Entender y hablar otro idioma hace más que facilitar la comunicación, ya que no solo se trata de pronunciar palabras en diferentes lenguas. Está científicamente comprobado que puede cambiar la forma en que funciona el cerebro, porque ejercita las redes cerebrales inactivas y hace pensar de manera más creativa.
Como el español es un idioma aceptado en muchas partes del mundo, generalmente no sentimos el requisito o la necesidad de aprender otra lengua. Sin embargo, hablar y entender otro idioma enseña mucho más que gramática y vocabulario o cómo pedir direcciones si viajas al extranjero, tiene beneficios cognitivos y emocionales.
Según los expertos, las habilidades lingüísticas son un mecanismo y gimnasio de entrenamiento para el resto del cerebro que impactan directamente en la inteligencia cognitiva y emocional. Y es que aprender un nuevo idioma ejercita una parte del cerebro que estuvo inactiva desde que teníamos entre siete u ocho años. Es más, amplía nuestra capacidad para manejar nuevas situaciones y nos ayuda a gestionar mejor nuestros sentimientos y emociones.
Al activar una parte estancada del cerebro creamos impulso para otros aspectos de la función cerebral que afectan el pensamiento crítico y la creatividad. Para el cerebro, el poder del recuerdo constante y la formulación de oraciones ayuda a fortalecer la memoria, ya seas un principiante que acaba de empezar o alguien que domina el idioma, porque el esfuerzo es el mismo.
¿Qué dicen los estudios?
Mientras que el lado izquierdo del cerebro es el principal responsable de la adquisición del lenguaje, el lado derecho del cerebro juega un papel fundamental para ayudar a los estudiantes a identificar los sonidos básicos asociados con un idioma. El proceso es entonces como un rompecabezas, de hecho, juntando las diferentes particularidades fónicas y activando diferentes partes del cerebro para que trabajen juntas.
Una investigación del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, Estados Unidos, comprobó que las personas que son bilingües tienen más materia gris en el cerebro (algo muy bueno) y mejor memoria a corto plazo, habilidades para resolver problemas y manejo de la atención en comparación con aquellos que solo hablaban un idioma.
El estudio también descubrió que promueve la flexibilidad mental, preserva la materia blanca del cerebro que es la responsable de ayudarlo a procesar la información rápidamente y contribuye a ralentizar la demencia a medida que envejecemos. Las regiones y redes del cerebro involucradas en el aprendizaje de un idioma se vuelven más fuertes, adaptables y de respuesta más rápida.
Las personas que estudian otros idiomas tienen mejor capacidad para realizar las tareas cotidianas, poseen mayor habilidad mental en todas áreas de la vida, que incluso no se relacionan con la comunicación. Los artículos científicos muestran aumentos físicos en ciertas regiones del cerebro, especialmente el hipocampo, que tiene que ver con el recuerdo y el almacenamiento de recuerdos. Este aumento literal de grosor en el área del cerebro permite que haya más neuroplasticidad o vías neuronales para la función cognitiva.
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Amenaza silenciosa: en apenas 8 años hallan 50 % más microplásticos en el cerebro humano
Si le preguntáramos a las personas quién es John Hyatt, el 99 % no sabría la respuesta, sin embargo su trabajo que en principio fue revolucionario, hoy día se convierte en una silenciosa amenaza a la salud de la población mundial y los ecosistemas. El fue quien en 1860 inventó el celuloide, lo que daría pie a que años más tarde, en 1907 apareciera el primer plástico sintético.
Desde el siglo pasado los científicos comenzaron a advertir sobre el peligro que representan los microplásticos, que con prisa y sin pausa se introducen en el cuerpo humano.
Según el medio RT, un estudio publicado en la revista Nature Medicine reveló altas concentraciones de microplásticos acumulados, particularmente en el cerebro. Los investigadores analizaron muestras de tejido hepático, renal y cerebral de 24 personas fallecidas en 2024 y las compararon con muestras de 28 personas fallecidas en 2016.
Los resultados revelaron que la cantidad de pequeños fragmentos de plástico en el cerebro aumentó un 50 % en comparación con muestras tomadas en 2016, de 3.420 microgramos a 4.763 microgramos por gramo de tejido. Mientras que, en el hígado la concentración media aumentó de 141,9 microgramos a 465,3 microgramos por gramo de tejido.
Diferentes tipos de plástico
Siguiendo con las preguntas, tampoco la mayoría de la población sabría reconocer el significado de esta fórmula química: (C2H4)n, sin embargo es la composición del polietileno, con los que se fabrican botellas de agua y vasitos desechables. Fue el plástico más común hallado en el cerebro, de entre otros 12 distintos tipos de plásticos encontrados en las muestras de la corteza frontal.
“Los microplásticos tienden a acumularse en las células grasas de la capa aislante de mielina del cerebro, que envuelve las neuronas y ayuda a regular la transmisión de señales, lo que podría explicar las mayores concentraciones en el cerebro”, indica el informe.
, utilizó microscopía electrónica e infrarroja especial para determinar con mayor precisión las cantidades de plástico, ya que métodos de microscopía convencionales, normalmente solo detectan partículas mayores de cinco milímetros.
Otros estudios han detectado también microplásticos en la sangre, los pulmones, los intestinos y la placenta.
Matthew Campen, quien dirige el equipo de investigadores de la Universidad de Nuevo México, aseguró que la tasa de acumulación en nuestros cuerpos refleja la creciente cantidad de desechos plásticos en el planeta. “Esto realmente cambia el panorama. Lo hace mucho más personal”, sostuvo.
“Empezamos a pensar que quizás estos plásticos obstruyen el flujo sanguíneo en los capilares”, opinó Campen, y agregó que probablemente “estos nanomateriales interfieran con las conexiones entre los axones [una parte de las células nerviosas] en el cerebro. También podrían ser una semilla para la agregación de proteínas involucradas en la demencia”, conjeturó.
Según el experto, la mayoría de los microplásticos en el cuerpo se ingieren a través de los alimentos, especialmente la carne, ya que su producción comercial tiende a concentrar los plásticos en la cadena alimentaria.
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Viuda de Pecci a autoridades colombianas: “En la justicia local no encontramos respuestas”
“En la justicia local no encontramos respuestas, avances ni voluntad de seguir con el proceso investigativo, así como nos han cerrado todas las puertas”, dijo la periodista Claudia Aguilera en cartas remitidas a altas autoridades de Colombia solicitando una reunión virtual con la finalidad de seguir reclamando justicia por la muerte de su esposo, el fiscal antimafia Marcelo Pecci.
Las misivas fueron enviadas a la titular de la Fiscalía colombiana, Luz Adriana Camargo; a la ministra de Justicia, Ángela María Buitrago, y al director de la Policía Nacional, William Salamanca. El planteamiento surgió tras informarse el 3 de enero de la muerte de Francisco Luis Correa Galeano, considerado como el cerebro en el plan para matar al agente fiscal paraguayo.
En uno de los escritos difundidos por medios colombianos, Aguilera cuestiona que no se haya prestado atención a las alertas que había sobre el posible riesgo de que atentarán contra la vida de Correa Galeano, quien terminó perdiendo la vida tras una riña con otro recluso en la cárcel La Picota, localizada en la cuidad de Bogotá.
“La noticia de su deceso nos ha afectado considerablemente, ya que se había advertido que ello podía suceder, considerando todo el aporte que el mismo realizó durante el proceso, y que contribuyó a la condena de los demás partícipes, resultando evidente que las medidas tomadas no fueron suficientes para proteger su vida, y a la fecha logran obstaculizar la investigación en curso, en relación con determinar quién o quiénes dieron la orden de ejecutar a mi esposo y padre de mi hijo”, sostiene.
Asimismo la comunicadora acotó: “Somos conscientes de que este tipo de crímenes requieren financiación y una logística importante, para asesinar a un agente fiscal paraguayo, en tierras colombianas, con todo lo ya demostrado en el proceso, pero ello no debe implicar ningún tipo de concesión ni claudicación ante la búsqueda de impunidad procurada por quienes despliegan todo su poderío, para evitar ser identificados y pagar por sus deleznables acciones”.
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Por otra parte, Aguilera ratifica su confianza en las investigaciones realizadas por las autoridades colombianas, pero cuestiona la falta de gestión por parte del Ministerio Público paraguayo para dar con el autor intelectual de la muerte de su esposo, registrada en la isla Barú, Colombia, en mayo del 2022.
“Ante la falta de avances en la investigación, así como este último grave episodio del asesinato de quien era considerado testigo clave, solicitamos una reunión virtual con la señora fiscal general del Estado, ya que se ha comprometido a seguir avanzando en el proceso, y que hemos tomado su palabra, en cuanto a la voluntad de seguir buscando a los autores intelectuales”, mencionó.
La comunicadora señala además que “la solicitud de reunión virtual radica en la imposibilidad de trasladarnos hasta Colombia, dado el riesgo al cual nos vemos expuestos todos, tanto los abogados como miembros de la familia, teniendo en cuenta la información que habíamos recibido desde la penitenciaría local”.
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Asesinan en Colombia al cerebro del crimen del fiscal Marcelo Pecci
Medios colombianos informaron este viernes que Francisco Luis Correa Galeano, conocido como el cerebro en el plan para matar al agente fiscal paraguayo Marcelo Pecci, fue asesinado tras una riña mantenida con otro recluso en la cárcel La Picota, localizada en la cuidad de Bogotá. De acuerdo a las informaciones preliminares, el crimen aconteció en la celda 25 y fue concretado con un arma blanca.
Según los directivos del centro penitenciario, el homicidio se registró sobre la medianoche. Correa Galeano guardaba reclusión en la penitenciaría de máxima seguridad tras recibir en mayo del año pasado una pena de 78 meses, es decir 6 años y 6 meses por los delitos de portación ilegal de armas en concurso con amenaza a funcionarios.
El criminal fue encontrado sin signos vitales por los encargados de la seguridad, médicos y enfermeros de turno. Su cuerpo estaba tendido en el piso de la celda con lago hemático alrededor de su cuerpo y varias heridas. El agresor fue identificado como Samuel Zuleta Márquez, miembro de la estructura paramilitar conocida como los Paisa.
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La condena de Correa Galeano se dio luego de que un juez aceptara el preacuerdo al que llegó el criminal con la Fiscalía General de Colombia, en el que se comprometió a dar detalles entorno al crimen del fiscal de la Unidad Especializada de Lucha contra el Crimen Organizado y los demás involucrados.
“Ya se dirigen hasta el lugar de los hechos tanto la Policía Nacional y la Fiscalía para determinar qué fue lo que ocurrió en ese centro de reclusión. La información que tenemos es que fue una riña con otra persona privada de libertad. La Picota es una de las cárceles con más alta seguridad donde se encuentran diferentes clases de criminales como los guerrilleros, paramilitares. Correa Galeano estaba recluido en este penal hace aproximadamente un año y medio o dos”, sostuvo Juan Esteban Quintero, periodista colombiano en una entrevista con el programa “Arriba hoy” de canal GEN y Universo 970 AM/Nación Media.
El comunicador acotó: “Estaba en pie una especie de preacuerdo entre Correa Galeano y la Fiscalía General. De momento no se conoce si él ya habría entregado otra información o nuevos nombres dentro del caso. Este nuevo preacuerdo implicaba la reducción de la pena ya obtenida, el de 6 años, pero todo dependía de que la información que entregue sea relevante”.
No obedecería a una quema de archivo
Por otra parte, dijo que el asesinato de Correa Galeano no obedecería a una quema de archivo, sino de que se trataría de un hecho aislado. “Esto es la información preliminar, pero podría cambiar con el paso de las horas, pero todo se habría dado por una riña”, dijo.
Por su parte, el también periodista colombiano Felipe García indicó que la seguridad en las cárceles de Colombia se encuentra en la “cuerda floja” a raíz del ingreso ilegal de armas, teléfonos, drogas, entre otros elementos. “El principal problema en nuestro país es el hacinamiento. Lo digo de manera personal, este hombre no estaba protegido. Fue el mismo Zuleta Márquez quien contó que tuvo una riña con Correa Galeano, aparentemente es un caso de intolerancia”, mencionó a la 1080.
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De infamias e infames. De mentiras y mentirosos
- Por Ricardo Rivas
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: AFP / Gentileza
¿De qué hablamos cuando hablamos de verdad? ¿Existe la verdad o, por lo menos, alguna verdad? Es complejo saberlo con certeza en tiempos de fake news, de bulos, de deepfake.
En 1954, Jorge Luis Borges (1899-1986), aquel gran maestro, escribió que “los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. Aquella frase que, desde la primera lectura, tal vez en 1972, me pareció que encerraba algo misterioso y mágico se mantiene entre mis recuerdos. Sentí que mucha fuerza oculta yacía en aquella fuerte observación simbolizada en apenas catorce palabras. Pero, entre ellas, tres expresiones me atraparon más que otras y debo admitir que son recurrentes en tiempos de reflexión.
Recuerdo que, en mis apenas 21 años, hasta aquel atardecer que me sorprendió en la pequeña vivienda de la maestra Dharma Ma Devi Tao – así se presentó– nunca había tenido un encuentro personal con esa mujer de edad indefinida cuya piel parecía de porcelana y tenía un bindi bien visible entre sus pobladas cejas oscuras. Vestía una túnica en la que predominaba el color rojo y se cubría con un enorme pañuelo de seda naranja.
Casi en silencio la seguí desde la puerta manteniéndome apenas detrás de ella. Caminamos unos pocos pasos hasta una sala iluminada con velas y aromatizada con sahumerios florales, entre los que se destacaban jazmines y lavandas. También creí percibir cedros y sándalos. Pese a que sonaban tenuemente hasta mis oídos llegaron bellas armonías interpretadas con yat-ga mongol (cítara mongol), algún rgyagling (oboe) y dra-nyen (laúd).
Por un breve tiempo solo nos miramos mientras respirábamos profundamente sentados sobre mullidos almohadones. Luego de inclinar su cabeza levemente para llegar casi hasta sus manos, que unidas por sus palmas llevó hasta sus labios, explicó que “gran vehículo es mahāyāna, en sánscrito o bodhisattvayāna, ‘vehículo del bodhisattva’ –dos palabras para una sola creencia– que, junto con theravada, es una de las dos ramas principales del budismo y, a la vez, aplica para clasificar las filosofías y prácticas budistas”.
ILUMINACIÓN
Quise saber más. “Mahāyāna también se refiere al camino del bodhisattva –un ser destinado a ser un futuro Buddha que busca la iluminación completa para el beneficio de todos los seres”. Luego de otro silencio, profundizó. “Gran Vehículo –mahāyāna– también da cuenta de un camino más ancho y más perfecto que contrasta con el ‘Pequeño Vehículo –Hinayana–’ de la tradición Theravāda, Sthaviravāda, en sánscrito o ‘doctrina de los ancianos’ del budismo temprano en la India”.
Las palabras quedaron atrás. Compartimos casi en silencio una infusión tan agradable como desconocida para mi paladar que, como paso previo, devino en una inolvidable sesión de masajes con la técnica que unos 2.600 años atrás desarrollara Shivago Komarpaj, el médico de Buda, que al parecer imaginó y diseñó esa terapia en el norte de la India.
Nunca volví a ver a la maestra Dharma Ma Devi Tao. Antes de despedirnos me entregó un par de breves libros que por varios días leí con atención. Con ellos me introduje en la búsqueda del sentido de tres palabras que Borges escribió: esencial, universo y vacuidad.
La vida con sus búsquedas me condujo hacia múltiples lecturas. Es la mía una generación que transita dos siglos. Media vida en el siglo de las guerras y hasta hoy un cuarto del camino recorrido en el inicio de otra centuria que encuentra a millones en estado de desorientación y búsquedas. Todo parece estar en crisis. Hay quienes enfáticamente así lo afirman.
La masificación en el acceso a enormes desarrollos tecnológicos cambió muchos paradigmas. Un 65 % de los habitantes del planeta técnicamente puede acceder a la red. Poco más de 3 mil millones de personas, no. Se encuentran carecientes junto con aquellos que sí pueden acceder, pero tienen impedimentos concretos para hacerlo.
La realidad mixta que transitan uno 5.200 millones es solo la realidad real para otros que, también en conjuntos millonarios, tampoco pueden acceder al agua, al alimento, a la educación, a la salud porque, desde algún lugar, son como los choznos y bichoznos de aquellos pauperizados cuyas vidas, sufrimientos y carencias Víctor Hugo narró como nadie en “Los miserables”. Esos son los que acampan hacinados en los costados de la red. La individuación gana espacios impensados. La solidaridad parece en slow motion.
LA ERA DEL VACÍO
Algunos estudiosos se adelantaron en el tiempo con sus observaciones, diagnósticos y advertencias. “La edad moderna estaba obsesionada por la producción y la revolución, la edad posmoderna lo está por la información y la expresión”, sostiene Gilles Lipovetsky en “La era del vacío”, quien también verifica, advierte y da cuenta de una tendencia a “comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser grabado por un micropúblico. El narcisismo descubre aquí como en otras partes su convivencia con la desubstandalización posmoderna, con la lógica del vacío”.
Preocupaciones y dilemas de setiembre de 1986. “La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas, cuyas mentes solo se alimentan [...] de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados […] Ya no toleramos nada que dure. Ya no sabemos cómo hacer para lograr que el aburrimiento dé fruto. Entonces, todo el tema se reduce a esta pregunta que nos lanza Paul Valéry en junio de 1999: ¿la mente humana puede dominar lo que la mente humana ha creado?”.
Plantea ese interrogante a la hora de prologar “Modernidad líquida”, de Zygmunt Bauman, quien lee el pasado y no duda en señalar que “el capitalismo pesado, de estilo fordista, era el mundo de los legisladores, los creadores de rutinas y los supervisores. El mundo de los hombres y mujeres dirigidos por otros que perseguían fines establecidos por otros de una manera establecida (también) por otros. Por esa razón era (aquel) un mundo de autoridades: líderes que sabían qué era mejor y maestros que enseñaban a seguir adelante”.
Estábamos ante algo nuevo, desconocido y veloz. Hemos recorrido desde el inicio del siglo apenas 24 años. Corto si miramos el time line y muy largo cuando percibimos sus efectos y descubrimos que una interesante cantidad de preguntas sustanciales –las de siempre– no encuentran sus respuestas. Bauman en 2016 advirtió sobre la individuación.
COMUNICACIÓN RETICULAR
A modo de ejemplo alertó sobre la comunicación reticular y denunció sus prácticas: “Tú (en ellas) tienes que crear tu propia comunidad (pero) lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. (Porque) la diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad (en la realidad real), pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionas. (Pero) en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales (que solo) las desarrollas cuando estás en la calle (en la realidad real), o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable (porque) ahí tienes que involucrarte en un diálogo (que solo es real si no hablas solo) con gente que piensa lo mismo que tú”.
Enfatiza que “las redes sociales no enseñan a dialogar (y advierte que) mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, (y) donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara”.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, el pasado 24 de junio sostuvo por su parte que “los algoritmos empujan a las personas a burbujas de información y refuerzan prejuicios como el racismo, la misoginia y la discriminación. Así, las mujeres, los refugiados, los inmigrantes y las minorías son objetivos comunes”. Ese mismo día añadió que “la desinformación y la incitación al odio alimentan los prejuicios y la violencia, exacerban las divisiones y los conflictos, demonizan a las minorías”.
Y no son escasas las oportunidades en que desde los más alto del poder se avanza en esa línea y se aboga por comunicarse “con la gente sin intermediarios”, “sin periodistas”, “sin medios”, a los que acusan incansablemente de mentir y hablar por orden de quienes les pagan.
¿Qué es lo que no se entiende? ¿De qué hablamos cuando hablamos de verdad? ¿Existe la verdad o, por lo menos, alguna verdad? Es complejo saberlo con certeza en tiempos de fake news, de bulos, de deepfake. ¿Será verdad esto o aquello que vemos, cuando leemos o escuchamos? Hay momentos en los que creo que –aun lo verificable– tal vez no sea verdad. ¿Será esta la era de la mentira?
Recordé que un par de días atrás para quien quisiera verlo en la plataforma Tiktok, Donald y Kamala flirteaban enamoradísimos. Tiempo antes también fue posible ver al papa Francisco vestido con un largo abrigo blanco sintético; a Elon Musk con ropas de superhéroe. Hay de todo. El dictador Nicolás Maduro en Venezuela sostiene en la realidad real y en la virtual que ganó unas elecciones fraudulentas. Daniel Ortega y Rosario Murillo, los autócratas en Nicaragua, encarcelan, torturan, exilian, destierran, practican la apatridia y cancelan a quienes denuncian como “enemigos del pueblo” mientras bloquean las redes que solo usan ellos.
MENTIRA
Todo –sin serlo– parece posible y verdadero. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), mentira es una “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa”. Tan simple como compleja explicación porque todo lo que las otredades piensen, por ejemplo, acerca de mí y mi circunstancia podría devenir en mentira si mi decir y mi hacer no fueran lo que digo y hago. Aunque el debate entre mentira y verdad, sospecho que va por otro lado. Tal vez de cada persona humana la única verdad sea justamente su humanidad. Doxa y episteme no siempre o, tal vez nunca, convergen. Aunque tampoco divergen demasiado. Y, tal vez en esa compleja indistinción es donde una mentira puede ser una verdad.
“¿Qué ves? / ¿Qué ves cuando me ves? / Cuando la mentira es la verdad...”, canta Divididos desde 1993 en un álbum que llamaron “La era de la boludez”. ¿Por qué no? “Engañar, inventar, fingir, macanear, boletear (...) falsificar, calumniar”, según la RAE son sinónimos de mentir, pero también pueden ser parte indisoluble del desmentir. Incluso cuando para cualesquiera de esas dos acciones se aporte una verdad.
La dificultad es discernir rodeados de voluntarios o involuntarios “embusteros, mendaces, falaces, falsos, falsarios, farsantes, noveleros, cuentistas, troleros, boleros, fuleros, calumniadores, tramposos, fulleros, engañosos, hipócritas, fariseos, macaneadores, habladores, boleteros, globeros, bolaceros, chiveros, bocones, jetones, sirificos, chileros” o como se prefiera llamar a mentirosos y mentirosas. Quizás por estar tan extendidas –mentir y desmentir– como casi involuntarias prácticas humanas y sociales, con frecuencia son expuestas como parte de la vida de los otros. La viga en el ojo ajeno.
“Me acuerdo de todo, incluso de aquello que nunca sucedió”, recuerdo decía un muy veterano hombre de prensa más de cuatro décadas atrás cuando, también por entonces, yo era un muy joven periodista en ciernes. Inolvidable. Desde aquellos años no fueron escasas las oportunidades en que cuando quise saber sobre sucesos trascendentes encontré historias diferentes. No es imposible construir un pasado que no fue –¡y hasta un futuro que no será!– y, aun así, no ser una mentira y sí ser una historia de “no ficción” creada en el contexto de una obra literaria.
De eso también se trata la literatura porque como lo afirmaba Jorge Luis Borges, una ficción literaria “no tiene intención de engañar o tergiversar con fines y objetivos inconfesables”. Con vocación docente –palabra más, palabra menos– puntualizó que cuando de ficción se trata hay una especie de pacto entre quien escribe esa historia y el lector que acepta leerlo. Con la mentira, el mentiroso siempre procura defraudar la buena fe de esa persona a la que convence de que lo que le cuenta es una verdad. En el mismo sentido, en los diarios, hasta no hace mucho tiempo, nos referenciábamos y enfrentábamos con las responsabilidades que emergían del “contrato de lectura” siempre vinculado con la “línea editorial”.
INFAMIA
Vuelvo a aquellas palabras que Borges escribió en 1954. “Los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. Eran parte del prólogo de “Historia universal de la infamia”, una selección de cuentos maravillosos que el maestro escribió, prologó y presentó por primera vez en 1935. Ochenta y nueve años después esa frase despeja parcialmente el hoy porque dan cuenta de alguna forma de continuidad en las prácticas de poderosos y poderosas cuando se emborrachan de poder.
Borges, enigmático, encuadra desde el inicio las infamantes acciones de aquellos despreciables infames en el hinduismo que –como creencia– se sustenta en el dharma, que es la ley universal de la naturaleza. En ese corpus la más importante de las preocupaciones es la liberación del sufrimiento. Alcanzar el nirvana y, para alcanzarlo, se necesita un sila, de una acción ética que –con meditación y prajña (sabiduría en sánscrito)– permite saber de “las cosas como realmente son” en un universo que no fue creado por un ser superior y, por ello, todos los fenómenos están marcados por la vacuidad y, en consecuencia, nada puede nacer y nada puede morir.
Mentir –una forma de traición tanto personal como social extendida desde el inicio de los tiempos– sin dudas desacredita y deshonra. Dos palabras a las que la RAE alude para definir “infamia”.