Esta semana el Expresso nos trae la voz y las reflexiones de Carlos Martini, un invitado más que especial de Augusto Dos Santos, que establece un diálogo profundo sobre la nueva situación en la que nos puso la pandemia y la necesidad de cambiar la mirada individualista a una más solidaria. Hay de todo en la charla, desde la pasión por los libros a los secretos de un amor perdido por timidez, de su sueño de ser jesuita o jugador de fútbol. Un Martini íntimo que habla de soledades y de temer al matrimonio como a los deportes de alto riesgo.

Fotos Fernando Riveros

–ADS: Carlos Mar­tini es lectura. En el imagi­nario, él es lectura. Quiero tener el lujo de empezar una charla con él con ésta de Bor­ges: “El 25 de diciembre de 1920 el cuerpo de Monk Eatsman amaneció en una de las calles centrales de Nueva York. Había reci­bido 5 balazos. Desconoce­dor feliz de la muerte, un gato de lo más ordinario, lo rondaba con cierta per­plejidad…”. Con cierta per­plejidad, Carlos, el mundo empezó a reflexionar al parecer… así , con la leve­dad, con la superficialidad de la pisada de un gato, pero finalmente eso se parece a la filosofía…

–CM: ¡Muchísimo! Y a lo que dice Borges, porque ahí hay una reflexión sobre la muerte. Lo que hizo esta pandemia es ponernos de frente ante la incertidumbre de la vida, la posibilidad de la muerte y las dudas sobre lo que vamos a dejar. ¡Qué casualidad que vos empezaste con Borges! Justo cuando yo venía pensando que él (Borges) decía “Eres nube, lluvia, eres mar, eres olvido. Eres también aquello que has perdido…”.

Carlos Martini

–¿Si vos fueras el dueño de una empresa cinemato­gráfica y en agosto del año pasado viniera un libre­tista y te dijera “Jefe, tengo una película en la que todo el mundo termina usando tapabocas”, la rechaza­rías seguramente porque te parecería un argumento medio barato, no?

–No solamente le hubiera rechazado sino que le hubiera dicho que escriba otra cosa más actual, porque hubiéramos perdido dinero con esa idea…

REDESCUBRIRNOS “SERES HUMANOS”

–¿Y cómo ves el estado de la reflexión de la que habla­mos al comienzo? ¿Estamos entrenando mejor el mús­culo del pensamiento ahora?

–Es que esta situación nos ha obligado a mirarnos más a nosotros mismos. Por supuesto, está un sector de la población que está en la sobre­vivencia económica más pura y dura. Y, por otro lado, está un grupo poblacional que vio aumentar sus niveles de problemas psicológicos. Hay más depresión, ansiedad, angustia. Pero, al encerrarnos en noso­tros mismos ¿qué nos ha pro­ducido este fenómeno? Pre­guntarnos por nuestro futuro. Por supuesto que habrá futuro, pero la pregunta es ¿Qué futuro? Y si yo voy a formar parte de ese futuro. Entonces, por supuesto que llegan cier­tas preguntas y también son momentos en los que uno dice ¿vamos a salir mejores o peo­res? El filósofo español Fer­nando Savater es muy concreto y además muy escéptico, él dice “Vamos a salir igual, un poco peor”, es importante esa coma, porque tendremos encima la situación económica, tendre­mos encima toda la ansiedad que nos ha producido. ¿Habre­mos aprendido lo que significa que es muy frágil la vida? En “El despertar de lo humano”, el presidente de la fraternidad de Comunión y Liberación, grupo católico, Julián Carrón dice lo siguiente: “Vivíamos en una burbuja. Nos creíamos como dioses. Teníamos la soberbia tecnológica, todo al instante. En pocas palabras, nosotros éramos los dueños y señores del destino”. “Esa burbuja –dice Carrón– con la pandemia se reventó y ahora nos descu­brimos frágiles como una hoja al viento”. Creo que eso ese es el golpe principal que estamos teniendo. Perdimos la soberbia y nos descubrimos frágiles… En pocas palabras, nos redescu­brimos “seres humanos”.

–Además, con la posibilidad de tener líderes mundiales que hacen ese contraste que se necesita para entender qué parte de la historia ten­dríamos que superar. Por ejemplo, negar la ciencia…

–Absolutamente raro es. Si hay algo que creo es muy importante ahora, lo que el ser humano tiene en su haber, aparte del arte y la filosofía, es la ciencia. Es buscar caminos racionales que nos ayuden a superar problemas que pueden ser difíciles. La ciencia y luego la señora a la que todos recurri­mos cuando estamos ante una situación extrema. Esa reina de las últimas preguntas, cuando sentimos que estamos en una tierra movediza nos pregun­tamos siempre: ¿Quién soy?, ¿adónde voy?, ¿qué va a ser de mí? Son momentos como estos que estamos viviendo que nos empujan a comprender nuestra interioridad. Para los creyentes –yo no lo soy–, pero para los cre­yentes también, está la ayuda de la trascendencia. Pero son esas últimas preguntas que nos decía una filósofa, las preguntas que vienen cuando nos parece que todo está perdido. Y éste es ese momento.

–Acabás de mencionar un dato que me parece muy importante que es qué filo­sofía; es bastante parecido a hacerse preguntas. Digo esto porque mucha gente cree que es una especie de fortín exclusivo de la inte­lectualidad, sin embargo, se puede hacer un ejercicio de la filosofía como forma hasta de salud mental…

–Por supuesto, porque al pre­guntarse por qué, comienza el camino de conocernos a noso­tros mismos. Yo creo que si algo hemos vivido, para nosotros en Paraguay hasta el 10 de marzo, es que hemos vivido sobre todo una suerte de individualismo extremo, donde no había que preguntarse nada, sino hacer cosas sin preguntarse, porqué las hacíamos. ¿Qué nos hace felices? ¿Qué nos hace tris­tes? Dice alguien que lo más importante para identificar si una persona entendió algo, no es que le repita las palabras sino que sepa hacer preguntas. En pocas palabras, que se le pre­sente un texto a un estudiante y la cuestión no está en memo­rizarlo y solamente mostrarlo, sino en pensar, qué preguntas puedo hacer al texto. Pregun­tar es el ser humano.

–Claro…

–Jorge Lanata dice algo muy interesante sobre el poder. Este periodista argentino decía una vez que hacer preguntas es una forma de desobedecer al poder. Es hincar el diente, es mostrar el lado oculto de la Luna. Pues bien, nosotros somos seres que nos preguntamos desde el prin­cipio, desde que el hombre se asomó a la filosofía antigua ante este impresionante universo y se hizo la pregunta: ¿Dónde estoy? ¿Qué soy yo? ¿Hay algo más allá? Eso somos los seres humanos. Lo que pasa es que vivíamos anestesiados…

LA CONSTANTE ES EL CAMBIO

–¿Te parece que tenemos que ser solidarios con las generaciones más jóvenes que no vivieron las guerras, ni los cambios en los ’60, los procesos de transformación de la propia Iglesia ni otras crisis como la Guerra Fría y que vivieron en un mundo que les parecía infalible y que un día ven que ese mundo, inspirado en los superhé­roes y perfecto se les rompe ¿Cómo hacer para superar esa frustración de saber de pronto que no éramos infali­bles como civilización?

–Esa es la pregunta clave. Hay un historiador israelí, muy famoso porque vendió muy bien sus libros, pero es muy inte­resante, Yuval Noha Harari, autor de “Sapiens: de anima­les a dioses” y “Homo deus: breve historia del mañana”. Tiene un libro, el último, que se llama “21 lecciones para el Siglo XXI” en donde habla de eso. Y, respondiendo a tu pre­gunta ¿cómo plantearnos hoy sobre todo? Enseñando que la única constante que nos queda es el cambio, que somos seres en cambio permanente, apren­der a flexibilizarnos, hacer las grandes preguntas y compren­der que, como decía Heráclito, aquél filósofo griego: “Nunca te bañarás dos veces en el mismo río” porque el río es diferente y también uno serás diferente también… Entonces, lo que él plantea son las cuatro “C” para las generaciones del Siglo XXI: Pensamiento crítico, desarro­llar la crítica, saber qué hay detrás, explicar lo que está oculto. Por otra parte, la crea­tividad: sin lugar a dudas que es muy importante ser capaces de crear. Comunicación: la otra c, que significa saber entender que debemos llegar a los demás. Y, por otra parte, la colabora­ción. ¿Qué significa colabora­ción? Justamente que lo que estábamos creyendo hasta antes de diciembre, con el indi­vidualismo extremo y el ¡Sál­vese quién pueda! nos hundi­mos todos…

–El desafío es grande.

–Es importante descubrir cómo la filosofía traspasa el tiempo, Augusto. Ortega y Gas­set, filósofo español que murió en 1955, acuñó una frase que la gente conoce mucho: “Yo soy yo y mis circunstancia”. Si no salvo a mi circunstancia, no me salvo yo… No somos Robinson Crusoe. Yo creo que esa es la gran lección para ese mundo que viene, para ese joven que ya no es hoy ese mismo joven de hace 5 años que estaba total­mente convencido de que todo estaba a un click de distancia. De repente ese chico, ese ado­lescente ahora se plantea: ¡Esta no era la película que me pro­metieron!

–Vos que sos muy minu­cioso. ¿Tenés idea de cuán­tos libros en realidad ya pro­mocionaste en televisión?

–Yo empecé por un defecto a ser lector. Como era tremen­damente tímido y acomple­jado desde niño y me ence­rraba en la biblioteca de papá. Por supuesto, entendía poco, pero comencé a darme cuenta de que los libros podían ser la compañía que no encontraba en el ser humano. Eso me hizo lector. Yo comencé a recomen­dar libros, es una anécdota. Fue en 1998 cuando conducía el Noticiero con Lourdes García, de Tevedós, en aquel entonces. Nunca tuve en cuenta la canti­dad de libros que tengo porque los tengo repartidos en tres par­tes. En la casa de Fátima y en la de Ana, mis hermanas a las que conocés; y en mi casa. Lo único que sé al respecto, vol­viendo al comienzo y a la men­ción de Borges, es que si existe el paraíso ha de tener la forma de una biblioteca.

SECRETOS AL MARGEN

–¿Sos de prestar libros o no?

–¡Ese es todo un tema! No soy de prestar libros, no porque tengo miedo de que me los roben, me han robado libros. La razón es porque soy muy minucioso con los libros y los subrayo. No sólo los subrayo sino que hago apun­tes a los costados. Por supuesto que si mis libros caen en manos de un periodista que quiera hacer escándalo, publicaría ¿Quieren conocer al verdadero Carlos Martini, no al “caretón” que está frente a la televisión? Entonces les muestro lo que él anota en su libros… Y tengo mucho cuidado porque me ate­rra, por eso nunca acepto entre­vistas en mi biblioteca porque ahí está lo más mío, lo que no muestro a nadie y mis libros.

–Eso es un diálogo con el autor, con la historia que cuentan…

–Sí. Y en las madrugadas ese diálogo se hace más intenso y fuerte. Ahora me acuerdo de “El nombre de la rosa” de Umberto Eco y de aquel biblio­tecario ciego llamado Jorge, en homenaje a Jorge Luis Borges, que cuidaba mucho el conoci­miento y era responsable de crímenes. Sí. Es un diálogo con el autor. Alguien dijo una vez que en una biblioteca nosotros podemos hablar con los muer­tos. Entonces, por supuesto, ahí está Borges por ejemplo. Me imagino “El Aleph”, ese cuento tan maravilloso sobre una pequeña esfera a través de la cual se podía ver todo el Universo. Por supuesto que dialogo también con un libro que me impactó mucho, “El Doctor Jekill y Mister Hyde”, de Stevenson, que me revela mucho de lo que soy, que nos demuestra que el ser humano es más que uno: está el médico respetable en la mañana y por las noches, es un criminal. Uno dialoga con los libros como si fuera con los autores.

–¿Te parece que es un pro­blema de salud mental el no reconocer de repente que no somos sólo “uno” en la vida?

–Yo lo que aprendí en el tra­tamiento psicológico que comencé en el 2002 es que hay que aceptar que el ser humano es como la Luna, como decía Mark Twain, siempre tiene una cara oculta. En la novela de Marcos Denevi, “Rosaura a las 10”, dice particularmente así: “La realidad tiene muchas cara, y a menudo la que más se presenta es la menos ver­dadera”. Es decir, somos un poliedro de muchas caras y de repente, sale a la luz o mostra­mos una.

–-Probablemente la más exi­tosa.

–Sí. Especialmente esa, pero ¿Y las otras? Por supuesto que también somos las otras. Somos muchas personas metidas en una persona.

–No quiero salir de la lectura porque me parece un buen tema para este momento ¿Cómo ves a los chicos, a los jóvenes dejando de lado la tan mentada historia de que antes leíamos más, mientras algunos dicen que Harry Potter hizo que los chicos leyeran?

–Me decía el pedagogo Luis Ramírez en Cáritas, que él nota que hay chicos de sexto y noveno grado que tienen buenas calificaciones pero no entienden lo que leen… Esta es una de las dimensiones que fue la repetición. Tanto se ha insis­tido con el aprendizaje a través de la repetición que eso ha con­seguido que repitan lo que leen sin entender realmente lo que están leyendo. Nosotros pode­mos tener personas que tienen muy buenas calificaciones por­que repiten lo que se les da. Así tenemos lo que muestran las estadísticas que dicen que de cada 10 chicos, 7 no entienden lo que leen. Esa es una de las dimensiones, tenemos la otra dimensión: recordaba a J.K Rowling cuando se cumplía un aniversario más de la publi­cación de Harry Potter. Y creo en ese sentido que sí, que eso ha incentivado a chicos a leer, porque pueden leer en apara­tos electrónicos, libros electró­nicos. Pueden leer mucho más, tienen un mundo muy amplio, sólo que para que ellos puedan entrar en ese mundo amplio, ahí viene la tarea del educador, del pedagogo, una figura clave para enseñar a revelar qué es lo importante y qué no.

–A eso quería llegar. Somos solidarios con las reivin­dicaciones docentes que deberían estar mejor remu­nerados y más pero ¿Cuán consistente es el maestro paraguayo para generar esos cambios desde tu punto de vista?

–Lo principal es que hay que darles a los docentes tres cosas fundamentales: formación sólida, buenos salarios y capa­citación permanente. Sin esas tres condiciones, es imposible lograr ese cambio. Es un trián­gulo indispensable: primero, hay que apostar a fondo por su formación inicial en los insti­tutos de formación docente, segundo basado justamente en lo que decíamos citando a Harari: el cambio continuo. Tenemos que ir adaptándonos constantemente a las nuevas circunstancias. Por lo tanto, formación rigurosa y el salario adecuado. Entonces podremos exigir más al docente, pero sí que esa tarea del docente es insustituible, eso es lo que no puede sustituir un aparato elec­trónico. El estar “tu a tu” con la persona que enseña y esa per­sona tiene que estar muy bien capacitada. Y, cuando habla­mos de bibliotecas en las escue­las de hoy, por supuesto habla­mos de bibliotecas que tienen que tener acceso a internet que nos abren hacia otras bibliote­cas. Ese es un tema pendiente en un Paraguay muy doloroso. Entre las asignaturas pendien­tes des siglo XXI, Paraguay tiene como materia pendiente hacer un cambio drástico a nivel educativo.

UN NIÑO PROFUNDAMENTE TÍMIDO

–Volviendo a la senda de una entrevista normal, te pre­gunto ¿Quién fuiste de niño?

–Fui un niño tímido, retraído, acomplejado de su cuerpo. Yo recuerdo lo siguiente: era el año 70 y cumplía 12 años y le dije a mis padres “nunca más festejo mis cumpleaños”. Fui un chico encerrado en mí mismo. Jugaba con mis amiguitos del barrio los partidos cuadra contra cuadra en las veredas. Amé el colegio Cristo Rey a tal punto que los jesuitas despertaron en mí mi primera vocación que era ser sacerdote jesuita, pero sí era un niño profundamente tímido, retraído y acomplejado por mi cuerpo. Yo odiaba ir a piscinas porque me veían el cuerpo.

–Podrías haber vivido toda tu vida solo, aislado como un intelectual, pero tam­bién elegiste la comunica­ción, todo lo contrario ¿Qé pasó ahí?

–Y, pasó el general Rodríguez. Te explico: todo iba para mí, luego de terminar los estudios en sociología en la Universi­dad Pontificia de Salamanca en 1987. Vine y me integré a la Universidad Católica, a ense­ñar ya en 1989, a investigar con un compañero ya desapa­recido, Carlos María Lezcano, en Ciencias Sociales, y viene el golpe. Entonces con Carlos María Lezcano, que trabajába­mos temas militares entonces, algo insólito, dijimos. ¿Y por qué no intentamos también transmitir todo esto a través de la prensa escrita? Y bueno, fui junto al entonces vicedirector de Última Hora, Juan Andrés Cardozo, y tímidamente y le pregunto si habría posibilida­des de escribir algo cada 15 días. Y él me dice, ¡No, cada quince días no! ¡Todas las semanas en el Correo Semanal! Yo pensé que hasta ahí llegaba, hasta la prensa escrita. Hasta que llega­mos a Rodríguez y Bush padre. Bush padre le declara la guerra a Irak en enero de 1991, después de que Irán invadiera Kuwait. Entonces el director periodís­tico de ese tiempo del Canal 9, Benjamín Fernández Bogado, me dice “vamos a hacer todas las noches un programa de seguimiento de esta guerra y ¿querés venir como comenta­rista? Y le respondí que sí. Y ahí comenzó mi historia con la tele­visión. Fue por la invitación de Benjamín a hacer comentarios en un programa de noche en TV sobre una guerra en Oriente… Después vino lo otro…

–¿Y cuántos años desde entonces?

–Estamos casi cumpliendo 31 años en prensa y 30 en televi­sión.

–¿Qué cosas te parecen desafiantes de cara al futuro en los medios de comunica­ción, teniendo en cuenta su historia?

–¿De cara al futuro? Enten­der que hoy tenemos que con­vivir las redes sociales con los medios de comunicación. En pocas palabras: nuevas tecnolo­gías y medios de comunicación. El esfuerzo es mucho mayor que hace 30 años porque nos hace ser mucho más exigentes a la hora de transmitir porque tenemos una sobrecarga espan­tosa de información. Y, vol­viendo a Harari, ya no se trata de la información, sino de expli­carla, contextualizarla y pro­yectar hacia el futuro las ten­dencias. Nos exige una mayor formación. Estamos asediados por el minuto, por el segundo, por la velocidad de los aconte­cimientos, por lo tanto, nece­sitamos ser personas, vuelvo a la primera C de Harari, per­sonas más “Críticas”. Poder distinguir: esto es cierto, esto no… esto es una hipótesis, ésta es una posibilidad, ésta no, ésta es una fake news… Ese es un desafío central que tenemos hacia el futuro. Y el otro desa­fío, que en eso la prensa no va a cambiar nunca, es el de “des­nudar al poder”. Allá adonde el poder quiera ocultarse… Y cuando hablo del poder hablo del Poder, no solamente del político sino el económico, el religioso, el social, el político. Es decir, estamos hablando de los diferentes poderes que quieren ocultarse. Esa tarea del perio­dista va a seguir siendo esencial.

–En nuestro país, muchos compañeros periodistas podemos vivir seis meses tranquilamente sin leer un libro ¿Qué importancia tiene para el periodista leer?

–Es como el agua. Leer para un periodista es como el agua. Yo recuerdo que a mis alumnos de Comunicación de la Católica, no a los de Sociología porque en esa carrera tienen que leer, a los chicos de Comunicación yo les decía que un buen perio­dista es un gran lector. Sin nin­guna duda. Eso es lo que antes se llamaba tener una cultura amplia. Ir más allá de la cabe­cera del diario de la mañana, del programa de televisión maña­nero o de los conductores de radio de las mañanas o las de FM. La lectura. Lo que no se descubrió todavía es algo que suplante la capacidad de pen­samiento de la lectura. Ya Gio­vanni Sartori lo decía en los ’90 ¡Qué diría ahora! Que pasamos del “Homo sapiens” al “Homo vivens”, es decir, de la reflexión al campo de la imagen y del ver. Y la reflexión tiene que ver con lo pausado, lo pausado tiene que ver con la lectura, lo otro es la aceleración. Esa transición vivimos los seres humanos y hoy pasamos al “Homo redes”, mucho más fuerte porque esta­mos asediados por vivir al instante. Y, si no leemos, vamos a ser mujeres y hombres que no viven el instante sino que el ins­tante les vive a ellos.

LA SOLEDAD ELEGIDA

–Ya que hablaste de Sartori, me llevas a hacerte una pre­gunta. ¿Cómo desafiaste a esa premisa casi “bíblica” de que un hombre no debe­ría vivir solo?

–Porque yo descubrí que la soledad, cuando es elegida, no es una imposición. Pero eso tiene que ver con mi historia ¿qué hubiera pasado si yo no era un chico tímido y retraído? Seguramente a Elena, le hubiera dicho que la quería… Elena es el nombre ficticio del personaje de mi primera novela “Dónde estará mi primavera”. Elena era una alumnita del Colegio de la Providencia y yo era alumno del Cristo Rey. Años ’70, sonaba “El gato en la oscuridad” de Roberto Car­los, sonaba “Tormenta”, sona­ban los Bee Gees, por supuesto, sonaba Abba. Jamás me atreví a decirle que la quería.

–También andaban las “caperucitas rojas” en las calles…

–Sí. Y palmeábamos. Yo la veía a Elena en la calle Palma los sábados en las famosas “pal­meadas” y jamás le dije nada. Entonces, ella se perdió de mi vida, pero si yo no hubiera sido tímido y me hubiera acercado a Elena, otra cosa hubiera sido de mi vida. ¡Y mirá las vueltas de la vida! El año pasado, des­pués de 45 años, la descubrí en el Facebook y nos hicimos amigos en Facebook… Ella está viviendo en los Estados Uni­dos, está casada, lo que ella no sabe es que había inspirado una novela, es una historia muy peculiar… Yo ahora le envié la novela a ver si ella detecta algu­nos detalles en esa historia.

–¡Si no detectó, va a tener un link de este programa para ayudarla!

–Seguramente va a tener una pista con este programa… Por eso te digo, uno es la circuns­tancia de su vida pasada. Yo era un chico tímido y retraído y era como subirme a una montaña poder decirle a una chica: ¿No querés tomar un helado en el Vertúa que se acostumbraba entonces?

–De cualquier manera, para cerrar este capítulo ¿El matrimonio es un asunto que ya no te lo plantearías ahora?

–Yo siempre digo que el matri­monio es un deporte de alta peligrosidad y alto riesgo. Por lo tanto, digo que los valien­tes, los corajudos, los que no son cobardones, que se dedi­quen al matrimonio. Y, los que somos más “cobarditos” nos quedamos solteros. El matri­monio es realmente un deporte de alto riesgo como tirarse de una montaña.

–Además en el mundo de la medicina, hay cierta ana­logía. Se dice se “contrae” gripe, se “contrae covid…”, “se contrae” matrimonio.

–Sí. Por algo la palabra no es tan inocente.

–La palabra, el mundo de los significados es un muy importante ¿Cómo sobre­vivimos después de Roa Bastos, de Elvio Romero en Paraguay?

–Primero, lo que yo noté es una muy buena cantidad de mujeres que escriben. Tanto es así que si vos me preguntás dame dos nombres de dos novelas para­guayas que hayan impactado en los últimos 35 años. Y sin dudarlo te digo: “La niña que perdí en el circo” de Raquel Saguier y “Los nudos del silen­cio” de René Ferrer. Hay como una presencia fuerte de la mujer en la literatura planteándose nuestros problemas. Con res­pecto a los dos, hombres y muje­res, no hay “el tema”, sino hay temas muy variados. Ya no hay “la novela histórica” o la intimista. Hay un menú más amplio. Y lo que noto también por los talleres de escritura es que cada vez más chicos se suman a querer escribir. Por eso, luego del gran Roa y para mí el otro grande que entendió tan bien al Paraguay y debería ser de lectura obligatoria, Gabriel Casaccia. Yo creo que ellos, Roa y Casaccia, dan pautas de un Paraguay aprisionado por cade­nas muy fuertes. No las hemos roto del todo, siguen siendo tre­mendamente actuales.

–Imprescindibles…

–Yo escribí alguna vez que leer tanto “Yo el Supremo” de Roa y “La Babosa” de Casaccia ten­drían que ser de lectura obliga­toria en el primer año de todas las carreras universitarias, cualquiera sea, para poder así entender al Paraguay.

–Desde un ejercicio de fan­tasía ¿Qué cosas te hubiera gustado ser que no fuiste Carlos?

–Por supuesto que uno deja cosas atrás. Por ejemplo, sacer­dote jesuita…

–¿Por qué jesuita?

–Porque yo fui alumno de los jesuitas y ellos me enseñaron algo fundamental: el conoci­miento tiene que estar del lado de los que más sufren. Fue una generación estupenda, la del padre Oliva, el padre San­martí, el padre Gelpí, el padre Van Reel y muchos otros… el padre Munárriz. Quizás a los más jóvenes no les suene pero ellos formaron parte de una sociedad, el Cristo Rey, en la que nos decían: vamos a insis­tir con el conocimiento, pero del lado de los que sufren. Eso me llevó al socialismo, al que nunca renuncié. Y eso me llevó a que­rer ser como ellos. Ellos fueron mi espejo y entonces decidí ser sacerdote jesuita. ¿Y qué pasó en ese año 1975 al terminar el sexto curso? ¡Me volví ateo! Por lo tanto, si me preguntaras: “Si volvieras a nacer y no hubieras perdido la fe, qué hubieras sido a tus ahora 62 años”, yo te diría que sería un sacerdote jesuita… ¡Aspirante a Papa, como Fran­cisco que es jesuita! (ríe)

–¿Y algo más?

–Si, aparte de eso, en mi “debe” en la vida está la música. Yo que amo tanto la música, no sé eje­cutar un instrumento. Me hubiera encantado tocar el vio­lín… Y si me preguntás por otro sueño incumplido, como todo chico quise ser y no pude en mi vida, es jugador de fútbol.

–¡Y más aún con los sueldos de hoy!

–¡Sí! Aunque en Guaraní no pagan tan bien…

“UN ÑANDUTÍ DESHILACHADO”

–En la política ¿Qué cosas te preocupan o te dan esperan­zas sobre lo que ocurre en el mundo, en el Paraguay y en la región?

–Primera cuestión es que vamos a tener que ver qué va a pasar con los liderazgos y las corrientes de opinión cuando la pandemia pase. En el caso de Paraguay, cerca del 10 de marzo, justo cuando empezaba antes de la cuarentena, en un artículo de La Nación (Gran Domingo) yo afirmaba que el Paraguay ya estaba agotado, que somos apenas una demo­cracia electoral, no somos un Estado de derecho. Es decir, la ley no impera para todos por igual. De una tremenda inequidad social. Si uno suma los pobres extremos, los pobres, los que están en la vulnerabili­dad y los que están en la preca­riedad, ahí tenemos 6 de cada 10 paraguayos. Cuatro chicos de cada 10 terminan la secun­daria y de los pocos que entran en la universidad, me decía el padre Montero Tirado, 10 de cada 100 terminan. Tenemos un sistema impositivo injusto que carga sobre la clase media los impuestos indirectos. Tene­mos que antes de la pandemia el Paraguay invertía la mitad de lo que debería invertir, lo mismo pasa con la educación. Esta­mos entre los 10 países con peor infraestructura de la Tierra y ni siquiera tenemos un Estado de derecho, entonces ¿que somos? Somos una democracia electo­ral… vamos a votar más libre­mente que antes. Pero ¿Y los resultados? Tiene legitimidad de origen porque son elecciones reales, pero hay otra legitimi­dad que es la real. Y goles son amores, por lo que en ese sen­tido, tenemos una tarea pen­diente.

–Una tarea pendiente común a todos.

–Volviendo a Ortega y Gasset, él decía que una Nación tiene que ser un proyecto sugestivo de vida en común, es decir, tener un norte. Si no, vamos a estar siempre rondando “La seca” de Renée Ferrer, un pueblo totalmente diezmado por una sequía tremenda en donde nada tiene futuro o bien de Mario Halley Mora, “Los habitantes del abismo”, una fábrica que tenía gerente, subgerente, administradores, se abría y se cerraba normal­mente, pero con un detalle: no producía nada. Yo creo que este es un momento para repensar el sistema social, político y eco­nómico paraguayo, pero vamos a ver porque uno nunca sabe lo que es el ser humano. Somos un ñandutí deshilachado en este momento.

–¿Cómo hace alguien con tres bibliotecas en tres casas, que tiene tiempo para ver fútbol, a Guaraní especí­ficamente?

–El shopping es para mí el espa­cio en donde leo y veo fútbol. Soy un obsesivo, cuento hasta 19 cada vez que Guaraní va a empezar un partido, ésa es mi cábala…

-¿Y por qué eso?

–No sé, a mí siempre me gus­taron los impares. Hago así: está el árbitro a punto de dar comienzo el partido, y yo hago así (muestra con las manos) cuento con los dedos, 5, 6, 7 ,8 etc. hasta llegar a 19 y ahí paro…

–¿Hubo ocasión en la que lamentaste no haberlo hecho y te sentiste culpable?

–¡Peor que eso, a pesar de mi cábala no sale Guaraní cam­peón (risas), lo que está en juego es el honor de mi cábala… pero yo soy pichado, no me gusta perder… recuerdo que una vez, cuando Guaraní pierde frente a Cerro 1 a 0, en el Estadio de Sajo­nia, yo tenía 13 años y vuelvo a casa después del partido y abro la puerta del placard y me meto adentro y cierro. Todavía recuerdo a mi mamá diciendo “Carlucho salí de ahí porque es sólo un partido de fútbol”, pero yo no quería saber nada.

–Qué linda es la irracionali­dad del fútbol ¿verdad? Nos reconcilia.

–Como el arte. Nos reconcilia como seres humanos. Héctor Corte me decía algo muy inte­resante. ¿Cuál es el lugar en la cancha más ingrato? Pensé que era el arco, pero me señaló el sitio del director técnico “hijo de los resultados”, me dijo hoy día sos un genio y al día siguiente te echan por la puerta de atrás, como todo en la vida.

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