El historiador Luis Agüero Wagner, autor de varios libros sobre la contienda, actualmente prepara uno sobre los documentos desclasificados por el Departamento de Estado que aluden al conflicto. “Mi libro se llama ‘Un día en la guerra’ y contiene un episodio escogido por mí por cada día de la disputa”, anticipa.

“Las historias están acomo­dadas como para entender la guerra, no fue­ron escogidas al azar. Incluye prensa extranjera, hasta de Rusia y Polonia; documentos, protagonistas, etcétera y prin­cipalmente los documentos del Departamento de Estado, que son muchísimos”, cuenta Luis Agüero Wagner sobre su libro en proceso con el que alcanzará una decena de tex­tos estudiando y revisando la contienda.

–¿Cuál es la motivación de este nuevo libro sobre la guerra del Chaco.

–En realidad la motivación va más allá de tener dos abue­los que pelearon esa guerra o de haber vivido mi juventud en una época en la que la gue­rra del Chaco fue anexada a la propaganda del régimen impe­rante. Abrevando en fuentes extranjeras, aparece un uni­verso de intereses e ideas que nunca fueron debatidos en Paraguay y que plantean una visión mucho más compleja de esa guerra difícil de explicar. Todavía hay gente interesada en impedir un debate sobre aspectos cruciales de la gue­rra del Chaco. Creo que vivir inmerso en esa realidad es lo que más motiva. Sobre todo me impulsa la intención de superar un enfoque reduccio­nista de la guerra del Chaco, por un lado, y las visiones ideológicamente sesgadas o incompletas, por el otro. Aun­que el acceso a las fuentes nor­teamericanas no es nuevo, sí es relativamente reciente la posibilidad de acceder a ellas digitalizadas y traducidas gra­cias a una era en la que la infor­mación se difunde en forma digital y en tiempo real.

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TRAMA DE INTERESES

–¿Qué ayudan a desentra­ñar de la trama de intereses que derivó en la contienda fratricida?

–Es evidente que existían inte­reses extranjeros a la región, sobre todo para encender la chispa. Algún poderoso deto­nante debe existir para que un conflicto que lleva décadas en la esfera diplomática derive en una cruenta guerra que dejó cien mil muertos. Te pongo el ejemplo de Argentina y Chile, que jamás fueron a una gue­rra a pesar de tener tantos o más motivos que Paraguay y Bolivia. Hoy mismo podemos encontrar motivos para hacer una guerra, pero hace falta algo más para producir su estallido. Dos países insolventes, con grandes necesidades, que no tienen capacidad para fabri­car armas propias, de pronto se disputan a sangre y fuego un territorio que pertenecía más a empresas extranjeras que a ellos mismos. Más inexplicable aún es que el más interesado en ir a la guerra haya sido Bolivia, un país dividido por terribles conflictos racistas y clasistas.

–¿Los documentos de alguna manera confirman las denuncias del senador Huey Long en torno al contu­bernio de banqueros y arma­mentistas con la Standard Oil para armar a Bolivia?

–En ese punto, el de las denun­cias del senador Long, noto mucho interés en desacreditar su intervención en el tema, una muy llamativa intención. Hay que puntualizar al respecto que existe profusa documen­tación en el Congreso nortea­mericano, una investigación realizada por el senador de Idaho David Clark y también del senador de Dakota Gerald Nye, que certifican lo denun­ciado por Long. En ese tiempo, Nye investigaba el tráfico de armas y municiones con gran destaque de la prensa. Clark interpeló a un representante de Curtiss Wright, proveedora de aviones a Bolivia, y este se defendió diciendo que ellos solo hacían lo mismo que los argentinos y británicos, que facilitaban créditos y armas al Paraguay. Está por escrito esta respuesta. Cuando el 27 de julio de 1934, el secretario de Estado, Cordell Hull, hizo una excepción a la prohibición de exportar armas a Bolivia firmada por Franklin Delano Roosevelt, Justo Pastor Bení­tez hizo pública una protesta. Hull entonces apeló al mismo argumento y pidió al embaja­dor Meredith Nicholson haga saber al Gobierno de Paraguay que el Departamento de Estado norteamericano tenía pruebas de ayuda recibida por Paraguay desde Europa.

ESTRATEGIA

–¿Qué lectura hacés de la estrategia paraguaya en general?

–Un déficit paraguayo desde el punto de vista militar fue la falta de explotación del éxito, a veces por intervencionismo de potencias extranjeras a la región que eran disfrazadas como tratativas de paz. Suce­dió luego de Boquerón, luego de Campo Vía, luego de Cañada Tarija y en varias oportunida­des más. En la última etapa de la guerra, el obstinado intento de tomar Villamontes fue otro craso error de la conducción militar, una zona que de un plumazo fue convertida en boliviana en 1938.

–José Félix Estigarribia es reconocido por su rol, pero Rafael Franco parece no tener la misma considera­ción. ¿Cómo ves este punto?

–No se puede negar que el buen relacionamiento de Estigarri­bia con el establishment, que venía de la guerra civil de 1922 en la que actuó en filas guber­nistas, fue un factor positivo durante la guerra. En contra­partida, Bolivia pagó un alto precio por la desinteligencia de (Daniel) Salamanca con los jefes militares, que incluso lo derrocaron en plena guerra. En mi opinión Estigarribia es sobrevalorado porque se trata de un ídolo político, el iniciador de una iconografía de dictado­res apoyados en Washington que proliferaron en el contexto de la Guerra Fría. Si revisamos la época y su entorno, vemos que Cordell Hull y Sumner Welles, aliados de Estigarri­bia, crearon como subproducto de su política de “buen vecino” a personajes como Anasta­sio Somoza, Rafael Trujillo o Fulgencio Batista. A Rafael Franco, en cambio, sí podemos verlo como un ídolo militar, porque no es ningún secreto que sus grandes éxitos fueron por su propia iniciativa. Basta con leer los partes de Estigarri­bia en vísperas de Campo Vía, en los que literalmente pide “hacer cualquier cosa” para ayudar a cerrar el cerco o en el caso del avance relámpago a Carandaity, donde Franco dividió en dos al Ejército de Bolivia y alcanzó la línea petro­lífera actuando por iniciativa propia. Hay un informe muy sustancioso del cónsul polaco en Asunción Edward Pacior­koski describiendo la adhesión a Franco luego de la guerra y que la mayoría del Ejército pensaba que había triunfado en los campos de batalla a pesar de Estigarribia y de los políticos liberales.

LÍMITES

–¿La solución de los lími­tes te parece correcta o era posible alguna otra opción?

–La cuestión del tratado de límites de Buenos Aires, sus entretelones y circunstan­cias son un verdadero capí­tulo aparte. La generosidad de la delegación paraguaya en esa conferencia de paz, en la que cedió graciosamente un terri­torio que supera a la superficie de Bélgica, no se podría cues­tionar si hubiera surgido del pueblo paraguayo en solida­ridad con Bolivia. Pero no fue decisión del pueblo paraguayo ni el beneficiado fue Bolivia. Los documentos norteame­ricanos hablan de un acuerdo secreto que permitió al dele­gado norteamericano Sprui­lle Braden dibujar a su antojo las fronteras. La actuación de Efraim Cardozo como infor­mante de las delegaciones que antagonizan en pretensio­nes con la paraguaya resultó nefasta, tanto como el despla­zamiento de Gerónimo Zubi­zarreta por Estigarribia, que causó gran preocupación a la embajada norteamericana de Buenos Aires.

–¿Por qué…?

–Se temía que Zubizarreta se siga oponiendo al tratado a pesar de que ya lo había sus­tituido Estigarribia, que vino a Buenos Aires por pedido de Washington y no del gobierno de Asunción. Debería inda­garse más en las motivaciones de Zubizarreta para renun­ciar no solo a la presidencia de la delegación paraguaya, sino incluso al Partido Liberal. El acuerdo secreto se hizo ceni­zas en la chimenea y, aunque el funcionario diplomático Allen Haden se llevó a Was­hington una copia, nunca apareció entre los papeles del caso archivados por el Departamento de Estado. De este tratado oculto, que luego se daría a conocer por otras fuentes, solo queda­ron archivados extractos de las comunicaciones entre Buenos Aires y Washing­ton, donde se hacen pre­cisiones acerca de límites entre Bolivia y Paraguay.

–¿Qué pasó luego?

–El fraude fue reconocido por todos los participan­tes, empezando por Zubiza­rreta, quien lo expuso con lujo de detalles a Benjamín Var­gas Peña y este dejó escrito el testimonio. Braden lo confesó todo sin que nadie le pregunte en sus memorias. Isidoro Ruiz Moreno y Felipe Barreda Laos, delegados de Argen­tina y Perú, en sus cartas a sus respectivos cancilleres, y la embajada norteamericana en sus reportes enviados a Was­hington. Hasta Cordell Hullpidió explicaciones a Braden, notando el engaño.

–¿Qué enseñanzas deja la guerra del Chaco para las generaciones posteriores?

–La guerra del Chaco dejó lecciones no solo al Para­guay, sino a toda la huma­nidad, que se resiste a asi­milarlas. Todavía vemos en otras latitudes guerras entre vecinos en las que el deto­nante son las riquezas del subsuelo, como gas o petró­leo, y donde países subor­dinados a potencias mayo­res toman las armas contra pueblos que no son sus ene­migos para hacer una guerra por encargo. Para Paraguay, la victoria militar fue equiva­lente a una derrota, porque no pudo superar la dependencia de potencias extranjeras ni tuvo en momentos cruciales representantes firmes para preservar sus logros.

–El Chaco sigue siendo un territorio relegado en cuanto a inversiones públi­cas en infraestructura, a favorecer su poblamiento, etc. ¿Qué pensás que se podría hacer?

–El Chaco ha demostrado ser fértil, debe poblarse pri­mero para aprovechar poten­ciales inimaginables, podría albergar en sus zonas desér­ticas una planta solar capaz de generar tanta energía como una hidroeléctrica. Pero sobre todo, debería ser elemento de integración con Bolivia, país de economía complementa­ria con Paraguay.

PERFIL

Luis Agüero Wagner nació en Asunción en 1967, realizó estudios en la Universidad Nacional de Asunción y la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, y se especializa en temas de geopolítica internacional e historia política latinoamericana. Miembro de la Academia de Historia Militar del Paraguay y de la Asociación Paraguayo China de Amistad y Cooperación.

Fue el primer escritor latinoamericano invitado oficialmente a la feria del libro de Casablanca, la más importante del continente africano, en 2014. Su visión sobre el tema fue traducida y publicada en inglés, francés, alemán y árabe. Autor de un alegato sobre el problema del Sahara Occidental de gran difusión en el mundo árabe, el cual fue distinguido por el Foro de Crans Montana (2016). Entre sus libros se destacan “Fuego y cenizas de la memoria”, “El caso del senador Huey Long”, “Las banderas de Mitre” y “Sahara marroquí más allá del Sahara Occidental”.

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