La Navidad, tiempo de reflexión y reconciliación en el que se generan grandes actos de donación, así como también se recrean situaciones en las que las personas brindan cualquier tipo de ayuda de forma desinteresada, ¿pero por qué optar por esta costumbre solamente a finales de año, cuando bien podemos practicarlo durante los once meses que tenemos por delante?
Ser un dador vehemente tiene que ver con la manera en la que concebimos la abundancia en nuestras vidas. Si queremos ser prósperos, si anhelamos desterrar las carencias de nuestras vidas, debemos aprender a abrir nuestras manos, extender nuestros brazos para dar a los demás. Esa es de las mejores cosas que podemos hacer como un legado de amor hacia el mundo.
Siempre he dicho que para mí haber vivido en Cuba durante casi mis primeros 30 años de vida, dejó una estela de paradigmas y hábitos de carestía, que me ha tomado muchísimos años compostar en mi mente, y convertirlo en abono para esta nueva persona que soy, que solo sabe vivir desde el bienestar y la abundancia.
Una de los puntos álgidos para comenzar a desarrollar esta mentalidad está en encontrar al menos un área en nuestras vidas, bien sea a nivel profesional, académico, en nuestras relaciones interpersonales o en el hogar; en la que estemos dispuestos a convertirnos en un dador vehemente.
Una vez que tengas identificada esta área, comienza a dar pequeños pasos para que esta transformación ocurra en tu vida, con aspectos tan sencillos como honrar tus compromisos y tu palabra, la práctica de la bondad mediante el desarrollo de una comunicación asertiva con nuestro entorno, y el aprender a soltar a aquellas personas perfeccionistas que constantemente muestran una actitud complaciente con quienes le rodean.
Decía Jorge Luis Borges: “El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo”. El egoísmo usado en un sentido acaparador, donde las personas se aferran a lo que tienen y obtienen de los demás, solo lleva al ser humano a podrir su alma como el agua estancada.
Seamos como los ríos. Aprendamos a fluir, a dejar ir, a dar lo mejor de nosotros. Solo así podemos asegurarnos de vivir en un constante ciclo de bienestar, en el que crecemos nosotros en la medida en la que impulsamos a desarrollarse a aquellas personas que tenemos a nuestro alrededor.
Hagamos que Navidad sea siempre, y no solo una época del año.
Tras atentado con bíperes Maduro pide evitar regalar electrónicos en Navidad
Compartir en redes
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, recomendó a miembros de su gobierno y partidarios, no aceptar equipos electrónicos como regalos de Navidad, a propósito de las explosiones de bíperes y walkie-talkies en Líbano que dejaron decenas de muertos.
“No reciban regalos electrónicos (...) cuidado con los teléfonos, celulares, mosca (atento) todo el mundo”, dijo el mandatario durante un acto en Caracas transmitido en cadena obligatoria de radio y televisión.
Maduro, que “decretó” el inicio de la Navidad desde el 1 de octubre, pidió además que “en todos los ministerios, institutos y empresas del Estado” se priorice la compra de “artesanías y juguetes fabricados en Venezuela” para el intercambio de regalos en “las navidades venezolanas”.
Crisis política
Su pedido ocurre en medio de una crisis política desatada por su reelección para un tercer período consecutivo de seis años (2025-2031) que la oposición tacha de fraude, al reivindicar el triunfo de su candidato, el exdiplomático Edmundo González Urrutia, asilado en España desde el 8 de setiembre.
Dos oleadas de explosiones de bíperes y walkie-talkies, entre el martes y el miércoles, dejaron 37 muertos y unos 3.000 heridos con el objetivo de atacar a miembros del grupo Hezbolá, apoyado por Irán.
El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, recordó ayer viernes que el derecho internacional “prohíbe” el uso de artefactos “explosivos” que parezcan objetos “inofensivos” y consideró “un crimen de guerra cometer actos de violencia destinados a sembrar el terror entre la población civil”.
El ministro libanés de Asuntos Exteriores, Abdallah Bou Habib, calificó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la explosión de los dispositivos de comunicación como un “atentado terrorista”, por “su brutalidad”.
Ricardo Rivas, periodista, Nueva York, EE. UU., X: @RtrivasRivas - Fotos: AFP/gentileza
Muchos sostienen enfáticamente que la Navidad vive en la Ciudad de Nueva York. No es sorprendente. Tal vez, el cine y la tele produjeron sentido sin descanso para que esa idea trocara -también para muchos- en sentido común.
Desde hace algunas décadas no faltan quienes sostienen -muchos enfáticamente- que la Navidad vive en la Ciudad de Nueva York (NYC). No es sorprendente. Tal vez, el cine y la tele produjeron sentido sin descanso para que esa idea trocara -también para muchos- en sentido común. Mitos y leyendas urbanas atraviesan Manhattan, Brooklyn, el Bronx, Queens y Staten Island. Ninguno de esos barrios se parece. Son bien diferentes. Contrastan. Y siempre es posible descubrir, entre lo de siempre y lo que llega desde la historia, zonas nuevas que se potencian de la mano de emprendedores que en cada esquina descubren oportunidades que no siempre benefician a todos.
Después de un largo período regresé a NYC con tiempo y en Navidad que en este año, como en el anterior no fue blanca ni tampoco exageradamente fría. En mayo pasado también estuve aquí, pero una muy compacta agenda de trabajo me impidió reconocerla y partí con la decisión de regresar pronto porque me fui sin recorrer más que lo imprescindible sus avenidas, calles y callejuelas.
La decisión estaba tomada. Por ello, desde que arribé un par de días atrás al aeropuerto John Fitzgerald Kennedy, como alguna vez –seguramente– le pasó a Sinatra, “estos zapatos vagabundos / anhelan irse por ahí / precisamente en su corazón / Nueva York, Nueva York”. ¿Cómo no comprender a Frankie y desear, como él, “despertar en esta ciudad / que no se duerme”, aunque en estos días invernales minutos después de las 5:00 PM es noche cerrada.
Cuando repaso los días más recientes –con nubes bajas, nieblas espesas y algunas lloviznas– descubro que en cada uno de ellos apenas poco más de nueve horas fueron para que el sol ocupe el firmamento. Solo los neones y las pantallas led en Brooklyn y Times Square aportan brillo en la noche de la vieja Nueva York que, pese a las prácticas sociales de siempre, los comportamientos de sus 8,6 millones de habitantes hacen que todo sea o parezca diferente.
GENTRIFICACIÓN
“Tribeca y Dumbo son lo nuevo y los resultados de los procesos de gentrificación más relevantes de los últimos años en NYC”, me dijo a poco de andar a bordo de una poderosa SUV Cadillac de RELIER, Ariel Rodríguez, conductor y guía de excelencia para explicar los secretos neoyorquinos, que disfruta profundamente de cada una de sus jornadas de trabajo. Es un profesional apasionado que –con apenas 20 años recién cumplidos– llegó aquí desde Buenos Aires pocos días después del 11 de setiembre de 2001, cuando el ataque terrorista contra las Torres Gemelas del WTC aún asombraba y apenaba a miles de millones en la aldea global.
“TriBeCa es un acrónimo con el que se menciona a un área de Manhattan a la que se denomina Triangle Below Canal Street”, explica Ariel. La zona crece con ímpetu. Los hípsters parece que todo lo pueden y son cientos los jóvenes bohemios de alto poder adquisitivo así categorizados que se instalaron allí. Crecen y se expan- den. Son la contracultura, la rebeldía, la crítica contra el consumo, contra los valores establecidos, pero no trepidan en exhibirse fanáticos de Apple y de las marcas más costosas.
En algunos casos, son y marcan tendencia.
Tal vez por ello, en el 375 de Greenwich Street, Robert de Niro y Drew Nieporent se instalaron con Tribeca Grill, uno de los más recientes éxitos gastronómicos en Manhattan. En la esquina opuesta, Locanda Verde, el restaurante donde la escritora Rosario Oyhanarte ambienta su novela “El libro más bonito del mundo. Una historia de amor” –notable éxito editorial– también está allí. Muy cerca, pero del otro lado del Hudson, Ariel me invita para conocer en Dumbo –Down Under the Manhattan Bridge Overpass (Bajo el paso elevado del puente de Manhattan), otro nuevo barrio en Brooklyn– y me permite descubrir en torno del teatro St. Ann’s Warehouse vistas sorprendentes con imágenes de alto impacto de Manhattan y sus edificios más emblemáticos mientras recorremos Domino Park.
Locanda Verde, en el 377 de Greenwich St., la escritora Rosario Oyhanarte ambientó su novela “El libro más bonito del mundo. Una historia de amor”, un éxito editorial
MEMORIA
Nueva York estremece. Ground Zero (Zona Cero) –donde hasta el 11S de 2001 estaban las Torres Gemelas– ha cambiado a partir del horror. Una nueva torre allí se erige con un diseño arquitectónico que tomó nota de los datos que aportaron los desaparecidos edificios colapsados como consecuencia del ataque criminal en el que fueron asesinadas unas 4.500 personas. En su entorno también todo es diferente desde entonces. Mucho para ver, recordar y pensar. En la plaza Memorial dos piscinas marcan la localización exacta de cada uno de los dos edificios destruidos. Simbolizan las huellas de las gemelas que el mundo vio colapsar luego de ser atacadas. Enormes cascadas artificiales y 415 árboles que allí fueron plantados enmarcan el cenotafio en el que están escritos los nombres de las víctimas del ataque. Dos alas blancas gigantes de material que se levantan por sobre el Oculus –donde se encuentran la estación del metro y el centro comercial World Trade Center (WTC)– completan el área.
Con Ariel nos retiramos en silencio. Siento que la obra, además de constituir un ejercicio de memoria, desde algún lugar es también una clara muestra de resiliencia social para seguir adelante. Ground Zero quedó atrás. En el audio de la SUV de RELIER suena la voz de La Voz. “New York, New York / I want to wake up / In a city that never sleeps / And find I’m a number one / Top of the list / King of the Hill / A number one…”. Cierro mis ojos para escuchar su entonación sin que nada ni nadie pueda distraerme. “Lo conseguiste, Frank”, pienso y digo solo para mí. Con audacia e impunidad sueño que junto con él hacemos un dueto. “These little town blues / Are melting away / I’ll make a brand-new start of it / In old New York”.
Manhattan queda atrás. El Bronx está cerca. Las escaleras de Joker –Shakespeare Steps, muy cerca del Yankee Stadium– me sorprenden. Aún no hay nadie que las recorra. Sin embargo, siento que Joaquin Phoenix sí está y que baila sobre ellas. Me detengo frente a su imagen inmortalizada sobre un lienzo callejero. Empatizamos. ¿Qué iguala y diferencia Ciudad Gótica de Nueva York? No tengo la respuesta. La producción de sentido que procura el cine me puede. ¿Cómo pensar NYC sin las historias del cine y la tele? No son pocos los títulos que activan los recuerdos. El puente de Manhattan en “Érase una vez en América”. Cientos de policiales que en las noches tenebrosas desde la inhóspita esquina adoquinada de Water St y Washington St muestran el Empire State Building iluminado y centrado en uno de los arcos del Manhattan Bridge. “Hombres de negro”, en torno de las torres y un globo terráqueo gigante en Flushing Medows Corona Park, en Queens cuando Tommy Lee Jones y Will Smith perseguían a un extraterrestre.
Ground Zero, donde estaban las Torres Gemelas hasta el ataque terrorista del 11S. Memoria y resiliencia
DONDE VIVE LA NAVIDAD
¡Esto es Nueva York!, me dije. La tarde es muy breve en el invierno neoyorquino. El tiempo navideño gana espacio con el avance de la noche. Ariel inicia la marcha hacia la nocturnidad de Brooklyn. “Vamos hacia Dyker Heights, donde vive la Navidad”, explica. Nunca estuve allí hasta la noche pasada. Llegar hasta la avenida 10 en la esquina de 83 y, luego, desde allí caminar hasta la avenida 12 y 84 no fue sencillo. Cientos de automóviles, miles de caminantes, policías, patrulleros y grupos de personas en familia recorren cada una de esas arterias a lo largo de las cuales el paisaje semeja una película transitable. Solo unas pocas casas de las que allí se encuentran no tienen luces navideñas. Jardines, ventanas, balcones están ocupados en plenitud por imágenes de ciervos, de trineos, de Papá Noel, de Santa Claus o simplemente de Santa. Enormes equipos de audio amplifican con fuerza villancicos una y otra vez. Algunas máquinas instaladas dentro de muñecos y trineos tirados por renos regularmente lanzan nieve artificial porque tanto este 2023 como en el pasado 2022 aquí para la Navidad no nevó.
“Decorar cada casa tiene un valor estimado que en promedio se ubica entre 10.000 y 20.000 dólares”, detalla el guía de RELIER. “Las luces se encienden cada año en el Día de Acción de Gracias y así permanecen hasta enero”, agrega. Precisa, mientras caminamos, que “las casas más conocidas –las más famosas– son las de la señora Lucy Spata, en el 1152 de la calle 84 y, justo enfrente, en el 1145, la de la familia Polizzotto”.
Se necesita ayuda para poder mirar todo. Miles de apretujados transeúntes empuñan sus teléfonos inteligentes con los que apuntan a todo lo que brilla y cautiva. Algunos residentes –sí, que viven en esos chalets todo el año, aunque parezca increíble– visten ropas con motivos navideños. Alguien explica que “la señora Spata fue la primera en iniciar este tipo de celebraciones”. Otros relatores sostienen enfáticamente que “los que empezaron todo fueron los Polizzotto”.
En el Bronx, las escaleras de Shakespeare pasaron a ser las escaleras de Joker, el film que en 2019 protagonizó Joaquin Phoenix
PROMESAS
En ambos casos los memoriosos coinciden en señalar que en el inicio fueron promesas que esas personas realizaron para pedir la sanación de familiares que estaban en tratamiento médico por graves padecimientos. ¿Cómo saber con exactitud la verdad? ¿Tendrá importancia saberlo? Los que todo lo saben añaden y destacan que “son todas iniciativas privadas”. Dan cuenta de que “cada casa paga –durante el tiempo que mantienen las luces encendidas cada día– unos 8.000 dólares mensuales por el consumo de luz”.
Sin embargo, y pese a tanto detalle, nadie sabe decir con algún fundamento por qué hacen esas inversiones tan importantes. En ese contexto, tampoco nadie sabe nada de los vecinos que no acuerdan –por la razón que fuere– con ese tipo de prácticas festivas tan extendidas. Solo se sabe que se oponen a ello porque sus viviendas se mantienen en total oscuridad, como si no se encontraran en ellas.
Sorprendentes costumbres neoyorquinas. Pero aun sin comprender algunos de los fenómenos comentados, me animo a decir –como lo sostienen miles– que, en Brooklyn, Nueva York, en el barrio Dyker Heights, es donde la Navidad en su forma menos religiosa parece una película, aunque NYC y su gente, cada una y a su modo, son historias reales.
Nueva York (NYC), desde Dumbo, uno de los nuevos barrios de la ciudad junto a Domino Park