El 26 de abril, en el Día del Perio­dista Paraguayo, los más altos representantes del Gobierno nacional, tanto el presidente de la República, Santiago Peña, como el vicepresidente, Pedro Alliana, saludaron de manera muy elocuente a las mujeres y hombres del país que se dedican a la tarea de comunicar como periodistas. No fue solo un saludo más, sino una terminante ratificación del compromiso con la libertad de prensa y expresión.

”Hoy recordamos el papel fundamental de quienes nos informan y velan por nues­tra democracia. Desde el Poder Ejecutivo reafirmamos nuestro compromiso con la libertad de expresión para que realicen sin impedimento alguno su noble tarea”, escribió el primer mandatario en las redes sociales oficiales.

En el mismo tono respetuoso, el vice­presidente señaló que “el ejercicio libre del periodismo garantizado por nuestra Constitución es pilar fundamental de la democracia. Firmemente creo que el rol de los medios y periodistas debe ser pro­tegido siempre. Felicidades a los periodis­tas en su día”. Como puede verse, los más altos exponentes de la conducción polí­tica del país fueron muy claros y contun­dentes en reafirmar el compromiso de su gobierno con la libertad de expresión y la democracia.

El periodismo tiene extraordinarias vir­tudes y, como toda tarea humana, adolece también de defectos y errores. Además de sus grandes aciertos en su delicada misión, los periodistas muchas veces caen víc­timas del error y hasta de la corrupción. Pero nadie duda de la importancia extraor­dinaria de la tarea periodística, como baluarte de una sociedad democrática y como ojos y oídos de la libertad. Tanto que donde no hay libertad de prensa, de hecho, no existe la libertad ni la democracia polí­tica, por lo que el periodismo es una de las más claras demostraciones de la auténtica situación democrática de un país.

Como política de Estado, este gobierno ha respetado y respeta la libertad de prensa y la ha enriquecido con su disciplina y sus acciones. Es la administración estatal más criticada, y en gran medida injustamente, por ciertos medios de prensa que quieren desconocer la realidad de ciertos hechos despreciando las normas de la ética. Pero desde el Gobierno, que recibe cotidiana­mente los palos inmisericordes de ciertas empresas periodísticas, a nadie se le ha impedido su tarea ni amedrentado por sus cuestionamientos que riñen con la verdad y la honestidad del trabajo de la comuni­cación. Hecho que demuestra con claridad que lo que dicen el presidente y el vicepre­sidente son realidades incontrovertibles y no meras palabras de circunstancia.

Y si se produjeron algunas acciones atenta­torias por parte de algunas personas, como siempre las hubo, no representan el sen­tir ni el proceder de los responsables del Estado paraguayo, que las rechazan cate­góricamente.

Cuando se analiza lo que publican algunas empresas periodísticas puede verse que casi todo lo que hacen y dicen los gober­nantes de nuestro país es rechazado y cri­ticado de manera sistemática, y muchas veces sin fundamentación lógica. Mezclan los hechos reales con su opinión y se olvi­dan de contar lo que ocurre por mostrar lo que les parece que está sucediendo, según su parecer, sin importarles la verdad ni la razón. Tanto que ciertos medios parecen ya sufrir una extraña alergia a la certeza y veracidad de lo que acontece.

Se puede y debe criticar a los gobernantes y funcionarios, si corresponde hacerlo. Pero no es lícito mentir ni tergiversar la verdad en aras de la mentira que se quiere insta­lar, como si la ciudadanía no tuviera ojos y oídos para percibir lo que ocurre. Por el simple recurso de la repetición, a la larga pueden llegar a instalarse gran cantidad de mentiras y falacias que, aunque muchos las puedan creer, siguen siendo lamentables falsedades y las personas sean víctimas de la defraudación.

Hay que asumir que el engaño siempre es pernicioso y puede lograr que la gente sea prisionera de la mentira, aunque sea por un tiempo. Pero, como lo demuestra la historia de la humanidad, más tarde o más temprano, al final siempre resplan­dece la luz de la verdad. Por eso, aunque muchos estén hoy embarcados en navegar el curso sinuoso de la falsedad, irremedia­blemente, en algún momento, se impon­drá la certidumbre indiscutible que tiene la realidad. Lo que en otros términos lla­mamos verdad.

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