• Por Matías Ordeix
  • Miembro del Club de Ejecutivos.

Los empresarios, quienes llevamos la rienda del motor laboral de nuestro país, debemos procurar siempre crecer. Un empresario no nace y no se hace de una mañana a la otra, es un proceso de crecimiento constante, profesional y personal. Un ejecutivo debe ser un líder con habilidades blandas, sumado a herramientas profesionales (maestrías, posgrados), más experiencia en el ruedo, que curtirán su piel para batallar en un mundo cada vez más competitivo.

En Paraguay, muchas veces es difícil, sobre todo en empresas familiares, donde todavía los “fundadores” están a la cabeza (que si bien tienen el mayor mérito por ser los artífices de grandes empresas), les es “complicado” cambiar el chip o entender que los tiempos son otros, y los colaboradores de la nueva generación son motivados por otras razones. No es sencillo para los sucesores hoy día, quienes están tomando las riendas de estas megaestructuras introducir cambios profundos que el mundo empresarial hoy demanda.

Una de las habilidades más importantes que deben tener los altos ejecutivos, CEOs y directores de empresas, es estar predispuestos a cambiar, a reorientar el barco de acuerdo a la disruptiva demanda del mercado. Uno no ofrece un producto solo porque cree que es bueno con el mismo, debe analizar mucho más que es lo que realmente motiva al consumidor, cuál es su real necesidad. Debe preocuparse, no solo en ofrecer el mismo, acorde a lo que solicita, sino superar la expectativa del cliente.

En este constante cambio, también he cambiado, he aprendido personalmente. Ya tengo 24 años en una empresa que vi nacer, que funde … pero mi bebé ya no es tal. Su génesis ha mutado, su gente ha cambiado y el mercado también rápidamente. Si no soy capaz de leer a la demanda, acompañado de un buen equipo gerencial, estaré condenado al fracaso. Y sí, efectivamente, he cambiado.

Siempre amé estas palabras y eran siempre motivo de charla interna con mi primer anillo.

“¿Actitud o aptitud?” era mi pregunta, a lo cual siempre respondía enfáticamente actitud, esta mueve montañas, amo la actitud. Sin embargo, a medida que uno ve potenciar sus negocios, el desembarco de nuevas empresas competidoras extranjeras, potenciales rivales en el área comercial, uno se da cuenta que, si bien la actitud sigue siendo clave y preponderante, el rol de la aptitud va introduciéndose cada vez más a medida que nos internacionalizamos.

Hoy particularmente estoy en un plan de profesionalización de mi equipo, de preparación, capacitación constante para subir al siguiente nivel. Ya no me es suficiente contar solo con gente proactiva, preciso potenciar sus habilidades duras, ayudarles a crecer profesionalmente.

Para mí es duro y difícil digerir que, si bien con actitud se logran muchas cosas, nos quedamos cortos. Y más duro, incluso, saber que debo en ciertas ocasiones prescindir de este tipo de colaboradores, que, si bien tienen todas las ganas, no quieren acompañar su alto compromiso con educación profesional. Pero el Paraguay, la región, el mundo ha cambiado … debo profesionalizarme y profesionalizar todo mi equipo si quiero seguir creciendo.

Dejanos tu comentario