• HNO. MARIOSVALDO FLORENTINO
  • capuchino.

Jesús inicia su vida pública con un bellísimo milagro en las bodas de Cana. Es una gran epifanía de Dios tam­bién. Es allí que él empezó con sus enseñanzas y seña­les a despertar la fe en sus seguidores.

Una figura central de este evangelio es María, madre de Jesús. Ella es mencio­nada antes que Jesús y eso nos deja entender que él y sus discípulos fueron invi­tados por causa de María. Creo que todos conocemos lo que sucedió allí. La aten­ción de María, que siente la aflicción porque faltaba vino, su intercesión junto a Jesús, el milagro de la transformación del agua en vino…

Ciertamente todo esto es muy importante, y podría­mos hablar mucho sobre cada uno de estos gestos, que son muy profundos y cargados de fuerza vital. Pero, siendo el inicio de la vida pública de Jesús, y ya que nosotros somos invita­dos a ser también discípu­los de Cristo, viviendo con él una auténtica experien­cia de fe, yo quiero reflexio­nar hoy acerca del pedido de María: “Hagan todo lo que él les mande”.

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Creo que para nosotros también María puede ser la figura central. Ella quiere enseñarnos con qué dispo­sición debemos hacer este camino con Cristo.

Muchos se acercan al Señor por curiosidad. Quieren ver su poder. Quieren escuchar historias bonitas. Quieren vivir nuevas emociones. Buscan un Jesús que dé shows, estarán algún tiempo con él y después encontra­rán algo más divertido.

Otros se acercan a Jesús por interés. Necesitan algún milagro. Buscan sanacio­nes, resolver sus problemas, y nada más por eso, cuando alcanzan lo que quieren, harán otros planes…

Otros se acercan a Jesús para satisfacer sus caren­cias afectivas. Necesitan sentirse amados. Quieren alguien que les valorice, que les dé atención, pero si este les corrige en alguna cosa, encuentran otro que le dé atención y ya no les impor­tará tanto Jesús…

Otros están con Jesús por una cuestión cultural. La familia les enseñó así. Par­ticipan de la misa todos los domingos, pero una cosa es lo que escuchan en la igle­sia y otra es lo que viven “afuera”. No le importa una moral cristiana, tienen sus propios objetivos y harán de todo para alcanzarlos.

Y hay muchos otros…

María aparece ya en el pri­mer día de la vida pública de Jesús justamente para decirnos: “Hagan todo lo que él les mande”. Hoy de nuevo María, la madre de Jesús, nos desafía a hacer una verdadera experiencia de seguimiento de su hijo. Ella sabe que no existe dis­cípulo sin obediencia. Sería una ilusión decir que soy un cristiano si no quiero cumplir lo que me enseña Jesús. Por eso ella es muy clara: “Hagan todo lo que él les mande”. “Todo” dice ella. No 10%. No la mitad. No sólo lo que me gusta o lo que me conviene.

María conoce más que nadie en este mundo a su hijo. Ella sabe que él no pedirá nada que sea un absurdo, ni mucho menos pedirá algo que nos va a hacer daño. Ella sabe que solamente su hijo, con sus pedidos, puede hacer con que nunca falte el vino en nuestras vidas.

Sin embargo, si los servido­res no hubieran obedecido a Jesús aquella fiesta hubiera sido un desastre. La tristeza, las críticas, las murmuracio­nes y hasta las peleas hubie­ran invadido aquel lugar.

“Hagan todo lo que él les mande” es la invitación de la Madre, preocupada con todos nosotros, que quiere nuestro bien y que sabe que el bien mayor para todos los hombres es hacer en nuestras vidas la volun­tad de Dios.

Acojamos el consejo de María. Empecemos este camino de fe con Jesús dis­puestos a escuchar sus pala­bras y practicarlas en nues­tro cotidiano.

Que la Virgen María nos ayude a decir cada día: “Yo soy el servidor (la servi­dora) del Señor, hágase en mi según su palabra”.

El Señor te bendiga y te guarde, El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti. El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la paz.

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