Todos los datos del escenario económico del país hablan de que tenemos y seguiremos teniendo una caída importante, la mayor en siete décadas según un reconocido analista, pero que a pesar de todo no será la peor en la región. Aunque el mal de otros suele ser consuelo de algunos, eso no le servirá para nada al Paraguay, que tiene que encarar con acierto su situación y enfilar hacia la recuperación económica. La única alternativa es trabajar con entusiasmo para levantarnos y edificar así el país que nos merecemos.
Estudios recientes revelan que dado que este año tendremos muchos más gastos que ingresos, el déficit fiscal será en el 2020 de al menos el 6% del producto interno bruto (PIB) y que podía ser mayor por los nuevos préstamos que prevé el plan de reactivación. Ese porcentaje ya lo habían estimado también algunos técnicos del Ministerio de Hacienda. Con esta cifra pasaron para el recuerdo los años de superávit fiscal y los déficit que nunca superaron el 1,5% de la economía, como estipula la Ley de Responsabilidad Fiscal, dejada de lado últimamente.
La actividad económica que el Banco Central del Paraguay (BCP) había calculado en marzo que caería este año en 2,5% del PIB podría llegar incluso al -5%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque cálculos de junio del banco Itaú señalan que sería del -2,6%. En medio de la cuarentena la declinación económica fue tal que en abril el derrumbe fue del 12,2%, de acuerdo con los estudios del Indicador Mensual de Actividad Económica del Paraguay (Imaep) del BCP. Las estadísticas de la condición económica reciente son llamativas, porque el déficit fiscal acumulado de los últimos doce meses a mayo de este año ascendió al 4,8%, luego de haberse ubicado en abril en -4,4% y a -2,8% a finales de diciembre último.
El analista económico Pablo Herken llama la atención por los pronósticos de la caída de nuestra economía elaborados por el FMI, que de -1% en abril ha elevado su estimación a -5% el 30 de junio, lo que significaría pasar de una leve declinación a un terrible derrumbe, que considera preocupante y alarma roja. Afirma que si se llega a ese grado de descenso sería el más importante en los últimos 70 años.
Como puede verse, las previsiones de nuestro futuro económico son contundentes: tendremos un desplome que nos golpeará con furia. Aunque puedan variar las cifras, y la caída sea más alta o más baja, el hecho no admite discusión. Por ello no existe otra salida que hacer de tripas corazón y emprender la tarea de reactivar el aparato económico del país.
Como aconseja el buen sentido, cuanto mayor es el peligro más importante debe ser la decisión de encararlo con fuerza. Porque es la única salida lógica para hacer frente a la adversidad. Se debe tomar con seriedad el imperativo de construir la recuperación económica del país. Se necesita que la dirigencia estatal tenga la lucidez suficiente para diagnosticar correctamente la coyuntura y de apurar la reactivación.
Por eso hay que insistir en la exigencia de mejorar el rumbo en la conducción económica para que la tarea sea más efectiva y pueda tener resultados más rápidos. En ese plan, una de las tareas urgentes es aumentar los recortes de gastos improductivos ya iniciados, al mismo tiempo que emprender la revolucionaria acción de elevar los ingresos tributarios, sin la obligación de subir los impuestos. Este va a ser uno de los principales desafíos del Gobierno, pues debe ser capaz de demostrar que puede disminuir la evasión calculada en cerca del 40% y no tener que depender de préstamos para pagar sus gastos. Deberá hacer la guerra sin cuartel a la evasión y el contrabando sin importar las bajas.
Para aceitar la maquinaria productiva tiene que trabajar de cerca con el sector privado, facilitando préstamos e incentivando la reapertura de negocios y el movimiento económico. La prioridad es reavivar la producción y el comercio poniendo todo el empeño para que los malos presagios no se conviertan en realidad y el país pueda superar la pandemia sanitaria y sus consecuencias en la economía y el bienestar.