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Incluso la oposición se ha resignado al plan del FMI, sin embargo: “¿De qué sirve lanzarle una cuerda de tres metros a un hombre que se está ahogando en seis metros de agua?”, preguntó hace quince años en un artículo para la revista The Economist Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional.

Su pregunta todavía es relevante en la institución para la que solía trabajar. En junio del año pasado, el fondo lanzó el salvavidas con la cuerda más larga de su historia: un préstamo por 50.000 millones de dólares a Argentina. Cuatro meses después, agregó otros 6.000 millones de dólares. Con esa generosidad esperaba rescatar a Argentina y salvar su reputación en un país que ve a esa institución como cómplice de los desastres económicos que sufrió entre el 2001 y el 2002. Pero un año más tarde, la economía argentina todavía no está fuera de peligro. ¿Necesitará más cuerda?

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Lo primero que debe hacer un hombre que se está ahogando es deshacerse del lastre que trae a cuestas. El gobierno de Argentina, encabezado por Mauricio Macri, redujo su déficit público y espera equilibrar el presupuesto este año, sin considerar los pagos de intereses, así como un poco de gasto social y de capital aprobado por el FMI. Esa austeridad ha ayudado a reducir las importaciones, gracias a lo cual el déficit comercial se ha convertido en superávit.

ESTABILIZAR PRECIOS

No obstante, será difícil mantener ese rigor en el manejo de las finanzas públicas. Además, los dólares de Argentina no solo se ocupan para las importaciones. Debe efectuar pagos sustanciales por su deuda extranjera en el 2020, justo cuando el ingreso de dólares por el préstamo del FMI a tres años bajará drásticamente. Muchos analistas creen que necesitará un nuevo préstamo del FMI, a un plazo más largo, para lograr pagar el actual.

Los inversionistas también temen que vuelva a presentarse una fuga de capital de los residentes, en especial si parece probable que Macri pierda las elecciones de octubre en contra de sus contrincantes populistas, liderados por Alberto Fernández y la ex presidenta Cristina Fernández. El gobierno de Macri enfrenta una encrucijada. Si aplica medidas más estrictas para tranquilizar a los acreedores, enfurecerá a los electores, y ese enojo, a su vez, causará alarma entre los acreedores, quienes temen que Fernández regrese al cargo.

El regreso de Fernández es posible porque la recuperación del crecimiento ha sido lenta (la economía se ha encogido en cinco trimestres consecutivos) y ha sido complicado reprimir la inflación (los precios al consumidor aumentaron más de un 57% en el ejercicio hasta mayo). Las presiones de esta inflación elevada han impulsado al peso a la baja, y las caídas del peso, por su parte, han impulsado los precios al alza. Para colmo, los argentinos cambian pronto sus depósitos a divisas, y muchos salarios y precios se fijan con respecto al dólar. Así que es difícil estabilizar los precios si no se estabiliza el tipo de cambio.

NO INTERVENIR EL MERCADO

Con todo, el FMI ha recomendado que el banco central no intervenga directamente en los mercados de divisas para apuntalar al peso. En septiembre, pidió que se permitiera a la moneda flotar con libertad dentro de una amplia “zona de no intervención”. Sin embargo, en abril tuvo que cambiar de curso. Tras darse a conocer una encuesta de opinión negativa sobre el gobierno de Macri que provocó el desplome del peso, el Banco Central declaró que intervendría dentro de esa zona de ser necesario. Ese anuncio y la buena cosecha lograda ese año parecen haber calmado las aguas por el momento. El peso recuperó un 5% de su valor frente al dólar con respecto a la baja que sufrió en abril.

En Argentina, algunos creen que, debido a que el préstamo del FMI se otorgó por una cantidad enorme y a corto plazo, no fue posible ajustarlo a la idiosincrasia del país. Aunque a Argentina le hubiera gustado un préstamo significativo, a plazo corto y personalizado, tuvo que conformarse con dos de esas tres características. Si bien eso es cierto, el FMI ha estado especialmente abierto a la posibilidad de ajustar el convenio según las circunstancias, pues aumentó su importe, agilizó la entrega de recursos e incluso respaldó la nueva política de intervención del banco central en abril.

POSTURA MENOS INVASIVA

El FMI y su mayor accionista, Estados Unidos, parecen más que dispuestos a darle a este gobierno el beneficio de la duda. Por su parte, el gobierno se ha abstenido de culpar al FMI por su predicamento. Incluso la oposición, que desafió al FMI durante la presidencia del esposo de Fernández, Néstor Kirchner, en el 2005, ha declarado que no abandonará el programa si obtiene la victoria en las elecciones, aunque sí intentará renegociar sus términos.

Algunos funcionarios comentan que actualmente es más fácil aceptar al FMI porque ha adoptado una postura menos invasiva, ya que ahora da libertad a los países para decidir cuál es la mejor manera de alcanzar los objetivos macroeconómicos fijados por la institución. No obstante, el mismo FMI no duda en subrayar una notoria invasión en los asuntos de Argentina: fijó un límite inferior para el gasto social, conforme al cual exige al gobierno asignar por lo menos un 1,3% del PIB a esquemas de transferencia de efectivo y otras redes de seguridad social. No solo se trata de un “deber moral”, señala Roberto Cardarelli, responsable de la misión del FMI en Argentina, sino que es una medida práctica.

Es necesario mantener el gasto social para minimizar la impopularidad del plan, pues si los ciudadanos sienten menos rechazo hacia este, aumentan sus probabilidades de éxito. Después de todo, ¿de qué sirve lanzarle una cuerda a un hombre si él solo ve una horca?

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