Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Este domingo Toni Roberto hace un viaje de punta a punta por la avenida Carlos Antonio López, a la que muchos vecinos llaman simplemente la avenida.

Es una tarde de otoño, me encuentro en el paseo central de la avenida Carlos Antonio López, a la que muchos vecinos del barrio llaman simplemente la avenida, y a sus calles por números. Por ejemplo: podés vivir en tercera casi veintiuno, es como si fuese un código indescifrable para los extranjeros al barrio.

La recorro de punta a punta con una tenue llovizna. A ambos lados de ella están las viejas fachadas de aquellas casas que daban brillo a una arteria de elegantes chalets de los años 40, 50 y 60. Cada una de ellas nos cuenta su propia historia, así como la cilíndrica Crucecita diseñada por el ingeniero Constantino Kovacevich, que nos cuenta de devociones, súplicas y rezos.

LAS CASAS DEMOLIDAS TAMBIÉN HABLAN

Dicen que “las casas hablan”, así como las que ya no están. Es el caso de una demolida, la del legendario director de la Revista Ñandé, Miguel Giralt Barceló, de la esquina de Dr. Coronel y la avenida, una casa baja estilo colonial, un pequeño porche con vistas a la moderna casa del coronel Pablo Rojas y al peculiar portoncito de la entrada “este” del parque Carlos Antonio López, recibía a aquellos que la admiraban.

Por el camino la vieja casa del general Díaz de Vivar, hoy convertida en un comercio con vistas a la plaza y al edificio del Palacio de Justicia, la elegante casa del “general”, donde habitara Ricardito Brugada y su familia por muchos años. Siguiendo y mirando siempre al oeste de Asunción, territorio estudiado a profundidad por Patricia Ygarza Cuquejo, lo que queda de la casa de doña Clara Benza de Garófalo y llegando a Melo de Portugal con su intersección con esta legendaria arteria, la casa de una de las matemáticas más brillantes de Asunción del siglo XX, Haydee Levi Ruffinelli de Arce Queirolo, sin olvidar la de unas eternas vecinas de Sajonia, Pocha, Nuria y Malui Frescura, que hasta hoy siguen practicando la buena vecindad de otros tiempos. Vecinos que ya no están como Teresita Torcida, Eladio Martínez y Cira Moscarda, sin olvidar a Lita Pérez Cáceres y a los Duarte Arredondo.

LA CASA DEL ESCUDO

De las casas más particulares de la avenida, ya en su tramo final encontramos la del pintor catalán Emili Aparici, quien habitara ese hogar desde 1963, una interpretación del arquitecto Papi Alborno y que culminara en 1975. A la misma llegaban grupos de alumnos de la Facultad de Arquitectura para dibujarla como trabajo de campo y era conocida como la Casa del Escudo, detalle que fuera diseñado por el mismo pintor español y que actuaba de farol dándole un destaque muy peculiar y engalanando la vieja avenida.

A VECES EL FUTURO PUEDE SER FALSO

Sé que existen casas emblemáticas en la avenida, pero hoy quiero también recordar a esas otras, las que fueron demolidas, a las que fueron transformadas y a esos pequeños chalets que son el primor escondido de esta otrora elegante avenida, que hoy se encuentra en un estado calamitoso luchando contra los que pretenden borrar sus gloriosas décadas, desconociendo el pasado en nombre de un falso futuro al que solo le llaman “mejoras”. Sus antiguos vecinos convertidos hoy en amorosos duendes estarán mirando su estado con la misma tristeza que lo hacemos aquellos que queremos defender su imborrable memoria.

PATRICIA YGARZA CUQUEJO Y SU ANÁLISIS DE LA AVENIDA

Esta doble vía, con su paseo, es el punto de encuentro de los sajonieros. Puedo decir “me encontré por casualidad en la avenida con Maricarmen Ávila, la fundadora de la primera escuela de danzas de Sajonia”, porque en la avenida acontece todo a tal punto que cruzar Colón hacia el este es igual que irse de viaje. Es parte existencial del sajoniero; la avenida cuenta el pasado, en ella sucede el presente y debemos preservarla para el futuro si queremos cuidar nuestra identidad dentro de la ciudad, el país y el mundo. Para ello es fundamental que toda obra que se haga en esta avenida tenga un protocolo de intervención patrimonial, ya que está declarada de valor paisajístico cultural y urbano por ordenanza municipal número 35/96, integrando el catálogo de bienes patrimoniales culturales de la ciudad de Asunción.

Algunos sostienen que el pavimento de baldosas tipo vainilla en damero blanco y azul es parte de su identidad y eso es discutible.

Lo que es indiscutible es que es un paseo central peatonal público, por lo que el pavimento deber ser antideslizante, al igual que las veredas.

Y lo más importante de todo: mantener las hileras laterales de los jacarandas, que en floración dejan una alfombra de varios tonos de azules en cada primavera y hacen poética la avenida. Incluir otras especies en medio de ellos tal vez fue un acto de buena gana de parte de los que lo hicieron, pero el camino al infierno está hecho de buenas intenciones y seguir tocando esta avenida sin considerar su esencia y sin protocolo de intervención patrimonial puede terminar de destruirla.

María Elena Walsh, con su “Canción del jacaranda”, nos recuerda:

“Al este y al oeste

Llueve y lloverá

Una flor y otra flor

Celeste del jacaranda”.

Nosotros, en el oeste de Asunción, aún tenemos un escenario de corsos y procesiones, todavía tenemos una avenida de jacarandas.


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