• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista
  • Twitter: @FelipeGoroso

La administración de Mario Abdo Benítez se ha caracterizado por vivir permanentes tormentas, la mayoría de ellas generadas desde un círculo de supuesta confianza. Hasta que llegó el coronavirus y su respectiva crisis sanitaria, social, económica, de seguridad, pero, sobre todo (y cuando no) y en el fondo, una crisis potencialmente política. Lo que se está jugando es la estabilidad de este gobierno y de incluso todo nuestro modelo de democracia, tal cual lo conocemos. Y no estoy siendo dramático, estoy evaluando posibles escenarios.

El consenso que genera hasta ahora la crisis del coronavirus debe ser aprovechado para generar profundos cambios desde la política. Debe ser la gran prueba de que la política y la democracia vienen con soluciones. Y para un gobierno acostumbrado a generar más disensos que consensos, es una prueba definitiva.

En este punto, es el Gobierno el que, queriendo sacarle el jugo a este ambiente de consenso social, puso sobre la mesa el tema de la reforma del Estado. El presidente de la República y luego dos hombres fuertes del Gobierno, como el ministro de Hacienda y el vicepresidente de la República, hicieron el anuncio. Como para que no queden dudas de que desde el oficialismo la cuestión iba a ser tomada en serio. Por si faltaban señales, al otro día ya se tenía la escenificación buscada: un acto público donde referentes de distintas áreas iniciaban el diálogo sobre el tema.

A la par, y acá viene la pata chueca en la secuencia lógica entre un anuncio, su línea discursiva, la escenificación del acto público y la coherencia de las acciones: apenas un día después del acto público en el Banco Central, en una sesión de la Cámara de Senadores, el senador Sergio Godoy y la bancada de Honor Colorado planteaban el tratamiento del proyecto presentado ya en agosto que busca recortar una cantidad de gastos superfluos dentro del Estado. Es la herramienta legislativa que se necesita; se la puede cuestionar, modificar, incluso se la puede rechazar, pero que muchos referentes de la bancada que deberían responder al oficialismo abandonen la sala de sesiones y la dejen sin quorum, evitando su tratamiento, es sin duda alguna un disparo a la coherencia del discurso. Y también a la necesidad de aprovechar el consenso social que han alcanzado hasta ahora.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, precisa de alcanzar consensos y aprovecharlos con inteligencia y agilidad. De lo contrario, no nos quejemos cuando se vengan iniciativas plagadas de antipolítica y las mismas sean acompañadas por la gente.

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