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Tampoco es muy probable que ocurra en el futuro.

En tono de broma, un banquero comenta que las fusiones entre bancos de distintos países de la eurozona son “muy parecidas a las relaciones sexuales entre adolescentes. Se habla mucho y se hace muy poco. Entonces, cuando por fin sucede, la decepción es enorme”. Desde hace algunos meses han circulado rumores sobre posibles convenios entre Commerzbank, el banco alemán inscrito en bolsa clasificado en el segundo lugar del país, y los tres mayores bancos franceses (BNP Paribas, Crédit Agricole y Société Générale), así como el principal banco italiano, UniCredit. El rumor más reciente vincula a UniCredit y Société Générale. Sin embargo, no es inminente ninguna enorme compra transfronteriza.

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Este tipo de acuerdos, suscritos con mucha frecuencia durante la década del 2000 –en particular, la adquisición por parte de UniCredit de HypoVereinsbank, otro de los principales bancos alemanes, en el 2005–, ahora son esporádicos. A los encargados de establecer políticas en la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) les encantaría impulsarlos de nuevo. Los mercados bancarios de la zona del euro todavía son, en esencia, nacionales. “La banca europea sigue igual de fragmentada hoy en día que en el 2012”, señala Magdalena Stoklosa, de Morgan Stanley. El crédito nacional todavía representa siete octavos del total. Tres quintas partes de los bonos soberanos y corporativos de los bancos son de sus países de origen.

Los responsables de las políticas creen que si los bancos fueran paneuropeos serían más resistentes, pues los acreditantes dependerían menos del desempeño de sus gobiernos nacionales y, por lo tanto, evitarían entrar en un círculo vicioso. Un funcionario destaca que, durante la crisis inmobiliaria y bancaria que sufrió España en el 2008, los bancos con diversificación internacional, Santander y BBVA, resistieron mejor que los bancos nacionales. Las fusiones transfronterizas podrían ofrecer escala sin dañar la competencia dentro del territorio nacional. También permitirían ampliar los mercados de capitales del bloque. Si existieran bancos más grandes en la zona del euro, estarían en una mejor posición para enfrentar a los cinco grandes de Wall Street, que dominan las tablas en la liga europea de la banca de inversión. Solo un banco europeo se clasifica entre los diez principales del mundo en términos de capitalización bursátil: HSBC, del Reino Unido, que realiza la mitad de sus negocios en Asia.

Para los bancos, el principal atractivo de una fusión es la escala, pues implica una reducción en los costos fijos, que además se distribuyen entre una mayor producción. No obstante, como subraya Jernej Omahen, de Goldman Sachs, “la banca es escalable por completo, siempre y cuando ocurra dentro de la misma jurisdicción”. Cuando los bancos cruzan la frontera, “surgen muchísimas complicaciones”, lo cual le resta atractivo a los beneficios de lograr una mayor escala.

Los banqueros consideran que los reguladores deberían sentar mejores bases primero y concretar la unión bancaria de Europa, para que el mercado único aplique el mismo conjunto de reglas, pues todavía no se cuenta con esta legislación. La eurozona tiene un supervisor único, el BCE, encargado de vigilar a los bancos más importantes, y una junta única encargada de la resolución de los bancos en quiebra. Sin embargo, todavía no existe un esquema común para garantizar los depósitos, lo cual permitiría, en efecto, utilizar ahorros provenientes de Alemania para financiar préstamos en Italia, y tampoco es probable que se desarrolle pronto. “Eliminar ese obstáculo cambiaría significativamente la ecuación”, afirmó Nicolas Véron, del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington DC, y el grupo de expertos Bruegel, en Bruselas. Véron considera que “el verdadero cuello de botella” es la exposición concentrada de los bancos a los bonos de sus gobiernos nacionales. La eurozona no ha definido un activo seguro común al cual recurrir para romper con este círculo vicioso.

De hecho, ni siquiera las funciones de supervisión y resolución se han unificado en realidad. Danièle Nouy, presidenta del Consejo de Supervisión del BCE, ha recalcado que la legislación europea incluye decenas de exenciones nacionales a las normas comunes. Por ejemplo, once países (Alemania, entre ellos) se han reservado el derecho de establecer sus propias normas en el caso de exposiciones considerables a acreditados individuales. Debido a algunas variaciones en la legislación nacional en materia de quiebras, pueden aplicarse procedimientos diferentes cuando se liquidan bancos en distintos países.

Además, los bancos de “importancia global”, de los cuales hay siete en la zona del euro (de los 30 existentes en todo el mundo), deben cumplir requisitos adicionales de capital conforme a las reglas internacionales. Si aumentan de talla debido a una fusión, quizá deban pagar más. Las mismas reglas tratan a los diecinueve miembros de la eurozona como jurisdicciones independientes, no como una sola, por lo que aumentan los requisitos mínimos de los bancos transfronterizos de gran talla (aunque quizá no lo suficiente para impedir la fusión de bancos sanos). A los ministros europeos de Finanzas les gustaría modificar esas reglas.

No obstante, incluso si se desvanecieran por arte de magia los obstáculos en materia de regulación, los bancos no sentirían la imperiosa necesidad de establecer convenios. En las fusiones nacionales, es posible recortar costos mediante el cierre de sucursales cercanas y la integración de líneas de productos que están duplicadas. Según Stoklosa, en las adquisiciones recientes de bancos minoristas en Italia y España, los compradores identificaron ahorros del 20 al 30 por ciento en los costos de la institución resultante. Es mucho más difícil aplicar este tipo de ahorros si las redes de sucursales no coinciden y no es posible evitar diferencias en los productos, los sistemas contables y los idiomas.

AMIGOS SIN BENEFICIOS

Stuart Graham, de Autonomous Research, argumenta que otra barrera es la necesidad de actualizar los sistemas computacionales anticuados y complicados de los bancos: “Lo último que quieres es enviar a distintas partes a los pocos empleados especializados en tecnología y que, en vez de desarrollar aplicaciones modernas para los clientes, se dediquen a arreglar pequeñas porciones del sistema legado”. Además, en algunos países los bancos todavía tienen la carga de deudas incobrables cuya calidad es incierta, por lo que es difícil valuarlos para considerar una compra.

Encima, todavía hay espacio de maniobra para la consolidación nacional. Deutsche Bank sería un mejor socio para Commerzbank que cualquier banco extranjero para ambos. Alemania tiene 1.600 bancos, la mayoría públicos y de talla pequeña, o cooperativas que otorgan préstamos. A pesar de la ola de fusiones concretadas después de la crisis, España todavía puede reducir más el número de bancos, al igual que Italia.

Por otra parte, los bancos han comenzado a explorar territorio extranjero sin hacer grandes compras. El crecimiento orgánico, o mediante convenios más limitados, parece más atractivo por ahora. El banco holandés ING se ha colocado en el tercer lugar de los bancos minoristas en Alemania (por número de clientes) a partir de un banco digital que compró en 1998, y ya realiza operaciones en línea en España y otros países. BNP Paribas ha conseguido clientes corporativos en Alemania sin tener que adquirir Commerzbank. Société Générale convino hace poco en comprar la división de mercados accionarios y de materias primas de Commerzbank por una cantidad que no se dio a conocer al público.

Con todo, un solo acuerdo podría desencadenar toda una serie. “Los bancos son como las manadas”, opina Graham. Sí dos bancos unen fuerzas, quizá otros también lo hagan (gran parte de los rumores se debe a modelos de este tipo de fusiones defensivas). No obstante, la falta de un mercado único representa un gran obstáculo y, en tanto no se resuelva, será difícil que se desate una gran ola de fusiones bancarias en Europa.

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