- POR MARCELO PEDROZA
- Psicólogo y magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
Haruki Murakami (Kioto, 1949), escritor japonés, en el relato autobiográfico “De qué hablo cuando hablo de correr”, dice: “Si me preguntan cuál es, después del talento, la siguiente cualidad que necesita un novelista, contestaría sin dudarlo que la capacidad de concentración. La capacidad para concentrar esa cantidad limitada de talento que uno posee en el punto preciso y verterla en él. Sin esa concentración no se alcanzan grandes logros”.
Es la concentración el estado de la persona que fija el pensamiento en algo, sin distraerse. Y es el pensamiento la capacidad que tienen las personas de formar ideas y representaciones de la realidad en su mente, relacionando unas con otras. Haruki expresa esta combinación ejemplar en el marco de su labor cotidiana, aunque su utilización es elemental para quienes ejercen tareas diarias.
Las ideas también requieren concentración. Es vital fijar el pensamiento en ideas que estimulen la realización de las acciones que se requieren para seguir creciendo. Darle precisión a los detalles genera una multiplicidad de efectos, entre ellos nacen la eficacia, la transparencia y el profesionalismo.
Murakami escribe: “Después de la capacidad de concentración, es imprescindible la constancia. Aunque uno pueda escribir con concentración durante tres o cuatro horas al día, si no es capaz de mantener ese ritmo durante una semana porque acaba extenuado, nunca podrá escribir una obra larga. El novelista (al menos el que aspira a escribir una novela larga) debe ser capaz de mantener la concentración diaria durante un lapso de tiempo, sea medio año, uno o dos”.
Es la constancia la voluntad inquebrantable y continuada en la determinación de hacer una cosa o en el modo de realizarla. Para llegar al punto preciso hay que transitar el tiempo necesario. Y a veces el recorrido tiene desafiantes situaciones, las que pueden poner a prueba las intenciones de transitarlo. Allí fluirá la vocación asumida, el sueño anhelado, las historias de lecciones y la fortaleza mental para avanzar.
La sociedad de las ideas requiere de una comunidad concentrada y con una voluntad colectiva impregnada de perseverancia. Hay abundante talento humano y su presencia irradia más allá de las adversidades, de modo que podrá encontrar las formas adecuadas y decantar todo su potencial en pos de la vivencia permanente de los valores que pregonan el bienestar general.
Dejanos tu comentario
La importancia de conmemorar la familia
Hoy se recuerda el Día de la Familia. Se estableció que se celebre cada cuarto domingo del mes de abril. Abril Día de la Familia, el tercer domingo de junio Día del Padre, el 15 de mayo Día de la Madre y el 16 de agosto Día del Niño, así todo tiene una correlatividad de fechas fundamentales para recordar y valorar la célula fundamental de la sociedad que son las familias. Con justa razón se conoce un dicho: familias sanas, sociedades sanas. Y sin dudas es así. Si las células del cuerpo se enferman el organismo completo del cuerpo colapsará, de ahí que es importante que todos cuidemos nuestra familia, si cada uno hace eso tendremos sociedades sanas.
La recordación, de cualquier acontecimiento, es siempre importante, porque es una oportunidad de reflexionar, recordar o aprender sobre ese acontecimiento que recordamos. Es una oportunidad para reunirnos, reconciliarnos, perdonarnos.
Ojalá esta fecha sea más adelante tan importante, se hable tanto y sea tan publicitado como el Día de la Madre, el Padre o la Patria, más aún al ver cómo las familias están sufriendo y pasando todo lo que vemos. La familia está herida de muerte, cada vez menos compromiso, menos amor y renuncia por conservarla, el egoísmo está ganando y toda la cultura actual cambiando para mal. Dicen que hace cuarenta años los padres tenían en promedio cuatro hijos, hoy los hijos tienen en promedio cuatro padres por la cantidad enorme de divorcios y disoluciones conyugales.
A la cantidad enorme de divorcios se suma lo que en las últimas dos décadas, o menos, viene ganando espacio y es la “cultura Woke” que se le denomina a movimientos o políticas progresistas de supuesta inclusión que nos habla de otros “tipos” de familia como el “poliamor” (varias personas en una relación amorosa consentida que buscan formar “familia”).
Cuando hablamos de familia y decimos “papá, mamá e hijos” no estamos negando o diciendo que otras realidades, como abuelas criando nietos o padres divorciados que tienen hijos con parejas anteriores y actuales, etc., no sean familia. Lo que estamos persiguiendo es un ideal, algo que todos anhelamos (de hecho nadie se casa queriendo que su matrimonio fracase, nadie tiene hijos queriendo que estos sean criados por otras personas, se espera a lo menos que no sea así). Un niño que crece en una familia, sólida, bien establecida, con padres unidos que le amen y le den contención emocional y valores es un ambiente de crecimiento, contención y desarrollo mucho más sano.
Festejar el Día de la Familia, recordarlo y valorarlo es una manera de marcar el corazón de nuestros hijos con una institución fundamental para un desarrollo. No es solo una fecha de consumo, es una fecha donde nos damos una oportunidad, así como las otras festividades que mencioné, de saludarnos, reconciliarnos o sencillamente una oportunidad para que los padres tomen más conciencia de su responsabilidad, que los hijos puedan agradecer el cuidado de sus padres o una oportunidad para un sencillo “gracias” o “te amo” que podría ser el inicio de una reconciliación o restauración de algo que vale más que todo el oro del mundo: mi familia, o la familia.
Además de eso muchas iglesias de distintas confesiones, colegios, instituciones e incluso empresas se dan la oportunidad de dar una charla, ofrecer un evento o tener una prédica que nos haga aprender y valorar aún más esta bendición enorme que es tener familias sanas. La Biblia empieza con una familia, termina con una familia y el primer milagro de Jesús fue en el inicio de una familia (Las Bodas de Caná. Juan 2). Sin dudas para Él es muy importante esta institución.
Dejanos tu comentario
Sobre la predestinación y el libre albedrío
- por Gonzalo Cáceres
- Foto: Gentileza
La paradoja de la predestinación surge de la búsqueda del punto intermedio en la idea de un destino establecido con la noción de libre albedrío, siendo la causa de intensos debates entre tradiciones y corrientes de pensamiento de igual y distinta naturaleza.
Si el azar ya está determinado por Dios, por un ente todopoderoso, eterno y omnipresente, o por una ley universal (el “destino” y/o una “fuerza” o “necesidad” cósmica), entonces nuestras elecciones y acciones ya quedaron fijas de antemano. Y si nuestras elecciones y acciones están determinadas, entonces no tenemos libre albedrío y tampoco seríamos responsables de nuestras decisiones.
Las fuentes mejor documentadas del estudio de la predestinación se rastrean en los albores de la filosofía griega, aunque también en el antiguo Egipto y en las tres grandes religiones abrahámicas, además de otros dogmas politeístas de Asia y la actual Australia.
Los filósofos presocráticos y clásicos helenos reflexionaron sobre el moira (destino) y su relación con la causalidad. Por ejemplo, Heráclito (c. 535-475 a. C.) creía en un logos universal que gobierna todo y a todos, lo que sugiere una suerte de determinismo cósmico.
Parménides (c. 515-450 a. C.) decía que el cambio y la multiplicidad son ilusiones, lo que implica que el devenir está completamente dicho.
Por su lado, Platón (427-347 a. C.), en su mitología filosófica (en el mito de Er de “La República”), no habla explícitamente de libre albedrío, pero sí de autodominio y elección moral. Reconoce un “destino cósmico”, pero también deja espacio para cierta responsabilidad individual en la elección de la senda futura.
Aristóteles (384-322 a. C.) introdujo la noción de causas (material, formal, eficiente y final), aunque con la salvedad de que algunas cuestiones pueden ser solo de la experiencia humana. En “Ética a Nicómaco” (libro III) desarrolla el concepto de voluntariedad y argumenta que la virtud depende de elecciones deliberadas y reconoce el peso de las influencias externas.
DETERMINISMO
La filosofía estoica, en auge por nuestros días, desarrolla una visión altamente determinista del universo de la mano de Crisipo (c. 279-206 a. C.), quien defendió el determinismo riguroso (leyes físicas estrictas, cadena de causa y efecto), basado en la lógica y la idea de un cosmos racionalmente ordenado por la providencia (heimarmene). A pesar de esto, introdujo la noción de asentimiento (synkatathesis), en la que el individuo puede aceptar su destino con sabiduría.
En lo que respecta al judaísmo y cristianismo primitivo, la predestinación se vincula con la omnisciencia y soberanía divina. En el Antiguo Testamento, pasajes como Isaías 46:10 (“Mi consejo permanecerá y haré todo lo que quiero”) sugieren una visión en la que Dios ordena.
San Pablo (siglo I d. C.), en la “Carta a los romanos” (9:10-24), habla de la forma en que Dios elige a unos para la salvación y a otros para el fuego eterno, lo que influirá fuertemente en la dirección de la teología cristiana posterior.
Pero fue San Agustín de Hipona (354-430 d. C.) quien formuló una de las primeras doctrinas sistemáticas de la predestinación. Argumentó que, debido al pecado original, la humanidad está corrompida y solo la “gracia divina” puede favorecer a algunos.
En este punto se desarrolla la idea de la “gracia eficaz”, en la que solo Dios elige infaliblemente a los salvos (importante para la discusión posterior en el cristianismo medieval y en la reforma protestante).
ELECCIÓN Y CONSECUENCIA
En el pensamiento islámico, la predestinación (al-qadar) es un tema central. Los mutazilíes (siglo VIII-IX) defienden el libre albedrío bajo la premisa de que la justicia divina exige que los humanos sean responsables de sus actos.
Por su lado, los asharíes (siglo IX-X) defienden que Dios dirige todas las acciones humanas y que la libertad es solo una ilusión.
En “Suma teológica” (Parte I, cuestión 83), Santo Tomás de Aquino intenta conciliar la omnisciencia divina con la libertad humana. Explica que el libre albedrío existe, pero que está guiado por la razón y, en última instancia, por Dios.
Ya en la época moderna, el estudio de la predestinación se radicaliza con la reforma protestante. Martín Lutero (1483-1546) en “De servo arbitrio (1525)” sostiene que el libre albedrío es una ilusión y que solo Dios decide la salvación.
Por la misma línea anda Juan Calvino (1509-1564) con su doctrina de la doble predestinación, según la cual Dios elige a algunos para la salvación y a otros para la condena eterna.
CONOCIMIENTO MEDIO
Algo menos radical fue el jesuita español Luis de Molina (creador del molinismo), quien entendió que Dios tiene conocimiento medio, es decir, sabe lo que cada persona haría en cualquier circunstancia, pero sin determinar directamente sus pasiones y elecciones, dejando a entrever la facultad de elegir y asumir las consecuencias.
Entre los distintos representantes de la escuela determinista hubo quien manifestó la existencia de Dios “fuera del tiempo” y, por lo tanto, su conocimiento de los eventos futuros no implica que los determine.
Consecuentemente, la responsabilidad moral sería solo una construcción social útil, pero no tendría una base metafísica real (se distingue entre un nivel absoluto donde todo está determinado y un nivel humano donde experimentamos la libertad).
Quien intente conciliar predestinación y libre albedrío entiende que ambos pueden coexistir, aunque el plan divino influya en las decisiones humanas. Podría ser bajo el argumento de que todas las acciones están causadas por eventos previos, lo que parece eliminar el libre albedrío. Esto lleva a la siguiente pregunta: si todo está determinado por leyes causales, ¿tiene sentido hablar de responsabilidad moral?
El mejor pacto está en la percepción de que el conocimiento de Dios (o de un ente superior) no es causal: saber lo que va a ocurrir no significa que lo esté determinando. De la misma forma en que alguien puede conocer bien a un amigo –y predecir sus acciones, sin obligarlo a hacerlas–, Dios podría conocer el futuro sin eliminar la libertad humana.
Tal vez la verdadera libertad no radique en desconocer el porvenir, sino en la forma en que experimentamos cada decisión. No importa si hay un destino final. Mientras sigamos sintiendo el peso de nuestras elecciones, la libertad seguirá siendo parte de nuestra experiencia.
Dejanos tu comentario
Un vidrio cada vez más empañado
- Matías Ordeix
- Socio del Club de Ejecutivos del Paraguay
El Índice de Percepción de Corrupción sigue golpeando muy fuerte a Paraguay… y lo que más preocupa, es que seguimos empeorando. Pero esto no es novedad, o sea, no debe un organismo internacional como Transpareny International ranquearnos, sino validar objetivamente lo que todos sentimos y vemos día tras día.
La corrupción ha aumentado considerablemente. Pero somos todos responsables, unos más que otros, pero todos. Comencemos por lo alto de la pirámide, que no es el Poder Ejecutivo, sino el Congreso. Es principalmente ahí donde, con una alta concentración de poder, y sometiendo al Poder Judicial e incluso al Poder Ejecutivo, lleva la bandera negra de la carabela pirata. Es ahí donde se tejen los hilos y se hacen las conexiones para que el delito de corrupción sea moneda de uso corriente. Le sigue, en orden de importancia y manejo deshonesto, el Poder Judicial, donde los jueces a merced de un “lamentable e indecente” Jurado de Enjuiciamiento, se venden al mejor postor.
Un presidente de la República, por muy buenas intenciones que tenga, está “bajo la pata” de su partido y del corrupto legislativo. ¿Y qué más podría hacer?; si no obedece, el camino es simple a Juicio Político y listo. Y seguimos con otras instituciones, ministerios, municipios, etc.
Pero los más responsables somos nosotros, los ciudadanos, que nada tenemos que ver directamente con la política o cargos estatales, los laburantes, los de a pie, que votamos sobre todo a un parlamento muy lamentable. Y los mal llamados “empresarios” que, a costas de seguir haciendo negocios con el Estado, son “cómplices exitosos” de la crítica situación.
Es increíble como igualmente, y gracias al sector productivo y empresarial con la pujanza que le meten, nuestro país siga creciendo, logre el primer grado de inversión y esté en la hoja de ruta de algunos inversores globales.
Imagínense cuán alto podríamos volar hoy, cuánta desigualdad podríamos combatir tan siquiera si mejoramos nuestra transparencia. Si bajásemos los niveles de corrupción, si todos hiciésemos la tarea, el Paraguay estaría en otro nivel. Gente, hemos empeorado en un año 13 posiciones, hoy estamos en el puesto 149 de 180, solo superado por Venezuela en América (ranking 2024 – Transparency International). ¿No es lamentable?
Somos como esa ventanita de baño, que en un frío invierno, y con ducha caliente se empaña cada vez más y más. Si no paramos ahora, llegará un momento que nadie nos verá. Porque no es suficiente que el país sea atractivo financieramente para invertir, no es sostenible la inversión en un país donde las instituciones son cada vez más corruptas, la Justicia, el parlamento, la administración, etc. Demos un golpe de timón ahora mismo.
Dejanos tu comentario
El efecto mariposa
- por Claudio Acosta
- Director del Club de Ejecutivos del Paraguay
“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. Este proverbio chino es el origen, junto a las investigaciones del matemático y meteorólogo Edward Lorenz, de la teoría física: el efecto mariposa.
En un sistema no determinista pueden pequeños cambios conducir a consecuencias totalmente divergentes. Una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, genera un efecto considerable a medio y corto plazo. El movimiento desordenado de los astros, el desplazamiento del plancton en los mares, el retraso de los aviones, la sincronización de las neuronas, son todos movimientos que pueden conducir al caos de un sistema.
¿Y si agregamos los acontecimientos recientes ocurridos en el país sobre corrupción y tráfico de influencias entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial?
¿Acaso, pueden estos hechos causar un caos institucional, económico y social a nivel país? Por supuesto que sí. Son capaces de impulsar el efecto mariposa.
En lo económico, mucho le costó a Paraguay alcanzar calificaciones de grado de inversión con el objetivo de atraer inversiones, mejorar las variables económicas ganando confiabilidad y respeto del mundo. Pero estos hechos no hacen más que expandir ondas negativas sobre estos elementos cubriendo con un manto oscuro nuestra transparencia y confianza. Así, será difícil recibir las tan esperadas inversiones poniéndonos nuevamente en el casillero de países cuestionables y de riesgo importante.
En lo social, el efecto llega a través de la pérdida de credibilidad de nuestros gobernantes, convirtiendo ese descrédito en frustración social. Se robustece la figura del poderoso que con dinero maneja todos los hilos a su beneficio y que los corruptos y delincuentes están más dominantes que nunca. Entonces llega la onda nefasta que nos interpela si vale la pena hacer las cosas bien, si vale la pena cumplir las reglas cívicas que deberían ordenar nuestro progreso. O, en su defecto, da todo lo mismo, a las luces de los hechos acontecidos.
En lo institucional, las ondas del efecto mariposa atraviesan como una daga filosa todo: el Congreso, la Policía, la Justicia. En definitiva, socavan las bases donde se construye y se levanta un país. Si los congresistas están aliados con los delincuentes, en convivencia con las fuerzas de seguridad y los fiscales que son los que deberían cuidarnos y defendernos, entonces, todo puede pasar. Los lobos vestidos de corderos.
Queremos un Paraguay diferente, un país donde las ambiciones personales no estén por encima del bienestar colectivo, donde los hechos que están fuera de la ley sean tratados con el rigor pertinente. Y donde todos los actores, privados, públicos, académicos y de la sociedad civil nos unamos para construir con patriotismo, responsabilidad y entereza, un país a la altura de los sueños y el propósito de todos sus ciudadanos.
Ya no basta con esperar que el cambio venga desde arriba. Debe nacer desde la base de la sociedad. Las organizaciones civiles, los medios de comunicación independientes y los líderes comunitarios tienen un rol crucial en este proceso. Debemos fomentar espacios de diálogo, promover la participación ciudadana y exigir que se escuchen las voces de quienes buscan un futuro mejor. Cada acción, por pequeña que parezca, suma a un movimiento más grande que puede redefinir el rumbo del país.
Por último, es importante recordar que el efecto mariposa no solo se aplica al caos, sino también a la construcción de un nuevo orden. Si cada uno de nosotros asume la responsabilidad de ser un agente de cambio, desde cumplir las leyes hasta denunciar actos de corrupción, podemos crear un efecto dominó positivo.
Un Paraguay diferente no es una utopía, sino una posibilidad tangible si trabajamos juntos, con determinación y esperanza, para convertir este momento de crisis en una oportunidad de renacimiento institucional, económico y social.
Realicemos las acciones correctivas y positivas que tengan un efecto mariposa, pero para que redunde en evolución, desarrollo y crecimiento para todos.