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Buenos Aires.

Alberto es un unificador. Su compañera de fórmula, la ex presidenta Cristina, no tanto. Tres de Febrero, un polvoriento suburbio industrial de Buenos Aires, debe su nombre a la fecha de una batalla que tuvo lugar cerca de ahí en 1852. El general victorioso, Justo José de Urquiza, posteriormente promulgó la Constitución federalista de Argentina. Actualmente, ese distrito es un campo de batalla en una elección nacional cuyo resultado podría ser casi igual de trascendental. Esta contienda electoral enfrenta al presidente Mauricio Macri, un reformista que ha fracasado en modernizar la economía de Argentina, con Alberto Fernández, cuyo movimiento peronista es la razón por la que el país necesita tantas reformas.

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En el 2015, Tres de Febrero votó por Macri, con lo que ayudó a poner fin a 14 años de gobierno peronista en Argentina. Sin embargo, los errores del nuevo presidente contribuyeron a generar una recesión, una tasa de inflación superior al 50% y un acuerdo para un rescate financiero de 57.000 millones de dólares con el FMI, el más grande que ha otorgado este organismo. La tasa de pobreza de Argentina del 35,4% se ubica en su punto más alto en más de una década. Ahora los votantes en Tres de Febrero planean dar su voto de nuevo a los peronistas. “Voté por Macri, pero no lo haré de nuevo”, dijo Carlos, un trabajador de una fábrica de galletas. “Después de cuatro años apenas puedo pagar mis cuentas o alimentar a mi familia”. Él respalda a Alberto Fernández, quien tiene una gran ventaja en las encuestas en el ámbito nacional. Alberto podría ganar la primera vuelta de las votaciones, programada para el 27 de octubre.

DUDA DE OBSERVADORES

Lo que alimenta la esperanza en Tres de Febrero inspira temores en los mercados financieros y en gran parte de la clase media de Argentina. Es principalmente el hecho de que la compañera de fórmula de Alberto Fernández es Cristina Fernández de Kirchner (no tienen ningún parentesco), quien precedió a Macri como presidenta y creó el caos económico que Macri intentó resolver sin éxito. Durante su presidencia de 8 años, ella incrementó en gran medida las prestaciones sociales, los subsidios y el empleo público. Entró en guerra con los acreedores extranjeros y afectó los negocios de los exportadores con altos impuestos y una tasa de cambio sobrevaluada. Su gestión concluyó con una economía varada, un déficit fiscal del 5,9% del PIB y una inflación elevada.

Los recuerdos de esa era espantaron a los mercados financieros el 11 de agosto, cuando Alberto Fernández ganó de manera clara una votación primaria que es considerada como un ensayo de la elección. El peso argentino se desplomó 25% contra el dólar, lo que incrementó la inflación aún más. La mayoría de los observadores de Argentina asumen que Alberto ganará la elección presidencial. Su principal duda es si traerá de vuelta el kirchnerismo –el tipo de peronismo de izquierda de Cristina Fernández– o formulará una corriente propia más moderada.

ESPERANZA DEL PERDÓN

Alberto Fernández critica fuertemente las políticas “neoliberales” de Macri, incluido el acuerdo con el FMI, mientras asegura a los votantes que él no es como su divisora compañera de fórmula. La coalición que él lidera se llama Frente de Todos. “Alberto es un constructor de puentes, siempre busca el diálogo en lugar de la confrontación”, dijo Jorge Argüello, quien trabajó como diplomático y lo conoce desde su época universitaria. Alberto, que alguna vez fue portero de un equipo de fútbol universitario, se presenta en anuncios televisivos como un experimentado administrador de crisis y un sujeto común, al cual le encanta jugar a atrapar la pelota con su collie, Dylan. Como jefe de gabinete del fallecido Néstor Kirchner, quien fue el esposo de Cristina Fernández y la precedió como presidenta, supervisó las negociaciones con el FMI y los acreedores después de que el país cayó en suspensión de pagos en el 2001. Alberto Fernández es “totalmente no ideológico”, dijo Federico Sturzenegger, quien fue el gobernador del banco central durante el gobierno de Macri.

No obstante, ¿quién estará a cargo? De acuerdo con una encuesta reciente, más argentinos creen que Cristina, y no Alberto, sería la cabeza de facto del gobierno, si logran ganar. Para contrarrestar esa impresión, excepto en los lugares donde ella mantiene su popularidad, la campaña peronista la ha mantenido fuera de los reflectores.

Algunos estudiosos del peronismo piensan que sus únicas ambiciones ahora son personales, no políticas. Ella enfrenta procesos penales por seis casos de corrupción. Sin embargo, como actualmente es senadora, no puede ser enviada a prisión; como vicepresidenta, tendría la esperanza de obtener un perdón. Sus frecuentes visitas a Cuba puede que no están motivadas por la ideología: su hija recibe atención médica en la isla.

¿UNIDAD CON OPOSICIÓN?

Sin embargo, el que Cristina Fernández se alinee con la facción de izquierda del movimiento indica que, si efectivamente llega a estar a cargo, las consecuencias serían más que personales. Una de las organizaciones más poderosas de la izquierda es La Cámpora, un grupo juvenil peronista con divisiones en todo el país que fue fundado por su hijo, Máximo Kirchner. El candidato peronista a alcalde en Tres de Febrero, Juan Debandi, es miembro. En el siguiente Congreso, que también será elegido el 27 de octubre, tal vez 40 diputados de las 257 curules de la Cámara Baja serán integrantes de la facción del peronismo de Cristina Fernández. Los puntos de vista de La Cámpora prevalecerán, predice un hombre de negocios apesadumbrado. Si eso ocurre, habrá una “alta probabilidad” de hiperinflación.

Para evitar un viraje hacia la izquierda peronista, se espera que Fernández busque alianzas con los gobernadores peronistas, la mayoría de los cuales no sienten simpatía por La Cámpora, y quizá con la coalición derrotada de Macri, Juntos por el Cambio. Sergio Berensztein, un consultor político, piensa que Alberto Fernández podría formar un “gobierno de unidad nacional” con la oposición.

EVITAR EL TRIUNFO Y EL DESASTRE

Su gobierno tal vez sería menos radical de lo que fue el de Cristina Fernández, pero menos reformista de lo que Macri esperaba que fuera el suyo. Buscaría un acuerdo renegociado con el FMI. Probablemente necesitaría una reprogramación más severa de la deuda de Argentina de la que Macri ha propuesto. Trataría de controlar el déficit presupuestario, en parte evitando elevar las pensiones en la misma medida en que se han hecho los incrementos anteriores, y buscaría forjar un “pacto social” con sindicatos y empresas para ayudar a contener la inflación. Alberto sería más amistoso de lo que fue Cristina con las exportaciones, que deberían recibir un impulso de la devaluación del peso. Otra victoria podría derivarse de la producción en rápido crecimiento de los depósitos de petróleo de esquisto y gas de Vaca Muerta, en la porción norte de Patagonia. Berensztein piensa que Alberto sí haría las “reformas mínimas para echar a andar el país”.

No obstante, podría no hacer mucho más. Ha dado pocas señales de tener la intención de reformar un Estado sobredimensionado que mengua la productividad de sus ciudadanos y empresas. Su actitud relajada ante un acuerdo comercial acordado en junio entre el Mercosur, un bloque comercial dominado por Brasil y Argentina, y la Unión Europea es desalentadora. El acuerdo, si es ratificado, podría “cambiar por completo las reglas del juego”, dijo Sturzenegger. Para ganar sus batallas, Argentina necesita competir.

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