- Por Juan Carlos Zárate
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Nadie es irreemplazable ni imprescindible en ninguno de los ámbitos de nuestra vida. Dentro de cualquier organización casi todos tenemos entre nuestros objetivos crecer personal y profesionalmente.
La palabra “proactividad” se constituye en uno de los mejores coadyuvantes que movimenta al ser humano, en tanto aquellos que tienden a ser meramente reactivos el statu quo casi siempre forma parte de su día a día esperando poder ser dirigidos y que se les diga lo que tienen que hacer.
Personas de estas características no deberían “plaguearse” si ven otros colegas que son promocionados y ellos siguen “en la dulce espera”. Vivimos dentro de un mundo globalizado y muy competitivo en todos los ámbitos.
Debemos mantener los ojos abiertos que nos permitan aprovechar a full las oportunidades, no desperdiciando inútilmente los talentos que cada uno tenemos muchas veces “dormido” y que precisan los despertemos de su letargo. Las oportunidades que se nos puedan presentar no se dan todos los días.
Una persona que se considere buen profesional, que estudió y se perfeccionó para ser útil y aportar valor agregado en su vida, estoy seguro que tendrá en mente seguir creciendo e ir escalando posiciones a nivel laboral y profesional, manteniendo la ductilidad necesaria que hoy día nos exigen las empresas de este siglo pues las rigideces del siglo XX ya es “historia antigua “y muy difícilmente ya podamos poner la palanca de cambio en marcha atrás.
Cuantas veces nos damos cuenta de que estamos cumpliendo con los requisitos primarios para que nos puedan catalogar como un buen profesional, pero nos supera en nuestro otro yo, el conservadurismo y conformismo, aun a sabiendas de que podremos estar recibiendo mejores niveles de salario si nos disponemos salir de nuestra zona de confort.
Muchos de nosotros nos hemos roto “el lomo” estudiando durante 18 o más años para que podamos ser bien recompensados económicamente en las disciplinas profesionales que hemos elegido en la universidad. El conformismo no es buen aliado de nadie, a menos que hayamos tomado la decisión de tener una fuente de trabajo, recibir un nivel de salario relativamente razonable y que nos mantenga “con vida” y poder cubrir nuestras necesidades básicas. Pero eso es mero conformismo y hace que la vida al final tenga un sabor “agridulce” y denota ya un conformismo muy prematuro.
Si tenemos clarificado nuestro objetivo, de seguir creciendo aportando toda nuestra inteligencia y experiencia profesional no deberíamos sentirnos culpable o nostálgicos si en algún momento tengamos que abandonar a nuestro equipo de trabajo y recalar profesionalmente en otra empresa que nos ofrece mejores perspectivas pues a la postre ese debería ser el objetivo y meta personal de cada uno.
Las personas decididas que confían en su propia capacidad y son conscientes que todavía no han llegado a “su techo” y cambiando “de aire” podrían lograr los objetivos que aún no los alcanzaron, ¡pues es momento de preparar nuestras mochilas y adelante!
No se trata de tirarnos alegremente a “una piscina sin agua”, sin antes haber auto reflexionado y conversado consigo mismo, sopesando todas las alternativas y beneficios que nos podrían deparar una nueva posición laboral dentro del mercado.
Los jóvenes millenials y de la generación Z no muestran ningún apego ni fanatismo pues lo que desean es poder conocer varios ambientes de trabajo en el menor lapso de tiempo, aportando su esfuerzo y conocimientos en aquellas empresas que sean lo suficientemente flexibles y que les dan posibilidad de hacer sugerencias y recomendaciones, trabajar en equipo y tener acceso a compensaciones no monetarias (cursos, seminarios, congresos etcétera) que les generen solidez personal y profesional.
Debemos ser innovativos, creativos y reinventarnos permanentemente, para que podamos seguir creciendo económica y profesionalmente.
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Darío Filártiga busca ampliar el desarrollo en la sólida cooperación con Taiwán
- Por Lourdes Torres, lourdes.torres@nacionmedia.com.
El nuevo embajador de Paraguay ante la República de China (Taiwán), Darío Filártiga, habló de la relevancia de las relaciones diplomáticas entre esta isla asiática y el Paraguay, en el marco del aniversario número 68, que se recordó el 12 de julio. Destacó que ambas naciones construyeron una relación que va más allá de lo diplomático, constituyéndose en países hermanos, basados en valores de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos.
Comentó La Nación/Nación Media que, en primer lugar, no esperaba recibir esta distinción de parte del Poder Ejecutivo para una misión como representante de Paraguay ante un país tan importante como lo es la República de China (Taiwán).
Explicó que lo ve como un desafío muy grande porque, independiente a las excelentes relaciones de cooperación recíproca que tienen ambas naciones, considera que aún hay muchas opciones que se pueden lograr y mejorar para el desarrollo de los dos países.
Filártiga señaló que retrasó su viaje a Taiwán atendiendo a que se encuentra de visita el ministro de Relaciones Exteriores, Lin Chia-lung, entre el 10 al 14 de julio. Señaló que está acompañando al jefe de la diplomacia taiwanesa durante su estadía en el país.
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Importancia estratégica de Taiwán
“Nosotros tenemos una posición muy firme en cuanto a reconocer a Taiwán como una nación que sostiene los mismos principios que sostiene Paraguay. Es más, como hay algunos organismos internacionales donde se les niega la banca, entonces Paraguay se ha convertido en un vocero de los intereses de Taiwán y exigiendo su participación en espacios como la Organización Mundial de la Salud entre otros”, comentó.
Es más, señaló que Taiwán con su capacidad técnica e innovadora, así como su capacidad humana pueden brindar un significativo aporte para organismos como la OMS en el ámbito de la salud y otras organizaciones.
Dos naciones hermanas
“Hoy podemos hablar de logros importantes en cuanto a las exportaciones de nuestro país hacia Taiwán, así como los grandes aportes que ya tenemos en nuestro haber, ya sea en viviendas, educación, la salud, incluso en las obras de grandes infraestructuras, como fue el súperviaducto de Acceso Sur, o la construcción del gran hospital general de Asunción, que va a ser edificado en la Costanera Sur”, comentó.
Indicó que a estos aportes se suman las donaciones en equipamientos y vehículos, aeronaves tanto a las fuerzas militares como policiales. En tanto que, en el aspecto económico, el beneficio de la producción paraguaya se han establecido arancel cero para la carne porcina, permitiendo el reciente desembarco del primer cargamento.
“Taiwán es el primer mercado de carne porcina paraguaya y segundo de la carne bovina, después de Chile. Aspiramos que en poco tiempo se habilite la exportación de la carne aviar. Menciono estos logros porque Taiwán, como toda nación seria, es muy rigurosa en sus controles para permitir el ingreso de nuestros productos a su territorio”, acotó.
Igualmente, el nuevo embajador paraguayo resaltó que Paraguay, por su parte, trae importantes importaciones de Taiwán, tal vez no en gran medida como ellos, pero se está importando maquinarias para mejorar la producción de alimentos, algunos equipos informáticos, entre otros rubros.
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Desafíos de la misión
Filártiga, que ejerce por primera vez el rol de embajador plenipotenciario, señaló que el presidente Santiago Peña le brindó algunas instrucciones sobre todo en lo que respecta a fortalecer los vínculos fraternales ya existentes.
“Más allá que nuestras relaciones ya son excelentes, es necesario fortalecer todo lo que sea el desarrollo de las exportaciones hacia Taiwán. Pero, además, lograr la instalación de empresas taiwanesas en Paraguay. Esto nos favorecerá con transmisión de conocimientos, la creación de fuentes de trabajo para nuestro país”, remarcó.
Aludió a que es sabido que Taiwán es líder mundial en la fabricación de semiconductores, la fabricación de los famosos microchips que son elementos esenciales de todos los artefactos actuales como teléfonos celulares, televisión, máquinas de aviación, etcétera.
“Ningún componente de la modernidad tecnológica puede prescindir de los semiconductores y de los microchips fabricados en Taiwán, que lo pone número uno del mundo. Entonces. si esa tecnología, en algún momento pudiéramos lograr instalar esas fábricas en el Paraguay, para nosotros sería un logro enorme”, enfatizó.
Filártiga aseguró que ese será su principal desafío, convencer a los inversionistas taiwaneses que Paraguay es un país de oportunidades que ofrece seguridad económica, con muchos recursos naturales, energía suficiente y renovable.
“Contamos con un ambiente de negocios atractivo y seguro, por eso es que nuestro trabajo en Taiwán será presentar la imagen de Paraguay como es en realidad y lograr que se interesen las empresas taiwanesas en venir a radicarse en el país con todo el beneficio que eso significaría para nuestra gente.
Finalmente, resaltó que esta misión es un gran compromiso, y agradeció todo el apoyo de amigos y familiares. Al respecto, resaltó que en esta misión le acompaña su esposa Gisele Mousques, quien será más allá de una gran compañera una importante asesora en su gestión.
“Giselle, mi esposa, tiene capacidad y formación que permitirá que mi misión sea exitosa. Por ejemplo, el relacionamiento diplomático y también el técnico, porque ella está formada en materia de ciberseguridad; cuenta con maestría y doctorado que le permitirá ser un elemento muy importante, para mi gestión en Taiwán”, concluyó.
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Esperanza de vida de los paraguayos aumentó a casi 80 años, según doctora
Profesionales afirman que los paraguayos viven hasta los 80 años, una esperanza de vida que refleja en cuidado que ponen las personas en su salud. Anteriormente, el promedio de vida era de 70 años, pero en esto aumentó en la última década.
La doctora Jenannine Mongelós, directora del Hospital Geriátrico del Instituto de Previsión Social (IPS), sostuvo que el promedio de vida en Paraguay aumentó significativamente en los últimos 10 años. “Eso es un buen número para nuestro país”, explicó en entrevista con la 1020 AM.
Resaltó que llegar a un buen promedio de vida depende de los cuidados que se dan en la juventud y que es muy importante tener una buena alimentación así como la actividad física siendo jóvenes para lograrlo. “De viejo somos el reflejo de lo que fuimos de jóvenes”, refirió.
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Mongelós indicó que con la vejez se presentan ciertas enfermedades y que, mientras más tarde en hacerse presente, es mejor. “Estamos todavía en esa fase donde la dependencia está muy prendida porque no tenemos toda la prevención que necesitamos”, señaló.
Afirmó que la edad avanzada con problemas de salud se trata de años vividos con discapacidad, que desde el punto de vista físico o mental significa una mínima dependencia. “Nuestro punto de corte para hablar de un paciente adulto mayor es de 60 años, con la vejez se acarrean ciertas enfermedades. La población mundial va a en aumento en cuestiones de años”, agregó.
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El acto de homenajear
- Marcelo Pedroza
- Psicólogo y Magíster en Educación
- mpedroza20@hotmail.com
La finitud aceptada y asumida alimenta constantemente el homenaje existencial. Entonces se rinde honores a cada segundo, es que desde la plena conciencia de estar vivo comienza a maravillarse el sistema perceptivo que le da importancia a lo que se está presenciando.
La pluralidad de fuentes sensoriales está preparada para disfrutar la impronta propuesta para esos segundos pasajeros que acontecen en el transcurso de la vida. En ese lapso, con cronómetro limitado terrenalmente, las posibilidades de homenajear el tiempo de vivir son infinitas, lo que habilita el panorama hacia las ceremonias que cada cual quiera realizar.
La aceptación de lo valioso del ser es la que determina la apertura de la cosmovisión que yace en el interior y que está convocada a darse hacia todo lo que la rodea. Es la fundadora de las razones que con el devenir del tiempo irán encausando los motivos que darán a luz las obras que deberán ser materializadas.
En cada ser vivo hay constantes manifestaciones que reflejan su vocación de vitorear la vida. Siempre existirá una causa que impulse su entusiasmo, más allá de los avatares y de las situaciones complejas que enseñan a recuperarse y levantarse.
Las flores abundan, están en todos los continentes, sus aromas son especiales, únicos, profundos, exquisitos; sus colores brillan y lucen su siembra alimentada, han crecido para ponerle un toque de hermosura a lo que está a su lado. Ellas homenajean a quienes las ven. Sí, quien se detiene a observar su natural pintura puede sentirse homenajeado.
Aunque se produce una devolución de consideración y se retroalimenta la estima sentida. Con sus particularidades ambos se están homenajeando. Es el instante donde se nutre la intensidad de los vínculos, es ese roce de esencias que se encuentran durante su estadía en este mundo.
Cuando hay homenajes, hay esfuerzos realizados. Se han inhalado sacrificios, han fluido emociones constructivas, se ha aprendido a valorar, se está dispuesto a escuchar y a realizar aquello que ayude a seguir avanzando, dado que el acto de convivir respetuosamente se constituye en un notable ejemplo de honrar a la sociedad.
En todos los momentos está latente la posibilidad de enaltecer el acontecimiento presente del vivir. Son las garras del afecto las que se afirman como un bebé al pecho de su madre. Es el ser humano la máxima expresión de superación, en sus fortalezas se cultivan sus sueños de laurear el acontecimiento de vivir.
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Vida, muerte, fantasía, ilusión, deseo… pulsiones y condición humana
- Ricardo Rivas
- Periodista
- X: @RtrivasRivas
- Fotos: Gentileza
Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.
“¿Fantasear o desear...?”. Ese era el dilema que, en frecuentes charlas de café, proponía un tan veterano como anónimo polemista que habitaba, cuando la tarde agonizaba, algunas de las selectas mesas en el mítico café La Paz, en la esquina de la avenida Corrientes 1593, cuando esa arteria cordial se cruza con la calle Rodríguez Peña, muy cerca del Obelisco, en Buenos Aires, unos 1.300 kilómetros al sur de mi querida Asunción.
Era los años 70, en el siglo pasado. Enfrente –justo en diagonal– intentaba competir el bar Ramos. En concurrentes habituales estaban cabeza a cabeza. Inolvidables, por cierto. Pero el caso es que, luego de encender la polémica con aquel interrogante, con impostado tono académico, intentaba, aquel sanatero, zamarrearnos.
¡Me parece verlo! Acomodaba prolijamente los dos o tres libros de Sigmund Freud o de Foucault que siempre llevaba con él y lentamente –como buscando las palabras más adecuadas– iba al punto. Fumaba tabaco inglés en una pipa muy gastada y sobre su prominente nariz montaba espejuelos redondos tonalizados verde oscuro.
“El tío Segismundo –ironizaba mientras revoleaba sus manos refiriéndose a Freud– cuando compartíamos algunos puros con amigos en el Café Frauenhuber, en la inolvidable Viena, nos explicaba con claridad, jóvenes amigos, palabra más, palabra menos, que solo fantasean las personas insatisfechas”.
PULSIÓN
Lo seguíamos en silencio. Algunas veces –como la ignorancia nos impedía responder y/o, mucho menos, poner alguno de sus dichos en duda, hacía una pausa que disfrutaba y, si la memoria no me falla, en aquel caso puntual remató: “Cada fantasía surge de una pulsión para cumplir con un deseo insatisfecho, muy deseado, que corrija la realidad”.
Nunca recuerdo su nombre. En verdad, no tengo claro si alguna vez lo supe. Pero sí, sus anécdotas con pretensiones académicas y que se definía como “un libre pensador, diletante”. ¡Nos maravillaba! Aunque –debo admitirlo– teníamos dudas que no confesábamos sobre su presunta sabiduría por aquello de que entre los ciegos un tuerto es rey.
“¡Déjese de joder, farfullante…!”, recuerdo que le dijo –indisimuladamente molesto y a voz en cuello– un reconocido profesional y estudioso freudiano, de quien exclusivamente consignaré sus letras iniciales (G.G.), que incontenible por lo que también escuchó abandonó su café en una mesa cercana y lo increpó sin miramientos.
Un pesado silencio cubrió todas y cada una de las mesas. El increpado no atinó a responder. Se retiró cabizbajo –con sus tres libros bajo el brazo– enmudecido y sin plantarle cara. El increpante nos miró, se disculpó “por interrumpir la conversación sin que nadie me llame” y fue al punto: “Simple y sencillo, muchachos. La fantasía tiene que ver con el imaginario. Con lo que creemos o sabemos que muy difícilmente suceda. Con aquello que suponemos imposible y que, de alcanzarlo, imaginamos sería placentero, pero sabemos que no podrá ser. Desear es converger la fantasía con la realidad más deseada en algún momento de tu vida. ¡No entender esa diferencia es grave… y, pretender explicar desde la ignorancia y la confusión, no lo puedo dejar pasar!”.
Renovó su disculpa y volvió a su mesa. “Como una escuela de todas las cosas...”, como nos enseñó Discépolo cuando escribió aquel tangazo que llamó “Cafetín de Buenos Aires”, así era el bar La Paz. Fantasías. Deseos. Ilusiones. Me atrevo a añadir que, como entonces, en estos tiempos de imágenes exacerbadas y exacerbantes que circulan y atropellan en los avasallantes ecosistemas digitales que facilitan las comunicaciones reticulares contemporáneas, aquellas –junto con la vida y la muerte– emergen como inevitables pulsiones incrustadas en el día a día de nuestros días.
OXÍMORON
Claramente, forman parte de la condición humana. Pese a que, con el correr de los tiempos y a la democratización de las monarquías (¿oxímoron?), con mucho menos frecuencia que algún tiempo atrás y, en aquel contexto, escuchar decir “vida de príncipes”, sorprende porque pareciera ser una expresión que cae en desuso.
Aun así, hay quienes insisten con ella cuando se procura producir sentido respecto de alguna persona que –a juicio de quien así se expresa– tiene allanado el acceso a poderosos y poderosas o cuando dispone de bienes materiales en abundancia o cuando no debe preocuparse por necesidades que –como tales– sí lo son para la mayoría de la humanidad.
En ese contexto, tampoco el futuro debiera ser preocupante para quienes tienen –siempre a la vista de las otredades– tránsitos principescos o, acaso, propios de las realezas. Hambre, desocupación, falta de salud, de educación. En aquel contexto, se suponen alejados de aquellos y aquellas minorías vistosas. Sentires y decires. Pareciera, incluso, que nada ni nadie está exento, alguna vez, de emitir esos juicios o ser depositario de ese tipo de expresiones.
Hasta la muerte –en ciertas ocasiones, por la forma en que se produce y a quien afecta– hace que no sean escasas las voces que se atreven a afirmar que Mengana o Fulano “murió como un príncipe”. En el siglo XIX y buena parte del XX era frecuente que así se significara la partida de este mundo cuando las y los finados eran considerados socialmente como “patricios” o “ricos”.
Curioso, por cierto. Y tanto lo era (y es) que vaya a saber a quién y en qué situación tuvo la lucidez para destacar que “al final de la partida, reyes y peones vuelven a la misma caja”. ¿Sabiduría popular? Tal vez.
LA BODA DEL SIGLO
Aún recuerdo cuando el 29 de julio de 1981 –la tele satelital cuando el mundo era mundial y para nada global– puso “en el aire” (vieja expresión de uso común en la radiotelefonía de entonces, hoy casi olvidada), desde la catedral de San Pablo, en Londres, la que fue llamada como la “boda real o del siglo” porque, aquel día, el príncipe Carlos (32) –hijo primogénito de Isabel Alejandra María Windsor (1926-2022), la reina Isabel II del Reino Unido y de la Commonwealth desde 1952 hasta su muerte– contrajo matrimonio con la joven aristócrata llamada Diana Spencer (20).
Cerca de 800 millones de televidentes lo vimos. “¡Parece un cuento de hadas...!”, escuché decir a dos mujeres que – como otros muchos, frente a una vidriera colmada de televisores– vimos pasar a Carlos, por entonces príncipe de Gales, y Diana recién casados, a bordo del 1902 State Landau, como se conoce al carruaje que, en aquel año, el rey Eduardo VII –tío del contrayente– ordenó construir para ceremonias relevantes.
En la Argentina, desde poco menos de tres años, teníamos tele en colores. La novia, tanto en el ingreso a San Pablo –luego de descender junto con John, su padre, VIII conde de Spencer, de un carruaje vidriado– como en el momento en que salió de esa catedral con su esposo convertida en “alteza real”, tuvo que detenerse varios minutos para que las “damas de honor” acomodaran la cola de su vestido “de casi ocho metros de largo”, relataba la transmisión oficial.
¡Hermoso para ver! Un año y 22 días después –el 21 de julio de 1982– se anunció el nacimiento del príncipe Guillermo, heredero de la corona británica. El 15 de setiembre de 1984 –setecientos ochenta y siete días después que su hermano mayor– nació el príncipe Enrique.
Sin embargo, y como sostiene el dicho popular, “no todo lo que reluce es oro”. El 28 de agosto de 1996 –cinco mil quinientos nueve días después de aquella boda principesca– Diana y Carlos se divorciaron. Con el paso del tiempo la fantasía pública trocó en públicos desatinos vinculares. La princesa descubrió y confirmó que el príncipe tenía como amante a Camilla Parker-Bowles, una amiga de la Casa Real. ¡Crisis!
MULTITUD
Carlos pasó –para muchas y muchos– a ser el “realmente odiado”. Diana, en el transcurso de 1995, decidió no ocultar la situación. Habló con la BBC, la tele pública en el Reino Unido. “¿Cree que Camilla Parker-Bowles fue el factor que desencadenó el fracaso de su matrimonio?”, preguntó el periodista Martín Bashir a “su alteza real”. La respuesta fue simple, breve y clara: “Bueno, éramos tres en mi matrimonio. Y eso es una multitud”. El 31 de agosto de 1997, Diana, Dodi Al-Fayed (1955-1997), multimillonario egipcio, y el chófer, Henri Paul, murieron en un accidente de tránsito ocurrido en el interior del túnel del Pont de l’Alma, en París.
Aquel príncipe, Charles Philip Arthur George (77), desde el 8 de setiembre de 2022, es Carlos III, rey del Reino Unido y de los otros reinos de la Mancomunidad de Naciones. Camilla Rosemary Shand, luego Parker-Bowles (78) –la tercera de aquel matrimonio principesco que “era multitud”, como lo sentenció Diana, “la princesa del pueblo”, como la categorizó para siempre el ex primer ministro Tony Blair, el 31 de agosto de 1997– es reina consorte.
Fantasías. Deseos. Ilusiones. Condición humana. Fantasías. Deseos. Ilusiones. “Cambia, todo cambia”, canta como nadie Mercedes Sosa. Los khasi –una minoría étnica originaria que habita en el estado de Meghalaya, noreste de la India desde antes de las invasiones dravídicas pobladoras del sur en ese mismo país– desconocen quiénes de sus antecesores y cuándo comenzaron a orientar las raíces de los árboles para construir con ellas “puentes vivientes”.
Lejos de aquellas selvas inigualables, recién se supo algo de los que se conocieron entonces también como “los puentes de raíces vivas de Sohra (Cherrapunji)”, cuando era avanzado el siglo XIX. Los exploradores occidentales se asombraron con aquel descubrimiento. En La Sociedad Asiática, un histórico periódico que se publicaba en Calcuta en 1844, se consignó la información. Desde aquellos tiempos, es polo de atracción hasta nuestros días.
“AMOR RECÍPROCO”
Hacia allí, unas tres semanas atrás, partieron en luna de miel el príncipe Raj Raghuvanshi (21) y la princesa Sonam Raghuvanshi (24). Eran marido y mujer porque sus madres –en esa sociedad matrilineal– así lo acordaron. Ambos pertenecían a la misma clase social y casta. Aquel enclave natural que, además, con unos 12.000 milímetros de lluvias anuales es, según Guinness, el lugar más lluvioso de cada año, era perfecto para manifestarse amor recíproco sin interferencias. La actuación crucial de la mehndi, la celebración musical previa, la ceremonia principal, la fiesta posterior quedaron atrás.
Me explican –por Whatsapp, desde Nueva Delhi, tres diplomáticos chimenteros que me pidieron anonimato– que los fastos nupciales se extendieron por cuatro días. Las dos familias en estado de tranquilidad. Espiritual, social y económico. No faltó nada. Se observaron todos los rituales. Homa (la ofrenda al fuego) se concretó. El Panigrahena, los unió como nunca antes. Las siete vueltas al fuego –el Satapadi– hizo celebrar a muchas y muchos, sonreír a las y los más refinados y desear, ilusionarse... soñar, a otros y otras.
Samskara se instaló en la flamante pareja. Luego, silencio. Los días pasaban y... más silencio. Pero irrumpió la angustia. Primero en el que fue el pueblo de ambos, luego en la provincia, la región y, finalmente, en todo el país. “¿Dónde están?” “¿Qué se sabe?”. La falta de novedades fue parte de las informaciones de la agencia de noticias nacional. Se iniciaron las búsquedas. Los supuestos ganaron el espacio público. Las ideas conspiranoides de poderosos y poderosas ingresaron en los circuitos informativos.
Nadie respondía a las incesantes llamadas a los móviles de Raj y Sonam. La policía y los servicios de inteligencia de la India los monitoreaban inútilmente. También el de uno de los hermanos de la princesa. ¡Nada! Pero, cuando nadie lo esperaba, todo cambió. El domingo pasado aquella novia obediente de los acuerdos y mandatos familiares que se mostró alegre, ilusionada, ante los unos y los otros; que fue objeto de los comentarios de sus vecinos e incluso blanco preferente a la vista de aquellas y aquellos que por ser de clases inferiores o de castas poco respetables no debieran haberla mirado, trocaron interrogantes y angustia sociales.
DIMES Y DIRETES
Desde algunos anocheceres en las sacudidas calles de aquel país con 1.400 millones de habitantes, se sabía por trascendidos –que más tarde se confirmaron– que el cadáver de Raj fue encontrado y recuperado de las profundidades de un precipicio con abundante vegetación. Fue el momento de los dimes y diretes. Se conoció el escabroso detalle de que el cuerpo lo encontraron con el cráneo partido con dos golpes duros aplicados con algún objeto contundente y cortante.
¡Horror! Rescatistas e investigadores tuvieron la convicción de que fue asesinado. Así lo dejaron trascender. No murió como un príncipe. Pero las honras fúnebres sí lo fueron para despedir a su alteza real. Sonam, esposa por un breve tiempo –geolocalizada desde el momento en que se comunicó con uno de sus hermanos– supo por quienes la hallaron que era viuda.
Gritó. Se ahogó en llanto. Insistió con el deshilachado argumento de que fueron víctimas de secuestro. Pero no tenía una coartada que generara, por lo menos, una duda. También supo que Rai Kushwaha, un chófer a su servicio, estaba preso en otra celda. Fue apresado en su pueblo natal, Madhya Pradesh. Contrastaron sus respuestas. Eran amantes desde tiempo antes de que Sonam y Raj protagonizaran una boda principesca.
Como en el caso de Carlos y Diana –con Rai– también se constituyeron en multitud. El amante capturado también confesó. Señaló a los tres criminales que asesinaron al príncipe –sus cómplices– a los que convenció para que ejecutaran al joven esposo de la mujer que también amaba.
Los sicarios fueron apresados. Abrumados, admitieron. La exprincesa viuda dejó de ser víctima para ser victimaria. La justicia la acusa de ser quien incitó a su frustrado enamorado de la necesidad de asesinar a Raj. Vida, muerte, ilusión, deseo... pulsiones incrustadas en la condición humana, aunque “reyes y peones, al final de la partida, vuelven a la misma caja”.