El poder de la conciencia

Los ciudadanos de Estados Unidos viven con varios temores gigantescos que incluso fueron proyectados a través de superproducciones cinematográficas. Una de ellas es el conocido como la falla de San Andrés, el gran terremoto que en cualquier momento podría dejar sin una parte importante de la costa oeste del país y que provocaría la muerte de millones de personas. Otro miedo es el supervolcán del parque Yellowstone, que hace años esperan que entre en erupción y cuya actividad podría acabar con la humanidad, según los científicos.

Un tercer pensamiento que causa terror a la gente del norte es que la tercera guerra mundial sea nuclear y que ocasione la devastación total del planeta, una idea que cada vez se torna más posible luego de que Joe Biden autorizara el uso de las armas enviadas a Ucrania en territorio ruso, una línea roja que el presidente Putin expresó que no toleraría.

La mente de Orson Wells materializó el cuarto pavor el domingo 30 de octubre de 1938, cuando a las 20:00 comenzaba un drama radiofónico llamado “La guerra de los mundos”, en el que la Tierra es invadida por extraterrestres con tecnología superior a la de los terrícolas. Desde ese día, el trauma de un ataque de seres galácticos se instaló en el subconsciente de los estadounidenses.

El quinto pavor que también subyace en la mente de esos ciudadanos es una contienda religiosa con los musulmanes extremistas, más aún luego del ataque a las torres gemelas.

Lo que Hollywood nunca previó es el tsunami que ocurrió el jueves, luego de que durante semanas un expresidente de los Estados Unidos fuera declarado culpable por la Justicia de ese país. Es el primero hallado culpable en lo penal. Y no solo eso, Donald Trump también se convirtió en el primer convicto que disputará la Presidencia y su reelección.

En plena campaña electoral, el republicano reitera que él es víctima de los demócratas, que quieren eliminarlo de la carrera por la Casa Blanca; sin embargo, los acólitos de Biden replican que “nadie está por encima de la ley”.

A pesar de que la defensa anunció que apelarán la sentencia lo antes posible, en el juicio quedó demostrado que el político empresario intentó ocultar lo que hizo. Mintió, trató de engañar a los que confiaron en él. Se creyó impune, pero fue descubierto y hasta ahora pagó las consecuencias de su deshonestidad con vergüenza puesto que los testigos relataron delante de todos los presentes los detalles más íntimos del magnate.

Los ciudadanos de Paraguay también viven con algunos miedos, al punto que ni siquiera se atreven a mencionar, pero que viven en su subconsciente. Aunque parezca un chiste como la invasión extraterrestre del norte, un clásico ejemplo del temor autóctono es mencionar el nombre del Señor de la Noche, una vez que las sombras invaden los hogares, ya sea en un monte, en el campo o en la ciudad. Pocos paraguayos en su sano juicio se atreven a llamar al Pombero porque tienen pavor de sus consecuencias.

Otro miedo real es cómo hacer para llegar a fin de mes con la economía familiar o cómo llegar al trabajo sorteando a los motochorros o salir vivo de una unidad del transporte público o qué magia hacer para conseguir remedios por los que paga cada mes.

El miedo del trabajador que obligatoriamente aporta para su jubilación ve con resignación cómo pierde sus derechos con excusas, en tanto denuncian un daño patrimonial de la gestión anterior por nada menos que un billón de guaraníes. Y los responsables no están presos.

Al menos en Estados Unidos un expresidente fue acusado, sintió su orgullo pisoteado en un tribunal y hasta un jurado lo declaró culpable. Acá el expresidente Mario Abdo también tiene mucho que explicar, pero la Justicia paraguaya permite que los hombres estén por encima de la ley. Allá en el norte, el hombre más poderoso del mundo fue juzgado, acá el procesado presenta chicanas y se esconde como un cobarde.

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