Por Bruno Ortigoza, periodista de HOY.

Diana Ruffinelli se levanta todos los días temprano para cumplir con sus quehaceres. Sonríe de cara al viento que cruza el balcón de su pintoresca casa de Ricardo Brugada y se predispone a tomar las armas para un nuevo día de lucha porque es lo que su padre afirma: una guerrera.

Nuestra entrevistada tiene inconvenientes auditivos. Nació con ese problema físico que a la fecha no le da el privilegio de escuchar que sus encantadoras nenas Montserrat y Fiorella le digan “mamá, te queremos”, sentimiento que lo expresan con señas, pero no tiene impedimento para desarrollar la charla, que en parte se hizo escribiendo en una improvisada agenda.

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Si bien le costó asimilar que la incapacidad auditiva le restringiría apreciar buenas canciones o una plática con don Óscar, su padre; doña María, su madre, y Óscar, su hermano, su carácter y poder de decisión la empujaron a ir en busca de sus objetivos personales.

Así las cosas, se dedicó a estudiar, trabajar y sobresalir. Lleva al hombro una carga que es el estigma social y la discriminación, pero Diana tiene el combustible que representa el apoyo de sus padres, además de ver a diario la sonrisa de sus dos niñas, que son, según nos dice con señas, su inspiración para vivir.

Esa fuerza tapó siempre cualquier dificultad. La principal, obviamente, la comunicación. No obstante, a pesar de no escuchar, ejercitó el uso de la voz hasta culminar sus estudios secundarios, siendo mejor alumna en el colegio San Rafael. Después entró a una etapa definitiva del lenguaje de señas y su voz se apagó hasta hoy.

Diana junto a su familia, padres, hermano e hijas. Foto: HOY

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Enfrentar la vida de manera independiente

Pero no deja de sonreír. Se ve muy entusiasta a través de los cristales de sus lentes y cuando habla de lo que debió sortear, la emoción la quiere traicionar. Entonces, al instante, respira hondo y no da paso a ningún bajón. Y esa fortaleza la destaca una y otra vez don Óscar, quien cuando se refiere a su princesa, lo hace con una sonrisa que va de una punta de la Costanera a la otra.

“Es una guerrera total. Todo lo que consiguió lo logró ella solita y ahí es cuanto más valor adquiere lo que hizo y hace. Lo que nosotros hicimos fue inculcarla a ser fuerte porque debía enfrentar la vida de manera independiente”, indica.

Y para fortalecerse aún más, Diana adquirió conocimientos de artes marciales, que no solo la ayudarían a defenderse dada la eventualidad, sino a templar su carácter y hacerla perder todo miedo.

Precisamente, miedo es lo que hoy menos tiene. Incluso, consiguió que la Municipalidad de Asunción le otorgue un carnet de conducir, prohibitivo para personas con esa discapacidad por las peligrosas implicancias en ruta.

Pero Diana no quiere saber nada de achicarse. “No me siento menos que nadie”, afirma con gestos mientras una intérprete del Centro de Relevo traduce lo que quiere expresar a través del celular. Al mismo tiempo, su amada Fío la observa atentamente. Graba todo lo que dice. Y eso que tiene solo ocho años.

La joven estudia y trabaja pese a no escuchar. Foto: HOY

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Oriunda de la Chacarita

Nacida el 29 de junio de 1980 en Asunción, toda su vida la desarrolló en el sector Amapola de la Chacarita, un recodo ribereño que lleva esa denominación por la abundancia de la referida planta en su momento, antes de la edificación masiva de viviendas que pueblan el populoso barrio capitalino, que tiene al genio José Asunción Flores como su máximo orgullo.

Es funcionaria del Ministerio de la Defensa Pública desde el 2012. Admite que tropieza regularmente con tratos que no son los adecuados, pero afirma que eso le da más fuerza para continuar su propia batalla.

“Siento la discriminación de muchas personas. Pero luché siempre para alcanzar mis metas y no fracasar”, dice y muestra orgullosa su licencia de conducir, que fue en los últimos días algo muy comentado en redes sociales.

Y vaya que maneja bien. En espacios reducidos, Diana muestra cómo maniobrar el vehículo y posee una capacidad de atención al volante que sorprende. Es la muestra fiel de que personas como ella proponiéndose cualquier meta, la pueden alcanzar.

“Me sirve para cumplir con mis actividades, para pasear con las nenas o hacer alguna otra cosa. Aunque cuando comenzaba a practicar debía desviar las rutas si observaba que había controles porque me habrían sancionado y eso era triste para mí”, cuenta refiriéndose a esa limitación.

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Olimpista con aspiraciones profesionales

Diana cocina para su familia, así como lo hace su mamá. Foto: HOY

Diana quiere terminar la carrera de administración de empresas que sigue en San Lorenzo con clases virtuales. Cursa el segundo año y le quedan tres para recibirse y ser toda un profesional.

También quiere tener su propia boutique porque además de olimpista, se confiesa amante de la costura y las ropas. Y todos sus sueños tienen el apoyo de sus seres queridos, que la abrazan y la besan todo el tiempo, sobre todo después del humeante guiso popó que hizo. “Es una tradición familiar”, afirma don Óscar, quien no para de sonreír mientras se rebusca por panes tostados para acompañar el menú.

Esa tradición la cumple con doña María, a quien ofrenda el beso como hace 47 años. Son códigos de familia que definitivamente representan una fuerza extraordinaria para Diana, que hace un gesto para significar que nada la detendrá.

“Es una luchadora. Por eso va a lograr lo que quiera”, dice también su hermano. Y no está lejos de la verdad. Lo demuestra con cada logro y deja en evidencia que mientras se escuche al corazón, ninguna discapacidad podría tener implicancia en el cotidiano vivir y que la discapacidad es solo de aquellos que teniéndolo todo a mano, no se atreven a triunfar.

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