Anelo, Argentina | AFP

Pozos petroleros que asoman entre cultivos de frutas, casuchas resquebrajadas y mecheros con humo negro conforman el paisaje de Vaca Muerta, el enorme reservorio de petróleo y gas no convencional de Argentina, enclavado en una formación geológica rica en restos de dinosaurios.

Se trata de la segunda reserva de gas “shale” más grande del mundo y la cuarta de petróleo no convencional, por lo que constituye una suerte de El Dorado para este país recurrentemente golpeado por crisis económicas y urgido de divisas.

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Pero sus habitantes alertan sobre los efectos que deja la fracción hidráulica, una técnica controvertida y bajo la lupa de los ambientalistas.

“Dicen que ese recurso les pertenece y que de eso depende la economía del país. Pero afectaron al ecosistema. Se contaminó el agua, el aire, se secaron las plantas, aparecieron enfermedades que antes no había. Perforan, se van y quedamos nosotros”, señala Lorena Bravo, vocera de la comunidad mapuche de Campo Maripe.

El yacimiento Vaca Muerta se extiende sobre 30.000 kilómetros cuadrados en la Patagonia, entre las provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza. Representa 43% de la producción total de petróleo y 60% de la de gas.

Añelo era hace años un pequeño caserío en medio del desierto patagónico, en el que se vivía del pastoreo de cabras y corderos. Hoy se ha transformado en un pueblo de 8.000 habitantes, la gran mayoría venidos de fuera, donde abundan los hoteles para los trabajadores petroleros y se levanta un enorme casino.

En los alrededores viven indígenas mapuches que reclaman el derecho sobre sus tierras y aseveran que han debido desplazarse por la contaminación que causa la fractura hidráulica, necesaria para la extracción de los hidrocarburos no convencionales.

“El fracking es una actividad ilegal en territorio mapuche. No se cumplió con nuestro derecho a ser consultados”, asegura Jorge Nahuel, líder de la Confederación Mapuche de Neuquén.

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