Presentado como un gestor modernizador, el exministro del interior Rafael Filizzola terminó encabezando una administración caótica, corrupta y autoritaria, donde se centralizaron recursos y se debilitó la estructura institucional de la Policía Nacional. Hoy se erige como crítico del organismo de seguridad con intentos de desprestigio de sus autoridades, pero sus cuestionamientos le explotaron en el rostro con los antecedentes que tiene en su haber como ministro del Interior.
Inseguridad que se fue dando de forma galopante sacudió al país en los tiempos del hoy senador por País Solidario. Entre los hechos más graves se destacan el secuestro del ganadero Fidel Zavala, el asesinato de Luis Lindstron, y los ataques armados en Tacuatí y Arroyito, con múltiples bajas de las fuerzas del orden. Bajo su mando, el EPP se consolidó como una organización armada estructurada y territorialmente activa, desafiando la soberanía estatal.
A la inseguridad generalizada se sumaron escándalos de corrupción. Uno de los más sonados, es el de la compra sobrefacturada de un helicóptero para la policial nacional dejó como herencia un perjuicio de G. 50.000 millones, pero el daño fue enterrándose con una década de chicanas planteadas por Rafael Filizzola y sus abogados.
Vale citar también, las construcciones y reparaciones de comisarías fantasma, conocidas como las comisarías “de oro”. Las obras nunca fueron realizadas, por ello Rafael Filizzola fue acusado por lesión de confianza ya que se confirmó la adjudicación irregular de un contrato de más de G. 1.100 millones, pero según la investigación fiscal, los trabajos no se ejecutaron en su totalidad y esto generó perjuicio de más de G. 400 millones al Estado.
GRACIAS A LAS CHICANAS
Tanto en el caso de la malograda compra de helicóptero como de las comisarías “de oro”, Rafael Filizzola fue acusado por la Fiscalía con fuertes elementos, los indicios ineludiblemente conducían a una condena, pero gracias a las chicanas dilatorias logró la prescripción. El exministro no fue sobreseído, consiguió zafar la justicia gracias a la mina de chicanas con las que dilató su proceso.
A la administración, Rafael Filizzola también fue atribuido la apropiación por decreto del presupuesto policial, administrado directamente desde el Ministerio del Interior, desplazando a las áreas administrativas de la Policía Nacional. En 2009 destituyó al director administrativo de la Policía Nacional por negarse a firmar su rendición de cuentas, hecho que expuso el uso discrecional y opaco de fondos públicos. Paralelamente, se registró una alarmante escalada de asaltos a bancos y transportadoras de caudales. Solo en 2009 se documentaron 4 asaltos a entidades financieras, mientras que en 2010 la cifra superó los 9 casos hasta julio, con varios golpes de gran magnitud ocurridos en la segunda mitad del año. Estos episodios, sumados a la violencia rural, revelaron la ausencia total de inteligencia operativa y planificación policial.
Acorralado por los fracasos, denuncias de corrupción y presión política, Rafael Filizzola renunció en junio de 2011, dejando un Ministerio desacreditado, una Policía desmoralizada y un país sumido en la violencia, el miedo y la impunidad.

