• Víctor Pavón (*)

Adam Smith Center por Economic Freedom volvió a posicionar a nuestro país como el el mejor sistema tributario de América Latina. Dos elementos fueron tomados en cuenta para ello: Competitividad y neutralidad.

Sobre la competitividad se hizo notar en el mencionado estudio lo favorable del sistema tributario para atraer inversiones e incentivar la actividad económica. Y acerca de la neutralidad que las distorsiones impositivas son mínimas fomentando las decisiones de los individuos y las empresas.

Dicho de otro modo. Nuestro país tiene en su sistema tributario un activo de carácter estratégico a ser valorado y mejorado. Es de destacarse que estamos ante un logro importante que merece reconocimiento, aun cuando personalmente podríamos mejorar todavía más con la derogación del impuesto a la renta personal (IRP) y bajando el impuesto al valor agregado (IVA) del 10 al 5 por ciento y cuanto antes mejor.

Esto haría del Paraguay un faro en libertad económica, en el sentido tributario.

El argumento que vengo sosteniendo desde hace años consiste en convertir la competencia fiscal en un principio de la política fiscal (cuestión que los estatistas keynesianos y colectivistas desechan).

O dejamos que el libre mercado actúe en la economía, esto es, el sector privado sea el que decida qué y cómo hacer o se deja al arbitrio del intervencionismo estatal para que burócratas y políticos apliquen las ideas del desarrollismo, una vieja teoría para los cambios en la sociedad desde el poder gubernamental.

Lo primero es correcto, lo segundo un error. Si contamos con más libre mercado serán las personas y las empresas las que cooperarán entre sí y en competencia acrecentando la innovación y la creatividad, motivo por el cual el ahorro y la inversión serán absolutamente necesarios.

Sin embargo, dada la existencia del Estado también debemos alentar la competencia institucional desde el Gobierno. Esto se debe a que no podemos negar la existencia de este órgano coercitivo en nuestras sociedades.

Cuando se trata de impuestos, por ende, debemos incentivar a que los propios burócratas y políticos se persuadan que con bajos y pocos tributos también ellos se beneficiarán puesto que es una de las únicas maneras (junto con la seguridad jurídica) de lograr mejores condiciones de vida para la población que es lo mismo que decir para los electores.

Así, por ejemplo, si un país A cuenta con una tasa impositiva de 50 y el país B de 5, la tendencia será que los flujos de ahorro e inversión y hasta de migración se dirijan de A hacia B. La diferencia es sustancial para el mejoramiento de la población. De ahí que vengo proponiendo para nuestro país: derogar el IRP y reducir el IVA al 5 por ciento y cuanto antes mejor.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”, “Cartas sobre el liberalismo”, “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la República”.

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