Lyon, Francia. AFP

Dos años después de su uso con cuentagotas en tratamientos para pacientes en estado desesperado, Francia parece decantarse claramente por los fagos, esos virus procedentes de las alcantarillas capaces de acabar con las bacterias más resistentes.

Estos fagos, presentes en el agua, “se pegan a las bacterias y las matan desde el interior”. Son armas de “destrucción masiva de bacterias”, explica el profesor Frédéric Laurent, jefe del servicio de bacteriología del Hospital de la Croix-Rousse de Lyon, donde la AFP pudo seguir un tratamiento excepcional por fagos.

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Estos virus fueron descubiertos en 1917 por el franco-canadiense Félix d’Hérelle, colaborador del Instituto Pasteur, luego de análisis realizados en el Ganges, donde en ciertos lugares desaparecía el cólera.

Aunque los países occidentales los abandonaron con el desarrollo de los antibióticos, países del Este europeo los utilizan en medicina tradicional, Georgia entre ellos.

Actualmente, Francia, EEUU o Bélgica se suman lentamente al movimiento. Los fagos representan una enorme esperanza ante infecciones resistentes a los antibióticos, cada vez más frecuentes. En particular, con el envejecimiento de la población y el creciente recurso a las prótesis de cadera o de rodilla (más de 200.000 por año en Francia).

“Cuando se coloca una prótesis, hay un riesgo de 1 a 2% de desarrollar una infección, que se eleva al 30% para algunos pacientes”, subraya el profesor Tristan Ferry, especialista de infecciones osteoarticulares en la Croix-Rousse y que encabeza una investigación clínica sobre los fagos. Desde el 2016, la Agencia nacional francesa de seguridad del medicamento (ANSM) admitió una veintena de tratamientos con estos fagos, usados como último recurso.

El organismo está convencido de que estos bacteriófagos “constituyen una posible alternativa a los antibióticos que merece estudio”.

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