En noviembre del 2020, la nota principal del Gran Domingo fue una entrevista (y homenaje) a Carlitos Vera. El título de la entrevista fue “La eterna alegría”. Ahora que El Hombre de las Mil Voces, el querido y entrañable artista ha dejado este mundo, lo recordamos como a él le hubiera gustado, con sus propias palabras y con su sonrisa que repartió generosamente como artista y persona sensible. Vale la pena recordar aquí en primera persona su historia singular y su pensamiento a la hora de valorar la vida. Ahora sí estamos seguros de que la alegría se ha mudado para siempre a la eternidad.

“HAY QUE BUSCAR LA ALEGRÍA PARA LLEVAR UNA MEJOR VIDA”

“A los 7 meses de vida, a Luis Carlos Vera le detectaron parálisis infantil, lo que le inmovilizó la pierna derecha”, decía Aldo Benítez al presentar la nota realizada por él a Carlitos en su casa, que el artista afrontó con gran humor y hasta jugó a ser el presidente de de la felicidad. “Pero eso nunca fue impedimento en su vida porque desde joven no paró de moverse y, sobre todo, de subir. Cuando tenía 16 años, se subió por primera vez a un escenario y cuatro años des­pués volvió a subir a otro y un presentador le puso su marca registrada: El Hombre de las Mil Voces. La vida de Carli­tos Vera, sus sueños, su amor al arte, a la familia, sus ocu­rrencias y un mensaje desde el corazón en este mano a mano con La Nación”.

La despedida de Nico para el dueño de las mil voces que seguramente estará imitando las de allá arriba.

AZULGRANA DE ALMA

Sentado en un sillón en el corre­dor de su casa, Carlitos Vera esperó al equipo de La Nación con una amplia sonrisa y una remera con la consigna azul­grana de “capital del senti­miento”. Hace tres años que se mudó a San Antonio, una ciudad que le gusta mucho por los árboles, la sombra y la tran­quilidad. “Fue difícil encon­trar esta casa porque él quería una que tenga plantas. Y esta por suerte tiene este enorme mango en el patio de enfrente”, dice Clara Giménez, su esposa. Su compañera de toda la vida.

Carlitos Vera cumplió hace unos días 71 años. Su vida ha sido un vertiginoso andar por el mundo artístico desde muy joven. Empezó en el barrio Jara de Asunción. En este barrio, entre las canchas de Tacuary y Libertad, había empezado sus imitaciones, primero haciendo del pana­dero de la esquina, después hablando como el peluquero de la cuadra. Empezó a imi­tar a los personajes del barrio y eso se fue transformando, de alguna manera, en lo que en poco tiempo más sería su profe­sión. O tal vez su oficio. O mejor dicho, su vocación y pasión.

Recuerda que la primera vez que se animó a hacer un número artístico fuera de barrio Jara fue a los 16 años. Subió a un escena­rio, lo sentaron y sacó su primer número. Una imitación a Julio del Puerto, entonces el comenta­rista más famoso y respetado del mundo del fútbol, lo que animó a toda la gente que estaba pre­sente aquella noche. Carlitos Vera lo recuerda con frescura: “Fue el 23 de setiembre de 1964, en un festival que se hizo en el barrio Las Mercedes. Me invita­ron a participar y ahí fue que me animé por primera vez a esto de la imitación”, recuerda.

Desde aquella tarde de 1964, Carlitos Vera no paró. A pesar de que él mismo se mofa con algún que otro chiste cruel sobre su discapacidad en la pierna derecha, esta con­dición jamás fue obstáculo para lo que quería en su vida. Ingresó al Departamento Artístico del Ministerio de Defensa, donde fue puliendo su arte, conocer gente, hacer contactos y aprender.

En aquellos tiempos, los ani­madores o conductores de eventos lo presentaban como Luis Carlos Vera. Pero en un evento de 1968, llegó la frase que a estas alturas ya es una marca registrada convertida en leyenda. Quien estuvo a cargo de esa presentación fue Juan Bautista Castillo, el tam­bién popular Nizugan.

¡”Con ustedes, El Hombre de las Mil Voces, Carlitos Vera!”, trinó Nizugan desde el micró­fono para presentarlo.

Desde aquella vez, entonces Luis Carlos pasó a ser Carlitos Vera. Y este, a su vez, El Hom­bre de las Mil Voces. Con esta impronta, Carlitos comenzó a fortalecer su carrera en el mundo artístico paraguayo.

“Yo le tengo un recuerdo enorme, un gran cariño”, dice Carlitos, recordando a su amigo Nizugan, que falleció en junio de este año (2020). Juntos habían hecho varias actuacio­nes y son dos referentes de la vida artística paraguaya, del humor local.

“UNA PERSONA SENSIBLE”

Carlitos se muestra muy ama­ble y conversador. Le gustan las visitas. Se emociona cuando recuerda su historia. La forma en que daba vida al escenario. Le brillan los ojos cuando habla de su familia. Cuando tiene que hablar de sus 4 hijos (tres varo­nes y una mujer que falleció) o cuando tiene algún recuerdo de sus nietos.

“Él es una persona absoluta­mente sensible, demasiado sensible”, dice Clara.

Se casaron hace 41 años y desde entonces comparten una vida que para Clara se convirtió en una costumbre en eso de entender que de su parte siem­pre habrá ocurrencias ante cualquier situación, o la de sus hijos, que se fueron sumando con el paso de los años, hasta de los ladridos de Jacki, la perrita de la casa que comparte fami­lia con los Vera hace 10 años. Si bien aclara que ninguno de sus hijos resultó humorista, here­daron esa forma pícara de res­ponder, de encontrarle siem­pre la vuelta a una situación, a una frase. “Nuestros hijos no actúan nomás, pero son de hacer chistes todo el tiempo. Acá los domingos cuando nos juntamos, tenés que ver lo que es”, expone Clara.

Carlitos Vera ríe y agrega, como para confirmar lo que dice su esposa: “Imaginate que el domingo nos fuimos con mi hijo a ver ‘Terminator’, y cuando salíamos de la sala y él me dice: ‘ah papá, mirá ya estás cami­nando como Terminator’”, y ambos se ríen con ganas.

En la casa, Carlitos Vera es un esposo dicharachero, con energía positiva siempre y, por supuesto, con cinco minutos de seriedad en la mayoría de los temas. “Tuve que dejar de ir a las reuniones de padres de la escuela de mis hijos porque ndo­pavéi (no termina más), nos que­dábamos a reír de todo lo que se podía”, explica Vera, mientras deja escapar otra sonrisa que le dibuja toda la cara.

Según Clara, además de su espíritu bien alegre, Carlitos Vera es muy romántico. Esto ayudó a que la relación pueda sostenerse por tantos años. En los tiempos en que Carli­tos tenía actuación casi todos los días, Clara era la encar­gada de ayudarle con el vestua­rio e incluso con los apuntes para los chistes o monólogos. “Ella sabe elegir, mucho. Me elige la ropa, lo que tengo que ponerme cuando tengo que ir a una cena, a un evento bené­fico, sabe elegir muy bien. Por eso justamente me eligió a mí”, expresa Carlitos. A Clara no le queda más que reír mientras lo mira a los ojos.

“Para mí es simple, la base de todo éxito siempre está en la familia”, dice Carlitos Vera.

PERSONAJES INOLVIDABLES

* En 1966, Carlitos Vera incursiona en radio, otra de sus pasiones. Empezó en radio Comuneros, en un programa llamado “La fonda de doña Filomena”, donde él tenía un segmento. La radio ha sido otra de sus compañeras durante todos estos años de vida artística. Después de radio Comu­neros, inició un ciclo que duró muchos años llamado “Risa­terapia”, en radio Ñandutí. Allí se ganó el cariño de mucha gente que empezó a escucharlo, lo que le valió además empe­zar a tener mayores números, mayores presentaciones.

IMITACIONES: Entre sus tantas imitaciones, son históricos los del futbolista Julio César Romero “Romerito”, el del doctor Abraham Zapag, presidente de Cerro Porteño en los 80. También en su lista aparecía el político liberal Julio César “Yoyito” Franco.

* Un caso particular tiene que ver con la imitación que hacía al ex dictador Alfredo Stroessner.

“Recibimos amenazas y nuestro teléfono estaba inter­venido. Querían ver si él hacía la imitación a Stroessner aunque sea por teléfono”, explicó Clara.

Carlitos explica que él nunca decía que estaba imitando a Stroessner, pero que cuando empezaba a hablar como el ex dictador, la gente ya empezaba a reírse. “No hacía falta que diga, pero después tuve que cuidarme mucho en ese sen­tido”, decía Carlitos. Y rápidamente recuerda una anécdota.

Después de dos meses del golpe de Estado de 1989, a Carlitos Vera le contratan para un show en el interior. Él va y sube al escenario, improvisado y pequeño. En medio de la actuación, alguien –presume que es un borracho– lo toma de la pierna que justamente no puede movilizar y se cae completo del esce­nario. “La gente se reía, pensaba que era parte de mi número artístico. En eso pido auxilio y vienen a socorrerme, cuando me repongo, tomo el micrófono y digo “con que Stroessner ho’a mba’e piko la che” (Si hasta Stroessner cae, por qué yo no) y lo que generó una risa generalizada, recuerda Vera.

* Clara trae del interior de la casa varios pergaminos, men­ciones de honor, eventos donde le rinden tributo y le dejan algún certificado, alguna muestra de cariño. El se queda con uno y cuenta que se lo dieron los alumnos de la Facultad de Derecho, que cada tanto lo tienen como uno de los homena­jeados. Sobre el punto, Carlitos agrega: “Lo cual me llena de orgullo porque justamente desde la Facultad de Derecho homenajean a un rengo”.

***

Hacía una década, el mal de Parkinson lo tuvo un poco a mal traer a Carlitos Vera, pero eso en nada amilanó su espíritu. Siguió compartiendo ideas, siguió orquestando chistes, pla­neando ideas, proyectando su vida, su trabajo, su arte. “Esta­mos trabajando ahora para un segundo libro. Quiero dejar eso como un legado de lo que yo trabajé, de lo que yo logré en el escenario y de lo que tanto quiero, esto que hice y hago”, reflexionó entonces.

*Después de 56 años de subir y bajar de escenarios, de escri­bir guiones, de trabajar en monólogos, de hacer reír a la gente, hasta poco antes de enfermarse Carlitos Vera seguía actuando, pero de un modo más familiar. Quizás en alguna cena, algún evento que no sea masivo, pero siempre estaba. Porque vivía del arte y de lo que lo apasionó toda su vida.

Porque como él mismo nos dijo al culminar ese encuentro en su casa antes de que la pandemia nos impidiera volver a encontrarnos: “Hay que buscar la alegría para llevar una mejor vida”.

REFLEXIONES Y RISAS

El momento en que Carlitos reflexiona es cuando se le consulta sobre el mundo artístico paraguayo. Lo que se tiene ahora. Lo que se ve. Lo que actualmente se vende como arte o como elemento artístico. En ese sentido, Vera asegura que particularmente no se siente un ejemplo para nadie, de nada de lo que haya hecho. Dice que su preocupación siempre fue realmente ser un ejemplo para su familia, que considera haberlo logrado.

Habla con seriedad sobre la importancia de prepa­rarse cuando uno tiene que hacer una presentación. En ese sentido, menciona que alguien que tiene que hablar sobre lo que ocurre en la actualidad, tiene que estar enterado de todo, para sacar alguna acotación sobre la situación, darle contexto a sus monólogos o chistes del momento.

Sobre el humor: “El humor es como un plato de ensa­lada. Tiene que tener todos los condimentos necesa­rios, ni uno de ellos de más ni otro de menos”, explicó.

En los primeros años le costaba estar en el escenario. Sentía mucha presión por hacer que los presentes se rían, que entiendan el mensaje: “Uno tiene que respe­tar al público. En ese sentido, traté siempre de mostrar eso. Respeto, de hacer un humor que no sea ofensivo, que no afecte a minorías. Traté siempre de que sea un humor que encuentre en la gente la forma de arrancar una alegría, si se quiere decir así, sana”.

Agregó entonces que, quizás, lo que falta ahora en el entretenimiento televisivo es un segmento que esté dedicado más a las personas mayores, que tenga más humor paraguayo, de costumbres paraguayas, para volver a tener audiencia y pensar en las personas que ya tienen edad y encuentran en la televisión una manera, o quizás la única, de entretenerse.

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