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Caquetá, Colombia.

Los turistas hippies podrían provocar que se implemente un control riguroso sobre la ayahuasca.

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En una tarde húmeda en lo profundo de la selva amazónica miembros de los coreguajes, una tribu de colombianos indígenas, hacen fila para recibir infusiones de ayahuasca, un brebaje alucinógeno elaborado a base de vid. Los reparten “taitas”, o chamanes, que han viajado en bote a lo largo del río para llegar a la jungla. Conforme la pócima empieza a hacer efecto, el estómago de los participantes retumban: los otros efectos más comunes de la vid son diarrea y vómito. Los taitas tocan una melodía en la armónica mientras algunas personas salen en busca de alivio; otros se recuestan en hamacas. La ceremonia termina con los taitas cantando para los participantes y dándoles palmadas en la espalda con hojas secas. Al amanecer, el suelo alrededor de la choza está plagado de papel higiénico.

Durante siglos, la ayahuasca ha sido parte de este tipo de ceremonias celebradas por varias tribus que habitan en la región amazónica. En Colombia, consumir la infusión es tanto un símbolo político como un rito cultural. De acuerdo con la Constitución del país, los grupos indígenas, que han sido perseguidos desde hace mucho por los traficantes de cocaína y otros, poseen derechos especiales tales como la propiedad colectiva de tierras y el autogobierno. Sin embargo, ya que la mayoría de las personas en Colombia tienen ascendencia india de América del Norte, es difícil atribuirse ese estatus. Dado que estas tribus han utilizado la ayahuasca desde antes de que llegaran los españoles en el Siglo XVI, es una de las pocas maneras en las que los grupos indígenas pueden demostrarle al gobierno que son culturalmente distintos. Los miembros de las tribus han dado testimonio de su importancia ante la corte.

COMPONENTE ACTIVO

No obstante, ahora se enfrentan a una nueva molestia: los turistas y los residentes urbanos que están cada vez más interesados en probar el brebaje ellos también. A algunos de estos les emocionan los estudios que sugieren que su componente activo, N,N-dimetiltriptamina, o DMT, puede aliviar síntomas de adicción o del trastorno por estrés postraumático. Otros solo buscan darse un viaje.

Los nuevos viajados crean una demanda para los servicios alucinógenos. Muchos chamanes nuevos de ayahuasca han empezado a recorrer Colombia ofreciendo “yagé” (otro término para la infusión) para los aficionados. Pueden cobrar hasta 200.000 pesos (60 dólares) por ceremonias que reúnen hasta a cien personas. Los nuevos chamanes están modificando los rituales tradicionales de la ayahuasca. Los mochileros insensibles ahora pueden combinarlos con elementos indios que claramente no son de la selva amazónica, como cámaras de sudación (indias norteamericanas) o yoga (indio).

CÓDIGO DE ÉTICA

La comercialización le está dando a la ayahuasca una mala reputación. Se dice que algunos chamanes poco fiables mezclan la bebida con borrachero, una planta que contiene hioscina, una droga que puede dejar a las personas en un estado vulnerable. Los reportes de abuso sexual se han vuelto algo común. El mes pasado, los colombianos se quedaron impactados cuando Orlando Gaitán, un chamán popular (no indígena) y afamado activista por la paz (su organización ganó el Premio Right Livelihood de Suecia en 1990) fue declarado culpable de abusar sexualmente de tres mujeres menores de edad. Al menos un turista extranjero ha muerto luego de participar en una ceremonia.

Sin la ayahuasca las tribus no son “nada”, dice Ernesto Evanjuanoy, presidente de UMIYAC, una organización creada por hombres mayores y médicos de las cinco tribus más estrechamente relacionadas con el alucinógeno, a quienes les incomoda el uso que otros le dan. En una iniciativa para retomar el control, la UMIYAC ha creado un código de ética en torno al uso de la ayahuasca. Los miembros chamanes deben ser aprobados por su comunidad, y prometer que no estafarán ni abusarán sexualmente de sus clientes. La agrupación espera que estas medidas ayuden a impedir que la infusión se estigmatice o criminalice.

PREOCUPACIÓN

Sin embargo, Alhena Caicedo, antropóloga en la Universidad de Los Andes en Bogotá, dice que será difícil evitar que la gente venda la ayahuasca. La mayoría de los que la venden son muy pobres y no tienen otras habilidades.

Cuanto más dinero haya de por medio, más complicado será hacer cumplir el código, el cual no es de carácter jurídico. A Caicedo le preocupa que, si la popularidad de la ayahuasca continúa aumentando , podría seguir la misma trayectoria que la coca, la planta utilizada para elaborar la cocaína. También la coca alguna vez fue considerada sagrada por ciertas tribus indígenas colombianas.

No obstante, a medida que aumentó el consumo de cocaína y los cárteles empezaron a matar personas, las tribus perdieron el control de la planta. Cualquiera que cultive coca hoy en día es tratado como un criminal.

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