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Morton, Misisipi.

Las redadas son una demostración de fuerza para un presidente que intenta mantener sus cifras de deportación al alza. Apenas empezaba la jornada escolar del 7 de agosto cuando un consejero sacó de clase a José, de 16 años. Los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por su sigla en inglés) estaban haciendo una redada en siete plantas de procesamiento avícola; ¿acaso él conocía a alguien que trabajara en alguna de ellas? Efectivamente. José trabajaba en el turno vespertino. Sus padres, quienes trabajaban por la mañana, estaban en la planta en ese momento y, al igual que él, eran indocumentados. Ellos trajeron a José (cuyo verdadero nombre es otro) y al resto de su familia a Estados Unidos hace cuatro años. José pensó de inmediato en sus cuatro hermanos y hermanas. Si detenían y deportaban a sus padres, ¿quién los alimentaría y los cuidaría?, ¿cómo pagarían la renta?

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Los padres de José terminaron siendo de las 303 personas que fueron liberadas tras haber sido arrestadas ese día. Otras 377 siguen detenidas en las instalaciones del ICE en Luisiana y Misisipi. El reverendo Roberto Mena, el sacerdote de la parroquia de la iglesia de San Miguel en la ciudad cercana de Forest, cuenta que los feligreses están aterrados. Mark Bowman, un pastor en la ciudad vecina de Carthage, dice que cuando los feligreses de su parroquia llegaron a donar cajas de comida para las familias de los detenidos, algunos “no se acercaban a la puerta porque pensaban que podríamos ser agentes del ICE”.

DETENCIÓN INDEFINIDA

El gobierno de Barack Obama deportó grandes cantidades de inmigrantes indocumentados. Sin embargo, le ordenó al ICE que evitara las redadas radicales. El presidente Donald Trump las ha traído de vuelta y ha tomado medidas para cambiar la manera en que tratan a los migrantes detenidos. El 21 de agosto, su gobierno reveló planes que podrían permitir la detención indefinida de las familias indocumentadas –incluyendo a los niños– que crucen la frontera de manera ilegal. Las nuevas normas reemplazarían un acuerdo que se forjó hace décadas y que determinaba los niveles de cuidado para los niños migrantes, así como el tiempo que podían estar detenidos bajo la custodia del gobierno.

En 2017, Tom Homan, entonces director interino del ICE, ordenó que las operaciones de detención migratoria en el lugar de trabajo se incrementaran “cuatro o cinco veces” por encima de los niveles establecidos en ese momento. Las redadas de Misisipi constituyeron la sétima redada en un lugar de trabajo desde abril del 2018 en la que se ha arrestado a más de cien personas. Fue la operación más grande desde que una redada realizada el 12 de mayo de 2008 en un matadero y empacadora de carnes en Pottsville, Iowa, dio como resultado casi 400 arrestos, a finales de la presidencia de George W. Bush.

SEÑALES DIFERENTES

Esa redada ocurrió en un mundo político distinto. Muzaffar Chishti, abogado y analista político en el Instituto de Política Migratoria, un centro de investigación, sostiene que la redada de Pottsville tenía el objetivo de persuadir a los republicanos en el Congreso para que apoyaran la reforma migratoria, al demostrarles lo inhumanas que serían las operaciones de detención si no había un acuerdo establecido. Las redadas actuales, dice Chishti, son “la señal de un presidente antinmigración a su base”.

Bryan Cox, portavoz de ICE, insiste en que la agencia está “igualmente centrada… en aquellos que buscan empleo de maneras ilícitas [y] los empleadores que los contratan a sabiendas”. No obstante, entre marzo del 2018 y marzo del 2019 solo once empleadores fueron acusados de contratar a trabajadores indocumentados. Hasta ahora, ninguno ha sido acusado después de las redadas en Misisipi. Koch Foods, una de las procesadoras de alimentos donde se hicieron las redadas, señaló en una declaración que los empleadores no pueden pedir más documentos cuando los empleados presentan papeles que parecen auténticos, y que E-Verify, un sistema en línea que supuestamente confirma la legalidad de los empleados, no distingue cuando los trabajadores toman la identidad prestada o robada de un migrante legal.

CAMBIO DE PRIORIDADES

Como una demostración de fuerza, estas redadas son impresionantes. En términos de políticas, son ineficaces, pues requieren gastos significativos de recursos para arrestar a unos cuantos cientos de trabajadores. Quizá suene fuerte decir que todos los inmigrantes indocumentados tienen la misma prioridad, pero desde una perspectiva de seguridad pública, no tiene ningún sentido. Una redada en un lugar de trabajo consume tiempo que luego no puede invertirse en inmigrantes indocumentados más peligrosos.

Hay indicios de que este cambio de prioridades está teniendo consecuencias. En 2017, el número de personas condenadas por un crimen que fueron deportadas cayó a su nivel más bajo desde 2008, el año antes de que Obama asumiera la presidencia. Esa cifra ha empezado a elevarse, pero sigue estando por debajo del promedio que se vio durante el periodo de Obama.

Además, los inmigrantes no son los únicos que temen a las redadas. La industria avícola es la más grande del sector agrícola en Misisipi, pero descuartizar gallinas es una labor peligrosa y las procesadoras ya batallaban para encontrar trabajadores. Allison Crittenden, directora de relaciones en el Congreso en la Federación Estadounidense de la Dirección de Granjas (AFBF, por su sigla en inglés), un grupo de cabildeo agrícola, dice que a los miembros les preocupa que las redadas provoquen “una posible desorganización en las operaciones agrarias”.

INCREMENTO

Así que, ¿qué logran estas redadas? En primer lugar, ayudan a Trump a mantener sus cifras de deportación al alza, ahora que los departamentos locales de policía están cooperando menos que antes. Entre la investidura de Bush y el comienzo del segundo periodo de Obama, las deportaciones incrementaron notablemente: de 189.000 en el 2001 a 432.000 en el 2013.

Mucho de ese incremento provino de la intervención de la policía local. Las áreas metropolitanas que ofrecen refugio a los inmigrantes ilegales –que es el caso de más de tres cuartas partes de aquellas que albergan a la mayoría de la población indocumentada de Estados Unidos– limitan esa cooperación. Los agentes del ICE no pueden simplemente merodear por los vecindarios de inmigrantes y exigir al azar una prueba de ciudadanía. Los lugares de trabajo contienen grandes cantidades de personas indocumentadas en un mismo sitio predecible.

LA IDEA DE TRUMP

Tal vez Trump piensa que las redadas desalientan a los posibles migrantes futuros, pero no hay evidencia que respalde esta idea. Es difícil imaginar que los inmigrantes cuyos hijos son perseguidos por las pandillas en Honduras consideren la posibilidad de ser atrapados en una redada en Misisipi u Ohio al momento de tomar la decisión de huir. Las redadas predominan en un par de ciclos noticiosos, asustan a los inmigrantes y dejan que Trump proyecte rudeza.

En una tarde reciente, el vecindario de José estaba desolado. Sin embargo, aunque el gobierno se había manifestado en contra de José y su familia, sus vecinos no. Bowman dice que sus feligreses tienden a ser conservadores en términos políticos, pero también creen que “Dios nos dice explícitamente que alimentemos a los hambrientos, que vistamos a los que necesiten abrigo, que demos refugio a aquellos sin hogar y que cuidemos a la población inmigrante dentro de las fronteras de nuestro país”.

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