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CIUDAD DE MÉXICO

Los votantes mexicanos tienen grandes expectativas del nuevo presidente. El riesgo es que los decepcione.

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“No les fallaré. No voy a decepcionarlos”. De pie ante una multitud de quizás 100.000 personas en el Zócalo, la plaza central de la Ciudad de México, el1 de julio Andrés Manuel López Obrador parecía muy consciente dela magnitud de lo que acababa de lograr. El carismático populistahabía ganado la presidencia de México en la primera mayoría aplastante democrática del país. Su coalición electoral, JuntosHaremos Historia, controlará el Congreso y el gobierno de Ciudad de México, la capital, otorgándole un poder sin precedentes para unpresidente moderno. Ningún presidente ha llegado al gobierno contantas expectativas desde que comenzaron las elecciones libres en el año 2000.

Lo que es incierto es si las cumplirá, en parte por el tipo de político que es. López Obrador, con frecuencia llamado AMLO, es un enigma. En un discurso puede sonar como un pragmático fiscalmente conservador y en el siguiente como un demagogo mesiánico. Los mexicanos no pueden estar seguros de cuál AMLO llegará a trabajar el 1 de diciembre, día en que tomará posesión.

López Obrador, ex alcalde de Ciudad de México de 64 años que ha contendido por la presidencia en dosocasiones anteriores, ganó el 53 por ciento de la votación. Sucontrincante más cercano, Ricardo Anaya, del Partido AcciónNacional, o PAN, se quedó bastante atrás con el 22 por ciento. José Antonio Meade, del actual gobernante Partido Revolucionario Institucional, o PRI, ganó un lamentable dieciséis por ciento. La victoria de López Obrador no fue sorpresiva: desde marzo estuvo alfrente en las encuestas por márgenes de dos dígitos.

No obstante, se trata de un eventohistórico en un país donde el cambio político con frecuencia ha llegado a un ritmo muy lento. Cuando el PRI perdió el poder en el año 2000 después de gobernar México durante 71 años, llegó el PAN, fundado seis décadas antes. Pero no cambió mucho y allanó el camino para el regreso del PRI en el 2012. López Obrador, quien fundó Morena, el principal integrante de Juntos Haremos Historia, como partido en el 2014, acusó a los dos grandes partidos de articular una “mafia del poder”. Su elección ha destruido el duopolio político. Durante sus actos de campaña dijo a sus simpatizantes que sería el acontecimiento más importante desde el comienzo de la revolución en 1910.

RETÓRICA VS. RESULTADOS

López Obrador promete ser laantítesis de los presidentes inalcanzables que le precedieron. No vivirá en Los Pinos y reducirá a la mitad el salario de los altos funcionarios, incluyendo el suyo. Su esposa, Beatriz GutiérrezMüller, no será la “primera dama”, término que ella consideraclasista. AMLO no necesitará guardaespaldas porque “el pueblo me protegerá”.

También este quiere que él lo proteja. Ganó sobre todo porque prometió reducir la delincuencia y eliminar la corrupción, flagelos que ninguno de los dos partidos dominantes logró controlar. La corrupción creció bajo el mandatodel presidente actual, Enrique Peña Nieto. En un estado gobernadopor el PRI, el sistema de salud administró agua destilada a niños con cáncer en vez de medicamentos. El año pasado, la tasa de asesinatos impuso una nueva marca. La campaña política en sí estuvo plagada de violencia: desde septiembre pasado, han sidoasesinados más de 120 políticos y personas que trabajaban en la política.

Una cosa es arremeter contra la delincuencia, la corrupción y la impunidad, y otra es asumir el mando del aparato de procuración de justicia. Las ideas de LópezObrador para curar las plagas de México son imprecisas. Primerohabló de otorgar amnistía a integrantes de bandas de narcotraficantes y luego aclaró que se refería principalmente a los campesinos que cultivan amapola y a otras personas que no ejercen la violencia. En junio, Olga Sánchez Cordero, la posiblesecretaria de Gobernación de AMLO, pidió la despenalización de lamarihuana. López Obrador ha hablado de crear una gendarmería federal, lo cual sería bueno si sucediera. Percibe la reducción dela miseria, por ejemplo, mediante un programa de becas para los jóvenes, como una forma de desvincular a las bandas de susuministro de reclutas. Pero su “plan de paz y reconciliación”aún está elaborándose.

Lo mismo sucede con su planteamiento de combate a la corrupción. Habla de centralizar las adquisiciones gubernamentales y de reclutar a ciudadanos para vigilarla. Su campaña propuso una enmienda constitucional para prohibir la participación de funcionarios públicos en negocios que pudieran entrar en conflicto con sus tareas. Sin embargo, López Obrador ha mostrado poco interés en reformas tan vitales como la garantía de que tanto el procurador general como el fiscal anticorrupción estén libres de influencia política. Al igual que con la delincuencia, parece creer que tendrá éxito donde sus predecesores han fracasado mediante una combinación de buenas intenciones, rectitud personal y presión de la población. A las organizaciones anticorrupción sin fines de lucro en particular no les entusiasmaba su candidatura.

No está claro a dónde llevará la economía López Obrador. Promete ser prudente con el presupuesto y no aumentar los impuestos. En sus comentarios poselectorales trató de tranquilizar a los inversionistas nerviosos. “Actuaremos con respeto. Será una transición ordenada a fin de mantener la estabilidad económica y financiera”, prometió. El peso se ha fortalecido un poco desde mediados de junio.

Pero el presidente electo también ha hecho promesas costosas, que incluyen congelar los precios del petróleo y la electricidad en términos reales, subsidiar la agricultura, pagar becas y expandir pensiones. Si se aplicaran todos sus planes de gasto el primer año, agregarían 5,5 puntos porcentuales del producto interno bruto al déficit fiscal, afirma Carlos Serrano, economista en jefe de BBVA Bancomer. López Obrador se imagina, absurdamente, que la reducción de la corrupción pagará la mayor parte de lo que desea.

Y también está el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá que ha ayudado a industrializar el norte y el centro de México. Alguna vez López Obrador habló en contra del acuerdo, pero ahora dice que lo apoya. Él y el presidente Donald Trump, quien ha convertido a México en el chivo expiatorio de la delincuencia y el deterioro industrial en Estados Unidos, sostuvieron una amistosa conversación telefónica después de la victoria de López Obrador. Este quiere que durante el periodo de transición su equipo participe en la renegociación del TLCAN que Trump solicitó, la cual ya está en curso. Pero si el presidente proteccionista de Estados Unidos decide que quiere cancelar el acuerdo, es difícil imaginar que López Obrador luche mucho para salvarlo.

El alborozo que ha provocado su victoria es el signo más claro de los peligros que le esperan a él y a México. Los votantes no han depositado su fe en un programa, sino en un hombre. Los entusiasma más lo que simboliza que su sustancia. Pero a principios del próximo año, los mexicanos exigirán resultados a su nuevo presidente. Como él ya lo sabe, no temen castigar el fracaso.

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