Por: Javier Barbero

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Cuando decidís no planificar, lo que te rodea se vuelve incierto, las decisiones son más complejas, y dar un paso hacia la acción se vuelve más crítico que nunca. Cuando no tenés el control, tu mente pierde los nervios y te amenaza.

Realizar una elección mientras te encontrás en movimiento requiere instinto, valentía y vulnerabilidad.

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En la vida, el equilibrio siempre muestra la clave del bienestar emocional. Sin embargo, ese equilibrio no siempre es fácil de alcanzar y tenemos que trabajar para ajustar los ritmos internos.

No se trata de decir sí a todos los planes de última hora que te propongan, pero sí de aceptar aquellos que te motivan, no sólo por la actividad en sí misma, sino también por la compañía. Estos planes de última hora son fantásticos para romper la rutina y constituyen una alegría que se presenta en forma de regalo inesperado, como por ejemplo, cuando un amigo te llama por teléfono para darte una buena noticia e invitarte a celebrar.

La planificación es una habilidad importante en la vida porque sería un caos vivir al compás de la improvisación constante. Pero también puede desencadenar en una falta de libertad total cuando la persona se vuelve rígida e inflexible, y sufre ante el más mínimo imprevisto.

Podemos tener espacios libres para ser creativos, así como espacios planificados que nos organicen. Ambas dimensiones son fundamentales en el vivir.

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