Cristhian Tindel, Nación Media
El ganador de la edición número 48 del Petrobras Transchaco Rally visitó los estudios de GEN/Nación Media, charlando de la intimidad de su gran victoria en el Chaco paraguayo. El piloto del Team Naranja se emocionó recordando los principales pilares de una victoria que quedará para la historia grande del deporte motor nacional.
Agustín Alonso Zapag escribió su nombre el pasado domingo en la lista de ganadores de la prueba madre del Rally Nacional, siendo el número 27 en la historia de la misma. Sobre su preparación para esta prueba, el piloto del Team Naranja no solo enfatizó lo físico, sino también lo mental: “Esta fue una carrera en la que nos preparamos físicamente desde hace rato. Quemábamos casi 8.000 calorías por día, pero el cuerpo estaba listo. Esta carrera se gana en la previa desde todo sentido, en lo físico, en lo mental y por sobre todo en el trabajo en equipo”, empezó describiendo el piloto a Versus Arena, emitido por GEN, único programa de TV al que accedió a asistir el actual ganador del TCR.
Sobre la infraestructura que movió el equipo, Alonso no reparó en elogios a todos los que lo integran: “Aproximadamente 200 personas fueron parte de esto, que sienten la camiseta como nadie. En cuanto a lo material fueron cuatro aviones, doce camiones, un helicóptero que sobrevolaba sobre nosotros, además de setenta camionetas distribuidas en los primes. Esta carrera se gana en la previa. Además de todo esto, siempre nos mantuvimos en nuestra estrategia de estar siempre entre los tres primeros, eso ayudó mucho a lograr el resultado”.
El piloto del Team Naranja destacó la carrera lograda dentro del habitáculo con su navegante, el argentino Edgardo Galindo: “Nosotros con Galindo planeamos estar cerca, nos gustaba estar terceros porque al llegar al final de cada prime sabíamos dónde estábamos parados. Cuando tomamos la punta, sentí que tenía una hoja de tiro detrás mío y todos los tiroteaban, pero es parte de manejar la carrera y con Edgardo logramos ese objetivo”.
TRABAJO COLECTIVO
Para Alonso, cada integrante del equipo juega un papel preponderante. “Hay gente que fue gratis, que fue por amor a este equipo, por amor a la causa naranja, en Copetrol somos familia y eso nos ayudó mucho. Además tenemos el plus de tenerlo a Itor Galeano con nosotros, un dos veces ganador que esté sobrevolando encima dándote las referencias y marcando la estrategia es importante. Itor es mi padrino deportivo, aprendí a manejar mi primer auto de carreras con él y que él esté conmigo en este momento especial de mi carrera para mí significa mucho”, remarcó el piloto sobre la figura del experimentado Víctor “Itor” Galeano, piloto que le había dado al Team Naranja sus dos primeras victorias en el Chaco.
Alonso también destacó la fortaleza y el poder de convencimiento, ya que según él esta carrera se ganó en la previa: “El Chaco es una carrera sumamente compleja, siempre se corren riesgos por las características de sus caminos, es imposible mitigar todo. El hecho de no ser favorito ayudó. A pesar de que yo me puse un gran compromiso personal y con el equipo de convencernos de que ellos ya eran ganadores antes de largar el primer tramo, siempre se trabajó con profesionalismo y eso ayudó mucho. El equipo es fundamental, más aún en estas carreras en las que no solo se precisa de talento para ganar”.
EMOCIONES EXTREMAS
En el último tramo de la carrera, la experiencia de Galindo pesó mucho para manejar las emociones: “No podía soltar el embrague, se me entumece la pierna de los nervios. En ese momento Galindo con toda su experiencia me habla y me dice algo que me quedó marcado: “Olvidate de quién sos y de donde estás. Vos salí a acelerar pensando que estamos practicando para el próximo rally”. Eso marcó mucha diferencia en mí. Me ayudó a manejar las emociones, pero cuando hice la última derecha ya no me pude contener, pensaba en mi hijo de tres años que me esperaba, fue muy emotivo todo”.
Tras llegar al final en Campo 48, Alonso admitió que todo alrededor cambió para siempre: “Itor me decía antes que cuando gane el Rally del Chaco voy a entender la filosofía de la carrera, yo pensaba que estaba exagerando, que es un romántico nada más. Pero cuando me tocó, en esos primeros segundos, sentí un calor humano que nunca sentí. Es otra cosa y le tuve que dar la razón a Itor –admite entre risas– porque cambió mi vida, soy un ganador del Rally del Chaco, el Chaco me eligió y eso me cambia todo”.
Con el Chaco ya en el bolsillo y el momento eterno guardado en la retina, ahora el nuevo “elegido” quiere más: “Vamos por todo ahora al Nacional de Rally y al Sudamericano, queremos la triple corona para el equipo, tenemos un auto competitivo. Creo que el chasis del Volkswagen Polo GTI R5 es el mejor de la historia de la categoría y queremos aprovecharlo, no vamos a parar, hay más hambre y el equipo sigue firme para más desafíos”, sentenció el piloto tras lograr su mayor éxito deportivo en su emergente carrera.
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“La guerra del Chaco se está olvidando”
En este “Expresso” veraniego de GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al historiador Fabián Chamorro, con quien entre brindis abordan algunos mitos, curiosidades y enigmas de la historia paraguaya al tiempo que problematizan ciertos lugares comunes que han quedado impregnados en el imaginario colectivo.
Fotos: Emilio Bazán
ADS: Eso del hueso perdido es muy curioso, una primera pintura del ser paraguayo, con calidad, con prejuicio o como sea.
–FC: Gaspar Rodríguez de Francia le pide a un científico suizo que había sido tomado prisionero, que estuvo por la fuerza en Paraguay de 1818 a 1825 y fungía de médico de Francia. Este una vez le pidió una autopsia de un paraguayo, porque decía que al paraguayo le faltaba un hueso porque no le miraba a la cara cuando le hablaba. Francia lo que se olvidaba es que su gobierno a partir de 1820 fue mucho más duro que el principio de su dictadura y había un miedo.
–No faltaba un hueso, sobraba sumisión.
–Y esto rescata genialmente Helio Vera, que sí hace una radiografía del paraguayo. También rescata el trabajo de un sacerdote que trabajó muchos años en el interior, que decía que el paraguayo tenía tres defectos: ñembotavy, vaivai y mbarete.
–Francia, aparte de saberse superior, tenía todo el poder. Eso supone una inmensa soledad, ¿no?
–Sí, mucha soledad. De hecho, no se le conocen hijos a Francia más allá de que hay trabajos de historiadores muy importantes que por lo menos le atribuyen una hija. Y también hay dos que medio le hicieron sombra, que era Fernando de la Mora y Mariano Antonio Molas, que se alió a él en un momento.
–Paradójicamente es Augusto Roa Bastos el que nos lleva a conocer mejor con toda la fantasía que puede tener su texto, ¿no?
–Y es impresionante ese libro. Es un libro pesado. O sea, la forma en que redactó Roa Bastos. Es fantástica la forma, cómo lo describe a Francia. Evidentemente, se tomó la labor de conocer bien el personaje y rescata hasta al perro de Francia, que es un personaje importante para la obra. Y creo que quien quiere conocer a Francia, por más que muchos historiadores me van a criticar, lean “Yo el supremo”. Es un personaje que genera mucha división, pero no llega al extremo del mariscal López. Yo creo que lo que se le podría criticar a Francia, ya estamos hablando de 200 años prácticamente, es el hecho de no haber roto ese aislamiento en el que nos metió, yo creo que de manera adecuada, porque teníamos un problema muy grave con Buenos Aires, una guerra civil que nunca terminaba, peleas con Portugal.
–¿Esas peleas eran por los puertos, navegación, económicas?
–Las peleas de siempre. Eran también cuestiones territoriales que no estaban bien delimitadas en aquel momento, la libre circulación de los ríos. Y todo eso hizo que Francia tome la medida de cerrar el país, pero esa amenaza creo que se acabó por lo menos 15 años antes de que él se muera y eso le condenó a Paraguay a mucho atraso en la época.
–¿Cómo es que se armó esa selección de 1811? ¿Por qué funcionó tan bien ese equipo?
–Yo no sé si funcionó bien. Lo que ocurrió es que se dieron una serie de circunstancias. El que estaba armando el equipo era Fulgencio Yegros. Y cuando Bernardo de Velasco se dio cuenta, que era el último gobernador español en Paraguay, que estaba armando el equipo, le envió a Itapúa. En aquella época vos llegabas a Itapúa en tres días. Entonces, le envió bien lejos. Y eso también hizo que los muchachos, cuando apeligraba la independencia, tomaran la decisión de apurar el golpe y hacer una revolución que terminó siendo un golpe cuartelero. Y yo no sé si estaba bien armado el equipo, pero Yegros intentó hacerlo. Y de todas maneras, quienes toman el poder eran parte de ese equipo, especialmente Pedro Juan Caballero y Vicente Ignacio Iturbe.
EL NOVECENTISMO
–¿Me podrías hablar un poco del novecentismo?
–El novecentismo paraguayo es la generación intelectual más importante. Esa generación nace de la guerra. Niños de familias paraguayas en el sentido de que eran hijos de madre y el padre ausente. Del Paraguay profundo, del interior. Imagínate en Mbuyapey, Barrero Grande. Los Garay, héroes de la guerra del Chaco, ellos estaban en Pirayú. Fueron criados por los abuelos. Ellos tuvieron buenas notas en las escuelitas de sus pueblos y así se ganaron la beca del Colegio Nacional. Con el Colegio Nacional empieza a levantarse el Paraguay, que estaba destruido por la guerra. El Colegio Nacional fue la política social de Estado más importante de nuestro país. Y todos esos jóvenes que tuvieron la oportunidad de venir con esas becas nacieron en chacras. Prácticamente vivieron de la economía de subsistencia. Y vos le ves 30 años después siendo grandes intelectuales y presidentes de la República.
–Era el Paraguay sobreviviente de la guerra.
–Así mismo. Ahí tenés a Eligio Ayala, Eusebio Ayala, Blas Garay, Fulgencio R. Moreno, Manuel Domínguez, Ignacio A. Pane. O sea una generación que brilló en periodismo, sociología, poesía. En todo lo que a vos se te ocurra ellos eran buenos.
–¿Qué más podemos hablar del novecentismo al respecto de quiénes fueron?
–Y a mí lo que me llama la atención es que mucho del trabajo intelectual que ellos dejaron se fue opacando por culpa de la política. Casi todos se metieron en política. Cecilio Báez fue presidente de la República. Él tenía prácticamente la misma edad de ellos y él fue maestro de ellos. Era idolatrado por esa generación. Porque una persona que si vos leés sus artículos una pulcritud y una lucidez que algunas de sus teorías económicas vos podés aplicar tranquilamente hoy en día. Lo mismo Eligio Ayala.
–Cuando pasaba eso ¿ya habían terminado la universidad o salían del colegio?
–Algunos ni habían empezado la universidad. Manuel Gondra, quien escribió una convención fabulosa para evitar los conflictos entre países americanos, no terminó la facultad. Juan E. O’Leary no terminó la facultad. Algunos murieron muy jóvenes. Ignacio A. Pane muere a los 40 años. Ricardo Brugada también muere a los 40 años. La mitad eran colorados y la mitad liberales. Y había mucho respeto entre ellos. Trabajaban juntos. Emprendieron cuestiones juntos. Entendieron el país de otra manera. Lastimosamente les tocó un periodo muy inestable.
–Además estaban en una etapa fundacional de los partidos políticos.
–La consolidación de algunas figuras también. Por ahí estuvo Albino Jara, que de alguna manera tuvo amistad también con muchos de ellos.
–¿Albino Jara era solo eso que se describe con frecuencia?
–Yo creo que era más que eso. Pero se dejó ganar por lo impetuoso. Tenía otras virtudes. Una persona también que vino de abajo. Él vivía en una especie de inquilinato con Adolfo Riquelme, que era un intelectual muy importante de esa época. Fundador de la Liga Paraguaya de Fútbol y del periódico El Diario, que tuvo muy larga existencia. Se criaron juntos. Eran lustrabotas. Juntaban su plata para poder estudiar. Y llegaron a ser políticos muy importantes. Y lastimosamente se terminaron enfrentando por la impetuosidad de Albino Jara. Y el que termina muriendo ahí es Adolfo Riquelme, que termina fusilado luego en una revolución en la cual se enfrentan los dos. Así terminan dos amigos que comenzaron en un inquilinato teniendo sueños juntos y llegaron. Porque los dos eran poder en el momento en que se pelean. Los dos eran ministros del gobierno de aquella época.
LOPISMO-ANTILOPISMO
–¿Fue en esa época también en que se da la famosa polémica lopismo-antilopismo?
–Es un poco anterior. Pero en el momento en que se da la famosa polémica, el novecentismo gana fuerza porque ahí chocan justamente figuras del novecentismo. En este caso, el maestro Cecilio Báez y el alumno Juan E. O’Leary. Y a partir de ese choque empieza el discurso nacionalista que se va fortaleciendo con el tiempo. Tenía las de perder cuando empezó O’Leary. Tanto es así que él pierde su trabajo en el Colegio Nacional. Se fue a San Lorenzo a vivir porque necesitaba recursos económicos. Y para 1926, eso que había iniciado en 1902, había triunfado el discurso nacionalista. O sea, se dio vuelta completamente la situación. Y para 1936, Rafael Franco, presidente de la República, nombra héroe máximo sin ejemplar al mariscal López.
–Hablaste de la fundación de Olimpia y Cerro por ahí también, ¿no?
–Olimpia y Guaraní son clubes que nacieron de la elite económica. Y el Club Guaraní es una pelea entre dirigentes de Olimpia, se van y fundan otro club. Después Nacional es de una elite intelectual. Ellos fundan a partir del Colegio Nacional. La mayoría de esos chicos después terminan siendo grandes abogados, sobre todo. Y después ya empiezan a fundarse los clubes populares, que son de los barrios. Y entre esos clubes populares nace Cerro Porteño, que nace de sectores no voy a decir pobres, porque tampoco eran pobres, quizás una clase media baja y luego permeó a todos los sectores. El fútbol hasta la década de 1960 era una época donde Guaraní, Nacional, Libertad y Sol de América tenían una masa importante de seguidores. Y Cerro y Olimpia se disputan esa hegemonía a partir de la década del 50 quizás. Pero ya se hablaba de clásicos anteriormente.
–¿Es solo un mito o hay forma de encontrar documentalmente que Cerro combinaba los colores rojo y azul porque representaba un signo de unidad?
–Una de las fundadoras del club, Susana Núñez, une los dos colores porque ese año fue la revolución en la que muere Albino Jara. Y hubo un combate en la zona de Paraguarí, en cerro Porteño, el lugar donde se libró la batalla del 19 de enero de 1811, antes de nuestra independencia, el cerro Mba’e. Y en el cerro de los Porteños, en 1912, pelean tropas liberales combinadas con colorados contra tropas liberales de otro sector. Y Susana tenía parientes dentro de esos contingentes que estaban combatiendo, eso fue en mayo, cuando murió Albino Jara. Para octubre se funda el club. Entonces ella, tratando de olvidarse de esas rencillas, une los dos colores.
LA GUERRA OLVIDADA
–La guerra del Chaco es quizás una guerra bastante reflejada en obras que nos resistimos a leer siempre.
–Yo le llamo la guerra que se está olvidando, porque el 90 % de la producción de libros de historia tiene que ver con la guerra de la Triple Alianza.
–¿Por qué?
–Y porque es una guerra que destruyó al Paraguay. Y que hubo todo un discurso tratando de revalorizar al soldado paraguayo y después revalorizar la figura del mariscal Francisco Solano López.
–Porque hubo una guerra de relatos.
–Sí, hubo una guerra de relatos que no duró poco tiempo. En la guerra del Chaco, no. También hubo mucho discurso político. Pero era discurso político de partidos contra partidos. No estuvo en juego la existencia como nación, como sí ocurrió en la guerra de la Triple Alianza en la que Paraguay pierde más de la mitad de su población, donde pierde territorio y que alcanzó a la población civil. La guerra del Chaco no, que se disputó en un territorio inhóspito, lejos de las grandes poblaciones de Paraguay y las grandes poblaciones de Bolivia. Entonces es una guerra que, a pesar de que la mayoría de nosotros tenemos padres o abuelos que fueron combatientes, es una guerra que se está olvidando.
–¿Cuál es el relato que tiene históricamente Bolivia con relación a la guerra del Chaco?
–Nosotros tenemos relatos nacionalistas que instalan los gobiernos militares tanto en Bolivia como en Paraguay y después está un relato más científico. Pero para Bolivia ellos ganaron la guerra. Y vos tratás de entender. 150.000 kilómetros cuadrados le hizo retroceder el Ejército paraguayo. Y dicen “nos quedamos con el petróleo”. Pero Paraguay no quería quedarse con esa zona, ya que estaba encima del río que nosotros decíamos que era nuestro límite histórico. Bolivia, ese territorio que le hicimos retroceder, ya había ocupado desde 1905 para adelante.
–¿Cuáles son algunos mitos de la guerra del Chaco?
–La indefensión del Chaco, por ejemplo. Vos no podías sacar en los periódicos “nos estamos armando, nos estamos preparando, compramos armas”. Y eso fue un mito que lastimosamente después lo usan políticamente primero el partido que hoy llamamos Febrerista. Y después, por supuesto, el Partido Colorado agarra también porque los que gobernaron durante la guerra fueron liberales. Hay que decir también que la victoria paraguaya del Chaco fue una victoria colectiva. Todos los paraguayos participaron. Y José Félix Estigarribia tuvo tan buen tino que a políticos hegemónicos colorados muy importantes les dio visibilidad y les dio espacio en ese ejército. La inteligencia paraguaya la manejaba Tomás Romero Pereira. Un referente del Partido Colorado. O’Leary fue llevado al Chaco. Estigarriba entendió que esta era una guerra de todos. El hijo de Bernardino Caballero fue uno de los héroes en Nanawa.
–¿Algún otro mito?
–El relato político trató de manchar eso con el tema de la indefensión. Los dos barcos, el Paraguay y el Humaitá, eran los barcos para guerra en el río más modernos de aquella época. Y llegaron en mayo de 1931. Y eso fue una fiesta. O sea, evidentemente se estaba preparando. Igual después ocurrieron hechos lamentables, como fue lo del 23 de octubre, donde se terminó asesinando a jóvenes que fueron a manifestarse contra esa indefensión del Chaco. Después está el mito de la entrega. Paraguay llegó a tres tratados con Bolivia en el siglo XIX y a un protocolo en el siglo XX. Si ustedes ven los mapas de esos tres tratados, de 1879, 1887 y creo que 1894, 95, en todos Paraguay cedía mucho más Chaco del que hoy tenemos. En ninguno de esos tratados se metieron documentos. Todo era transacción. Si ustedes ven lo que es hoy nuestro Chaco en comparación con esos mapas, nosotros ganamos muchísimo territorio. Entonces, no hubo tal entrega. Se hizo lo que se tenía que hacer en la mesa de negociaciones. Se llegó a un acuerdo cuando se tenía que llegar. ¿Qué nos esperaba si la guerra continuaba? Bolivia tenía una población tres veces más grande que la de Paraguay, que estaba al límite de sus recursos. Los bolivianos podían levantar tres ejércitos más sin ningún problema. De hecho, en la última etapa de la guerra, ellos tenían como 50.000 hombres. Nosotros teníamos 15.000. Entonces, llegamos a la paz cuando teníamos que llegar, porque si continuábamos eso podía ser catastrófico para Paraguay.
LOS NAZIS EN PARAGUAY
–Hablemos de los nazis en Paraguay. ¿Qué de mito y qué de realidad hay al respecto?
–Llegaron muchos. Primero hay que decir que en Paraguay había una comunidad alemana muy grande, de alemanes y de descendientes, en varios lugares del país, Independencia, San Bernardino, lo que hoy conocemos como las Colonias Unidas de Itapúa. También había importantes núcleos entre los menonitas. O sea, teníamos dispersos en el país comunidades alemanas muy importantes. La mayoría de ellos se habían unido al discurso nazi. Hay que entender que esta gente se unió a un discurso que estaba muy lejos de aquí. Ellos quizás lo hicieron por el hecho de sentirse todavía parte de Alemania. El primer partido nazi fuera de Alemania que se reconoce es el Partido Nazi Paraguayo, que se crea en lo que era la Colonia Independencia en el Guairá en 1929. Después eso va floreciendo. En Hohenau, en Cambyretá, cerca de Encarnación, el Colegio Alemán tenía las esvásticas. Se festejaban los cumpleaños de Hitler. Los militares paraguayos estaban enamorados del nazismo, menos Estigarribia. ¿Y por qué? Los uniformes, los grandes desfiles, todo el marketing que vendió el nazismo, eso querían.
–Y además era una especie de paradigma del ave fénix, del renacimiento.
–Todo eso le gustaba a la gente, evidentemente. Y permeó en parte la sociedad paraguaya, que fue antisemita. La Iglesia católica paraguaya fue muy antisemita también. Políticos paraguayos ya por el año 1936, 1937 trataban de hacer leyes para evitar que entren judíos. Cuando se dieron cuenta de que iban a tener algún tipo de problema con las comunidades, entonces adecuaron algunas leyes como para evitar que entren masivamente. Pero hay que decir que igual entraron.
–En términos de los enclaves pronazis que había, Paraguay no era un territorio muy hospitalario para los judíos.
–No, para nada. En ese contexto, cuando Paraguay adhiere a la guerra, era un apéndice de Brasil. Y Brasil era la potencia regional más importante unida a Estados Unidos. ¿Por qué? Porque Argentina siempre estuvo más neutral durante la Segunda Guerra Mundial, pero Brasil adhería automáticamente a Estados Unidos. Cuando ocurre lo de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, se realiza una conferencia de cancilleres en Río de Janeiro y en esa conferencia Estados Unidos le obliga a sus aliados a que rompan relaciones con el Eje. Y eso ocurre con Paraguay en 1942. Y a partir de ahí, nunca hubo persecución en Paraguay. Acá el hecho más violento que hubo contra los alemanes fue cuando se declara la guerra a Alemania tres meses antes de que termine la guerra, se saqueó la legación alemana. Pero cuando termina la guerra, comienza la famosa ruta de las ratas que le llaman, que era la ruta que unía los sectores de Europa hasta llegar a los puertos de Italia para huir para esta zona. Increíblemente los pasaportes eran dados por la Cruz Roja y validados por el Vaticano. Y como para ellos era imposible determinar quién era nazi y quién no, así Josef Mengele adquirió su pasaporte.
–Era un caso paradójicamente humanitario.
–Ellos salieron así y todos se radicaron primero en Buenos Aires. Acá llegan contingentes de soldados de la SS, que son los soldados más fanáticos del nazismo. Y muchos se convirtieron en florecientes empresarios en Paraguay. Tuvieron hoteles, pero ellos no habían cometido crímenes de guerra. Los dos más importantes, por supuesto que probablemente hayan llegado otros más. Los dos más importantes que cometieron crímenes de guerra y que estaban siendo perseguidos por la Mossad también ya en aquella época, por los cazadores de nazis, fueron Josef Mengele y Eduard Roshman.
CONTACTOS
–Hablemos primero de Mengele.
–Mengele llega primero a Buenos Aires porque quien facilita la llegada de los nazis a esta región sudamericana es Juan Domingo Perón, quien les da la bienvenida y el que articulaba todo, a través de Perón, era el aviador Hans Rudel, que era un héroe de guerra muy respetado por los aliados también. Entonces, él viene a vivir a Buenos Aires cuando sabe de una comunidad muy importante de alemanes y él es el que facilita la entrada de los nazis. Y así ocurrió con Mengele. Hans Rudel es el que le abre el comercio allí en Buenos Aires y cuando comienzan a aparecer estos grupos que van secuestrando jerarcas nazis, entonces le dice Rudel, que tenía muy buena relación con Alfredo Stroessner, “andá a vivir a Paraguay”.
Y con tanta impunidad los dos primeros meses que llega a Paraguay reside en donde hoy es la Cancillería Nacional, que era un hotel, con su nombre y su apellido sin ningún problema. Mengele y su familia se dedicaban a la venta de vehículos para temas agrícolas y recorrió todo el país. Entonces vas a conocer muchos relatos de gente que le vio a Mengele en alguna parte del país y así vivió un tiempo en Altos.
–¿Y nunca más ejerció su profesión de médico?
–Se dice que le curó al hijo de un héroe de la guerra del Chaco, que es uno de los que le termina reconociendo para que él saque cédula paraguaya. Creo que es el único relato que tenemos así de ese tipo, pero él se dedicó al tema de la venta. Vivió mucho tiempo en la casa un soldado de la SS en Hohenau de nombre Alban Krug y allí tuvo más vida social porque casi todos eran alemanes, casi todos hablaban también alemán y después cuando lo tratan de secuestrar él comienza a ver qué podía hacer para irse, pero él tenía su cédula paraguaya con el nombre de José Mengele con su foto. Él saca la ciudadanía paraguaya y uno de los que sale como testigo es este héroe de la guerra del Chaco. Había un alemán que era dueño de la Ferretería Alemana, que era el que recibía a la gente acá y le daba los recursos para que se vayan moviendo. Y después se va a Brasil allá por 1967 o 69 y se pierde. Se pierde 11 años. Él muere en el 79 ahogado en Sao Paulo en una localidad lejana de la ciudad y reconocen su cuerpo recién allá por la década de 1990. Entonces viene una cazadora de nazis acá con carteles “No mientas Stroessner”, “Sé que vos sabés dónde vive Mengele”, “Dejá de proteger a Mengele”.
Mengele ya había muerto hace años. Cuando una delegación de una cadena europea que vino detrás de la mujer se enteró de la historia de la casa donde vivió Mengele, se fueron a Hohenau y Krug le dice “déjenle en paz, él ya murió”. Entonces él es el que les cuenta que murió en Brasil, no sé si les cuenta el lugar, pero él sabía perfectamente porque él fue su cuidador durante el tiempo que vivió en Hohenau.
–¿Y el caso de Eduard Roschmann?
–Es más increíble aún. Él se tuvo que escapar de Argentina, donde vivió con otro nombre. Él fue operario de una empresa automovilística, de ensambles de piezas, tranquilamente, hasta que en la década de 1970 salió la famosa película, primero el libro sobre Odesa. ¿Y quién era el personaje? Eduard Roschmann. Él se había escapado y hace el camino de las ratas y llega a Buenos Aires y vivió tranquilo hasta que salió esta película, que le hace tan famoso que los servicios secretos le comenzaron a buscar.
Y en Argentina le apresan por bígamo. Ni siquiera porque era un jerarca nazi. Cuando se enteran quién era, la misma policía le ayuda a escapar. Y él entra a Paraguay, donde vivió muy poco tiempo en una pensión en el centro. Todos hablaban muy bien de él, que era muy buena persona. Le agarra un infarto. Dicen que él desaparecía todo el día con un maletín. ¿Qué hizo el tipo? Se evantó un día, se fue de Clínicas de Sajonia hasta el inquilinato y nadie sabe dónde llevó su maletín ni qué tenía. Después se va y se interna otra vez. Muere dos o tres días después. Entonces ahí se pierde la documentación.
Deja un papel donde dice que, en caso de que se muera, llamar a fulana en Acassuso, en Argentina, donde él vivía.
–¿Por qué persistió por tanto tiempo el mito de Adolf Hitler en América y hasta en Paraguay?
–Eso es parte de un relato fantasioso que empieza ya por la década de 1960, cuando a Hitler le comienzan a ganar en todas partes. Los rusos son los que tomaron el búnker. Ellos tomaron las piezas. O sea, los cuerpos que encontraron ahí. Creo que se hicieron también autopsias por la década del 90 o 2000 que arrojaron que era él. Pero bueno, la fantasía ya creció y algunos autores ya comenzaron a escribir sobre dónde estaba, que estaba en el Gran Hotel del Paraguay. Es todo un mito. Cuando Hitler muere, él ya estaba destruido en todos los sentidos y cuánto tiempo más iba a vivir en esas condiciones? ¿Y dónde? ¿Cómo?
–Además era imposible que cruzara el Atlántico en un submarino.
–Un tipo perfectamente reconocible por todo el mundo. Una foto que sí todo el mundo vio. O sea, Mengele y Roschmann eran tipos que para el 90 % de la población del mundo eran desconocidos por el tema que no había fotos. Pero Hitler era una figura que aparecía en todos lados. Vos podés ver los periódicos paraguayos de la década de 1930. A partir de 1933 vos ves cada mes por lo menos una foto de Hitler.
CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
–¿Es cierto que hubo un campo de concentración en Paraguay en los tiempos de Higinio Morínigo?
–Sí. Hubo un campo de concentración en el kilómetro 180, que es donde terminaba la vía del tren en el Chaco. Cuando empieza la guerra del Chaco, los soldados iban de esta manera. Salían del puerto de Asunción en los cañoneros e iban hasta Puerto Casado, que se hacía 16 horas lo mínimo y 24 horas lo máximo. Y te bajabas en Puerto Casado, donde se tomaba un tren que te llevaba 145 kilómetros al corazón del Chaco para llegar hasta Isla Po’i. Durante la guerra, el Ejército siguió construyendo justamente para que sea menos la caminata o el trecho que había que hacer por camión por el tema de los soldados y que eran destruidos.
Entonces, seguía la vía del tren, que casi llega al kilómetro 180. Y ahí Morínigo instala su campo de concentración. Se crea la Denapro (Departamento Nacional de Prensa y Propaganda) en 1942, que era una especie de Gestapo. Le vigilaba a todo el mundo, controlaba todo. Censura para todo. Todo lo que entraba a Paraguay, revistas, diarios, cartas pasaba todo por la Denapro. Y toda esa enseñanza viene de Brasil y Brasil de ¿quién aprende?, de Estados Unidos. En 1944 hubo una manifestación grande en la entonces Facultad de Medicina que terminó en una represión muy grande.
Entonces se plegaron obreros. Y esos fueron los primeros en llegar al campo de concentración. Muchos mueren ahí. Según el relato de los sobrevivientes, su alimento en el día era cocido. Le daban tres o cuatro veces agua para que tomen. Si querían lavarse, tenían que usar el agua para tomar.
–¿Cómo se hizo público?
Un estudiante de medicina se escapa del campo de concentración, llega a Formosa y de ahí se va a Montevideo y denuncia. El País de Montevideo es el que empieza una campaña contra Morínigo por el tema de los campos de concentración. Y justo en Uruguay estaba como embajador Natalicio González, que en esa época adhería a Morínigo.
Natalicio le defiende a Morínigo. Un periodista de El País le dice “yo me quiero ir”. Como la sociedad paraguaya era pequeña, él sabe dónde ir a preguntar. Por supuesto, a grupos que estuvieron metidos en esa represión y da con los campos de concentración. Según el relato que él cuenta en El País, había tres campos en esa zona. Y la mayoría moría por las penurias porque ellos hacían trabajos forzados en el mantenimiento y ampliación de la trocha del tren.
Increíblemente, durante la revolución del 47 ese campo de concentración es usado por los revolucionarios, que fueron los liberales, el febrerismo y el comunismo. O sea, todas las fuerzas contra el Partido Colorado. Y como ellos toman Concepción, le apresan a todos los colorados y le envían a ese campo de concentración. Eso sí, no le hacen realizar trabajos forzados. Pero ahí fueron confinados. No sé si te suena el nombre de Darío Gómez Serrato.
–Sí. Un gran poeta.
–Un poeta. Él era el vigilante. Sí, porque él era febrerista. Él había sido colorado cuando empieza la revolución de Franco, pero luego adhiere a Franco. Y como era un febrerista convencido, fanático, él se encargaba de vigilarle a los colorados en el kilómetro 180.
–Poeta y vigilante.
–Y Stroessner le perdona. Eso también hay que decir. Después de la revolución del 47, por supuesto ocurren más cosas. Cuando viene Stroessner, le va perdonando a algunos de ellos. De hecho a Franco mismo, que le permite volver al país. Y lo mismo pasó con Darío Gómez Serrato, que después comienza su producción y nadie se acordó de su pasado de vigilante en un campo de concentración.
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Majo Cabrera: “Debemos hacer alianzas para crecer más rápido”
En esta edición del programa “Expresso”, emitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a Majo Cabrera, una joven actriz que adquirió notoriedad nacional e internacional por su participación protagónica en una megaproducción con los afamados actores Robert de Niro y Luis Brandoni. Además de relatar su experiencia en la serie, habla de sus inicios y reflexiona sobre el presente de la producción escénica y audiovisual paraguaya.
Fotos: Eduardo Velázquez
ADS: No quería empezar con el lugar común de preguntarte sobre la película de este año en que tuviste la posibilidad de tener en dos metros cuadrados a Luis Brandoni y a Robert de Niro, pero es imposible. ¿Cuándo fue que te llamaron por teléfono y te dijeron “hay un plan”?
–MC: Acá en Paraguay se hizo un casting exclusivamente para el personaje de Antonia que estaba a cargo de Diego Maldonado, que es marido de Lucía Sapena. Ella es mi primer contacto. Estábamos grabando en República Dominicana, cuando eso yo tuve una participación en esta serie “Sin límites” sobre la primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Sebastián Elcano. Tengo una entrevista con Lucía Sapena y me dice que hay un casting muy importante que ella me iba a sugerir y ahí es donde me llama Diego y me empieza a explicar que hay un personaje que es una chica humilde, con rasgos paraguayos. Me explica todo sobre el personaje y me dice es muy importante a nivel Latam, más que eso nada. Él sí sabía porque él tiene una amistad con Mariano Cohn, uno de mis directores. Entonces él sabía la magnitud de lo que es trabajar con esta dupla de directores y entonces él me dice que es un personaje muy importante.
–Igual te mintió un poquito porque rebasaba Latam.
–Al final creo que no dimensionábamos qué iba a pasar y voy al casting. Me encuentro con un montón de colegas. Como siempre digo, toda la paraguayada se fue a hacer el casting, que suelen ser súper frustrantes a veces.
–¿Por qué?
–Porque primero te encontrás con otras 10 personas reparecidas porque llaman a personas con las mismas características normalmente. Entonces es como casi imposible. Esa parte difícil de la competencia por el hecho de encontrarte con pares que están buscando lo mismo y yo les admiro un montón y reconozco su trabajo. Siempre uno dice “no me van a llamar”. Salí de ese casting y traté de olvidar por completo porque también estaba haciendo un protagónico en Corrientes. Fue mi primer trabajo en territorio argentino y era una coproducción de parte de Paraguay fuimos con Gabriela Sabaté un elenco muy lindo también de Paraguay y la historia también es muy linda. “Una sola primavera” se llama nuestra película y estando allá creo que era un fin de jornada de rodaje. Estábamos en plena escena cuando recibo la llamada de Diego y me dice él “Majo, quedaste con el papel”. Eso ya es muy lindo, pero que me diga vas a ser coprotagonista con Luis Brandoni y casi me dio un patatús.
–¿Pero en el casting planteaban textos genéricos o tenía que ver con la película?
–Ya tenía que ver. Nosotros tuvimos un guion realmente maravilloso, exquisito, que tuvo sus procesos como todos los guiones. El que me llegó a mí ya estaba completo, pero igual se fue modificando otra vez en el transcurso de la serie. En el casting hice la presentación esta que dice “señor Manuel. Hola, soy Antonia”.
NATURALIDAD
–Muchos paraguayos actúan de paraguayos, pero a vos te salió muy naturalmente el paraguayo.
–Eso fue muy valorado también. Yo soy del interior y eso es lo que me permite jugar un poco con este castellano bien paraguayo pero neutro a la vez porque no es ni asunceno ni jopara ni el popular sobreactuado de cómo habla la gente popularmente. Entonces quedé en eso y para mí era importantísimo afianzarme en ese acento porque me decían los directores “este personaje es paraguayo, pero se va a exportar al mundo”. O sea que toda Latinoamérica tiene que reconocer y sentirse representada. También es un lugar muy importante para mí.
–Entonces te llegaron los guiones y empezaste a trabajar en la idea.
–El momento triunfal para mí está cuando hago mi prueba final, que en realidad para ellos era como la primera lectura de guion. Para mí era la prueba final, la definitiva y viajé a Buenos Aires y ahí tengo mi primer encuentro con los directores primero, que ya me estaban esperando ahí. Para mí era un lujo tremendo. Cuando voy me reciben ellos y yo ya sentía como familiar el ambiente y después llegó Beto y ya llegó hablando de política, porque él es un ser súper político. Yo siento que ese es su motor y que eso le empuja todos los días.
–Encima un político cascarrabias.
–Un poco su personaje le representa. Llego, me paro y nos saludamos. Yo sentí que fue todo natural, ya que nada se forzó. Fue instantáneo y en nuestra primera lectura estábamos todos, incluso estaba el guionista. Estábamos sentados y empezamos la lectura y eso fue muy divertido y eso fluía de una manera que me miraron y me hicieron así como “estás adentro” y eso fue maravilloso. Ahí sacan la carpeta de cuál iba a ser el cast de actores.
SORPRESA
–¿Todavía no sabías de la otra sorpresa?
–Sacan la carpeta y van pasando los personajes. Estaba Beto en primer lugar, después iba mi foto y después gira la página y estaba la foto de Robert de Niro. Y ahí me dicen “estamos tratando de traer a De Niro para que haga el personaje de Vincent Parisi” y me dio un ataque de risa.
–Además tienen una amistad de muchos años.
–Es muy genial porque ellos se miran y tienen tanta expresividad en su mirada porque así se comunican, se dicen dos o tres palabritas. Hermoso.
–Hablame de esa experiencia con De Niro por favor.
–Y con De Niro me pasó esto mismo que me pasó con Brandoni. Cuando llegó, yo tenía miedo, ya tenía miedo con Beto, porque decía que por ahí no le caigo bien o qué sé yo. Este mismo miedo tenía con De Niro y decía “este no me va ni a hablar”. No me presentaron el primer día, que fue muy fugaz nuestro encuentro porque ellos estaban trabajando y venían con 12 horas de jornadas diarias y tuvimos mi primera escena, era en el auto donde les llevo hasta el lugar donde va a ser la presentación del libro y era un ratito y ya al día siguiente empezaban mis escenas fuertes y en este primer encuentro el saludo era súper amable. En el auto al lado le tenía a Beto y me hacía algo como “estamos bien nena” y ahí miraba el retrovisor y le veía a De Niro. No podía creer, giraba a verle y estaba ahí efectivamente y ahí miraba el retrovisor y le veía a De Niro. Para mí fue impresionante ese primer día. Me quedé como alucinada y por suerte ya ahí fue donde me contuve porque una de las exigencias de Bob, para empezar le llamábamos todos así en el set, era que se le trate como una persona normal. O sea, no quería saber nada de que se le trate como una estrella.
–¿Qué hiciste para conversar con él?
–La suerte que tuve es que yo estaba pensando al día siguiente cuando entramos ya al set y ya teníamos escenas más largas. Yo decía “qué le voy a decir”. O sea, cómo me acerco y lo lindo es que se acercó él primero. Entre toma y toma me pregunta si era realmente yo paraguaya, porque como él había venido a grabar “La misión” no solo sabe dónde estamos en el mapa, sino que realmente sabe mucho sobre la historia guaraní. Así que me pregunta si realmente soy paraguaya y si realmente hablo guaraní. Y ahí arrancamos. Ahí no le dejé un segundo. Entonces, él sabía muy bien y empezamos hablando de eso. Claro que hablamos de todo. Le pregunté ciertas cosas de la actuación. Por ejemplo, le observé muchísimo. Había algo que me llamó mucho la atención. Que cuando él alza su equipaje y todo, empieza a medir el peso. Y decía “más peso, menos peso”. Pedía como que le cambien los pesos y yo decía “qué oficio. Hasta la actuación del brazo tiene que estar natural”. El hecho de observarle simplemente era muchísimo conocimiento para mí.
PROFESIONALISMO
–No dejo de pensar en lo afortunada que sos realmente, aunque son todos méritos tuyos. ¿Cómo resolvés mentalmente este tema?
–Para las escenas, para el trabajo, tuve que ponerme en mi lado más profesional y desde ahí hacer todo. No solamente era actuar, sino que comportarme. Le tenía que achicar hasta decir es un colega, es mi compañero de escena y punto, ¿verdad? Y también porque le veía a todo el mundo. No era mi ídolo del cine nomás. Y más en un set donde todos están trabajando para el cine. Es como que estaban trabajando para su exponente máximo. Y se notaba que incluso a mis directores de repente les veía que estaban así casi aguantando el modo cholulo también. Es más, ellos dijeron en una de sus entrevistas “dejamos el monitor y nos pusimos a disfrutar”. Y me pasó eso que tuve que anular ese tipo de emociones para poder trabajar con él. Es algo extraordinario lo que me pasó. Yo siempre digo que la pelotita de la suerte cayó en mi casillero. Ahora, si me preguntás qué yo puedo aconsejar, es como que tengan la preparación o que se preparen constantemente porque si te llega algo así, tenés que tirar toda la carne al asador. Y ahí sí considero que es un mérito mío.
–Y ahora hablemos de Beto Brandoni. Hablemos primero de lo que es como actor.
–Mirá, yo no encontré mucha diferencia entre De Niro y Brandoni. Mirá que Beto tiene tantos años de carrera que él ya ni se acuerda. Porque a veces le decíamos “estuviste en tal producción”. Y él decía “ah, sí, ya me olvidé”. Tiene más de 100 trabajos audiovisuales y después está en lo teatral, que tiene una carrera tan vasta este señor. Es una eminencia realmente. Y yo tuve la suerte de decirle todos los días a la muchacha que lo miraba.
–Es un tipo que está todo el día parado en un teatro, ¿no?
–Parado, se tira. Es increíble. Cumplió 83 o 84 años, no estoy muy segura, pero un vigor que es como que nos dice “todavía no me voy a retirar”.
–¿Qué te pasó con él? ¿Qué te parece inolvidable en esa relación actoral?
–Lo lindo de él es que Beto no tuvo ningún tipo de recelo sobre sus conocimientos conmigo. Él en todo momento compartió, nosotros compartimos muchísimo, entre toma y toma. Es más, él me dibujó todo a Buenos Aires desde su infancia hasta sus épocas de mozo y ya su adultez. Un señor muy milonguero, que le gusta el tango. Muy Buenos Aires. El más porteño probablemente de todos los porteños.
–El otro día me pareció fantástico verte en una entrevista en la que alguien te mencionaba el tema guaranítico dentro de la serie y vos respondías “sí, pero es muy Buenos Aires la serie”.
–Totalmente porteña. Y ahí es donde entramos los paraguayos. Los paraguayos formamos parte de ese ecosistema hace muchos años. Y claro, hoy están las nuevas generaciones que ya son hijos de paraguayos, que ya tienen otras profesiones y demás. El guaraní está muy presente y vivo en las callas de Buenos Aires.
NUEVOS TIEMPOS
–¿Notaste un nuevo tiempo que se está inaugurando con la presencia de paraguayos en el cine y la televisión?
–Yo creo que a partir de ahora hay como otra visión también hacia nosotros los paraguayos. Nos pasó a nosotros en el set mismo, que decían que los paraguayos hoy están ocupando puestos en la salud, médicos, psicólogos en todas las ramas hoy están los paraguayos presentes y hoy ellos también empiezan a ver que nos estamos liberando un poco del estereotipo.
–¿Te imaginaste alguna vez que una serie iba a girar casi sobre tus hombros y cerquita de tu hombro porque sos el elemento que hace el cambio de clima en la serie?
–Yo siempre fui muy soñadora. Desde chica siempre estuve entre los árboles de público imaginándome quién sabe qué escena y siempre tuve estas ganas de formar parte de una producción así y a medida que iban pasando los años eso se fue afianzando en mí, pero ya casi como un llamado de la selva digamos y la loba salió a responder el llamado.
–Cuando decís entre los árboles de público, yo me imagino en Sapucai algún teatro al aire libre.
–Al fondo de mi casa mi papá cultivó un montón de árboles y tenemos como un bosquecito, que era mi sala de juegos. Así que ahí tuve mis primeras escenas y mis primeros personajes se crearon en ese lugar.
–¿Qué recordás del inicio? ¿Cuándo fue que dijiste “me gusta el camino de la actuación”.
–Para empezar mi primera educación en mi jardín de infantes fue en una escuela que nos enseñaban mucho sobre yoga, meditación y todo eso. En vez de amasar plastilina íbamos hasta el arroyito, primero a agradecer y a reconocer toda la vida que había ahí y después a sacar las arcillas de ahí. Y de chica aprendí a hacer mucha introspección. La verdad que pude mirar mucho hacia adentro desde chica porque hacíamos meditación y todo. Recuerdo mi primera meditación. Aún tengo muy presente eso. Y después, ya mi otro acercamiento a la escena fue con la danza popular paraguaya cuando era muy chica, que ya sabía que me pasaban cosas con la escena. Y luego ya en la adolescencia llega un proyecto hasta mi ciudad, gracias también por medio de mi tía, que tenía contacto con la gente del teatro. Ya habían ido en el 98 y quedaron muy amigos. Y luego vuelven con este proyecto, que es el Festival Nacional de Teatro Juvenil. De este semillero salimos un par, entre ellos Celso Franco, por ejemplo, que salió para “Siete Cajas” también. Hicimos una cuestión de teatro itinerante. Vinimos a presentarnos incluso en Asunción, en el Juan de Salazar.
–¿Quiénes fueron tus maestros?
–Mi primera educación dentro de la interpretación actoral fue con grandes maestros de Asunción, entre ellos Julio Saldaña y Líber Fernández, que hoy ya no están con nosotros, pero que realmente ellos también cava- ron un poco dentro de mi mente. Y esto me permitió primero reconocer que mi pasión estaba en la creación de personajes y en la interpretación, y luego en la escena. De ahí ya sabía exactamente dónde estaba mi pasión, mi vocación y qué era lo que movía mis raíces. Pero luego terminé el colegio y tuve que empezar una carrera “seria”. No tan hippie.
–¿Qué carrera fue?
–Arquitectura. Empecé en la Nacional. Estuve ahí como tres años y medio. Estuve completamente alejada del teatro, pero luego de ver una obra de teatro eso fue suficiente para que se me incendie todo lo que tenía dentro. Y ahí fue donde decido dejar la carrera y volver a la actuación. Y ahí una vez que arranco con mi carrera actoral, arranca también mi carrera profesional al mismo tiempo. “Gracias Gauchito” fue mi primer trabajo en cine. Y también ya mi primera obra de teatro profesional que estrenamos en el Teatro Municipal. Yo estaba perdida todavía en la escena en ese inmenso teatro. Tuve después otras experiencias que ya me hicieron estar mejor parada en la escena. Después lo mismo en audio- visual. Fui también creciendo de a poquito. Y tuve incluso un reconocimiento a Mejor
Actriz en el Festival de Som- bras por un cortometraje que se llama “La maldición”, de Claudia Espínola. Fui como creciendo en ese sentido. Y ya después empezó una seguidilla de trabajos que me tiraron hasta aquí.
LO QUE SIGUE
–¿Cómo sigue tu carrera? ¿Por dónde continuás o estás todavía en una etapa de pausa?
–Estuve en esa etapa y más para asimilar todo y ver cuál era el impacto que generaba, pero ya ahora estamos reactivando. Y ya lo dije antes, pero esto sí lo vuelvo a repetir. Realmente el trabajo que hice con los directores fue muy lindo. O sea, trabajamos muy bien. Ellos me permitieron en todo momento entrar y afianzarme. Me dieron muchas posibilidades. Y esto también a mí me premió con el hecho de que ellos también me consideren y esté dentro del equipo. Y hoy tenemos ya proyectos para adelante. Tenemos que sentarnos a analizar qué pasa después del estreno, cuál es el impacto y cómo seguimos, si es que seguimos todo eso todavía.
–¿Qué aprendiste genéricamente del cine argentino?
–Y lo increíble que tienen ellos es que están totalmente organizados. O sea, están sin- dicalizados, tienen todo en orden, sus leyes, los derechos de los actores. Tienen tantos años ya de trabajo. O sea, el cine argentino es de los pioneros de la región y es referencia a nivel mundial. O sea, allá también me suelen preguntar si tenía ganas yo de ir. Y por supuesto. Y más porque me parece que cuando nosotros vamos ganando espacio, también estamos ganando espacio para Paraguay. Porque eso también nos da como una visibilidad enorme a los acto- res y a los técnicos. Que para mí, y donde puedo lo digo, yo creo que a nivel técnico estamos para trabajar en la megaproducción que se nos ponga.
–Hay actores paraguayos trabajando en Argentina y en otras partes, pero nos faltan más películas, ¿no?
–Tal cual. Nos faltan más producciones. Y yo siempre digo, si conseguimos estas alianzas, si conseguimos seguir saliendo y haciendo coproducciones, nosotros vamos a crecer y nos vamos a afianzar a nivel regional. Porque definitivamente también si trabajamos solos se nos va a hacer más lento el trabajo. Y si nos agarramos de ellos, que ya están caminando, proba- blemente nos van a estirar y va a ser mucho más rápido el crecimiento. Esto a mí me dio muchísima esperanza porque pienso que vamos a estirarles a ellos a que vengan y desde acá estiramos todos juntos.
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Jorge Mendelzon: “Busco inyectarle ánimo a la gente para ir hacia adelante”
En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al empresario Jorge Mendelzon, autor del libro “La sabiduría del dolor”, en el que narra la experiencia de cómo una lesión deportiva se convirtió en una penosa enfermedad de casi tres décadas que requirió 24 intervenciones quirúrgicas. El objetivo del autor, según cuenta, es ofrecer un testimonio de vida y un mensaje de aliento a las personas que están pasando por momentos difíciles para no decaer y seguir luchando.
Fotos: Eduardo Velázquez
–ADS: ¿Cuántas veces te despertaste pensando que era solo una pesadilla y que al despertarte eso iba a pasar?
–JM: Esto me hizo vivir demasiadas pesadillas. Esta enfermedad fue demasiado larga. Yo arranqué esto con solo 29 años. A esa edad que vos creés que te llevás el mundo por delante, que los temas de la salud no son temas que se tocan en la mesa. Y realmente luché demasiado tiempo por la no aceptación, porque no aceptaba lo que me ocurría. Tenía hasta delirios porque no podía digerir lo que me había pasado. Realmente me cansé de lamentarme. Y fueron años, no quiero decir perdidos, porque no es que los dejé de vivir, pero realmente hoy me siento muy bien, muy contento con el problema, conviviendo con él. Pero efectivamente es muy difícil aceptar las situaciones para los seres humanos.
–¿Cuándo fue la primera vez que te encontraste con este “amigo” que te acompañaría en todo este tiempo como es el dolor?
–Realmente yo empecé esto desde la misma lesión. Yo tenía solo 29 años. Estaba jugando un divertidísimo partido de pádel con familiares y tuve una corrida, me pegué un tropezón y ya nunca más pude volver a una cancha. Se me inflamó la rodilla, me ayudaron a salir porque no podía pisar. Yo siempre estaba en ese momento que era una lesión deportiva, como cualquier persona tiene, una más fuerte, otra más suave. Yo estaba de vacaciones. No me quise ni hacer ver en el extranjero, no me parecía relevante y empecé de vuelta en Asunción con consultas médicas, una cirugía para corregir el menisco, que aparentemente ese nomás era el problema, y así arranca una pesadilla muy larga que realmente nunca se terminó.
–¿Cuántas cirugías tuviste?
–Yo tuve 24 cirugías, por supuesto no todas grandes, tuve 24 cirugías en la rodilla siempre producto del mismo problema y siempre pensando que la última que tenía iba a ser la última, que iba a ser la solución.
–¿Qué hacías en ese tiempo en lo laboral?
–Yo trabajaba en todo lo que sea comercial. Tenía una vida sumamente activa. Era muy inquieto. Y lógicamente, desde que tuve esto, mi vida diaria cambió mucho. No es que me quedé sin el trabajo, no es que dejé de hacer las cosas, pero lógicamente me fui retirando de toda esa vida deportiva tan divertida que tiene un joven.
CONVIVENCIA CON EL DOLOR
–Me imagino que uno de los momentos bisagra fue cuando asumiste que no va a ser un dolor pasajero, sino un dolor permanente.
–Esa fue para mí una batalla de casi 20 años, porque para mí era una lucha frontal para superar la enfermedad. Yo tenía que vencer la guerra. Y realmente hay veces que uno tiene que madurar y entender que hay guerras que no se ganan, que hay guerras con las cuales hay que convivir. Entonces eso me llevó a entender y a digerir la frase de no me voy a curar para poder entender que en esas condiciones yo tenía que desenvolverme y tenía que hacer lo mejor posible la vida que tenía.
–¿En algún momento te tentó el fantasma de la victimización?
–Al revés. En ese momento, en todos los momentos iniciales, era martirizarme y decir yo puedo y hacía lo que realmente no podía. Hoy yo aprendí que si estoy en un aeropuerto y estoy haciendo la fila y me va a llevar 20 minutos, yo me acerco adelante, muestro un certificado médico que afortunadamente me lo dieron para poder salvar esa cola que yo no estoy en condiciones físicas de hacer. En el fondo uno no tiene por qué hacer sacrificios que no tienen ningún fundamento.
–Y después fue una vía dolorosa que te llevó a conocer sanatorios en el Paraguay y en el exterior.
–Tuve una batería enorme de cirugías realmente. En las últimas me preguntaba si iba a soportar tanto. Hablamos de cirugías muy traumáticas de 8 a 10 horas. Esas que empiezan y realmente a veces el que está afuera esperando está pasándola mucho peor que incluso el que está adentro porque lógicamente esa cantidad de horas de incertidumbre. No quiero decir me fui habituando a eso porque creo que uno nunca se habitúa a eso. Pero me tocó atravesar una batería muy grande peleando contra un problema que si bien era un tumor benigno, pero con una agresividad realmente para mí fuera de serie.
–¿De qué dolor estamos hablando?
–Los americanos acostumbran a hacer una escala de 1 al 10 cómo está el dolor. Yo realmente viví momentos que pensé que era 11. Porque pensé que no iba a poder soportar el dolor. Esos dolores posquirúrgicos que uno dice ¿por qué me tienen que dejar aguantar tanto dolor? Y evidentemente hay unos límites para los cuales se pueden recetar opioides. Uno no puede excederse porque tienen contraindicaciones. Ellos van midiendo lo que el ser humano puede tolerar o no. Y hay momentos muy duros. Realmente para mí el dolor siempre fue un gran desafío. Me costó mucho entender que yo no voy a tener un día sin molestias. Yo no tengo ninguna enfermedad que esté avanzando. Yo lo que tengo es daños que me dejó todo lo que tuve que sobrellevar. Tengo la cuarta prótesis oncológica puesta en la pierna. Es una prótesis que va desde cerca del tobillo hasta cerca de la cadera. A veces me cuestiono y le cuestiono a los médicos por qué tengo dolor. Y la última respuesta que me dio el médico es “por tener la pierna”.
–¿Y tu tratamiento era oncológico?
–Absolutamente. Yo tuve la suerte de poder someterme a un tratamiento oncológico experimental. Estaban justamente tratando de encontrar una droga para el tipo de tumor que tenía yo en la rodilla. Porque a mí me sacaban el tumor y de vuelta reaparecía. O sea, no había forma de terminar el tumor, ni siquiera con una prótesis. Entonces me introdujeron en este tratamiento experimental, que afortunadamente conmigo tuvo resultado. Un 75 % de la gente que entró al tratamiento lo logró.
CALOR HUMANO
–Supongo que en todo este tiempo desarrollaste una comunidad de amigos, de conocidos, de cómplices incluso, en el mundo de los hospitales.
–La verdad que la vida en los hospitales en el extranjero, en lo que me tocó vivir a mí en los Estados Unidos, es bastante difícil. Es muy frío todo. El trato puede ser muy profesional. La medicina es muy tecnológica, pero lo que uno no encuentra es ese calor humano que muchas veces es tan necesario, que estamos habituados nosotros en nuestro país, por lo menos en muchos lugares. Entonces, sí tuve la ocasión de conocer muchísima gente que estaba pasando realmente incluso mucho peor que yo, porque era un hospital oncológico donde la gente tenía metástasis. Un día me toca el ascensor con un señor que si bien estaba conectado con algún tipo de tratamiento para alguna quimioterapia o algo, se lo veía muy bien. Y este señor me pregunta ¿usted qué tiene? Yo le explico muy sintéticamente, muy brevemente lo que tengo y yo le transmito como un dejo de negativismo, que estoy así, que estoy mal. Yo aprovecho y me descargo con este señor. Y este señor me escucha, demora en responderme y me dice “qué afortunado que es usted, porque usted va a vivir”. Todo lo que está pasando acá es para estar mejor. A mí me dieron, no recuerdo si me dijo tres meses o seis meses, yo me estoy despidiendo. Para mí esa fue una enseñanza, porque me quedé sin palabras. Entonces dije “hay que dar más gracia y criticar menos y quejarse menos porque realmente soy afortunado”. Lo mío fue benigno.
–¿Cómo llevaste tu vida empresarial durante estos años?
–Tuve realmente altas y bajas. Hubo momentos, por años inclusive, que estuve bastante bien, que hacía una vida cuasinormal en el sentido de que tenía un montón de limitaciones físicas. Si a mí me invitaban a un evento, si era parado, yo iba, saludaba muy bien y desaparecía, no me quedaba. No tenía condiciones. O sea, yo fui aprendiendo a hacer una vida distinta, fui aprendiendo a moverme dentro de las limitaciones que la pierna me daba. O sea, tuve que cambiar el chip de mi comportamiento para poder sobrellevar. También viví momentos de profunda depresión, que recuerdo que hubo días a veces que me costaba salir de mi dormitorio y no quería socializar ni ver a nadie.
–Probablemente habría sido motivo de postración permanente para muchísimas personas con tu mismo problema.
–Yo creo que en el fondo ese es el principal pilar que me dio el empujón para poder plasmar esta obra. O sea, realmente no es fácil abrir la vida de uno. A uno le conocen superficialmente la intimidad, el ser humano la lleva siempre muy adentro, pero yo viví la experiencia de estar deprimido. Yo viví esa experiencia que te da igual si te levantás o no te levantás. Entonces, realmente el que experimenta esa sensación tiene empatía con otra persona que pueda estar pasando lo mismo. Porque la persona que nunca pasó una depresión yo creo que es muy difícil entender qué es lo que se siente, porque realmente suena ilógico. A mí me decían “yo no entiendo a este muchacho, tiene todo, vive bien, mirá la familia hermosa que tiene y está en la cama”. O sea, es muy fácil no entender al que está pasando mal. Entonces básicamente lo que busco un poco es compartir mi experiencia que viví esos momentos, comprendo esos momentos, y tratar de inyectarle un poco de ánimo a esa gente, que con mucha fuerza, con mucha perseverancia y con las consultas y el apoyo y soporte médico pertinente, se puede ir hacia adelante.
LA FAMILIA
–¿Qué significaron para vos la familia y los amigos en la situación que pasaste?
–La familia es crucial en situaciones difíciles. Mi esposa me acompañó en cada cirugía, en cada momento estaba ahí. Realmente eso no ha de ser fácil. A mí nunca me tocó la situación inversa. Yo pienso que la familia, sobre todo el marido y la mujer, acompañan con un esfuerzo gigante. Es muy difícil su rol. Uno se va a la sala de operaciones, se queda acostado ocho horas ahí, pero a uno le pasó volando. Uno no sintió nada. Pero esa persona que está afuera esperando no sabe qué va a ocurrir, no sabe qué va a pasar, no sabe qué le van a decir. Yo pienso que el acompañamiento familiar es demasiado importante. En mi caso particular me empezó esto incluso con hijos chicos todavía. Era muy difícil porque yo tuve momentos que no quería hacer nada Y los chicos “papi, vamos a jugar fútbol, vamos a esto”. Y yo no podía. Y mi señora haciendo un buen papel, “vean con papi lo que puede nomás. Le duele un poco la pierna”. O sea, siempre tratando de hacer el contrapeso.
–Y supongo que también los amigos, ¿no?
–La situación con los amigos realmente cuando uno no está bien se circunscribe a un círculo muy pequeño. Uno no se siente ni con ganas ni en condiciones de estar socializando. Yo tuve momentos que si era un lugar con mucha gente, yo ya no quería ir. Uno pierde la gana de todo realmente. Tuve amigos que me visitaron, que se sentaron a mi lado simplemente para estar ahí. No había ningún intercambio, pero en ese momento ese amigo no se imagina el favor enorme que me estaba haciendo con el solo hecho de estar.
–¿Recurriste a algún tipo de espiritualidad para paliar la situación?
–Sí. Yo soy de religión judía. Esta enfermedad fue muy larga. Tuve momentos donde puse en duda toda la existencia de Dios. Perdí mi fe. Dije esto no puede ser. O sea, yo no puedo estar viviendo esto. Lógicamente después me sentía muy mal de haber renegado. Pero creo que es una sensación normal del ser humano con las altas y las bajas. Pero sí creo que lo más importante es la fe. Yo recuerdo en los periodos de recuperación después de esas largas cirugías me hacía muy bien poder tener la visita de un rabino, ya sea en el hotel hospedado o en el hospital todavía internado. Que me dé ánimo, que me dé fuerza. Que diga una oración conmigo. O sea, yo pienso que es importante que uno se agarre fuerte de algo. Cuando uno no se quiere agarrar de nada, realmente es muy peligroso. Y yo digo rabino en este caso, pero puede ser un psicólogo, puede ser tu esposa. O sea, uno tiene que agarrarse muy fuerte de algo que te va a impulsar o empujar hacia adelante.
–¿Dialogaste con el suicidio alguna vez en medio de tanto dolor?
–Yo nunca llegué a tener esa sensación. Pero tuve sensaciones que yo diría que son similares. Yo recuerdo cuando estaba muy mal, yo no lograba conciliar el sueño. Dormía dos horas, tres horas por día. Me despertaba, volvía a dormir. La pasaba muy mal de noche. Y recuerdo me levantaba con muletas muchas veces. Y recorría los dormitorios de mis hijos. Esa es la imagen que más me acuerdo. Entraba a los dormitorios. Uno era muy chico todavía. Y yo decía “qué bárbaro”. Si se queda sin padre, qué terrible va a ser para él. Recuerdo que esa era mi sensación. O sea dije “me voy a matar”. No llegué a ese extremo, pero pensé que no lo iba a lograr.
ACOMPAÑAMIENTO
–De qué manera la corresponsabilidad tuya con relación al entorno era un elemento de contención.
–Uno necesita brutalmente esa contención. Porque la soledad en momentos así es tremenda. Y lo peor es que mucha gente quiere ayudar, pero no sabe cómo. Si uno está postrado en la cama, uno no quiere recibir a nadie. Uno no quiere hablar con nadie. Puede tener un buenísimo amigo, pero ese amigo no sabe qué hacer. El consejo más sano que doy en el libro es “a ese amigo hay que visitarlo. Hay que acompañarlo. Por más que cierre las puertas”. Porque lo que más necesita es ese acompañamiento.
–¿Cuándo pensaste en la posibilidad de escribir tu experiencia?
–Ocurrieron unos hechos muy paradójicos, interesantes, porque nunca se me hubiera ocurrido escribir un libro. Yo en el año 2019 tuve seis cirugías, dos de las cuales fueron las más grandes que nunca haya tenido, que ocurrieron en diciembre de 2019. En esas dos cirugías fue la primera vez que yo dije “yo creo que estoy ya tratando de más de resolver mi problema”. Yo tengo que, capaz que esto es un mensaje, que tengo que entregarme, que tengo que quedarme así y no seguir con esta locura. Tuve un montón de problemas con la cirugía. Terapia intensiva, unos dolores espantosos. O sea, coincidentemente no fue todo bien en la cirugía. Puede ser que a nivel médico sí, pero problema de presión que subía, que bajaba. Problemas de dolor, que no había forma que me pasen los dolores. Entonces yo dije ahí que evidentemente ya no me voy a recuperar bien. Yo voy a hacer lo que puedo y me voy a quedar en el molde. Estaba con esa mentalidad. Lo cierto y lo concreto es que yo vuelvo a Asunción de esas gigantes cirugías y arranca la pandemia. Entonces pude llegar justo afortunadamente un mes antes de que se cierre todo. Empieza la pandemia y yo estaba en andador todavía. Me tocó una responsabilidad muy importante. Yo estaba como presidente de la Cámara de Centros Comerciales. Y de un día para otro todos los negocios se cerraron. Teníamos una plantilla de gente que no sabíamos qué íbamos a hacer. Y empieza la necesidad de moverse, de trabajar, de gestionar el problema. Y ahí un gran aprendizaje cuando yo veo que realmente cuando uno está ocupado y enfocado, parece como que el dolor por supuesto que no desaparece, pero pasa a un segundo plano, porque la cabeza tiene que focalizarse en el problema. Y dije voy a escribir una carta que voy a compartir con mis hijos, con mi esposa, mi familia directa y mis amigos muy cercanos. Esos que estuvieron. Realmente me esmeré, me esforcé. Y salió una linda carta que incluso la incluyo en el libro. Y esa carta un amigo me dijo “qué potente, qué fuerte lo que escribiste. Qué mucha enseñanza deja de resiliencia, de perseverancia. ¿Por qué no la compartís?”. Primero me chocó. Está mi intimidad ahí. En la carta yo le pedía disculpas a mis hijos por tanta ausencia. Yo le agradecía al de arriba por estar. Yo le agradecía a la gente que me acompañó. Yo conté sintéticamente todas las diversas emociones, ese bálsamo de emociones allá arriba y allá abajo que me tocó experimentar de todo lo que viví. Y entregué a las personas que tenía que entregar. Y este amigo me dice “esa carta vos tenés que poner en todos los grupos de Whatsapp. En todos lados tenés que poner. No tiene nada que a vos te pueda dañar. Al contrario. Y le puede hacer bien a mucha gente”. Me pareció que tenía razón y así compartí la carta. Y ahí vino realmente mi sorpresa al ver las reacciones, las respuestas y los llamados que tuve producto de la carta de gente conocida y de gente que no conocía. Y ahí nace la idea de plasmar en un libro todo lo que yo viví y así nace “La sabiduría del dolor”.
LECCIÓN
–¿Qué mensaje tendrías con relación a las políticas públicas en el tema de la atención médica?
–Yo lo primero que pienso es que lo importante es la humanidad. O sea, independientemente de los recursos, que lógicamente no podemos comparar con lo que te pueden dar en el extranjero y lo que te pueden dar en Paraguay, pero en Paraguay hay calor humano, eso tiene mucho valor. O sea, cuando un paciente se trata médicamente, el médico tiene que manejar la parte médica. Pero el médico también, y todo el staff que le acompaña, tienen que entender que esa persona está pasando por su cabeza un montón de cosas mucho más allá de la dolencia en la cual muchas veces el cuerpo médico está enfocado. Yo entiendo que es su trabajo. Yo creo que me parece bien eso, pero creo que es muy importante no perder ese calor humano para acompañarle al paciente en su dolor.
–¿Qué lección te ha dado esta situación?
–Yo creo que es demasiado importante lograr la felicidad de uno para poder estar bien también ante el resto. Yo demasiado tiempo peleé por curarme y me llevó mucho entender que hay cosas que no vamos a resolver en la vida. Y esa es una gran lección porque esto no es solo en la salud. Hay problemas que el ser humano no tiene la potencia o la posibilidad de resolver. Y lo mejor que puede hacer es tratar de cargar la mochila, de que tenga el menor peso posible y seguir adelante con ella. El ser humano tiene mucho miedo a lo que no tiene claridad de lo que va a ocurrir. Me dijo un amigo “cuando te sentís así, eso que te aprieta el pecho, vos repetite para vos mismo las veces que quieras esta frase. Cuando más oscura está la noche, más cerca está el amanecer”. No vayas a creer que te vas a quedar en la oscuridad. Va a volver a amanecer. A veces uno cree que la oscuridad no va a pasar. Entonces, tiene que tener la paciencia, la fuerza, la perseverancia para ver de vuelta al sol salir.
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Una vida de película consagrada a la música
En esta edición del programa “Expresso”, transmitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe al reconocido cantante argentino Palito Ortega, quien visitó nuestro país para realizar un concierto antes de su retiro de la música luego de 50 años de trayectoria. Además de repasar los aspectos más resaltantes de su vida, Ortega deja un testimonio de superación y perseverancia para la concreción de un sueño que parecía lejano.
Fotos: Néstor Soto
–ADS: ¿Cómo se lleva ser una leyenda, Palito?
–PO: No, yo no me doy cuenta. Por supuesto, uno tiene una historia y la historia, gracias a Dios, está viva. Pero no vivo aferrado a eso. Gracias a Dios tengo una vida como un abanico de imágenes y de situaciones permanentes que me permiten disfrutar sin estar aferrado al pasado y a la historia y a las vivencias de otro tiempo. Porque la vida es un viaje. Y yo creo que lo vine haciendo, gracias a Dios, con la serenidad y cierto equilibrio espiritual que a uno lo ayuda también a tener más claro dónde estamos parados, quiénes somos.
–Aquello de honrar la vida que dice la canción, ¿no?
–Sí, señor. Yo desde chico tenía el propósito de ser músico, de ser artista. Llegué a Buenos Aires y empecé a trabajar en lo que podía para vivir. Pero no dejaba de pensar que iba a ser músico, que iba a ser artista. Y cuando pude empecé a estudiar música y la vida me dio a fuerza de buscar, de buscar, de buscar, me dio la oportunidad de ingresar a este mundo. Y bueno, ahí está todo lo que pude hacer, está expuesto, la gente conoce mi historia, conoce todo lo que fue pasando. Y yo soy un agradecido a la vida, le agradezco a Dios.
APRENDIZAJE
–A propósito de historia, no sé si refleja dolor, esa etapa tan difícil de la niñez porque es muy pedagógico cómo sobrellevaste esa situación de carencia.
–Todo eso ha sido como un aprendizaje. Es que la vida te va poniendo desafíos, te va poniendo a prueba. Yo creo que uno tiene la posibilidad de, aun en las situaciones más críticas, de capitalizarlo como una experiencia para aprender. Yo me gané la vida vendiendo periódicos en la calle, lustrando zapatos. O sea, trabajé en todo lo que pude trabajar para ayudar a mi padre. A los 16 años me subí a un tren y me fui. No sabía muy bien cuál iba a ser mi destino en Buenos Aires.
–Esa historia cuando describes la reacción de tu padre al momento en que se enteró por otra fuente lo del viaje a Buenos Aires es cinematográfica.
–Sí. Porque yo le estaba comentando a todo el pueblo que me iba a ir, pero no me animaba todavía a enfrentar a mi padre.
–¿Cuál era tu relación con tu padre?
–Una relación muy fuerte porque mis padres se separaron cuando yo era muy chico y yo me quedé con mi padre. Yo y otros hermanos. Y esa cosa un poco de la fantasía que uno tiene en un pueblo pequeño. Yo decía “me voy a Buenos Aires, voy a ser músico y tal”.
Yo ya tenía en mi cabeza ese barretín de la música y un día mi padre, él era un hombre muy sereno, muy tranquilo, me llamó y me dijo “siéntese”. Curiosamente mi padre no me tuteaba, mi padre me trataba de usted. Me dijo “qué es eso de que usted se va a Buenos Aires y yo no sé todavía. Usted se lo está contando a todo el pueblo, menos a mí”. Le dije “sí, me quiero ir”. Yo tenía 16 años. Digo “porque yo acá ya hice todos los trabajos posibles, no te puedo ayudar de otra manera. Yo me quiero ir a Buenos Aires”. Porque, claro, en los pueblos esos Buenos Aires era como una gran fantasía. Cualquier muchachito que se iba de un pueblo a Buenos Aires y volvía contaba cosas que eran como deslumbrantes para uno y yo había escuchado un par de cuentos de gente que había estado en Buenos Aires y yo decía “tengo que ir a conocer a ver qué es eso que hablan tanto de la gran ciudad” y la posibilidad de trabajar inmediatamente. Así me subí a un tren un día con 16 años cumplidos, llegué a Buenos Aires y me bajé y no sabía para dónde ir. Me acuerdo la sensación que me quedó en la memoria de que la gente venía a esperar a sus familiares y todo el mundo venía y cuando se encontraban en el gran abrazo del encuentro y yo parado ahí. Siempre me acordé de que yo tenía ganas de que alguien se equivoque y me abrace, pero se fue despoblando la estación, se iba yendo la gente y yo me quedé ahí solo con la valijita prestada con la cual llegué. Empecé a caminar y salí de la estación sin saber para dónde ir y ese es el comienzo de mi vida en Buenos Aires.
FANTASÍA
–Hay una descripción que hacés en una de tus canciones en que se describe el pueblo que uno ama, pero que inexorablemente tiene que salir de allí.
–Era un pueblo muy pequeño con un nivel cultural medio-bajo. Era suficiente con que los chicos terminen la escuela primaria. La distracción era una radio y nos creábamos toda una historia a través de lo que escuchábamos. Era la época de los radioteatros y uno escuchaba y se creaba toda una fantasía. Yo trabajaba en un cementerio, limpiaba sepulturas, pintaba cruces. Y a una edad muy temprana, porque esa edad de 12 años, 13 años, yo me tuteaba con la muerte porque muchas veces teníamos que desenterrar restos y llevarlos al osario para dejar espacio en el cementerio. En el campo le dicen el Día de las Almas. Tal vez sería Semana Santa. Y en esa fecha trabajábamos más, pintábamos más cruces o limpiábamos más sepulturas. Pero muchas veces, tratando de llevar restos al osario para dejar espacio en el cementerio, comentábamos porque eran los restos de un familiar, de un conocido del pueblo. Y nosotros decíamos “¿será fulano?, ¿será sultano?”. Esa fue una experiencia muy curiosa porque era muy chico yo.
–¿Y por eso creés en la continuidad y nuestra precedencia en la vida o fue un aprendizaje posterior?
–Sí, tal vez con todas esas experiencias que viví, yo creo en la inmortalidad del alma. La materia se termina, el cuerpo se termina. Yo creo que lo que no muere es el espíritu. Y ahí me quedó a mí, me quedan grandes experiencias. A esa edad ya había perdido una hermanita. Éramos cinco varones y la única mujer. Curiosamente, nació otra hermanita y también falleció. Entonces me quedó como un dolor de cinco varones y las dos chiquitas fallecieron. Y yo soy muy creyente y siempre me encomendaba al espíritu, al alma de estas hermanas. Hasta subirme a un tren que no sabía realmente qué me esperaba en ese largo viaje tenía presente siempre ese espíritu de mis hermanas y yo decía “me van a proteger”. Yo me mentalizaba que me estaban protegiendo y en los momentos más difíciles siempre aparecía la imagen de estas dos hermanitas.
UNA SEÑAL
–Antes de ese viaje, hay una descripción que hacías al respecto de tu despedida y los malos augurios de tus vecinos y cuando les decías “cuando vuelva van a tener que pagar un ticket”.
–Sí, tuvieron que pagar. En los pueblos muy pequeños uno se conoce con todo el mundo y hay mucha confianza. Hubo un hecho que me quedó grabado en la memoria. Yo pedí prestada una valija, porque no tenía nada que llevar. Un pantaloncito, un par de zapatillas. Pero como todo viajero tiene que tener un equipaje en su mano, pedí prestada una valija. Le pedí prestado a una vecina una valijita de cartón. Y me voy un día luminoso, que de repente se puso gris y cayó una lluvia, que habrá durado diez minutos y paró. Y volvió a ponerse el día luminoso. Y yo siempre interpreté que esa era una bendición. Y los vecinos en los pueblos muchos no salían a saludarte, sino que entreabrían la ventana y te gritaban a través de la ventana. “Llevá mucho pan en la valija, te vas a morir de hambre”. “No te despidas tanto que ya dentro de unos días vas a estar volviendo”. Y yo decía “yo no voy a volver. Bueno, sí voy a volver, pero cuando vuelva vos me vas a tener que pedir un autógrafo”. Yo no sé de dónde me salía esto a mí. Hasta que me terminé yendo del pueblo y volví.
–¿Desde cuándo sos Palito Ortega y dejabas de ser Ramón Ortega?
–Yo empecé trabajando en el barrio del Once, en Buenos Aires, que es un barrio muy popular, que están todos los negocios ahí, desfila gente del interior que viene a comprar en ese barrio. Era cadete, un chico de los mandados. Un día, uno de los vendedores hace una broma a una vendedora, que hoy tal vez no pasaría nada, pero en ese entonces, a la chica, cuando se da cuenta de esa broma, va a abrir su cartera y se encuentra con una sorpresa ahí y le agarra un ataque de nervio. El asunto es quién fue el autor de esta broma de mal gusto y todos se miraban y el dueño del negocio me mira y me dice “fuiste vos, Ramón, ¿no?”. Y yo lo miro al autor de la broma como diciendo “ahora tenés que decirlo”, porque él era un vendedor muy exitoso, no le iba a pasar nada. Le digo “no señor, yo no fui”. “No, fuiste vos”. Y mira al resto y el chico autor de la broma me mira y hace este gesto como diciendo “¿qué querés que haga?”. Y no dijo nada y me suspenden por una semana sin goce de sueldo. Yo vivía el día. Había un chico que venía todos los días a la tarde con los termos de café, entraba y vendía café y se iba. Cuando me suspenden, me estoy yendo, entra el chico, lo espero afuera. Cuando sale le digo “¿qué tengo que hacer para empezar a vender café mañana?”. Porque no puedo dejar un día de trabajar. Me llevó a un lugar. Al otro día, cuatro termos de acá, cuatro termos de acá, los vasitos y no volví nunca más a ese negocio. Y lo que es el destino, porque a los diez días de andar vendiendo café por la calle veo en una esquina una cola de mujeres. Y yo “¿qué pasa acá?”. Y una señora me ve y me dice “pibe, pibe, un café”. Y toda la gente que estaba haciendo la cola esa me empieza a pedir café. Le digo “señora, ¿para qué es esta cola?”. Me dice “ay, querido, ¿no sabés que esta noche debuta Pedrito Rico?”. Era un cantante español de esa época. Y miro y había un letrero arriba y a partir de ahí yo ya no vendí más café. Yo volvía siempre al mismo lugar. Ahí empieza mi conexión con los músicos y con los artistas que actuaban en esa radio. Y así empieza mi vida por ese accidente de que me suspenden en el trabajo, esa conexión con los locutores, con los músicos, con los actores. La vida es una combinación de hechos que si alguno de ellos falla, falla tu destino, no es el mismo.
–¿Qué recordás que te resulta inolvidable de lo que era la industria discográfica y la movida de la radio como elemento sustancial de todo el espectáculo?
–Recuerdos tengo muchos. Yo creo que de alguna manera, curiosamente, yo siempre a veces me privo de contar cosas porque digo que la gente que no es muy creyente por ahí pone en duda. Pero yo, en verdad, yo predije mi vida. Por los recuerdos que yo tengo. Yo iba diciendo “va a pasar tal cosa”. Yo llegué a decirle a la gente “mirá que un día me vas a tener que pedir un autógrafo” y se mataban de risa. Y yo estaba entre los artistas y les decía “un día voy a ser como vos”. Y me miraban y me decían “este chico está loco”. Pero yo iba prediciendo. Yo tenía una visión. Porque sabía que yo quería ser eso. Ahora, hay que tener una cierta conducta. Había un baterista al cual yo le ayudaba todo el tiempo a armar y a desarmar su batería y a llevar las cosas a su auto. Me empezó a enseñar. Yo no le podía pagar, me enseñaba gratis y empecé a estudiar música y el primer instrumento que estudié fue batería. Después empecé a estudiar la guitarra. Y ahí nació esto de que yo con la guitarra en la mano ya conocía acordes y se me ocurrió una canción.
INICIOS
–¿Y cuál fue el ritmo con el que empezaste?
–Eran los primeros años de los grandes festivales. En Italia estaba San Remo, por ejemplo. Estaba un Domenico Modugno y se ponía de moda una canción del festival. Quería cantar esas canciones que cantaban en el mundo. Yo trabajaba en una tintorería en Buenos Aires y estaba de moda esa canción de Modugno. Y yo cantaba por la calle “Volare, volare…”. Y yo decía “qué bárbaro este tipo las canciones hermosas que hace”. Dije “un día lo voy a conocer y voy a hacer una gira con él”. Y claro, si vos me escuchabas decir eso, te matabas de risa. Yo estaba pedaleando ahí en un barrio repartiendo ropa de una tintorería y terminé haciendo una gira por toda Italia con Modugno.
–¿Cómo fue que percibiste que la canción iba a ser definitivamente tu matrimonio estable como el que tenés también de toda la vida?
–Yo lo supe siempre. Yo vendía periódicos en mi pueblo y en una colonia vendía 15 diarios. Caminaba 3 kilómetros y vendía 5 diarios más. Y caminaba 4 kilómetros para el otro lado y vendía otros 10 diarios. Y así terminaba vendiendo 50 diarios en el día. Entre este primer pueblito y el otro yo cantaba.
–¿Qué cantabas?
–Yo cantaba canciones que escuchaba, mucho folclore y tangos. No había nueva ola. Y yo cantaba e imitaba a un locutor de radio y decía “ahora canta Ramón Ortega”. Cuando a mí me pasó después más de una vez yo escuchaba esto desde el escenario y era lo que yo había soñado. Lo que yo le daba forma imitándolo. Es como un cuento fantástico. Porque la verdad yo iba a ser sacerdote. Porque yo de chico era monaguillo, ayudaba en misa. A lo mejor Bergoglio no estaba ahí (risas). Yo sería papa. Y los curas me decían “Ramoncito, tenés vocación”. Me querían llevar a un convento en Córdoba. Mi papá se asustó un poco. Yo era muy chico todavía. Pero yo tenía vocación. Podría haber sido sacerdote. De alguna manera también yo creo que la música es un sacerdocio. Porque cuando uno canta canciones esperanzadoras está tratando de rescatar valores y hablar, exaltar la amistad, exaltar el amor. Eso no deja de ser de alguna manera como un sacerdocio. Yo lo sentí de esa manera. Y mis canciones “Creo en Dios”, “Yo tengo fe” y tantas otras canciones.
–Es más, se escuchaban en misas tus canciones.
–”Yo tengo fe” se cantaba mucho en los estadios de fútbol también.
–¿Cuáles son las canciones que enviarías a otro planeta?
–”Sabor a nada”, por ejemplo, es una canción que yo no me imaginaba que iba a escucharla en la voz de los grandes cantantes clásicos melódicos latinoamericanos. Llámese en su momento Lucho Gatica, llámese Tito Rodríguez, llámese Olga Guillot, llámese trío Los Panchos. Es decir, esas voces cantando “Sabor a nada” o “A mí me pasa lo mismo que a usted” son cosas que me sorprendieron enorme y gratamente.
“LA FELICIDAD”
–¿Cuál es tu canción más universal?
–Tal vez en Latinoamérica definitivamente fue “Sabor a nada” y la canción que se grabó en alemán, en francés, en italiano, fue “La felicidad”. Yo un día caminando por Hamburgo, en Alemania, querían que vaya a grabar en alemán y un día salgo del estudio y caminando en Hamburgo y escucho “La felicidad” en alemán y yo me paré y miraba a ver si había un amigo que me estaba haciendo una broma. No, salía de una casa musical y salía cantada en alemán y yo miraba y dije “si le digo a la gente que está pasando al lado mío en este momento que esa canción es mía, no me lo van a creer”.
–¿Cuál es el idioma más raro en el que se grabó “La felicidad”?
–Alemán es el idioma más difícil, es un idioma duro para nosotros. Lo digo porque me hicieron grabar en alemán. En ese caso te ponen una persona que te enseña la pronunciación. No la maté de casualidad a la profesora, porque me paraban a cada rato. Con la música es otra cosa, no es tan fácil. Una cosa es pronunciar como me lo estás diciendo, pero después cuando ya viene el tiempo. Todo fue una experiencia fantástica.
MÚSICA Y CINE
–En aquellos tiempos también hubo una convergencia tan potente de la música con la industria del cine.
–Antes, cuando un cantante tenía éxito con su música, inmediatamente el cine lo buscaba. Y entonces las películas generalmente, ya sean de Fabio, de Sandro, los contemporáneos, tenían el título de una canción. Yo filmé con Libertad Lamarque y “La sonrisa de mamá”, porque ya había escrito la canción. Con Manzanero hice “Corazón contento”, porque ya había escrito la canción. Cuando conocí a Evangelina hice “Mi primera novia”, ya tenía la canción hecha. Generalmente las productoras toman una canción de éxito, el título de la canción, desarrollan el argumento y se aprovechaba eso.
–¿Alguna referencia sobre esa experiencia solidaria con Charly García?
–Lo de Charly es un episodio bastante... no sé si curioso, pero... Los protagonistas del rock nacional tenían cierta visión como de rechazo hacia la nueva ola. Y Charly García, con su musicalidad increíble, estaba metido en ese movimiento, y como que a nosotros, a la gente de la nueva ola, nos miraban un poco de costado. El primer encuentro que tengo con Charly, personalmente, fue en un juzgado. Porque uno de los abogados le mete un juicio porque Charly hace unas declaraciones. Y un día yo estaba comiendo en un lugar, entró él, se acercó a la mesa y me dijo “che, no nos peleemos más”. Yo digo “yo nunca me peleé con vos”. A partir de ahí, él tiene un problemita, en un momento lo internaron, yo fui a visitarlo y él se incorporó, me dio un abrazo y me dijo “sacame de aquí”.
–Palito, muchísimas gracias por tu tiempo y tu humanidad.
–Muchísimas gracias a ustedes, porque nosotros tenemos plena conciencia de que hacemos muchas cosas y es importante que los comunicadores sociales nos den la oportunidad de que las podamos contar. Así que muchas gracias de todo corazón. Felicidades para todos y gracias una vez más a este querido país, a todo el Paraguay, por el amor que me han brindado por más de 50 años y por recibirme una vez más en su casa.