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Un país dividido está a punto de vivir unas elecciones que lo separarán todavía más.

Los electores británicos han ido muy seguido a las urnas, y sus opciones cada vez son peores. El Partido Laborista y el Partido Conservador, que en otras épocas se podían considerar opciones de centro-izquierda y derecha respectivamente, se han ido distanciando cada vez más tras las tres elecciones celebradas en cuatro años. La próxima semana, los electores tendrán que tomar la decisión más difícil hasta ahora: elegir entre Boris Johnson, cuyo partido promete un brexit duro, y Jeremy Corbyn, cuyo Partido Laborista planea “reescribir las reglas de la economía” y alinearlas más hacia una ideología socialista radical. Johnson encabeza el gobierno más impopular del que se tengan registros; Corbyn es el líder menos popular que ha tenido la oposición. El viernes 13 de diciembre, los desafortunados británicos despertarán con la noticia de cuál de estos horrores estará a cargo de su país.

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En las últimas elecciones que aunque se celebraron hace solo dos años parecen corresponder a una era política distinta, subrayamos el desplazamiento observado hacia los extremos. Ahora, los manifiestos van todavía más allá. En el 2017, el Partido Laborista se consideraba de ideología de izquierda con respecto a la principal corriente europea. En la actualidad, propone medidas como incautar el diez por ciento del capital social de las empresas más grandes y reunirlo en fondos que beneficien casi exclusivamente al erario público en vez de a los trabajadores, que deberían ser los beneficiados. Planea introducir una semana de cuatro días, supuestamente sin ninguna reducción en los salarios. La lista de industrias que quiere nacionalizar no deja de crecer. Podría hacer obligatorio el otorgamiento de patentes de medicamentos en licencia. Quienes pagarán el precio del rápido aumento en el gasto serán los ricos y las empresas, cuya carga tributaria pasará de ser la más baja del G7 a la más alta. Este partido pretende lidiar con problemas del siglo XXI aplicando políticas que fracasaron en el siglo XX.

VISIÓN HACIA EL EXTERIOR

Corbyn tampoco ha hecho nada para calmar las inquietudes en cuanto a su visión hacia el exterior. Crítico de la política exterior de Occidente y simpatizante de los dictadores de Irán y Venezuela que se oponen a ella, culpó a la OTAN de la invasión rusa en Ucrania en el 2014. El año pasado sugirió que se enviaran a Moscú muestras del agente neurotóxico empleado para envenenar a un ex espía ruso en Salisbury, pues así Vladimir Putin podría verificar si provenía de su país.

Si el Reino Unido lo eligiera primer ministro, no tendría la seguridad de recibir inteligencia de Estados Unidos. Corbyn tampoco ha intentado erradicar el antisemitismo que ha echado raíces en el Partido Laborista bajo su liderazgo. Algunos partidarios de permanecer en la Unión Europea quizás estén dispuestos a pagar este precio con tal de tener un segundo referendo sobre el brexit, que Corbyn por fin ha prometido. Desde hace tiempo hemos pedido que ocurra. Sin embargo, dados los terribles planes de Corbyn para el país y su visión desastrosa al exterior, este periódico no puede apoyar al Partido Laborista.

LOS CONSERVADORES TAMBIÉN INSPIRAN MÁS TEMOR

Johnson descartó el acuerdo para el brexit negociado por Theresa May y preparó uno peor, que de hecho propone la separación de Irlanda del Norte con tal de que el Reino Unido pueda librarse de la unión aduanera con Europa. La ciudadanía está tan harta de este fiasco que su promesa de “concretar el brexit” le da votos. Pero no podría cumplirla.

Después de que el Reino Unido abandone la Unión Europea a principios del próximo año, comenzará la dura tarea de negociar un tratado de comercio. Johnson dice que lo logrará para finales de 2020 o el país saldrá sin acuerdo. Así que todavía es posible una salida sin acuerdo, y es una posibilidad muy real, pues parece complicado lograr un acuerdo en menos de un año.

Los mejores cálculos indican que abandonar el bloque sin acuerdo causaría que los ingresos promedio se ubicaran un ocho por ciento por debajo del nivel en el que se encontrarían en diez años con un acuerdo.

El brexit tampoco es el único problema de los nuevos conservadores liderados por Johnson. El primer ministro realizó una purga para echar fuera a los miembros moderados y aceleró el cambio de un partido de ideología económica y social liberal a uno conservador en lo cultural e intervencionista en el ámbito económico. Con el propósito de ganar escaños gracias a los votos de la clase trabajadora y los partidarios de abandonar la Unión Europea en el norte, propuso apoyos adicionales del Estado, una política que favorezca los productos y servicios británicos en las compras del gobierno y un plan incompleto para el presupuesto y el gasto que no cuadra.

Por si fuera poco, adoptó la terrible lección de la campaña del brexit: sabe que no pasa nada si miente o viola las normas. Al igual que Corbyn, ya normalizó los prejuicios, pues no tiene el menor reparo en demostrar los suyos ni se preocupa de investigarlos al interior de su partido (el 30% de los electores cree que ambos son racistas). Por todos estos motivos, este periódico tampoco puede apoyar al Partido Conservador.

Así que el estándar queda muy bajo para el Partido Liberal Demócrata, y lo supera. También ellos se han alineado más hacia los extremos desde que los apoyamos en el 2017. Con el nuevo liderazgo de Jo Swinson, decidieron no conformarse con la idea de un segundo referendo, sino que optaron por la promesa irresponsable de dar marcha atrás al brexit de manera unilateral. Con toda razón, esta postura ha resultado contraproducente. Sin embargo, su enfoque económico, basado en un aumento moderado en el gasto pagado con alzas generales en los impuestos, es el más coherente entre los partidos principales y el único honesto en cuanto al costo de una sociedad que envejece. En lo referente al cambio climático y la política social, logran el mejor equilibrio entre ambición y realismo. Como en la última ocasión, representan la única opción para aquellos que se oponen tanto al brexit duro de los conservadores como a los planes de extrema izquierda del Partido Laborista.

El problema es que no van a ganar, así que la pregunta es si tiene caso votar por ellos. Vale la pena por una razón práctica: para jalarle las riendas a quienquiera que termine en Downing Street. A los votantes les preocupa que apoyar a los liberales demócratas le convenga a Corbyn, pero según nuestro modelo, los votos y los escaños serán muy equiparables para ambos partidos. Corbyn se prepara para gobernar con el Partido Nacional Escocés, que está dispuesto a respaldar la mayor parte de su programa a cambio de otro referendo de independencia. La presencia de más liberales demócratas controlaría en cierta medida sus planes. Lo mismo en el caso de Johnson. Algunos conservadores se aferran a la esperanza de que, si gana una mayoría considerable, olvide su teatro populista y redescubra sus instintos liberales. Más les vale dejar de engañarse.

MENTALIDAD INDEPENDIENTE

La razón honesta es que los liberales demócratas están más cerca del liberalismo que dio origen a este periódico. Una presencia importante de los liberales demócratas sería una prueba para los electores que prefieren los mercados abiertos y una sociedad liberal de que el centro todavía está vivo. Desde hace algunos años se ha hecho evidente por qué el Parlamento necesita buenos representantes, como Sam Gyimah, quien abandonó el Partido Conservador debido a su extremismo, y Chuka Umunna, quien salió del Partido Laborista por la misma razón.

El curso del brexit ha cambiado en varias ocasiones para bien gracias a las propuestas de miembros del Parlamento de mentalidad independiente. Si el Reino Unido abandona la Unión Europea en enero, los legisladores del Partido Liberal Demócrata serán algunos de los mejores defensores de un acuerdo comercial bien cimentado y los opositores más decididos de una salida sin acuerdo. En estas elecciones de pesadilla, no es posible que haya un buen resultado. La mejor esperanza para el Reino Unido es que el centro esté presente.

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