EDESDE MI MUNDO

  • Por Mariano Nin
  • Columnista

A veces es bueno contar historias. Si les prestamos atención, nos ayudan a entender mejor la vida. Por eso quiero contarles la historia de Pedro.

Él era mi amigo, aunque no sea su nombre real. Nunca fuimos mejores amigos, pero siempre que nos veíamos, compartíamos algún que otro saludo, una broma y debatíamos sobre política, fútbol o religión, cosas de las que los amigos no deben hablar, pero con él daba gusto.

Siempre le encontraba el lado polémico, chistoso, agradable a todo. Le gustaba la música y el arte. Pero Pedro tenía problemas. “Como todos”, pensaba yo.

Era un tipo preparado, creo que había estudiado en Europa. No vivía con sus padres, pero sé que tenía un buen pasar. Su familia era adinerada y respetada. También él lo era, un tipo muy bueno en lo que hacía y con quién daba gusto debatir.

Buena percha, buenos modales y excelente educación. Pero daba signos de que por momentos era superado por la vida. Mandaba señales claras, pero nadie las vio, ni siquiera yo. Creo que en el fondo se sentía solo.

Un día me levanté y lo vi en las noticias. Pedro se había metido un tiro en su casa.

Todos sintieron como un sudor frío les corría por la frente, pero en verdad era previsible. Fue un balde de agua fría. Me tomó de sorpresa y, sin embargo, se veía venir.

En Paraguay el suicidio es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Estamos tan metidos en nuestras cosas que muchas veces no podemos ver más allá de nuestros propios problemas y cuando nos damos cuenta solo podemos dejar escapar una lágrima.

Según un estudio del la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción, para el 2027 se esperan 530 muertes por suicidio al año de adultos y 81 muertes por suicidio al año de niños(as) y adolescentes. Deberíamos hablar más de esto.

Nadie está triste, enojado, despistado, estresado o enfermo porque quiere estarlo. La depresión ataca de forma silenciosa y avanza imparable hasta que se hace tarde, o alguien te salva… qué se yo.

Muchas veces me pregunté, ¿cuáles son las señales? No sé, seguramente en todos los casos son diferentes, pero cada uno debe percibirlo. Ayudar, dar una mano, una palabra de aliento o solo compañía creo ayuda.

Hoy amanecí pensando en Pedro, creo que el mundo perdió una buena persona. Si hoy sentís que otro Pedro te necesita, escucharlo quizás pueda salvarle la vida. A mí se me fue la oportunidad.

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