© 2020 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

La única excepción es un puñado de compañías muy expuestas que pertenecen a unas cuantas industrias. El Medio Oriente no es el único polvorín del mundo. Eso sí, les causa más molestias a los estrategas occidentales que otras regiones volátiles. Los inversionistas de Occidente, por su parte, están muy pendientes de lo que sucede en esa área. Los mercados accionarios del mundo se estremecieron el 3 de enero tras darse a conocer que un misil estadounidense había matado en Irak a Qasem Soleimani, uno de los principales comandantes iraníes. Esta semana se tambalearon de nuevo, después de que Irán amenazó con llevar a cabo un ataque en contra de bases estadounidenses en territorio iraquí y más tarde cumplió esa amenaza.

Que estalle la guerra en cualquier parte del mundo es malo para los negocios. Una escalada en el prolongado conflicto entre la mayor economía del mundo y una potencia orgullosa en una región cuyas copiosas reservas de petróleo lubrican los engranes del comercio global crea suficiente incertidumbre para inquietar a los empresarios de todo el planeta. El aumento inevitable en el precio del petróleo, que se elevó casi un 5% después del ataque estadounidense, afecta a empresas que utilizan mucho ese producto, como las aerolíneas. Los países de la región del golfo Pérsico pertenecen a un mercado de 230 millones de consumidores. Egipto y Turquía, vecinos que con frecuencia sufren las consecuencias de los desacuerdos ocurridos en esa región, le suman otros 181 millones.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Sin embargo, con todo y su evidente importancia geopolítica, el Medio Oriente no recibe mucha atención en las oficinas corporativas de Occidente. Fuera de unos cuantos oasis, en especial los sectores energético, aeroespacial y de defensa, la región parece un desierto multinacional.

MIEDO A SANCIONES

Tras décadas de sanciones impuestas por Estados Unidos, no hay ninguna empresa estadounidense en Irán. Por temor a hacer enfadar a Washington, varias empresas europeas y japonesas también han evitado establecerse ahí. El grupo francés PSA vendió muchos automóviles Peugeot y Citroën en el gran mercado iraní, pero en 2018 decidió no participar en dos proyectos de coinversión para evitar que Estados Unidos le impusiera sanciones, después de que el presidente Donald Trump reinstaló las que había retirado como parte de un acuerdo para reducir el programa nuclear de Irán.

Incluso aquellos países de la región que no son Irán apenas figuran en los estados de resultados de las multinacionales. En 2019, el Medio Oriente y África generaron el 2,4% de las ganancias de las empresas estadounidenses que cotizan en bolsa, según el banco Morgan Stanley. En el caso de las empresas europeas y japonesas, este porcentaje fue del 4,9% y del 1,8%, respectivamente. En comparación, los consumidores de Medio Oriente todavía compran una proporción muy pequeña de los automóviles vendidos en el mundo (2,3 millones de los 86 millones que se vendieron a nivel global en 2018). Los proveedores de bienes de lujo concretan el 3% de sus ventas en el Medio Oriente.

AVANCE CHINO

La participación total de las finanzas occidentales en la región también parece ser mínima. Al cierre de 2018, los grandes bancos estadounidenses registraron créditos y operaciones en la región por 18.500 millones de dólares, equivalentes al 0,2% de sus activos. Esta cifra incluye los negocios de JPMorgan Chase en Arabia Saudita, valuados en 5.300 millones de dólares, y la exposición de Citigroup, de 9.600 millones de dólares, a los Emiratos Árabes Unidos. En cuanto a los bancos europeos, más bien han ido en retirada. El banco francés BNP Paribas vendió su negocio egipcio hace siete años y generó apenas 121 millones de euros (143 millones de dólares) en Medio Oriente en 2018. HSBC contabiliza activos sustanciales de 58.500 millones de dólares en Medio Oriente, pero todavía representa un simple error de redondeo en el balance general del acreditante británico que asciende a 2,7 billones de dólares. En contraste, los bancos chinos han ido ampliando sus operaciones en la zona, aunque a partir de una base mucho más reducida. El año pasado, el Banco de China reforzó su presencia en los Emiratos Árabes Unidos y, el 7 de enero, obtuvo la licencia necesaria para abrir una sucursal en Arabia Saudita, por lo que pronto operará en ese país, como lo ha hecho el Banco Industrial y Comercial de China desde 2015.

El espacio de mayor fertilidad en este exánime paisaje corporativo (que sería la víctima más obvia si se agravan las tensiones) es la industria energética. Desde hace un siglo, los petroleros estadounidenses y europeos se han desplazado dentro y fuera de la región en respuesta a la imposición de sanciones y el surgimiento de conflictos, así como a las cambiantes actitudes de los distintos gobiernos hacia los socios extranjeros.

En el corto plazo, un aumento en el precio del petróleo a consecuencia del conflicto podría impulsar las ganancias de los productores occidentales diversificados geográficamente. No obstante, en el largo plazo el panorama es menos claro. A pesar del auge del esquisto estadounidense, muchos gigantes petroleros todavía dependen muchísimo del crudo árabe. En 2018, el Medio Oriente y África generaron un cuarto de la producción global de la empresa francesa Total. ExxonMobil ha invertido alrededor de 6.500 millones de dólares en un campo petrolero emiratí gigante y sigue canalizando fondos a ese proyecto. Para 2024, espera producir ahí un millón de barriles de petróleo diarios, equivalentes a casi una cuarta parte de su producción total de petróleo y gas en 2018. Las empresas de servicios, que trabajan tanto para las petroleras más importantes del mundo como para las nacionales, tienen una dependencia desproporcionada del Medio Oriente. El contrato de Halliburton con Saudi Aramco en 2018 fue el mayor de su tipo en la región, según informó la propia empresa. Schlumberger también hace muchos negocios ahí.

NEGOCIOS EN IRAK

Irak, en particular, le ha abierto las puertas al capital extranjero para intentar aumentar su producción después de años de conflicto. En 2009, BP y PetroChina ganaron un contrato para trabajar con una empresa estatal iraquí con el objetivo de aumentar la producción en el campo Rumaila. En la actualidad produce un millón y medio de barriles diarios, una tercera parte del total del país. ExxonMobil, Eni y Chevron también tienen proyectos en Irak. Toda esta actividad estará en riesgo si Washington decide aplicarle sanciones a Irak, lo cual podría suceder si ese gobierno expulsa a las fuerzas militares estadounidenses en reacción a la muerte del general Soleimani. Muchas empresas están evacuando a su personal por temor a las represalias de Estados Unidos.

Unas cuantas empresas que no pertenecen al sector energético también observan con cautela el desarrollo del conflicto. La franco-suiza LafargeHolcim, la mayor cementera del mundo, tiene 44 plantas en la región, responsables del 11% de sus ganancias en 2018. Su rival alemana Heidelberg Cement, que también ha aprovechado el auge de la región en la construcción, concretó el 19% de sus ventas en el Medio Oriente y África del Norte. General Electric Co. vende maquinaria por un valor de 16.000 millones de dólares al año en el Medio Oriente y sus alrededores, que corresponden al 13% de las ventas totales del grupo.

AVIONES Y ARMAS

Boeing y Airbus también parecen estar en una posición vulnerable. Compañías de transporte del Golfo operan aproximadamente el 5% de la flotilla global de las aerolíneas. La constante expansión de Emirates, Etihad y Qatar Airways las ha convertido en compradoras importantes de aviones para pasajeros en años recientes. Airbus considera que la región adquirirá el 8% de las aeronaves nuevas en los próximos veinte años, es decir, unos 3.200 aviones.

Existe una industria más que goza de una enorme presencia extranjera en la región. Las interminables guerras y la riqueza generada por el petróleo conspiran para convertir al Medio Oriente en el segundo mercado de exportación del mundo para los fabricantes de armas, solo detrás de la región Asia-Pacífico. Aunque las ventas de armas cayeron en las demás regiones durante la década pasada, el grupo de expertos SIPRI calcula que casi se duplicaron en el Medio Oriente. Tan solo Arabia Saudita derrochó 68.000 millones de dólares en armamento durante 2018, y Baréin, Kuwait, Omán, Catar y los Emiratos Árabes Unidos también son compradores entusiastas. La región fue el destino de la mitad de las exportaciones estadounidenses entre 2014 y 2018, y también es un gran mercado para las empresas de defensa británicas, francesas y alemanas. Los precios de las acciones de las empresas estadounidenses Raytheon y Lockheed Martin, de la británica BAE y de la francesa Dassault aumentaron conforme se agravaron las tensiones. Al parecer, si tu negocio es la guerra, la guerra es buena para tus operaciones.

Dejanos tu comentario