenaza, nos ofrece la posibilidad de mejorar nuestra calidad de vida y hacer nuestro trabajo más significativo. Por ejemplo, al delegar tareas operativas a la tecnología, podemos centrarnos en lo que hace única a la comunicación: la capacidad de entender y conectar con las emociones y necesidades humanas. Esto no debe significar que ese tiempo “libre” que ganamos se utilice solo para generar más trabajo; por el contrario, la IA debe ser vista como una herramienta para realmente aliviar la carga laboral, permitiéndonos enfocarnos en aspectos más creativos y estratégicos y, a la vez, darnos espacio para nuestro bienestar personal.
Desde mi perspectiva, así como la revolución industrial no reemplazó el trabajo humano, la IA tampoco lo hará. Nos permitirá evolucionar hacia un modelo de trabajo más reflexivo y creativo, donde la ética y la honestidad sean las bases de toda comunicación. Y, en consecuencia, este cambio no solo mejorará la calidad de nuestro trabajo, sino que nos brindará más tiempo para lo que realmente importa: nuestro bienestar.
Es como mirar al cielo añorando lo que nunca vivimos, lo que nunca vamos a tener o lo que nunca vamos a alcanzar.
En la inmensidad del universo podemos comprender que lo nuestro es solo una ráfaga de luz cruzando el infinito, nada más.
Le ponemos fechas a nuestros sentimientos para no olvidarnos de las cosas que realmente importan. Marcamos con días nuestras emociones para poder sentirlas y no olvidarlas. Fue desde siempre, al menos desde que la humanidad lo recuerda.
Así, inventamos el Día de los Enamorados, de la madre, del padre, que fue hace poco; del amigo, del maestro y hasta del perro.
Vivir acelerados nos sumerge en una incontrolable soledad de la cual salimos en las fechas marcadas en el calendario. Una visita inesperada, un abrazo, un regalo y de nuevo a la vorágine del día a día.
Nos olvidamos de que las cosas cotidianas van construyendo nuestras vidas. Nos van marcando el corazón con esos recuerdos que atesoramos en el alma. Dicen que las cosas valiosas no tienen precio. Pero, ¿quién lo entiende así?
Una caricia a mamá, un abrazo a papá, una palabra de aliento al amigo o una sonrisa desinteresada y sincera. La vida son los detalles, esos que no vemos y pasan volando, casi imperceptibles, pero llenos de sentimientos.
Y no los celebramos hasta que la vida te pega un manotazo y se lleva de raíz al motivo de tus sentimientos.
Y no es culpa de nadie. Es la vida. Linda y dramática al mismo tiempo. Corta y eterna. Corta para disfrutar los buenos momentos y eterna para llorar nuestras ausencias.
Hoy tomate un tiempo. Andá a pescar con tu viejo. Salí a caminar con tu hijo. Dale a mamá el gusto de quedarte a comer con ella. Saboreá el día. Visitá a tu abuelo y dale una alegría, toma su mano y que te repita las historias que escuchaste un millón de veces.
Viví el tiempo mientras dure. La muerte es implacable y a veces no acepta despedidas. No esperes “el día de”… porque hoy es el día y puede convertirse en un lindo recuerdo.
Olvidate del calendario y celebrá la vida todos los días… como diría un conocido locutor: “En vida hermano… en vida”.
Pero esa… esa es otra historia. ¡Una historia a la que vos le podés poner el final feliz!
“La guarania es un enorme aporte a la humanidad en tiempos de imperiosa necesidad de la paz”
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Entre guitarreo y guaranias, el cantante Ricardo Flecha comparte con Augusto dos Santos este “Expresso”, de GEN/Nación Media. La destacada voz del folclore nacional cuenta anécdotas fundacionales que lo llevaron a transitar con éxito el difícil camino de convertirse en músico a tiempo completo, desde sus primeras incursiones en el canto en una escuela del oeste de Asunción, sus influencias, su consolidación y el proyecto de gira nacional e internacional como parte de la campaña en pro de la declaración de la guarania como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Fotos Cristóbal Núñez
ADS: Don Ricardo, ¿en su casa había música?
–RF: Sí, había música. Mi hermano era un comprador compulsivo de discos. Había un negocio en la calle Estrella y 15 de Agosto. Creo que era de los Ríos, donde se vendían discos. Él trabajaba a una cuadra de ahí. Así es que música había, mi papá era músico.
–Suponía tener un tocadiscos en la casa.
–Claro. Teníamos uno de esos que se llamaban combinados, que era un mueble enorme. Ahí escuchábamos los discos que mi hermano compraba. También tenía la visita de algunos músicos amigos de mi papá, que era amigo de los hermanos Larramendia, un grupo de música con una historia brillante. Y también se cruzó un par de veces con José Asunción Flores. Él era un músico amateur, que acompañaba a Rubito y compañía a la serenatas que se hacían en aquel entonces. Estoy hablando del barrio San Antonio, en el límite con el barrio que hoy se llama Hospital, que era la zona del Hospital de Clínicas, toda esa zona de la Marinería y de la loma San Jerónimo.
–Y aprendiste de tu viejo entonces.
–Sí, algunas notas aprendí de él. Mi papá sabía algunas canciones paraguayas y, por supuesto, como era de esperarse, todas esas canciones mexicanas. Él tenía un cantor preferido, que se llamaba Ortiz Tirado.
–¿Alguna vez pensaste por qué hubo tanta hermandad entre Paraguay y la música mexicana?
–Creo que nos parecemos mucho más con los mexicanos que con cualquiera que está por acá cerca. A los mexicanos les gustan los tiros, les gusta el trago y los gritos como los paraguayos.
HISTORIAS PATERNAS
–Entonces, ¿se puede entender que la guitarra vino con el viejo?
–Sí, con papá y sobre todo las anécdotas. Mi papá era sistemático en contar historias. Entonces, me contaba la historia de algunas serenatas. Había unas historias que yo siempre le pedía que me contara una y otra vez, que era sus viajes a Buenos Aires. Él estuvo en el cuartel, él era marinero. Y entonces iba cada 25 de mayo a Buenos Aires con la cañonera y hacían los desfiles. Aprovechaban esos cuatro o cinco días que se quedaban ahí y se iban a ver partidos de fútbol. Él contaba que fue a ver un par de veces los partidos de Arsenio Erico. Él tenía dos íconos, que eran Arsenio Erico y José Asunción Flores.
–Ser marinero siempre te lleva más allá que de tu aldea.
–Exacto. Mirá cómo son las cosas que él traía los discos de (Carlos) Gardel. Tal es así que yo en mis primeras incursiones en las veladas yo tenía el peinado engominado de Gardel.
–¡Qué extraordinario Gardel!, su vida y como músico.
–Y de una visión que ya desapareció, porque Gardel era un cantante con mucho carisma. Y lo que son las cosas. Gardel se encuentra con Astor Piazzolla en una película en Nueva York y hay una escena cortita en la que Piazzolla hace de vendedor de diarios. A través de Gardel yo también me fui interesando por la música que no sea la música paraguaya.
DEBUT
–¿Cuándo fue tu presentación en sociedad como el pibe del barrio o de la escuela que canta?
–Y en la Escuela San Antonio, que es una escuela parroquial que quedaba a dos cuadras de mi casa. Yo le tengo que agradecer a mi profesora de música, que no recuerdo su nombre ni su apellido, que nos llevaba al salón de música, donde había un piano y ella nos enseñaba canciones patrióticas. Yo aprendí “Acosta Ñu”, “Nanawa”, las canciones sobre el mariscal López con la profesora de música.
–¿Cómo fue esa primera vez que cantaste la versión en español del himno de Los Beatles?
–Todo esto es culpa de mi hermano, que compraba los discos y por ahí yo escuché una versión en español de “Hey Jude”, que es una hermosa canción que le dedican al hijo de Lennon, que es Julian Lennon.
–¿Qué representó para vos este grupo?
–Era un sentimiento extraño porque en realidad no comprendíamos la letra de las canciones. Ahí aprendí que la música es un idioma universal porque más allá de no entender la música de Los Beatles nos marcó a todos. Uno después va reflexionando sobre la obra de Los Beatles y, más allá de Los Beatles, sobre la obra y la forma de ver el mundo que tenía John Lennon.
–¿Formalmente nunca hiciste un ingreso al mundo de la música con otro ritmo que no sea el folclore?
–La verdad que te voy a sorprender. Mi primer grupo se llamaba “Los caimanes del Caribe”.
–¿Hacías música tropical?
–Claro (risas).
–¿Cómo qué por ejemplo?
–”La piragua” y las canciones de Los Wawancó, que marcaron época. Entonces, hacíamos serenatas para la gente del barrio.
VOCACIÓN TEMPRANERA
–¿Cómo empezó toda tu vida en un mundo más formal de decir “soy músico”?
–Yo a los nueve años cuando subí por primera vez a un escenario ya quería ser músico y después pasó toda esa etapa de escuchar y cantar. El disco de Vocal 2 fue realmente un disco que me marcó para escuchar la música paraguaya. Hubo un lapso entre los 10 y los 13 años que escuché mucho rock and roll, porque a mi hermano le gustaba. Escuché “El lado oscuro de la luna”, Yes, Supertramp, Deep Purple. Tenía un vecino que tenía una terraza, que eran los Martínez, que tenían también un combinado y ahí nos encontrábamos todos y bailábamos. Cuando mi hermano en el año 73 compra el disco –y te digo esto porque es importante, ya que después el tiempo y la historia nos va a juntar– me llamó la atención como arreglador Óscar Cardozo Ocampo. Dije yo “qué genial, qué genio”.
–¿Ya empezabas a tener oído para el arreglo?
–Para los arreglos y a mí me encantaban esas reversiones históricas de la música paraguaya que ya tenían un sonido contemporáneo. Después aparece el disco de Mercedes Sosa homenaje a Violeta Parra y después Horacio Guaraní, Facundo Cabral y ahí el mundo va girando. Me impactó un reportaje que leí en una revista que se llamaba Radiolandia a Mercedes Sosa en el que decía “cantar con fundamento”. Se me quedó eso y escuchándole a otros me di cuenta de que el cantar con fundamento era una forma de vida y de hacer arte. Vi que Violeta Parra hacía lo mismo y después miré atrás y vi el disco de Vocal 2 y encontré “Kaaty”, “Minero sapukái”. Yo le preguntaba a mi papá, que viene de San Pedro del Norte, ¿qué lo que es el mensú? Entonces él me explicaba lo que era el mensú, lo que era un yerbal, todo lo que la gente sufría en eso. Entonces yo escuchaba que Flores era un cronista de su tiempo y a me gustó esa idea. Yo quería contar también las cosas que pasaban.
–¿Elegiste por influencia de la Negra Sosa el canto comprometido?
–Ya existía la nueva canción latinoamericana porque eso nace en el año 61 en Mendoza, con Tito Francia, Mercedes Sosa y (Óscar) Matus, que era la pareja de Mercedes, y Armando Tejada. Ese fue el germen y después se extendió por Chile con los Parra en el año 67, 68 y después en el 72, 73 ya con la nueva trova cubana. El nuevo cancionero argentino fue muy fuerte acá. Había un lugar que se llamaba la Guarida del Matrero con Santi Medina, Maneco Galeano, Óscar Gómez, que traían ese canto con fundamento.
–¿Cuál fue el primer grupo que integrás?
–Juglares.
PROYECCIÓN INTERNACIONAL
–¿Que fue también tu primera experiencia en un grupo que hacía giras internacionales?
–Sí. Llegamos a hacer giras nacionales e internacionales con Juglares. Juglares se separa en el 76 y los integrantes en aquel entonces eran Juan Carlos Chaparro, Juan Carlos dos Santos, Chondi Paredes y Jorge Crouch. El creador del grupo fue Carlos Noguera, que una o dos actuaciones tocó con ellos. Yo les veía a ellos en la televisión y me conmovió la formación de Juglares porque tenía guitarra, cello, flauta dulce. Había un programa que se llamaba “Tercer tiempo”, que se emitía desde el Hermitage, que era un restaurante con música y durante las siestas se hacía un programa deportivo con Edgardo Villalba Viccini y había como entremeses musicales. Ahí tocaba Juglares y yo realmente me quedaba prendido, porque son las dos pasiones que yo tengo, el fútbol y la música. En el 79 viene Chondi Paredes y me dice “queremos invitarte para rearmar el grupo”. Chondi me llama porque nos encontramos en uno de esos 15 de mayo, cuando en el barrio nos juntábamos 20 chicos y hacíamos serenata al Día de la Madre.
–¿Y ahí te escuchó?
–Sí, y en aquel entonces había como un renacer nacional, había un sentido patriótico y tiene que ver mucho también con el momento político que vivía el Paraguay. Había venido Nelson Rockefeller y había habido una represión. Era 72, 73. Había una izquierda nacional que estaba fomentando muchas cosas. Se llamó un tiempo el Movimiento Independiente, pero en el fondo eran todos progresistas y de izquierda. Se hizo el festival de homenaje a Flores y el homenaje a Emiliano R. Fernández en el estadio Comuneros. Todo ese momento yo pasé a través de mi hermano, que estaba en la universidad. En algún momento dado tuve diferencias con mi papá porque él tenía mucho temor de que yo me dedique a la música.
–¿Por qué?
–No quería que termine bebiendo y fumando. Una vez me escapé de la casa una noche para una serenata y cuando volví él me estaba esperando en la pieza con la luz prendida. Él entonces me encara y me dice “¿a vos te gusta la música?”. Sí. Yo tenía 12 años. “Yo te voy a dejar salir, pero con tu hermano, pero prometeme algo: ni vas a fumar ni vas a beber”, me dijo. Así empezamos una relación muy fuerte con mi hermano. Yo me iba a un colegio nocturno y mi hermano estaba en la Facultad de Derecho en la Católica. Yo me iba junto a él después de las clases para esperarle y le pedía permiso al profesor Telechea para entrar a la clase de Derecho Romano. Entonces me decía “usted se va a sentar allá atrás y se va a quedar calladito”.
–Hablanos un poco del nuevo cancionero paraguayo.
–La gente le encasilla al nuevo cancionero paraguayo como un grupo de músicos contestatarios, de canto de protesta. Odio ese tema porque yo creo que ese rótulo nos puso al enemigo. Nosotros seguíamos la tradición del canto social, pero si vos te ponés a pensar y analizar el nuevo cancionero dio muchísimas canciones que están en el gusto popular que no tienen que ver con eso.
RADIOGRAFÍA DEL PARAGUAYO
–Como cualquier encasillamiento no solamente es antipático, sino reduccionista.
–Mirian Pacuá me dijo una cosa fantástica. Es como decir que Flores lo único que hizo fue ralentizar la polca y nació la guarania, una cosa tan reduccionista. Flores fue un hombre increíble. Hay un trabajo intelectual demasiado grande que pasa por las dos vertientes de la guarania, la popular y el poema sinfónico. Si vos escuchás los 12 poemas sinfónicos que se grabaron en Rusia, son como una radiografía del paraguayo.
–¿Quién era Flores para vos?
–Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resumir. Primero tenía la capacidad de mirar, ver y retratar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al paraguayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN del paraguayo y Flores consiguió eso porque fue un hombre que caminó muchísimo y hay una elaboración intelectual en su obra. Hay una elaboración intelectual, hay como un ethos. Él descubrió eso, de tanto andar, de tanto mirar las culturas originarias, la Asunción de aquella época, que tenía todavía un vestigio fuerte del interior.
–¿Y él hizo un camino a los otros paraguayos que fueron a Buenos Aires?
–Allá se desarrollaron muchas cosas. Allá él se encontró con José Bragato, que era cellista de la orquesta sinfónica del Colón. Bragato le ayudó muchísimo en el tema de cómo estructurar las cosas. Antonio Pecci es el biógrafo oficial para mí de Flores, el que tiene la precisa. Todo lo que yo escuché, esto que te estoy contando yo escuché de Agustín Barboza, que fue uno de los cantores de Flores, yo compartí muchísimo con él. Y por suerte hoy aparece Antonio Pecci, que va escribiendo, que va haciendo la memoria de Flores.
–Los biógrafos son fundamentales.
–Sobre todo alguien como Antonio, que ama la obra de Flores y tiene una concepción de Flores, que también se hizo esa pregunta que vos te hacés porque ahí arranca también toda su investigación, quién era y por qué llegó a donde llegó.
LA MAGIA DE DOS GENIOS
–Hay un momento en que se produce un cruce histórico entre Flores y Manuel Ortiz Guerrero. ¿Qué es ese mágico momento?
–Es la magia de dos genios. Yo recuerdo un momento, por un lado triste y por otro lado sería, como dice la canción, entre el espanto y la gloria, que es el momento en que Ortiz Guerrero le dice “yo quiero hacerte la letra de ‘India’”. La letra de “India” ya estaba, fue hecha por Rigoberto Fontao Meza. Flores accede y es la versión que nosotros conocemos ahora.
–No te puedo creer que hay otra versión.
–Sí, se enojó Fontao Meza. Y ese es un momento duro, pero a la vez es un momento ícono de la unión de Flores con Ortiz Guerrero, que para mí es la dupla de oro de la guarania. Tienen “India”, “Buenos Aires, salud”, “Ne rendape aju”, “Panambi vera”. Tienen cosas que son irrebatibles.
–Una pluma maravillosa, un romántico que llegó tarde, pero llegó oportuno al mismo tiempo.
–Y hay un parecido extraordinario con un poeta que en aquel entonces era tan grande como Rubén Darío en Nicaragua, que tiene más o menos ese estilo de expresión.
–¿Cuáles son algunas de las obras que escribiste últimamente?
–Acabo de hacerle una canción a Mirian y al amor que nos tenemos, que se llama “Colibrí de fuego”, y compuse parte de la música de “Aguyje, Maestro”, con Patrick Altamirano y la letra con la gente de Purahéi Soul y Mirian. También compuse una canción con Orlando Rojas, un paraguayo que vive en París y se llama “Estás”, que es también otro poema para Mirian.
–Contame la historia de Flores comunista y de Flores en la Unión Soviética.
–La obra de Flores está impregnada de su visión del mundo. No hay que olvidar que él nace en un momento histórico de todo ese movimiento mundial del socialismo y el comunismo, que era tan fuerte. Yo estoy de acuerdo con Carlos Pagura, el escritor cubano, que dice que fue la utopía traicionada del siglo pasado. Es como que alguien deje de ser cristiano porque hay curas que abusan de niños. Yo sigo pensando que ese es el norte y sigo pensando que con algunos cambios, algunas formas de ver el mundo más contemporáneas, se puede llegar por ahí a una sociedad mucho más justa, un mundo mejor es posible. Y Flores también pensaba en eso y por eso escribió todo eso.
PUENTE PARA LA PAZ
–Y Flores se proyecta ahora a un desafío universal con la declaratoria de patrimonio. ¿Cuál es el estado del arte de esa gestión? ¿Qué se espera para este año al respecto de ello?
–La carpeta ya se presentó en marzo de 2023. Previamente, y tengo que destacar la gestión de Nancy Ovelar, la embajadora paraguaya ante la Unesco, de cómo impulsó y organizó un concierto en la sede de la Unesco donde estuvimos nosotros presentando a la guarania, que fue como un encuentro con los de la Unesco, con los que van a votar, un acercamiento. Realmente después del concierto, muchísimos representantes de muchos países se acercaron a nosotros a decirnos “nosotros votamos para que la guarania sea patrimonio de la humanidad”. Fue un concierto en el que también contábamos los orígenes de la guarania y cómo se iba desarrollando y por qué pensábamos nosotros que era importante, porque la guarania tiende puentes, la solidaridad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento donde hay muchos conflictos y donde es imperiosa la necesidad de la paz.
–Ojalá que suceda. Esto es en diciembre y es en Paraguay incluso (la reunión de la Unesco).
–Si se declara esto, un mes después, porque esto se decidirá entre el 2 y el 7 de diciembre, un mes después la guarania cumple 100 años, porque la primera guarania se escuchó en enero de 1925.
–¿Cómo ves la música hoy en Paraguay, sus cultores, su escuela, su promoción?
–Yo veo con mucho entusiasmo. Creo que esto de la guarania, la visualización de la guarania y que sea patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros, a los conservatorios, a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos representa y que en cierta medida en el ámbito de la música Flores y Ortiz Guerrero reivindican el idioma guaraní, que en aquella época era perseguido.
–¿Entonces vos notás que hay una proyección hacia lo universal, pero que está bien aferrada a sus orígenes?
–Creo que tenemos que trabajar más, según mi criterio, que es discutible, a la parte de las raíces.
TRANSFORMACIÓN
–¿Murió el canto testimonial?
–No.
–¿Se transformó?
–Yo creo que sí. Si vos pensás que vas a seguir encontrando cantautores como (Joaquín) Sabina, Silvio Rodríguez o (Joan Manuel) Serrat, ya no. Fue parte de la historia y a partir de ahí el canto toma otro vuelo y entonces aparece René Pérez, de Calle 13, aparecen otros músicos importantes que te van dando, como decimos nosotros, la precisa, que miran la sociedad que les toca vivir, el mundo que les toca vivir, y van expresándolo a través de esos géneros musicales, que a veces tal vez no sean los nuestros, pero los cuales uno tiene que tomar. Por eso creemos que la guarania es una forma musical que deben tomar los jóvenes y contar las cosas de este tiempo con los sonidos de este tiempo. Vos te vas a la escuela, por ejemplo, y tocás una guarania como “Reservista purahéi” y puede que le guste a la gente, pero no habla de su realidad. Entonces, es importante ubicarle en el tiempo y esas canciones se escribieron en un momento histórico.
–Ricardo, ¿qué cosas vas a hacer de inmediato, de futuro? ¿Estás en producción?
–Tenemos dos proyectos, uno que es Guarania Universal, donde este primer corte de “Aguyje, Maestro”, que comparto con Patrick Altamirano, con El Princi, con Purahéi Soul, con Juan Cancio, que es una producción de Mirian Pacuá. Y la otra producción de Mirian Pacuá que se viene ahora, que es Guarania Inmortal con el Grupo Generación. Vamos a hacer nueve locales y uno en Buenos Aires. Es una gira nacional con lo mejor de las guaranias esperando diciembre. Estos son los dos proyectos grandes que tenemos.
“Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resumir. Primero tenía la capacidad de mirar, ver y retratar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al paraguayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN de los paraguayos y Flores consiguió eso porque fue un hombre que caminó muchísimo y hay una elaboración intelectual en su obra”.
“La guarania tiende puentes, la solidaridad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento en el que hay muchos conflictos y donde es imperiosa la necesidad de la paz. (...) La declaración como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros y a los conservatorios a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos representa”.
José Alves de Moura, el beijoqueiro más famoso. El juez Mayrino da Costa lo absolvió y dijo a los denunciantes: “Besar no es un delito,
qué bueno sería que los delincuentes reemplazaran sus armas por besos”
El beso es una práctica transversal que trasciende la historia universal y, en general, como seres humanos marca hitos vitales. Etapas. Éxitos, fracasos. Inicios, finales. Llegadas, partidas. Recuerdos, de los que alguien se quiere acordar y de los que otros u otras se quieren olvidar.
Por Ricardo Rivas
Periodista X: @RtrivasRivas
Fotos Gentileza
La historia de la humanidad está cruzada por el beso. Por los besos. En todo tiempo y lugar siempre –y desde siempre– hubo, hay y seguramente habrá y se contará la historia de algún beso. José Alves de Moura, portugués nacionalizado brasileño, es conocido en el mundo como el Besuquero. Su afición no conoció de límites ni de medidas de seguridad efectivas para evitar que besara a quien quisiera y deseara besar. El Beijoqueiro se mantiene en el podio como el más exitoso de todos los tiempos. Porque, hay que decirlo, los hubo antes que él, seguramente, los habrá después de él y, en el mientras tanto, algunos otros y otras lo intentarán.
Dicen que nació en 1940. A poco de cumplir 20 años, como polizón, escapó de su país para evitar el servicio militar. Sabía que sería enviado para cumplirlo en Angola. “No tenía ningún interés en que me mandaran allí para matar negros pobres como yo”, declaró alguna vez ante la prensa. Y lo consiguió. No mató a nadie. Sesentista convencido el hombre y, a su manera, claramente prefería hacer el amor y no la guerra.
En su afán, se cuenta que besó 17 veces los pies del papa Juan Pablo II –récord absoluto– cuando el líder universal de los católicos visitó Brasil en 1980. La hazaña fue en Manaus antes de que el Pontífice abordara el vuelo que lo llevara de regreso al Vaticano. Se sabe que trabajó como vendedor de flores, de billetes para la lotería, de taxista, de lustrabotas. Pero lo de él es besar. Pelé, Radamel Falcao, Garrincha, Zico, Roberto Carlos. Hasta Frank Sinatra, mientras ofrecía un concierto en Río, fue besado por José en la mejilla izquierda.
Ekkachai y Laksana Tiranarat, récord mundial. Se besaron durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos
No supieron nunca cómo detenerlo para que no besara a los famosos, algunos de los cuales, aunque no en forma directa, lo denunciaron ante la Justicia sin ningún éxito. El juez Mayrino da Costa lo absolvió. “Besar no es un delito, qué bueno sería que los delincuentes que hay en Brasil reemplazasen sus armas con besos”. Fue claro y contundente. De Moura, sin embargo, no pudo con el presidente argentino Raúl Alfonsín (1983-1989). El intento lo obligó a dormir dos noches en un calabozo en Buenos Aires. Tampoco con Xuxa, ya que sus guardaespaldas lo molieron a golpes. Ni con Ayrton Sena, por mencionar solo tres. Pero, pese a esos episodios, es invencible.
PRÁCTICA TRANSVERSAL
El beso, besar, besemos, besémonos. Desde siempre esa práctica está presente. Y hay personas que lo estudian científicamente. Los filematólogos se dedican a ello. Sí, aunque usted no pueda creerlo. La Real Academia Española de la Lengua (RAE) explica que filematología es el “estudio del beso y de las reacciones que desencadena en las personas, tanto físicas como mentales”. Apunta después que philématos significa “del beso” y da cuenta de que esa palabra deriva de “filéo (amar, querer)”.
En el Café de Rick, en Casablanca, volvieron los recuerdos junto con el cine y los acordes de “As times goes by” que musicalizaron los besos de Rick e Ilsa, alguna vez en París
El 13 de abril de cada año – ayer– desde 2011 es el Día Internacional del Beso. La efeméride celebra que un hombre y una mujer, en Tailandia, el Día de San Valentín se besaron durante 46 horas, 24 minutos y 9 segundos. Los triunfadores, Ekkachai y Laksana Tiranarat, en 2013 también triunfaron y superaron el récord anterior. Se besaron durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos. ¡Campeones!
Damas y caballeros, señoras y señores, amigos y amigas, todos y todas, lectoras y lectores, el beso es una práctica transversal que trasciende la historia universal y, en general, como seres humanos marca hitos vitales. Etapas. Éxitos, fracasos. Inicios, finales. Llegadas, partidas. Recuerdos, de los que alguien se quiere acordar y de los que otros u otras se quieren olvidar. El cine y la tele han anotado besos trascendentes desde sus inicios. La historia –reciente o lejana– también.
El marinero George Mendonsa el 14 de agosto de 1945, después de la rendición de Japón, besó en Times Square a la enfermera Edith Shain. Un beso simbólico
ÍCONOS
La alegría por el fin de la Segunda Guerra Mundial tal vez para muchos y muchas haya sido el momento en que el marinero George Mendonsa –inmediatamente después de saber de la rendición de Japón, el 14 de agosto de 1945– lo celebró cuando en Times Square besó a la enfermera Edith Shain, tan desconocida como él. O, quizás, el que, en junio de 1979, cuando el 30.º aniversario de la creación de la ya desaparecida República Democrática Alemana, se dieron Leonidas Brezhnec y Erich Hönecker, líderes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de la RDA, respectivamente. Siempre – siempre– hubo, hay y habrá un beso para comentar. O para cantar, tararear, silbar.
Con mi amigo-hermano Hamurabi Noufouri, arquitecto, doctor en Historia del Arte y Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, aprendo. Me enriquece en cada una de nuestras conversaciones y gano en sabiduría cuando lo leo en deliciosos textos que construye con dedicación extrema. Su pluma parece emerger con potencia inusitada –a veces creo que desde el 1600 hasta nuestros días– por su estilo barroco. Es un don. Y creo que justamente esos textos deliciosos son para mí esa agua en la que abrevo para saciar mi sed de conocimiento.
Mucho más cuando me conduce por los senderos culturales del andalusí (Al-Ándalus) con el que aprendí y descubrí en algunas regiones de la península ibérica. Por el habibi Hamurabi, Granada me puede. Imaginar que alguna vez habré de recorrer sin tiempos ni apuros la Alhambra, sus palacios, sus fortalezas, sus aromáticos jardines –irremediablemente– me produce “taquicardia sinusal”, como llama a las palpitaciones Pablo M., el médico de familia al que recurrimos desde casi tres décadas.
Producir sentido es una de las acciones colaterales del besar. El Café de Rick nunca existió. Sin embargo, algún anochecer en Casablanca – creo recordar que en 2012– bebí con alguien hasta casi el amanecer de un nuevo día un poco más de lo recomendable. Pasaban las horas, pero –aunque no lo crean– era imposible darse cuenta. Estábamos detenidos en alguna dimensión en la que el tiempo desobedecía a la flecha a la que hacen referencia con insistencia los físicos.
ILUSIÓN
Albert Einstein, el padre de la teoría de la relatividad, fue claro y preciso: “El pasado, el presente y el futuro son solo una ilusión”. Seguramente, así es todo lo increíble. Mis ojos viajaban de un lado a otro en ese local casi mágico. Hacían foco en las paredes, en la barra, en las columnas que cerraban en arcadas que la imaginación vinculaba con “Las mil y una noches”. Vi a los camareros vestidos con gabardinas beige y con el ala de sus sombreros Fedora o Borsalino que caen levemente sobre sus ojos. Inolvidable.
Me entregué a las sensaciones en aquella primera vez en el interior de una película de culto como es “Casablanca” desde 1942. Sé que Hamurabi en otro momento estuvo allí. Recuerdo cada una de sus palabras cuando –mientras fumábamos narguile con tabacos aromatizados con manzanas y frutillas en el desaparecido restó Damasco de Buenos Aires– comenzó a describir sus percepciones en aquel lugar en el que, muchos años después, me encontraba.
“Fresco como la brisa marina cruzada entre dos mares. Decadente y romántico por la belle époque a la que corresponde su versión orientalista de la arquitectura vernácula (...) y en el aire percibí claramente un aroma a la mezcla de especies marroquí en la que predomina el comino y el cilantro”.
Seguramente por mi expresión demandante agregó que el Café de Rick se ilumina “con luces de lámparas art noveau ideales para compartir intrigas y secretos”. Su relato parecía tan interminable como aquellos con los que Sherezade –una de las dos hijas del visir– procuraba que el rey Shariar no la desposara para luego matarla cuando el amanecer.
En ese contexto, entre sincronizadas volutas de humo, Hamurabi contó que “las notas del kamun, el laud y la flauta gemela se sumaron entonces al repiqueteo del derbakke para anunciar el tan esperado momento en que entró la odalisca con sus movimientos ondulantes”. Entrecerró sus ojos en silencio. Antes, frotó sus manos con el gajo de un limón. Tal vez procuraba descanso. El recuerdo quedó atrás.
UNA CANCIÓN
Una vez más recorrí cada rincón del lugar y debo confesar que creí ver a Rick (Humphrey Bogart) en todas partes. Pero, especialmente, vestido con su smoking blanco y moño negro acercándose por sobre el hombro derecho al pianista Sam (Dooley Wilson) que, con voz aguardentosa, comienza a entonar “As time goes by” (A medida que pasa el tiempo), mientras acaricia con sus dedos las 38 teclas del viejo piano. Menos de un minuto antes Ilsa (Ingrid Bergman) –con una expresión que nunca dijo– le pidió que interpretara como lo hacía algunos años antes en París ese mismísimo tema.
Del profe Carlos Vallina, allá por 1996 del siglo pasado, aprendí que “el cine tiene cosas visibles, cosas invisibles y cosas que solo cada persona puede ver”. En Marruecos –aquella larga noche– comprendí. Estaba en el Café de Rick, que nunca existió hasta que, en 2004, en el 248 del boulevard Sour Jdid, de Casablanca, abrió sus puertas la economista norteamericana Kathy Kriger, que nunca llegó hasta Marruecos para abrir un bar. Cuando en ese lugar mágico vi el Yamaha de 84 teclas en el que una y otra vez sonaba “As times goes by”, supe también que aquel piano en el que Sam la tocó de nuevo como lo pidió Ilsa tampoco existía, aunque para mí y para millones, sí.
Producción de sentido. Con las primeras horas de la luz del día dejamos la mesa que por mucho tiempo fue el centro de la vida que compartimos con recuerdos, historias, percepciones, sentires y decires.
Partí convencido de que Rick e Ilsa se habían besado en la capital de Francia. Los percibí marcados por aquel momento que deseaban, pero sentían que no debían. Mi marcha era lenta. Inesperadamente descubrí que con mis manos en los bolsillos y andar cansino por momentos canturreaba –cuando recordaba la letra– y en otros silbaba aquella bella canción que por su título en español conocí como “Según pasan los años”. ¡Misterios en Marruecos! En especial, cuando amanece.
Leonidas Brezhnev (URSS) y Erich Hönecker (RDA) se besan para celebrar el 30.° aniversario de la creación de la República Democrática Alemana
Unos siete minutos habían pasado desde que los relojes marcaron las 6 AM. Aún canturreaba. La noche no termina cuando se intenta soltar el pensamiento. “Debes recordar esto / un beso sigue siendo un beso / un suspiro es solo un suspiro / Las cosas fundamentales se aplican / como pasa el tiempo / Y cuando dos amantes cortejan / todavía dicen te amo / En eso puedes confiar / No importa lo que traiga el futuro / Como pasa el tiempo...”. El pasado que vuelve deja de ser. Es presente. Descubro que en esta noche de viernes aquella música lejana que siento tan cerca de mí vuelve a sonar. “You must remember this / A kiss is still a kiss / A sigh is just a sigh / the fundamental things apply / As time goes by...”.
TRASCENDENCIA
A música y letra se le añaden las reflexiones, los interrogantes. ¿Cuál es la trascendencia de los besos? No me animo a responder. Procuro certezas. Juan Carlos Turnes, amigo que además es médico y psiquiatra, acerca su palabra. “Besar es una forma de apertura al mundo”. Pero advierte que “no” puede “dejar de pensar en la oralidad, en ese estadio freudiano”. Explica que “es por la boca que el bebé explora, conoce y degusta el mundo/madre, […] a veces es bueno y satisface el hambre y las ganas de ser amado, pero también a veces frustra y dan ganas de morderlo y destruirlo”.
Juan avanza. “Hay un momento en que el niño se da cuenta de que lo bueno y lo malo está mezclado en una misma persona”. Desde esa perspectiva se pregunta: “¿Todo esto [que también es el beso] se reedita cada vez que besamos?”. Voy por más. “Todo tu ser, y no solo los labios, se te van en un beso”, dice Víctor Manuel Fernández en 1995. Argumenta luego que “el beso es un encuentro de los dos en un momento en que no existe nada más que ellos, y ninguna otra cosa vale la pena”.
Describe que a su juicio “es el amor hecho carne, es el punto donde se unen todas las características del amor humano: ternura, pasión, gozo, admiración, delicadeza, fuerza, descanso, alivio, entrega, comunicación” y que “por eso […] es la expresión más maravillosa del amor”.
Desde esa perspectiva, Víctor Manuel, que también es cardenal de la Iglesia católica, sostiene que “si el cuerpo se alimenta con comida, el intelecto con libros y clases, y la voluntad con el esfuerzo, el amor se alimenta con los besos”. ¿Es tan difícil de entender? ¡¡¡Besos para todos...!!!