Es conveniente tener en claro desde el principio los aspectos primarios que componen la misión que se persigue con la creación y desarrollo de la actividad empresarial, que es la razón de ser de las mismas y las formas o métodos de desarrollarla a través de los negocios y recursos escogidos.

Una buena manera de averiguarlo es plantearse todo lo que puede rodear la respuesta a cuestiones que los empresarios deberían hacerse de forma recurrente, tales como:

¿Por qué y para qué está nuestra empresa en el mercado?

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¿Cuál es el principal ramo de negocio?

¿Dónde estamos hoy y dónde podríamos estar a mediano y largo plazos?

¿Hacía qué mercados objetivos debemos dirigirnos por conveniencia?

¿Qué otros productos demandan nuestros clientes que nosotros no les brindamos?

¿Quiénes son nuestros clientes, consumidores, usuarios, etcétera?

¿Qué necesidades del consumidor satisfacemos (cuándo, cómo, dónde)?

Lo que se proponga alcanzar una empresa tiene que ver necesariamente con la precisión de sus motivaciones primarias y le permitirá descubrir un mayor número de potencialidades distintas para su desarrollo y, cómo no, renovar todo lo propuesto por el simple paso del tiempo que hace variar las circunstancias de todo tipo.

Las organizaciones necesitan, para su adecuado funcionamiento, que sus funcionarios interpreten la misión propuesta para que sirvan a los fines que se pretenden alcanzar y trabajen participativamente de manera eficiente.

Si no existe un conocimiento a cabalidad por los miembros de la misma será difícil que se consiga vincular la participación de cada uno en el proyecto de firma.

En las pequeñas empresas, las circunstancias que rodean su creación y desarrollo se encuentran fuertemente ligadas a las actitudes y comportamiento de un líder único: el empresario-dueño.

Las aspiraciones de los directivos-propietarios tienden a perpetuar la cultura dominante a seguir por todos los integrantes, siendo obvio señalar la importancia de transmitir e impregnar en todos los trabajadores los valores apropiados según el proyecto de la empresa.

La actitud y enfoque estratégicos que presente una empresa suponen una filosofía de pensamiento y actuación sistemática por medio de la cual se trata de conocer los cambios o tendencias que se dan en el entorno, para responder a él en forma proactiva con decisiones orientadas que actualicen la forma y vocación con la que una organización se sitúa para actuar en un ámbito competitivo.

La clave siempre radica en saber aprovechar en el mercado posibles ventajas comparativas y competitivas frente a los competidores y evitar las desventajas que potencialmente se pudieran presentar.

Se deben tener en claro las principales fortalezas y áreas críticas de riesgos que rodean al entorno de la organización/segmentos de negocios explotados, y a partir de allí diagramar las coordenadas que permitan a la empresa ser lo suficientemente competitiva y rentable.

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