• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • Twitter: @RtrivasRivas

Faltan 13 días en este país para que, el venidero domingo 14 de noviembre, se desarrollen las elecciones parlamentarias con las que se renovará un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la de Diputados. Pasaron 50 días desde las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) en las que el Frente de Todos (FdT), que lideran el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández, fuera derrotado por la principal oposición, Juntos por el Cambio (JxC), que los superó por 8%, en todo el país y, poco más de un 4%, en la provincia de Buenos Aires, donde habita el 39% del total del padrón electoral nacional.

La totalidad de las encuestas estiman que la intención de voto no ha cambiado y que, en el amanecer del 15 de noviembre, el FdT, conocerá nuevamente la derrota. Ricardo Rouvier, uno de los más importantes analistas de opinión pública local, que desde muchos años trabaja para el kirchnerismo, aporta números contundentes. Según sus cálculos, con 2200 consultas, el 42,1% dice que votará a JxC; el 34,2% lo hará por el FdT; y, 13,2%, por otras opciones. De darse ese resultado, 55,3% de las y los votantes no lo hará por el oficialismo. Por su parte, la consultora Giacobbe y Asociados, como lo hace cada mes, reporta que -sobre 2500 consultas- 48% aseguran querer que gane las elecciones JxC; 32,5%, quiere que pierda el FdT; mientras que 18,7%, sostiene que le “da lo mismo”.

Una tercera empresa, excelentemente conceptualizada tanto aquí como en el exterior -que este corresponsal no está autorizado a mencionar- después de analizar 2200 casos, precisa que en la “intención de voto”, “sin indecisos”, 40% asegura que votará por JxC; 27,8%, lo hará por el FdT; y, 10,1% por “otros espacios”. Los datos pronostican que un 64,3%, votará por las oposiciones. Tres muestras sociales, tres criterios de análisis con una coincidencia: el Frente de Todos de Alberto F. y Cristina F. podría perder las elecciones de medio tiempo. Obviamente, es necesario destacar y recordar que los datos consignados son parte de un ejercicio teórico con bases reales que, por el propio dinamismo social, puede modificar en horas. Pero, todo hace presumir, especialmente, a partir del resultado adverso que el oficialismo recibió en las PASO que nada cambiará porque las demandas sociales que, desde marzo 2018, crecen en este país, no han sido satisfechas por aquellos gobernantes, cuando era presidente Mauricio Macri (2015-2019), ni por estos. Argentinas y argentinos, cuando se los consulta sobre sus “principales preocupaciones”, responden: “Inflación y suba de tarifas”, 35,2%; “Corrupción”, 24,5%; “Inseguridad”, 13%; “Pobreza”, 10,9%; “Desocupación”, 9,5%. Nada se ha modificado. La corrupción, no parece decrecer.

Los casos concretos que se encuentran bajo el escrutinio judicial desde muchos años, no se resuelven. Altos ex funcionarios con condenas firmes, no se los ve mucho tiempo privados de su libertad. Algunos de ellos, incluso, como el ex presidente Carlos Menem (1989-1999) y ex senador nacional, falleció sin haber cumplido con las condenas impuestas ni con la prohibición de ejercer cargos públicos. El ex ministro de Economía, Amado Boudou, también condenado, solo cumplió parcialmente con la pena impuesta. El poco tiempo que estuvo en la cárcel hizo, entre otros, un “curso de electricidad” que lo ayudó para ser excarcelado. Como ex vicepresidente, cobra mensualmente una pensión vitalicia de 422.000 pesos (unos U$S2.164, en el mercado paralelo; poco más de 4000, con la cotización oficial). Enorme contraste con poco más del 70% de las jubiladas y jubilados, que perciben cada mes unos 26000 pesos (cerca de U$S134, en el paralelo; 247 en el mercado oficial). Injusticia social excluyente, descendente y de fuertes contrastes para todas y todos. La vicepresidenta Cristina F. recibe mensualmente, desde marzo pasado, unos 2,5 millones de pesos (unos U$S12820 en el blue; cerca de 23.800, en el mercado oficial) por mes. Dura realidad que aparece como inmodificable a partir de las políticas públicas que se aplican. Como también parece serlo la inseguridad que, a no dudarlo, afecta a las y los más vulnerables. En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, en la semana que pasó, el gobernador Omar Perotti, fue abucheado y echado a empujones de las inmediaciones del monumento a la Bandera, por la sociedad agobiada por las agresiones cotidianas y los crímenes que ejecutan “Los Monos” -peligrosa banda narco- y sus sicarios. El intendente Pablo Javkin, también fue increpado. Cerca de 175 ejecuciones en las calles de aquella ciudad en lo que corre del año fueron los disparadores la protesta. El hartazgo social se hace visible también en la Patagonia. Crece a partir de la presencia de grupos de extrema violencia que -en el nombre de los mapuches, noble pueblo originario- agreden personas, a las fuerzas de seguridad, toman tierras e incendian propiedades nacionales, provinciales, municipales y privadas.

En la provincia de Buenos Aires, en donde se encuentran buena parte de los más importantes asentamientos de grupos sociales vulnerables la pobreza alcanza casi al 51%. En ese segmento, el 63% de los y las afectadas son menores de 15 años. La Iglesia católica trabaja intensamente en esas zonas a través de Cáritas, pero evita confrontar con el gobierno en nombre propio ni en el de las y los pauperizados. El oficialismo, desde aquella madrugada del pasado 12 de setiembre, cuando fue golpeado por la realidad de la derrota en las PASO intenta dar vuelta aquel resultado. No se puede imaginar que es imposible sin intentarlo. Pero parece, por lo menos, difícil. “Achicar diferencias y no perder en la provincia de Buenos Aires, es posible y vamos a conseguirlo”, enfatizan coincidentes voceros gubernamentales pero desisten de que sus identidades sean reveladas por este corresponsal. En los peronismos no kirchneristas trabajan sobre la hipótesis de que “cuando verifiquen que pierden nos van a llamar para que los acompañemos los dos años que les faltan”, confidencian cinco dirigentes consultados. ¿Aceptarán? “Si nos convocan de buena fe, de cara al pueblo, con transparencia y sin imposiciones, podríamos pensarlo. Hay que volver a Perón y actualizarlo”, responden.

La “utopía regresiva” de la que da cuenta Fernando Henrique Cardoso. Las oposiciones, por su parte, se cuidan de no hacer comentarios cuando no pocas ni pocos oficialistas dicen que “después del 15N llamaremos a la unidad nacional”. No se imaginan en la Casa Rosada haciendo número para las imágenes. Alberto -aunque le recomiendan el silencio- habla en todas partes. No dice siempre lo mismo. Acomoda sus decires a quienes escuchan. Una farsa del marxismo de Groucho. Antes de partir hacia Roma, para el G20, tuvo palabras duras para con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, se reunió con Kristalina Georgieva, la directora gerente de la entidad, quien luego de 90 minutos con Alberto aseguró: “Tuvimos una buena reunión”. Objetivo modesto alcanzado. ¿Foto con Joe Biden? Sí, la hubo.

En un pasillo, al paso, se dieron la mano -el Jefe de Estado local no habla inglés, el habitante de la Casa Blanca, tampoco habla español- sonrieron y, dicen fuentes oficiales que “Alberto le dijo que tienen un amigo común, el Papa Francisco”. También la vio a Angela Merkel, cuando de poco sirve verla. Renunció muchos meses atrás. Pata renga alemana. Resumen de la gira: “Un montón de nada”, diría el siempre recordado Adrián Otero con “Menphis, la blusera”. Trece días para la elección. No hay buenos presagios. Cristina F., permanece en silencio. Sabe de como nadie de climas políticos. Tal vez, por estas horas, tenga las mismas sensaciones que antes de ser derrotada en 2009, 2013, 2015, 2017 y, 50 días atrás. Pero de nada vale el pasado en estos temas. El resultado final se conocerá después de contar todos los votos.

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