El Evangelio de Juan arranca declarando que “en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el verbo era Dios” (Juan 1:1). Empieza diciendo que Jesús era el verbo. Podría alguien objetar que ahí no dice expresamente que sea Jesús, pero de que Jesús es el Verbo, la Palabra, se confirma en Apocalipsis 19:13. Juan estaba hablando, no de un lenguaje sino de una persona que es Jesucristo.

El comentario bíblico Got Questions nos dice: “Al comenzar su Evangelio declarando que ‘En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios’”. Juan está presentando a Jesús con un término con el que los lectores tanto judíos como gentiles estaban familiarizados. La palabra griega traducida como “Verbo” en este pasaje es [logos] y era común tanto en la filosofía griega como en el pensamiento judío de esa época. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, la “palabra” de Dios es a menudo personificada como un instrumento para la ejecución de la voluntad de Dios (Salmo 33:6, 107:20). Así que en cierto sentido, el presentar a Jesús como el “Verbo,” ante sus lectores judíos, Juan les está apuntando hacia atrás, hacia al Antiguo Testamento donde el logos o “Palabra” de Dios está asociada con la personificación de la revelación de Dios. Y en la filosofía griega, el término logos era usado para describir el agente intermedio por medio del cual Dios creó las cosas materiales y se comunicaba con ellas. En la cosmovisión griega, el logos era entendido como el puente entre el Dios trascendental y el universo material. Por tanto, para sus lectores griegos, el uso del término logos probablemente les habría traído la idea de un principio mediador entre Dios y el mundo.

Así que, esencialmente, lo que Juan está haciendo al presentar a Jesús como el logos es recurrir a la palabra y el concepto con el que tanto los judíos como los gentiles de su tiempo estaban familiarizados; y usándolo como el punto de partida desde el cual él les presenta a Jesucristo. Pero Juan va más allá del concepto familiar de logos que tendrían sus lectores judíos y gentiles, y presenta a Jesucristo no solo como un principio mediador como lo percibían los griegos, sino como un ser personal, totalmente divino y, sin embargo, totalmente humano. Además, Cristo no era simplemente una personificación de la revelación de Dios como pensaban los judíos, sino de hecho era la perfecta revelación de Dios de Él mismo en la carne, tanto es así, que Juan registró las palabras que el mismo Jesús dijo a Felipe: “Jesús le dijo; ¿Tanto tiempo he estado con vosotros y todavía no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?” (Juan 14:9)”.

El 1:4 declara “en él estaba la vida y la vida era La Luz de los hombres”.

Hoy más que nunca vivimos tiempos de oscuridad, hay demasiada información pero pocas verdades, hay confusión y desaliento a pesar de tener todo lo que creíamos nos iba a llenar como sociedad. En muchos países de primer mundo hay recursos alimenticios, paz, tecnología, salud, educación y su tan anhelada libertad (o sea, hacer lo que quieran) aún así hay falta de propósito, desánimo, confusión y muerte espiritual. Pero una persona que sigue genuinamente a Cristo tendrá luz, tendrá vida espiritual, sabrá cómo vivir, tendrá esperanza, sabrá distinguir lo bueno de lo malo y elegir lo mejor.

La palabra griega traducida como “Verbo” en este pasaje es [logos] y era común tanto en la filosofía griega como en el pensamiento judío de esa época. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, la “palabra” de Dios es a menudo personificada como un instrumento para la ejecución de la voluntad de Dios (Salmo 33:6, 107:20).

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