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SAN LORENZO DE EL ESCORIAL, España.

Pero, ¿qué hacer con el conjunto monumental del Valle de los Caídos?

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Más que conmemorar la guerra, es un monumento a una victoria. Francisco Franco, cuya revuelta militar en contra de una turbulenta república parlamentaria desató la guerra civil española y su dictadura de 36 años, concibió el Valle de los Caídos como un lugar para homenajear a aquellos que murieron por lo que él llamaba su “Cruzada”.

Erigido a lo largo de diecinueve años, mediante trabajos forzados, está diseñado para inspirar miedo más que pesar. Su enorme cruz sobre una saliente rocosa en las faldas de la sierra de Guadarrama puede verse desde las afueras de Madrid, y su basílica es una fría bóveda de 250 metros enclavada en la ladera. Aloja los restos de 33.847 muertos, de ambos bandos de la guerra. Solo dos tumbas, ambas en el transepto de la basílica, tienen nombre: la de José Antonio Primo de Rivera, el fundador del partido fascista español, y la de Franco.

En lo que es ahora una democracia vibrante, este lugar se ha convertido en una aberración. El año pasado el Parlamento aprobó una resolución propuesta por los socialistas y respaldada por todos los partidos, excepto el conservador Partido Popular (PP) y un partido catalán, para reubicar los restos de Franco, enterrar a Primo de Rivera en un sitio menos prominente y “resignificar” el Valle como un monumento democrático.

Habiendo expulsado inesperadamente al PP del gobierno mediante una moción de censura en mayo, Pedro Sánchez, el nuevo primer ministro socialista, está listo para llevar a cabo la resolución. Los restos de Franco se exhumarán “en breve, en muy breve espacio de tiempo”, le dijo al Parlamento el 17 de julio.

Solo unos cuantos “franquistas” retrógradas se oponen activamente a la decisión de Pedro Sánchez. Varios cientos de ellos escenificaron una protesta recientemente en el Valle. Sin embargo, al PP le incomoda el asunto. Muchos de sus electores tienen más de 60 años; crecieron durante las últimas décadas del gobierno de Franco, cuando a pesar de que aún había represión se dio una creciente prosperidad económica y la creación de la clase media. Además, muchas familias tienen ancestros que estuvieron en bandos opuestos durante la guerra.

PROMESA

“Nuestra democracia tendrá símbolos que unan, no que separen”, prometió el nuevo primer ministro. Ese es un objetivo valioso. Para lograrlo, los socialistas deben reprimir su deseo de establecer una “Comisión de la verdad” sobre una guerra que terminó hace casi 80 años, o de convertir el Valle en un “museo de la memoria”, que sin duda sería la versión imaginada solo por uno de los bandos.

Mucho mejor será volverlo un simple monumento nacional a la guerra, ayudar a quienes todavía no saben lo que sucedió con sus familiares asesinados en la guerra o durante los años de la represión, ni dónde se les enterró, y dejar el resto a los historiadores.

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