Por Javier Barbero

Me he encontrado con varias de ellas a lo largo de mi vida. Mujeres y hombres que sencillamente explicitan una forma de vida distinta, que parece hacer añicos cualquier estereotipo.

Las hay aquellas que deciden hacer oídos sordos a los dictámenes de la moda y se visten como quieren, estrafalarias, sin combinar colores, con adornos en la cabeza, con ropa sacada de vaya a saber dónde. Y son hermosas.

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Hay personas que eligen ciertos ideales y se pasan la vida tras ellos sin importarles los juicios y hechos, las comparaciones o los límites impuestos. Sólo viven ese ideal o bien se acercan a sus fronteras y se les siente bellas y hermosas.

También hay seres humanos que no se dejan llevar por colores o polarizaciones ideológicas. Que no viven percibiendo rótulos. Que ven conexiones donde otros ven distancias y que se pasan la vida abrazando la posición de la inclusión. Con ellas todo lo que existe "es" y tiene derecho a existir.

Hay seres humanos que eligen estilos de vida que para otros son propios de alguien que está mal de la cabeza. Hay personas que optan por estudiar carreras profesionales muy extrañas que a casi nadie se le ocurriría estudiar. Hay seres humanos que dedican una vida a la religión movidos por un llamado profundo. Hay artistas que eligen ser artistas porque se realizan desde la danza, la pintura o el barro.

A muchas personas, como me ocurre en lo personal, a cierta edad y después de muchas experiencias, se les despierta la necesidad de soltar y abrazar algo nuevo. Es como un “reseteo” que necesita el alma y entonces aparecen necesidades nuevas y modas propias que terminan siendo el propio modo de ser, hacer y vivir.

Hay seres humanos que optan por ser ellos mismos y eligen que el amor les atraviese igualmente pero desde otro lugar: el lugar de la verdad interior.

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