Nueva Delhi, India | AFP

Abhimanyu Mawatwal almuerza en un patio con plantas y purificadores que filtran el aire en un centro comercial de Nueva Delhi. En el exterior flota una neblina grisácea. Son las dos caras de una de las ciudades más contaminadas del mundo.

En los lugares frecuentados por la burguesía de la capital india la protección contra la polución es un argumento comercial. Un privilegio inaccesible para el resto de la población.

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“Me encanta venir aquí para comer. Es como una bocanada de oxígeno”, describe Abhimanyu Mawatwal en el Worldmark Aerocity, un centro comercial y de negocios cerca del aeropuerto internacional de esta ciudad de 20 millones de habitantes. Está rodeado de plantas y fuentes artificiales.

Todos se apuntan a la moda: cines, bares y los restaurantes más elegantes. Pero carecen de aparatos que midan la contaminación en el interior de los locales, con lo cual se desconoce si es eficaz o simple marketing.

“Tenemos que aportar vegetación a las junglas de hormigón y crear lugares a los que todo el mundo pueda venir y respirar aire bueno”, declara S. K. Sayal, director ejecutivo de Bharti Realty, la empresa propietaria del centro comercial Worldmark Aerocity.

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