Brasilia, Brasil | AFP | por Jordi MIRO

En los 25 años de Tabata Amaral caben una infancia en un barrio pobre de Sao Paulo, un padre muerto por drogas, medallas de matemáticas, una brillante carrera académica en Harvard y, desde febrero, un escaño en el Congreso, donde despuntó como figura emergente del centroizquierda brasileño.

"El camino que recorrí es mucho más largo que el de muchos de los que llegaron aquí", asegura la diputada del Partido Democrático Trabalhista (PDT), en una entrevista con la AFP en la Cámara de Diputados de Brasilia.

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Graduada en Ciencias Políticas y Astrofísica y activista por el derecho a una educación de calidad, Amaral saltó a la escena mediática a fines de marzo con un sereno regaño que sonó como un golpe de gracia al entonces ministro de esa cartera, Ricardo Vélez.

"En un trimestre no es posible que usted presente [apenas] un Power Point con dos, tres deseos para cada área de la educación. ¿Dónde están los proyectos? ¿Dónde están las metas?", le espetó en la Comisión de Educación, antes de pedir su cabeza.

Vélez, un filósofo ultraconservador, llevaba semanas en la cuerda floja y fue destituido días después por el presidente Jair Bolsonaro.

Según Amaral, sus palabras, viralizadas en las redes sociales, expresaron la "angustia" de los brasileños ante las "cortinas de humo" del gobierno del exmilitar ultraderechista, que "no hace nada práctico (...), corta presupuestos y prioriza cuestiones ideológicas".

Como ejemplo pone el “inconstitucional” proyecto ‘Escola Sem Partido’ (Escuela sin Partido) para combatir un “adoctrinamiento” en las aulas que, según ella, Bolsonaro “no ha documentado”.

“Bicho raro”

Hija de un cobrador de bus y una empleada doméstica, Amaral creció en Vila Missionária, en la periferia de Sao Paulo.

Desde muy temprano vio en la educación una forma de desmarcarse de las dramáticas estadísticas de drogas y criminalidad de esa zona, que terminaron con la vida de su padre y de varios amigos y vecinos.

Destacó en matemáticas, consiguió una beca para estudiar en un centro privado de Sao Paulo y ganó decenas de medallas en concursos nacionales e internacionales.

Otra beca la llevó a Harvard y en 2016, tras graduarse, decidió volver a Sao Paulo, donde centró su investigación y su activismo en ONGs del ámbito educativo. Se vio tentada por la política y se lanzó a las elecciones de octubre.

En febrero debutó en un hemiciclo tradicionalmente elitista, derechizado desde la llegada de Bolsonaro al poder, en el que las mujeres siguen siendo minoría (77 de 513 diputados), la media de edad ronda los 50 años y las clases populares, los negros, los mestizos y los indígenas están infrarepresentados.

"Las mujeres, jóvenes y periféricas somos unos bichos raros en el Congreso (...). La Cámara de Diputados no está acostumbrada a las mujeres, creo que eso es muy evidente, como si hubiera entrado un cuerpo extraño y el organismo lo quisiera expulsar", asevera la legisladora, de tez blanca y rostro amable.

“En los primeros días querían prohibirme constantemente la entrada y me preguntaban si de verdad era diputada federal, y no estatal. Y en el plenario ya me interrumpieron para preguntarme si era casada o soltera, me preguntan si soy dueña de una gran empresa, si mi familia es importante. Todo para saber cómo alguien como yo vino a parar aquí”, explica.

“Los dos lados precisan renovarse”

El excandidato por el PDT Ciro Gomes (tercero en las presidenciales) calificó su potencial político como "un tesoro", en tanto el presidente de la formación, Carlos Lupi, propuso lanzarla en 2020 a la alcaldía de Sao Paulo, la ciudad más rica y poblada de Brasil.

Otros la ven incluso como posible líder de la izquierda, descabezada tras los numerosos casos de corrupción en el Partido de los Trabajadores (PT) que llevaron a la cárcel a su líder, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010).

Amaral, que prefiere definirse como "progresista", piensa que "los dos lados necesitan un poco de renovación. Todo el mundo dice que la izquierda está vieja, que no tenemos nuevos líderes, pero ¿la derecha los tiene? ¿el centro los tiene?", se pregunta.

"El espectro ideológico democrático no preparó nuevos líderes y se quedó aislado en el poder", agrega, en referencia a los partidos que dirigieron el país desde el fin de la dictadura militar (1964-1985).

Amaral se desmarca, al igual que el PDT, de la campaña que exige la liberación de Lula.

"Para quien viene de la periferia significa mucho haber tenido a Lula como presidente, pero me entristece que nuestra política haya estado tan marcada por la corrupción estos últimos años", afirma.

En su corta vida legislativa ha mostrado cierto pragmatismo al posicionarse, por ejemplo, a favor de una alternativa al proyecto de reforma de las jubilaciones del gobierno, en lugar de votar en contra, lo que le valió críticas de sectores de izquierda.

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