- Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
- Pastor principal de la iglesia Más que Vencedores
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Habíamos dicho que la humildad es un prerrequisito para la salvación. Jesús dijo que de los “pobres de Espíritu es el Reino de Dios” (Mt. 5:3) que los “mansos verán a Dios” (Mt. 5:5) y que los “pacificadores serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9). No se puede ser pobre en espíritu, manso de corazón y pacificador sin humildad. Un soberbio jamás tendrá esas características, es más, no la anhelará ni la valorará.
El que se acerca a Dios necesariamente tiene que tener una actitud humilde para obtener su gracia, pues “Dios da gracia al humilde y rechaza al orgulloso” Santiago 4:6.
Sin dudas, la humildad es una de las virtudes cristianas más importantes sin la cual es imposible llegar a la salvación. Todos los que creemos ser salvos, los que queremos acercarnos a Cristo debemos de velar constantemente por mantener esta virtud fuerte y creciente. El sermón más famoso e importante de Cristo es el Sermón del Monte. Está escrito para corazones imperfectos, pero sinceros, dispuestos a ser humillados y a dejarse tratar por Dios matando su “yo” egoísta.
Vemos constante e insistentemente en toda la Biblia cómo Dios está comprometido en formar el carácter de Cristo en nosotros y ese carácter santo tiene una característica fundamental que es la mansedumbre y la humildad. Jesús dijo en Mateo 11:29 “tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas”.
El apóstol Pablo tuvo tantas revelaciones y Dios le usaba de una manera tan gloriosa que Pablo mismo dice en 1 Corintios 12:7 “y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltasen debidamente, me fue dado un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobre manera”, o sea, tanto Dios le usaba a Pablo que, para que se mantenga humilde y no se enorgullezca de tantos logros, Dios mismo lo mantenía a raya mandándole una prueba que le mantenía de manera constante en un estado de humildad y dependencia de Dios.
Es tan intrínseco en nuestra naturaleza caída el orgullo y la soberbia que aún cuando Dios está haciendo algo tan grande y santo en nosotros, como es el usarnos, la naturaleza caída halla en ello una oportunidad para enaltecerse y Dios tiene que regularlo. Así de caído esta el ser humano.
Estoy seguro de que Pablo era un hombre sumamente sincero que luchaba contra su ego, pero sin duda era tan fuerte el orgullo que podría dominarlo que Dios le envía un recurso de gracia, una prueba para mantenerlo humilde y seguir usándolo para su gloria. Tendríamos que ver las pruebas como oportunidades para crecer en humildad y dependencia de Dios.
La Biblia describe la humildad como mansedumbre, humillación y ausencia de ego. La humildad es una actitud del corazón no solamente una conducta externa. Alguien podría aparentar ser muy humilde por su tono de voz, su educación, su respeto, su forma de vestir, su cultura, pero estar lleno de orgullo y autosuficiencia, aún se puede enorgullecer de sentirse humilde.
Humilde es tener el carácter de Cristo, Él es nuestro ejemplo de humildad. Él nos enseñó y mostró lo que realmente es ser humilde. Cuando hacía un milagro no alardeaba, sino que recomendaban ser prudentes con su testimonio, puesto que no quería que la gente se enfoque en eso, sus milagros, sino en su Palabra.
Siendo Dios doblegó su voluntad a la de Dios. Las glorias humanas no lo sedujeron.
Humilde es no responder mal por mal. Pedro nos dice cómo actuaba Jesús en 1 Pedro 2:23: “quien cuando maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.
El perdonador es humilde, Jesús perdonó a sus enemigos en la cruz. Si te cuesta perdonar debes de tratar de ser más humilde.