La actriz es la primera paraguaya en ser contrata por la plataforma de streaming global, Netflix. Con un rol en la segunda temporada de la aclamada serie brasileña O Mecanismo, nos cuenta cómo la vida da segundas oportunidades.

Texto: Jazmín Gómez Fleitas

Fotos: Nath Planás

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Cuando Andy (40) terminó la secundaria ya sabía que la actuación era lo quería para su vida. “Esto de la actuación no fue una casualidad o algo que surgió de la nada, sino que realmente responde a un anhelo de mi corazón. Siempre recalco esto, lo cual era bastante complicado, y yo estaba consciente de eso, porque tuve un hijo a los 15 años”, relata.

Sus opciones, 20 años atrás, eran limitadas para perseguir ese sueño. “Cuando terminé el colegio mi hijo tenía tres años. No iba poder dejarlo, ya que si quería estudiar actuación, en ese entonces, tenía que irme a Buenos Aires. No le iba dejar tampoco a mi bebé”, explica Andy.

Se apuntó entonces al examen probatorio de Arquitectura y de Derecho para ver cuál le gustaba más. Al final eligió Derecho y ni bien comenzó la facultad, también empezó a trabajar. Primero en el Tribunal de Encarnación, luego en oficinas, e incluso, poco antes de finalizar la carrera, se volvió independiente.

“Cada vez me empapaba más del tema. Es un rasgo mío dar todo de mí en lo que me dedique y resultó ser una profesión larga y dichosa. Además, también fui ayudante de cátedra y luego llevé la materia de Hechos, actos y obligaciones en el 4to año de Derecho en la Universidad Nacional de Itapúa (UNI). Me apasionaba. A mí me gusta mucho leer y también escribir. Como que a mi vena artística le daba por ese lado entonces. Aunque también creo que muchas veces, sin darme cuenta, era como que estaba actuando. Cuando tenía que defender algún caso. Era como que iba supliendo esa necesidad”, detalla.

Ejerció la abogacía durante 11 años y siete años los dedicó a la docencia. Hasta realizó un posgrado en Derecho Penal. Se casó a los 27 años y un día cualquiera se entera que en la UNA se iba abrir un taller de actuación. Tuvo un tira y afloje interno para asistir porque ella sabía que el primer día de clases le iba gustar demasiado como para dejarlo.

“Pasaban los años y ya era el cuarto año que estaba estudiando actuación y me daba cuenta de que tenía logros profesionales, pero que había algo que no me cerraba. Y sucede que un día, absolutamente inesperado, me separo de mi marido. De un momento a otro. Cuando eso pasó, decidí que llegó el momento de continuar con mis estudios de actuación en Asunción”, afirma.

El primer paso

Se inscribió en TIA (Taller Integral de Actuación de Tana Schémbori y Juan Carlos Maneglia) y viajaba desde Encarnación hasta Asunción todos los sábados. Las clases eran de 14 a 19 horas. Ella tomaba el bus a las 5 de la mañana para llegar a hora y luego lo tomaba al finalizar las clases, a las 20 horas. Un viaje de ida y vuelta en el día. Tenía 36 años.

Después de seis meses, decidió mudarse a Asunción. Los casos que llevaba, los compartió con una colega hasta que terminaron todos los juicios pendientes. Renunció en la Gobernación, donde tenía también tenía un puesto laboral. Y así fue como se despidió definitivamente de la profesión.

“Me pasa que soy reacción tardía pero realmente le doy gracias a Dios que esa vez no fue así. Tenía una vida hecha en Encarnación y tomé la decisión de dejar todo eso ante una situación adversa, como lo puede ser el fin de un matrimonio, y eso me impulsó a darme la oportunidad de probar mi sueño. Pensándolo ahora, creo que no es muy común que suceda algo así, no sé qué me pasó”, describe entre risas.

Esta era la primera vez que se encontraba sola. Hasta antes de contraer matrimonio había vivido en casa de sus padres. Pero ahora estaba separada, y además, su hijo ya era mayor de edad (tiene 25 en la actualidad) y se encontraba estudiando en Estados Unidos. Primero estuvo tres meses en casa de una amiga y luego se mudó a un monoambiente. Fue un momento especial e importante en su vida.

“Me encontré de cara conmigo misma. Recuerdo que mi mamá me decía que era demasiado chico el espacio pero yo estaba súper bien. Evidentemente estaba en una etapa de introspección absoluta y necesitaba eso: un espacio chico para estar conmigo misma. Escribí muchísimo en ese período. Tomé talleres de escritura también. Era como que iba sacando lo que tenía dentro mío”, relata.

El salto de fe

Dos años después, se mudó a un lugar más grande porque se dio cuenta de que definitivamente se quedaba en Asunción. Trajo sus cosas. Corrían los últimos meses del 2016 y su hijo había regresado y estaba con ella ahora. “Me ayudó mucho tener compañía después de toda esa introspección”, acota.

En el 2017 se recibe de la carrera de actuación y es también ese año que se propone nuevos proyectos. En su primera publicidad estuvo detrás de una plantera, sólo ella se reconoció por su ropa, recuerda sonriendo. Pero esa primera oportunidad después de tantos ‘no’ fue una bocanada de aire fresco que le valió ese año una suma de 18 publicidades.

“Conocí mucha gente del rubro, empecé a relacionarme con el medio y las costumbres. Hice cortos y me empezaron a invitar para actuar en obras. Estoy muy agradecida con las personas que me dieron ese empujón inicial. En la actuación uno puede tener talento, técnica y disciplina, pero lo más importante es el oficio. ¿Qué es? Sentirte cómoda en el escenario, aprender a pararte en ese lugar, a adueñarte de él y eso se consigue trabajando. Por eso estoy muy agradecida”, señala.

Para el 2018, Andy se había propuesto nuevos objetivos. En su interior se había dicho que si no le salía nada interesante, se iría de Paraguay. “Fue un pensamiento que me sorprendió porque soy hogareña, apegada a mis cositas. Con esa idea me di cuenta de que estaba cada vez más loca”, ríe.

En marzo empezó a estudiar Inglés. En mayo la llama el también actor Javier Enciso (Luna de cigarras) porque sin que ella lo sepa, él la había recomendado (además de otras actrices paraguayas) para un proyecto con José Padilha (director de la película Tropa de Elite y la serie original de Netflix Narcos). La habían elegido a ella para que envíe una prueba ante cámara. La llamaron y le explicaron del personaje y le pasaron una parte del guion. Grabó la escena con Javier tras dos días después de preparación, desde el celular. La enviaron.

Cinco días después la llaman y le confirman su participación. Era una serie para Netflix y la compañía debía aprobarla también, por eso la larga espera. “¿Qué sentí? Nada. Estaba aérea. No dimensionaba aún. Recién después del estreno que voy asimilando”.

En julio fue a Río de Janeiro para trabajar con una coach actoral y conocer al elenco, a los directores. Tuvo dos días intensos de trabajo. “Ellos analizan tu perfil psicológico, si vas a poder dar con el personaje y a sobrellevarlo”, explica. Firmaron el contrato y ella volvió a Asunción a preparar su personaje. No podía contarle nada a nadie durante un año.

Tomó clases de tiro, defensa personal, baile. Todo lo que creía que la acercaría a su personaje de Reina. A finales de noviembre grabaron en Ciudad del Este, donde se desarrolla la mayor parte de la segunda temporada, y el 10 de mayo de 2019 se estrenó mundialmente.

“Fue un papel muy desafiante y me encantó ponerme en la piel de ella. Siempre nos dicen a los actores que cada personaje que hacemos deja algo en nosotros y va formando parte de nuestro carácter. Y siento que es así, porque después de ella aprendí algunas cosas. Eso que yo soy sensible y ella es ruda”, añade entre risas.

Ser actor hoy

“Hay tantas oportunidades de cruzar fronteras gracias a la globalización, al streaming, de salir en cualquier parte del mundo porque nuestro trabajo se expone de manera tan masiva. Por eso creo que hay que estar preparado. El arte es un compromiso muy grande, porque si no llegás a sentir lo que estás haciendo, nunca vas a transmitir nada. El desafío no es hacer que sos de, sino simplemente ser. No juzgar al personaje o justificarlo, ser”, explica.

Por esa razón, Andy sigue sus estudios de idiomas, ahora con más énfasis en Portugués que en Inglés, de momento. “Me encantaría poder vivir de la actuación en un futuro. Trabajé toda mi vida y no solamente en el derecho o la docencia, también en el comercio. Vendía productos. Así que eso me sigue ayudando. Siempre estoy viendo qué puedo hacer”, explica.

Hoy está esperando a ver qué le depara este año, y mientras, nos deja esta reflexión: “A veces pasamos momentos muy difíciles en la vida, pero eso también pasa. Las tormentas pasan y aunque no lo creamos, son necesarias para llevarnos a donde tenemos que estar. Son esos momentos de incertidumbre los que generan cambios y te sacan de tu zona de confort”.

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