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Washington

El buen estado del mercado laboral ha permitido que los estadounidenses no recorten su gasto, lo que compensa la baja en inversiones comerciales. No se suponía que las cosas fueran así. El presidente Donald Trump prometió un crecimiento del “4%, 5%, o quizá 6%” en diciembre del 2017. Con todo y la relativa sobriedad de la propuesta para el presupuesto que el gobierno divulgó en marzo de este año, el equipo de Trump pronostica tasas de crecimiento económico de por lo menos 3% hasta el 2024, año en que concluiría el segundo mandato de Trump, de resultar reelecto. Por su parte, la economía estadounidense ni siquiera alcanzó en el 2018 el objetivo de crecimiento del 3% a pesar del empuje de la reforma fiscal del presidente que trastornó el presupuesto, y sigue perdiendo impulso. En el tercer trimestre de este año, el producto interno bruto ajustado a la inflación aumentó a una tasa anualizada del 1,9%, a la baja con respecto al 2% del trimestre anterior. El interrogante para Trump y para millones de trabajadores estadounidenses, es hasta dónde llegará la ralentización y cuán profunda será.

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Las primeras señales de que la economía de Estados Unidos se encontraba en aprietos aparecieron a finales del 2018. La construcción de vivienda se desplomó debido a una combinación de tasas hipotecarias más altas (a consecuencia del aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal) y mayores precios de la vivienda, que ahuyentaron a los compradores del mercado. Al mismo tiempo, una desaceleración global en los sectores manufacturero y comercial afectó a los productores estadounidenses. Se observó una baja casi constante en las órdenes de manufactura desde septiembre del 2018 hasta mayo de este año, y algunas áreas de la zona manufacturera del país experimentaron reducciones en el número de empleos en fábricas. Desde entonces, quienes se dedican a monitorear la economía han aguardado con ansiedad cualquier indicador de contagio de esa debilidad de la industria y la construcción en el sector servicios, donde trabaja la mayoría de los estadounidenses.

INVERSIÓN RESIDENCIAL

La creciente ansiedad, a fin de cuentas, hizo que la Reserva Federal decidiera tomar medidas. Durante la mayor parte del 2018, el banco central elevó sus tasas de interés de referencia con el propósito de mantener la inflación bajo control, a pesar de las duras críticas que aparecieron en la cuenta de Twitter del presidente. Conforme la economía mundial experimentaba contratiempos, la Reserva Federal fue haciendo cambios ligeros en el curso: primero detuvo el ciclo de aumentos a las tasas y después las redujo un 0,25%, tanto en julio como en septiembre de este año. Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, insistió en que esas medidas eran “ajustes de mitad de ciclo” para evitar que los mercados interpretaran los recortes como señal de que la expansión más prolongada registrada en la historia de Estados Unidos se aproxima a su fin.

Al parecer, los recortes fueron positivos. Las tasas hipotecarias bajaron; la tasa promedio de los préstamos a 30 años, que subió a casi el 5% hace un año, bajaron de nuevo al 3,75%. La medida sopló un viento ligero en las velas de la industria de la construcción residencial, que este septiembre arrancó obras en unas 20.000 casas más que en septiembre del año pasado. Esa inversión residencial tuvo un efecto positivo en el crecimiento del PIB para el tercer trimestre, no observado en casi dos años.

También parece que los recortes a las tasas apagaron las centelleantes luces intermitentes de la alarma de recesión activadas por la “curva de rendimiento”. Las curvas de rendimiento “invertidas”, que se presentan cuando las tasas de los bonos soberanos a largo plazo caen por debajo de las tasas de la deuda soberana a corto plazo, en general se han observado un año antes del surgimiento de una recesión. Esta curva se invirtió en el verano, lo que generó inquietud ante la posibilidad de una recesión. Pero ya está de nuevo en su posición habitual. Los precios de las acciones, que lucían un tanto desganados en mayo, recobraron fuerza e incluso han llegado a niveles récord, gracias a informes de beneficios más positivos de lo esperado y a la posibilidad de que Estados Unidos y China acuerden una tregua.

MENOS ÍMPETU

El 30 de octubre, la Reserva Federal redujo de nuevo su tasa de referencia un 0,25%. El problema es que esa acción es casi como declarar la victoria en la batalla contra la recesión. Ahora, los mercados esperan que la Reserva Federal mantenga sus tasas por lo menos 6 meses. Aunque Powell enfatizó que la Reserva Federal observará de cerca los datos, comentó: “Consideramos que la política monetaria actual seguirá siendo apropiada. […] Creemos que la política monetaria tiene los ajustes correctos”. La mayoría de los miembros del comité encargado de fijar tasas consideran que la Reserva Federal debería volver a elevar las tasas en el 2020.

Si bien la confianza de la Reserva Federal es comprensible, podría ser prematura. Las condiciones que presionaban la economía hace unos meses han aligerado un poco la carga, pero, de cualquier forma, la preocupación por el crecimiento causó daños. Los consumidores han sido los impulsores de la economía. Aunque todavía gastan, lo hacen con menos ímpetu que antes. El gasto de consumo personal creció a un ritmo anual del 2,9% en el tercer trimestre que, aunque no está mal, representa una caída con respecto al 4,6% del segundo trimestre. Las ventas al por menor en septiembre cayeron un 0,3%, lo que podría indicar que el trimestre concluyó en un tono de debilidad. Los indicadores de confianza del consumidor, que dan una idea de cómo podría cambiar el gasto en el futuro, fueron a la baja.

También las empresas actúan con cautela. Los indicadores de confianza empresarial han bajado. La ansiedad que experimentan los directivos afecta la inversión: el impulso que recibió el PIB en el tercer trimestre gracias a la inversión en vivienda se canceló con creces contra una marcada caída en la inversión en equipo y construcciones no residenciales. Las bajas cifras de inversión son especialmente molestas para los economistas del gobierno de Trump, quienes sostuvieron que la reforma fiscal del presidente alentaría un periodo de bonanza en el gasto empresarial. Es posible que la actividad comercial se recupere un poco en los siguientes meses, si en realidad se declara un cese al fuego en la guerra comercial. Sin embargo, esta guerra solo es responsable en parte de las aflicciones de las empresas. La desaceleración mundial es un factor más importante. Tanto Europa como Japón se encuentran al borde de una recesión y la desaceleración en el crecimiento de China da pocas señales de recuperación. Si cambia la suerte económica de Estados Unidos, en todo caso, será debido a mero optimismo nacional.

DESEMPLEO BAJO

Cualquier esperanza de que eso ocurra depende, a su vez, de la estabilidad del mercado laboral. El panorama laboral ha sido la fuente más perdurable de aliento para quienes se concentran en los aspectos positivos. El ritmo de las contrataciones es más lento; la nómina aumentó un 1,4% en los doce meses pasados, una baja con respecto al 1,8% registrado el año anterior. No obstante, no es nada inesperado a estas alturas de una expansión económica, cuando hay menos desempleados por contratar. La tasa de desempleo, del 3,5%, todavía es extraordinariamente baja. En tanto las empresas sigan contratando y los salarios se mantengan al alza, lo más probable es que los consumidores sigan gastando a una tasa suficiente para que la economía logre evadir la recesión.

En vista de la incertidumbre que rodea a la economía, quizá se esperaba que la Reserva Federal diera señales más claras de estar lista para reanudar el recorte de tasas, de ser necesario. Es más fácil alimentar la confianza que recuperarla una vez perdida, y el riesgo de que aumente la inflación ha bajado desde hace unos meses. El índice de precios del gasto en consumo personal, el indicador de inflación preferido por la Reserva Federal, aumentó a una tasa anual del 1,5% en el tercer trimestre, por debajo del objetivo del 2% de la Reserva y del 2,4% registrado en el segundo trimestre. Más bien, el banco central parece conformarse con esperar a ver cómo se desarrollan las condiciones y permitir que un presidente que enfrenta amenazas por todos los frentes gire hacia donde vaya el viento.

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