Por Arturo Peña, arturo.pena@gruponacion.com.py

Fotos: Eduardo Velázquez, Carlos Juri (dron) y archivo de La Nación

El Crucero Paraguay no era solo un barco turístico de lujo, era un proyecto ecológico que por los altos costos no pudo sostenerse en el tiempo. La enorme estructura, que casi sucumbió a las aguas hace unos años estando ya fuera de servicio, se encuentra varada en un astillero en el bañado Tacumbú, en Asunción. Un grupo inversionista busca ahora rescatar la embarcación y convertirla en un edificio flotante.

La enorme estructura tiene una apariencia casi fantasmal en medio del paisaje ribereño, en la zona del bañado Tacumbú de Asunción, a orillas del río Paraguay. La bajante de las aguas a causa de la sequía ha dejado el barco prácticamente reposando en tierra, destino infausto si lo hay para cualquier navío. Las desteñidas letras en el costado de la nave todavía dejan identificarla: Crucero Paraguay.

La embarcación que en su momento marcó un hito para la navegación en Paraguay por su envergadura y por el lujo que ofrecía, es hoy un inmenso recuerdo, un sueño varado esperando revivir.

En una visita al lugar donde se encuentra dormida la nave pudimos abordarla y recorrer sus herrumbradas y húmedas salas. La estructura está en un proceso lento de “vaciamiento”, realizado por un grupo de unos seis obreros del astillero Mar del Plata. El objetivo es dejar solo “el esqueleto” para poder darle una nueva imagen al barco, bajo la idea de un grupo inversionista que apunta a convertirlo en una suerte de shopping flotante, con oficinas, salas de reuniones y espacios de recreación como bares y otros. El ambicioso proyecto que cambiará de nombra al de Barco Paraguay Entretenimientos, está en etapa de desarrollo y captación de capital bajo un modelo de negocio más dinámico, flexible y atractivo. La idea es que esté en marcha para la primavera del 2021.

HUELLAS DEL PASADO

Gilberto Adorno, uno de los trabajadores del astillero Mar del Plata, nos guía por los estrechos pasillos relatando cómo funcionaba cada dependencia. Él llegó a realizar viajes en el Crucero Paraguay y por muchos años trabajó en su mantenimiento. Nos muestra cómo los primeros pisos del barco se encuentran completamente destruidos debido al cuasi hundimiento del barco, por unas perforaciones en el casco, en el 2018.

La sala de máquinas aun conserva los enormes motores y la red de cables que dan la dimensión de la potencia que se necesitaba para mover el barco. También quedan algunos vestigios de la sala de lavandería, aunque todo “bañado” por un manto de lodo. Los camarotes, de diferentes dimensiones, todavía conservan el maderamen de primera calidad con el que fueron construidos, pero están totalmente destrozados. Cada uno tenía baño privado, televisión, frigobar y aire acondicionado. Gran parte de los espacios de la embarcación estaban originalmente revestidos en madera, lo que le daba un toque muy especial de clase en su época.

La punta de proa del barco se encuentra llamativamente dañada, como si el barco hubiera chocado con algo. Gilberto revela que efectivamente fue un accidente ocurrido hace un tiempo atrás. Durante una tormenta, varias barcazas que estaban estacionadas en un astillero vecino se soltaron y quedaron a la deriva. Una de ellas llegó empujada por los terribles vientos e impactó de lleno en el frente del barco, arrastrándolo por varios metros. El obrero marítimo recuerda aún aquella noche como si fuera una escena de cine catástrofe.

Adorno señala también que muchas piezas del crucero fueron rapiñadas, ya que el barco no contaba con guardia durante la noche y los avivados subían al mismo y sacaban lo que podían. Los objetos, muebles y otros que ellos van sacando ahora del barco se guardan en un depósito del astillero.

“En este gran salón funcionaba el restaurante y un bar a la noche… Acá era sala de proyección de cine con pantalla gigante… Estas eran pequeñas barras donde uno podía tomar algo mirando al río… Acá en la terraza funcionaba la piscina con jacuzzi, desde donde se ofrecía una vista completa del paisaje”. Adorno describe cada espacio como si estuviera en aquellos años. Imaginar lo que fue a través del relato del obrero, en contraste con la realidad que se palpa, genera una extraña sensación de deslumbramiento y pesar a la vez.

HACIA UNA UTOPÍA

El concepto de barco iba más allá del mero negocio turístico. El Crucero Paraguay estaba movido por una utopía. Una sociedad anónima tahitiano-francesa fue la que le dio vida. Estos empresarios habían puesto los ojos en la riqueza natural de la región, especialmente en el Pantanal, por lo que el barco, para ellos, era una forma de conectar turismo y conciencia ecológica. Los tours incluían safaris fotográficos e incluso se daban charlas sobre la importancia de la preservación de la naturaleza. El proyecto tuvo tal repercusión que fue motivo de visita de equipos de documentalistas de las famosas cadenas NatGeo y Discovery.

“Venían muchos turistas de todos lados del mundo para hacer los viajes, de Europa, de Asia, de Estados Unidos. Era un barco a todo lujo y ellos pasaban de lo mejor durante los viajes. La cocina era de primer nivel y tenían todos los servicios a bordo, lavandería, había tiendas para comprar, de todo”, recuerda Adorno.

Según los datos, el navío fue originalmente un buque taller donado por el gobierno de los Estados Unidos a la Armada Paraguaya. La institución luego lo remató y en ese momento fue adquirido por la Sociedad Ecológica Paraguay SA (la sociedad anónima), que lo reacondicionó totalmente tras una millonaria inversión (un dato habla de alrededor de cuatro millones de dólares). Este trabajo se inició en 1998 y duró alrededor de tres años de intensa labor. En el 2001 fue el viaje inaugural, un tour que llegó hasta la ciudad de Bahía Negra, en el Chaco paraguayo.

El barco llegó a tener 27 camarotes de varios niveles de confort, además de discoteca, karaoke, boutiques y piscina, entre otros atractivos. La tripulación completa llegaba a 20 personas en promedio. El lujo era algo nunca antes visto en una embarcación paraguaya. La estructura tenía cinco niveles de altura, lo que, según opinan entendidos, también representaba cierto riesgo ya que no garantizaba una estabilidad cuando era golpeada por vientos muy fuertes.

Entre el 2010 y el 2012 fue su periodo de mayor auge, con varios viajes y sendos eventos. En el perfil de redes sociales de la firma, al que aun se puede acceder, se pueden ver invitaciones a fiestas de fin de año o carnaval, así como conciertos de música.

El crucero ofrecía un paquete de viaje de 3 días, desde Asunción a Villa Hayes, donde se ofrecía la experiencia de visitar una típica estancia chaqueña, realizar safaris de fotos, caminatas, pesca, canotaje, así como fiestas a bordo, entre otros. En el 2011, este paquete rondaba los G. 1.490.000 por persona para pasajeros nacionales. El costo incluía las actividades más desayuno, almuerzo y cena. El segundo paquete ya era de 9 días, para un viaje desde la capital hasta el fascinante Pantanal.

El modelo de negocio fue teniendo durante 15 años varios intervalos, hasta que en el 2015, ya con el proyecto venido a menos, la asociación transfirió acciones a otro grupo inversor y este a su vez contrató a un equipo brasileño para buscarle un nuevo norte a la inversión.

Luego de aquellos días de fascinación, el proyecto inició un retiro silencioso debido a que los costos de mantenimiento y operatividad del barco comenzaban a sobrepasar al de los ingresos. El negocio tuvo en este sentido algunas debilidades, ya que la legislación paraguaya no es muy amplia ni flexible en cuanto a transporte fluvial de pasajeros, lo que genera costos superlativos. El Crucero Paraguay quedó estacionado por un tiempo en el Puerto de Asunción y luego, ya inoperativo, fue trasladado hasta el bañado Tacumbú.

TITANIC PARAGUAYO

En mayo del 2018 la embarcación volvió a los medios informativos repentinamente, pero por una sorpresiva e ingrata noticia. Unas perforaciones en su casco provocaron el ingreso de las aguas del río que casi terminaron por hundir la estructura. La sala de máquinas y todos los compartimientos que estaban en los pisos inferiores quedaron bajo agua, lo que causó un deterioro profundo. Era inevitable la asociación directa de los hechos: “El Titanic paraguayo”, señalaban los titulares esos días.

Gilberto Adorno recuerda los esfuerzos que hicieron él y sus compañeros para mantener el barco a flote. “El barco estaba ya cerca de la orilla, por lo que no se iba luego a hundir totalmente, pero sí llegó a casi la mitad de uno de los lados. Con los obreros comenzamos a desmontar y sacar lo que podíamos en balsas y pusimos a funcionar una motobomba para quitar el agua. Fue un gran susto y mucha desesperación porque el barco se iba a pique”, recuerda Adorno.

Desde entonces, el Crucero Paraguay ha quedado varado en ese sitio a la espera de que nuevos tiempos lo lleven nuevamente a las aguas –en la modalidad que fuere–. La estructura es sin duda única y su aprovechabilidad es indiscutible. Solo el tiempo dirá si esta embarcación volverá a ser ese atractivo turístico que fue en su momento o el implacable óxido hará antes su trabajo devastador. Esperemos que sea lo primero.

Gilberto Adorno, obrero.

UN SHOPPING FLOTANTE

En el 2015, los propietarios de la embarcación transfirieron las acciones a otro grupo inversor que se apoyó en un equipo de especialistas, en gran parte brasileños, con el objetivo de captar inversores para relanzar el proyecto: así surgió la idea del Barco Paraguay Entretenimientos.

La propuesta aún está en desarrollo, el equipo de negocio se está consolidando y busca captar inversores, aunque ya tienen una idea de hacia dónde dirigir la iniciativa. Un portavoz del grupo inversionista señaló que para la próxima primavera, en el 2021, sería la fecha ideal para concretarla.

La idea es convertir la embarcación en una especie de shopping flotante, un edificio que contará con oficinas para alquilar, bares, salones para reuniones de coworking y una zona de distensión, con una pista bailable para eventos al aire libre.

Hablan de una inversión mínima de unos 500 mil dólares para poder poner en marcha la idea. El negocio, según explica el vocero, estará basado en un concepto inmobiliario. La ubicación ideal del proyecto sería el Puerto de Asunción, una zona que sufrirá una transformación positiva importante en los próximos años.

El barco será despojado de todo lo que representa motores y equipos de navegación, es decir, se convertirá en un pontón que quedará flotando, estacionado en un mismo sitio, con la opción de ser trasladado mediante remolcadores si surge la necesidad. Esto también desliga al proyecto de ataduras legales y costos enormes que representa mantener un barco en su concepto de embarcación de transporte de pasajeros, que es como mínimo de unos 40 mil dólares mensuales, según explican desde el grupo inversor. Por ello el equipo jurídico determinó “bajarlo” de categoría, de buque motor a “artefacto naval”.

“Hoy se lo ve como un barco abandonado. Justo cuando iniciaron los trabajos vino la pandemia, los acontecimientos tampoco ayudaron, pero ahora el proyecto de rescate retomó fuerza para dentro de un año. Acá la idea es tener un producto que mire el río, que uno disfrute el río. Se va a modificar uno de los lados del barco para que la gente pueda venir con su embarcación y estacionar. Van a haber restaurantes. Hoy la cocina gourmet en Paraguay está muy avanzada”, añade el portavoz.

El grupo busca hacer de Barco Paraguay una marca que se pueda trasladar a otros productos como yates, catamarán e incluso otros que estén en tierra, como bares o servicio de limobús.

Ayer y hoy: Las habitaciones del crucero estaban revestidas en madera de primera calidad.
Ayer y hoy: El lujo y el confort eran un sello del barco.
El Crucero Paraguay, en los años en que surcaba las aguas del río.
La sala de máquinas.
En la terraza del barco funcionaban una pileta, una discoteca y un bar.

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