Washington, Estados Unidos | AFP

Después de dos años de viajar por el sistema solar, la sonda de la Nasa Osiris-Rex se acercó en diciembre al asteroide Bennu con el objetivo de obtener una muestra, pero tocar el asteroide es una misión mucho más arriesgada de lo esperado.

Científicos e ingenieros de la misión anunciaron el martes que descubrieron que la superficie del asteroide de 490 metros de diámetro estaba cubierta de piedras y rocas, cuando pensaban que era más suave y por lo tanto más segura para la operación.

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“Volvemos al punto de partida y empezamos a pensar de nuevo”, dijo Dante Lauretta, jefe de la misión, en conferencia de prensa. Sus observaciones también fueron publicadas en la revista Nature.

La sonda fue diseñada para apuntar a una zona plana con un radio de 25 metros, pero según las fotografías tomadas desde diciembre, no existe una zona tan grande y sin rocas. Por lo tanto, deberá apuntar a una zona más pequeña.

“Vamos a tener que dar en el clavo”, resumió Richard Burns, director del proyecto, comparándolo con el juego de dardos.

Desde diciembre, la sonda hizo un mapa de Bennu con sus instrumentos, a una distancia muy cercana, actualmente de 5 km. El asteroide, que orbita alrededor del Sol, está a 85 millones de kilómetros de la Tierra. El objetivo es tocar la superficie durante cinco segundos en julio del 2020 con un brazo articulado para recoger entre 60 gramos y 2 kg de regolito, es decir, grava y polvo (la máquina sólo puede aspirar partículas menores de dos centímetros). Las muestras se almacenarán en la sonda, que regresará a Tierra en el 2023.

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