DESDE LA FE

  • Por Elvio L. Venega
  • Abogado y comunicador institucional

El lacerante problema de las drogas es cada vez más fuerte e impactante en el mundo, y su incidencia negativa en el país ha crecido al punto tal que hoy día constituye un drama transversal que no distingue niveles sociales, con fuertes incidencias de violencia y muerte. Es un drama tan preocupante cuyo abordaje exige el involucramiento de todos los sectores.

Las drogas ilegales en su conjunto es un mal que agrede a la sociedad, socava la seguridad de un país, pone en riesgo a sus instituciones, hace fácil el camino hacia la corrupción, pervierte la economía formal, altera las bases familiares y la salud de las personas, y encuentra “terreno fértil” en la juventud. El papa Francisco, al referirse a este mal, sostiene que es deber y tarea de los gobiernos abordar con valentía la lucha contra los “traficantes de muerte”.

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Por ello, es necesario que la mirada y la preocupación de los órganos especializados no se detengan únicamente en los números de las interdicciones. Es muy positivo anunciar la destrucción de plantaciones, el comiso de importantes cargamentos o el desmantelamiento de redes de narcotráfico. Esos números agradan a la hora de orientar el combate y en base a ello obtener cooperaciones. Es muy importante esa orientación, pero no es suficiente.

Hoy se tiene la sensación de que los planes antidrogas no llegan al fondo del complejo problema social, pues a pesar de los ingentes esfuerzos, tanto la oferta como la demanda siguen siendo factores gravitantes que causan estragos en la sociedad. Por tanto, a la par de dichos planes, urge insistir en campañas educativas orientadas a la prevención del consumo, muy especialmente desde y para la familia, con el claro objetivo de reducir la demanda e impactar negativamente en la oferta.

Semanas atrás, en entrevista radial, la ministra de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), doctora Zully Rolón, afirmó que la institución a su cargo tiene importantes proyectos, entre ellos, uno denominado “Familias Fuertes”, orientado a las comunidades y al diálogo con padres e hijos para robustecer el vínculo familiar. Dijo que es necesario llegar a la sociedad en su conjunto a través de grupos comunitarios como la Iglesia, con estrategias de prevención desde el hogar e involucrando al sistema educativo para incorporar en los niños una “cultura preventiva, antidrogas”.

Coincidimos con la ministra en que el factor educativo es fundamental en el esquema de la prevención. La pedagogía en este campo brinda resultados cuando es acompañada de la coherencia, el afecto y la fe. Sumemos a esto que, el sano esparcimiento con espacios de formación recreativo, los deportes y otras actividades al aire libre para los jóvenes, guiados y orientados por profesionales, pueden contribuir enormemente.

Especialistas en la materia reconocen que los “vacíos de juventud y el descuido familiar”, la mayoría de las veces, se llenan con adicciones ante la falta de afecto y estímulo de sólidos valores familiares y cristianos. No podemos, ni debemos soslayar que educar y prevenir es una responsabilidad compartida, pero convengamos que el Estado tiene mayor compromiso frente a los efectos perniciosos de las drogas. La Iglesia también tiene mucho que aportar en este terreno.

En oportunidad de la Conferencia Internacional “Drogas y adicciones: un obstáculo para el desarrollo humano integral”, organizado en diciembre del 2018 por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el papa Francisco resaltaba que el preocupante fenómeno de la droga “obstaculiza el desarrollo humano integral”, además de puntualizar que la Iglesia, junto a las instituciones civiles y los organismos educativos, está activamente comprometida en todo el mundo en la lucha contra la propagación de las adicciones.

Dijo que para vencer las adicciones es necesaria una visión humanista que sitúe “a la persona en el centro de la vida social, económica y cultural (…)” con el fundamento del “Evangelio de Misericordia” para, al igual que los discípulos de Jesús, “…aliviar, cuidar y curar los muchos sufrimientos relacionados con las adicciones multiformes presentes en la escena humana”.

Las expresiones del papa Francisco es una excelente visión inspiradora para robustecer, en esta ardua lucha, el esfuerzo de las instancias de prevención del consumo de drogas anteponiendo a la persona y a los valores humanos antes que el exitismo estadístico.

La Iglesia, junto a las familias, pilares de la sociedad, y a otras instituciones civiles, educativas, puede brindar un espacio activo y acompañar el esfuerzo para contrarrestar las adicciones movilizando energías hacia la prevención, la cura, la rehabilitación y la recuperación de la dignidad de los afectados.

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