• Por Emma Paoli
  • Dra. en Ciencias de la Educación

El sistema educativo en todos sus niveles debe ser permanentemente analizado de acuerdo con el contexto en que se vive para establecer los objetivos que se desean lograr, acorde a los desafíos que se plantean a nivel país con una mirada internacional. En pleno Siglo XXI, en medio de grandes transformaciones de índole tecnológico, la educación no puede estar atada a modelos de siglos pasados, por lo que es necesario que la comunidad educativa analice dónde estamos y hacia dónde queremos ir.

En una serie de artículos anteriores mencionamos las dimensiones en las que se han enfocado los sistemas educativos tradicionales, y del desarrollo de las competencias tales como el pensamiento crítico, la capacidad de análisis y la resolución de problemas, que son los que han señalado los cambios.

En un breve resumen de esa serie, podemos indicar que en varios países donde han logrado muy buenos avances en materia de educación, basan sus procesos de enseñanza en las competencias interpersonales y cognitivas, que son altamente requeridas para empleos de vanguardia. En esas sociedades han actualizado su enfoque académico desde la perspectiva de las competencias. Mientras tanto, decíamos, la enseñanza en América Latina se ha enfocado mayormente en el conocimiento académico, cediendo mayor importancia al dominio de contenidos o currículo académico.

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Como una alternativa, se debe considerar el sistema de estudio basado en Proyecto y Resolución, y sobre temas innovadores con el fin de impulsar y promover el desarrollo de las competencias. Cabe decir que el enfoque será el de la experimentación capaz de proporcionar a los estudiantes la competencia de explorar múltiples soluciones a distintos problemas, pero a la vez vinculados.

A este modelo de enseñanza planteado como alternativa de análisis, se le debe sumar un aspecto transcendental en los procesos académicos de todos los niveles. Estamos hablando de la necesidad de incluir en los métodos de enseñanza-aprendizaje el modelo teórico-práctico, bajado del currículo a las aulas y fuera de ellas. Es decir, a más de brindar la teoría, el enfoque de la perspectiva de las competencias, es imperiosa una permanente práctica como requisito obligatorio de aprendizaje.

Los estudiantes, a más de recibir la teoría, deben estar empapados de prácticas para tener una acabada noción de su disciplina y sean capaces de insertarse al mundo laboral con el conocimiento adecuado que los conviertan en excelentes profesionales. Con ello saldrán ganando no solo lo estudiantes, sino la propia sociedad que tendrá a disposición profesionales de primer nivel. Para que esto sea posible, las instituciones de educación deben ofrecer académicamente todas las herramientas necesarias y, si es posible, teniendo como soportes modelos de enseñanza de experiencias internacionales.

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