En plena temporada baja, las­timosamente a diario esta­mos siendo notificados sobre varios accidentes en el trán­sito, algunos, producto de la impruden­cia o del alcohol, en ciertos casos fata­les. Hay mucha preocupación en todo el país ya que estos sucesos arrebatan vidas y mutilan a la población por lo que amerita un riguroso plan de prevención que trabaje por disminuir las cifras.

Comenzaba enero, el primer mes del año 2024, y desde el Hospital de Trauma reportaban 277 casos de acci­dentes de tránsito, de los cuales una decena involucraban a niños y en un gran porcentaje de los percances impli­caban a motociclistas. Una realidad de nunca acabar es la inseguridad en el tránsito cuyo protagonismo apunta a conductores de motos e increíblemente menores al mando de un manubrio o un volante como si la vía pública fuera tie­rra de nadie.

Las notificaciones y reportes estadís­ticos de muertes e invalidez a causa de accidentes de tránsitos no paran un solo día. A diario somos testigos de for­mas cada vez más extraordinarias de perder el control por parte de los con­ductores, situación que requiere medi­das más fuertes y visibles en el combate contra el flagelo.

Las estadísticas de siniestros viales publicadas en los portales de entidades de control de tránsito como la Patrulla Caminera revelan entre 45 y 50 acci­dentes semanales en la red vial nacio­nal con una docena de fallecidos de las cifras mencionadas. Esto sin incluir la cantidad de choques, percances de vehículos en las arterias de los cascos urbanos y la zona metropolitana en general.

La imprudencia y el consumo del alco­hol figuran entre los causantes más comunes, realidades que astutamente muchas veces se quiere reorientar a falta de señalización, débil infraestruc­tura, que también es una realidad, pero no la principal razón de las desgracias.

Los informes oficiales del último mes también remarcaron la irresponsa­bilidad con la infracción de adelan­tamientos indebidos en carreteras, lo que refleja el grado de inconciencia en el tránsito y que se debe de alguna manera trabajar desde las instituciones pertinentes.

Si consideramos el rubro de transpor­tes de pasajeros, también existen otras falencias que van desde el incumpli­miento de normas que hacen a las con­diciones de los vehículos como de los que guardan relación con el derecho de los conductores. Evidentemente, varias instituciones de control están aplaza­das en el tema de seguridad del trán­sito y las estadísticas representan un pedido de auxilio que no puede seguir postergándose.

Empezando por una intensa tarea de concienciación, el hilo de una mayor seguridad vial tiene que necesaria­mente involucrar a las comunidades, sus intendentes y autoridades jurisdic­cionales, del Ejecutivo y demás esta­mentos como poderes del Estado.

La gente y principalmente la genera­ción joven deben entender los altos costos para el país y las consecuencias muchas veces irreversibles que pueden ocasionar los siniestros vehiculares.

No es posible que todavía siga habiendo conductores sin cascos al mando de motocicletas o sin cinturones de segu­ridad al volante de automóviles o roda­dos de gran porte. Esto sigue ocu­rriendo en las narices de nuestras autoridades y funcionarios fiscalizado­res como si fuera una situación irreme­diable.

Las municipalidades, los centros educa­tivos y sanitarios tanto públicos como privados, la Policía de Tránsito, Nacio­nal, de la Patrulla Caminera, las agen­cias viales, la Justicia y las demás depen­dencias pertinentes del Estado están llamados a fortalecer controles, sensibi­lizar, educar y castigar la insensatez.

La seguridad en la circulación es fun­damental en un país que requiere tra­bajar, mejorar su calidad de vida y evi­tar muertes. Hay que pisar el freno con estrategias de prevención para que las estadísticas de los accidentes no sigan aumentándose aceleradamente.

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