• POR PASTOR EMILIO AGÜERO ESGAIB

Un político cristiano me dijo una vez que si él practicaba la Biblia en el ámbito político al pie de la letra, estaría en des­ventaja con sus enemigos par­tidarios. Por eso, a pesar de que él era cristiano, pensaba que algunas recomendacio­nes de la Biblia eran imprac­ticables en la política. Le pre­gunté cuál por ejemplo y me citó Mateo 5.39, que dice: “Pero yo os digo: No resis­táis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha…” Me dijo que si aplicaba ese principio sus rivales políticos le pisarían la cabeza.

Sin embargo, Dios está dis­puesto a bendecir aún a los que no son cristianos que anden en Su Palabra. Este político creyó que su perdi­ción sería caminar sobre el versículo de dar la otra meji­lla, sin embargo, un no-cris­tiano tomó como lema de su movimiento ese mismo pasaje bíblico y logró liderar a 370 millones de hindúes hacia su libertad política y econó­mica y quitarles el yugo del imperio más poderoso de su tiempo, el británico. Ese hom­bre fue Mahatma Gandhi.

Décadas más tarde, en los EE. UU. en los años 60, un caris­mático y joven predicador bautista de raza negra lla­mado Martin Luther King, creyó que la Palabra de Dios era poderosa en sí misma y aplicó este mismo principio bíblico y logró más que nin­gún otro líder de color las rei­vindicaciones para ciudada­nos afroamericanos.

Un contemporáneo de este, Malcon X, líder afroameri­cano musulmán, optó por la misma lucha en su misma época, pero tomó el camino del resentimiento y el racismo en contra de sus opresores blancos y, aunque fue un gran líder, su nombre quedó opa­cado bajo la sombra de King a quien el mundo entero conoce y reconoce. Dios honra a los que le honran.

El apóstol Pedro también lo entendió muy bien en la pesca milagrosa (Lucas 5.4-7). Pedro intentó “toda la noche” pescar algo, según sus méto­dos y su sabiduría humana, y no logró nada; mas cuando Jesús le pidió que vuelva a tirar las redes, lo intentó nue­vamente diciendo: “Mas en TU Palabra echaré la red”.

En Su Palabra, las Palabras de Jesús, la Palabra de Dios y sobre Su Palabra la historia fue otra.

El cristianismo no es una reli­gión, es un estilo de vida. La religión (o más bien la reli­giosidad: practicar algo por mera tradición sin entenderlo ni estar ajustado a los prin­cipios bíblicos) está carac­terizada por el ritualismo, la costumbre, la tradición, la rutina, falta de pasión, la doble moral (asisten a la igle­sia cada tanto, se hacen lla­mar cristianos pero viven según criterios mundanos y seculares. Dios está en la igle­sia y de ahí no sale), la poca practicidad (para muchos es inaplicable lo que sabemos de Dios con lo que vivimos, los que dicen eso viven una reli­gión y no han experimentado el Espíritu Santo), una mente cerrada y no renovada, llena de dogmas que ni siquiera entienden.

Los religiosos viven un Jesús aún no resucitado, o sea, muerto. Los discípulos esta­ban escondidos y temero­sos, encerrados en casas, en el lapso de tiempo entre que Jesús fue crucificado y resu­citado, pero después de que Jesús se les apareció resuci­tado todo cambió, salieron a anunciar valerosamente la Palabra e impactaron el mundo. Tenían un ideal: que el mundo conozca a Jesu­cristo y el poder de Dios.

Nosotros tenemos que ser la Iglesia de la resurrección. Su estilo de vida era de poder e influencia. La Palabra de Dios debe estar encarnada en nosotros, o sea, debemos vivirla, creerla, conocerla. Ese es nuestro gran desa­fío para poder ser coheren­tes con nosotros mismos y con Dios.

El cristianismo no es una religión, es un estilo de vida. La religión (o más bien la religiosidad: practicar algo por mera tradición sin entenderlo ni estar ajustado a los principios bíblicos) está caracterizada por el ritualismo, la costumbre, la tradición, la rutina, falta de pasión, la doble moral (asisten a la iglesia cada tanto, se hacen llamar cristianos pero viven según criterios mundanos y seculares.

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