Por Paulo César López, paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: Cristóbal Núñez

Desde el pasado 21 de setiembre y hasta el próximo 15 de octubre está abierta en el Paseo La Galería de Asunción la exposición “Van Gogh. El sueño inmersivo”, una novedosa propuesta audiovisual que acerca al gran público una experiencia única para disfrutar en un solo lugar de las creaciones más emblemáticas del genial artista neerlandés a través de multiproyecciones de imágenes digitales.

Con gran suceso aterrizó a nuestro país una inédita muestra de arte inmersivo que recorre la vida y obra del artista neerlandés Vincent van Gogh (1853-1890), uno de los más descollantes referentes del posimpresionismo. Gracias a un montaje de tecnología audiovisual, efectos y luces, las principales obras de este genio de la pintura salen de las galerías para vivir una experiencia que en vida le ha sido vedada al pintor: la llegada al gran público de su particular visión de la naturaleza y el mundo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La curadoría estuvo a cargo del italiano Vincenzo Capalbo, de Art Media Studio, quien en el texto explicativo de la muestra refiere que “la historia del espectáculo inmersivo no solo muestra las obras de Van Gogh, sino que también es una investigación visual para hacer actual a un artista que vivió hace más de 100 años. Para contar la producción de las obras de Van Gogh, la decisión no fue cronológica, sino dividida por temas. En la visión la inclusión de elementos contemporáneos representa una elección estilística, una contaminación con las obras producidas por Van Gogh que dan vida a un arte visual o instalación de arte digital”.

EL RECORRIDO

Tras atravesar el umbral, se puede apreciar la “habitación” de Van Gogh, un modesto y pequeño cuarto con unos pocos muebles y unos cuadros en la pared. La instalación propiamente se inicia con “Los girasoles”, una de las más famosas e icónicas del artista que se destacan con diferentes tonos de fondo, amarillo y azul. Entre esos girasoles se interpolan los autorretratos del artista para celebrar su figura en medio de sus tan amadas flores y que se han convertido en verdaderos símbolos del arte universal.

Luego se atraviesa un pasillo con un mural informativo que presenta estampas biográficas que narran distintos momentos de la vida del artista para posteriormente ingresar a una sala en la que a través de un video grabado por un actor se recrean algunas de las cartas que escribió el artista a su hermano Theo, su mecenas material y espiritual.

Posteriormente, en una pequeña galería se pueden apreciar algunas réplicas de sus obras más famosas como “La iglesia de Auvers-sur-Oise” y “La noche estrellada”, un óleo sobre lienzo que quizá constituya la muestra más acabada de la mirada nocturna del autor, quien al respecto afirma: “A menudo pienso que la noche está más viva y con más colores que el día”.

Incluso en su retrato de la oscura quietud de la noche se destaca el vivo, luminoso y omnipresente amarillo, el color favorito del autor. Según explicaciones científicas contemporáneas, su particular mirada era producto del consumo de digital, una sustancia con propiedades sedantes y antiepilépticas que el artista consumía bajo prescripción médica para tratar sus trastornos maniaco-depresivos.

El abuso en el consumo de esta sustancia provocaba xantopsia, una alteración de la percepción de los colores mediante la cual los objetos visibles aparecen con un tono marcadamente amarillento; además de ello, genera confusión entre el azul y el verde. Otra de las hipótesis señala que Van Gogh padecía un tipo de glaucoma, lo cual explicaría los halos que aparecen en muchas de sus obras.

FABULADOR A CONCIENCIA

No obstante, más allá de estas razones de orden médico, Van Gogh era un fabulador plenamente consciente, pues entre sus muy famosas y citadas frases sostenía que el papel del artista, y por extensión del arte en general, no es representar las cosas tal cual se muestran en apariencia, sino en la manera en que uno intuye que son.

Así, es posible colegir que en sus pinturas hay una deformación voluntaria de la realidad o, más propiamente, una hiperbolización del mundo objetivo. “Yo busco ahora exagerar lo esencial. No quiero reproducir exactamente lo que tengo delante de los ojos, sino que me sirvo arbitrariamente del color para expresarme con más fuerza”, señala en uno de sus célebres aforismos, una concepción que se ve reforzada con el papel que atribuía a lo onírico en la construcción de sus cuadros paisajísticos.

“Sueño con pintar y luego pinto mis sueños. Las pinturas tienen una vida propia que nace del alma del pintor”, sentencia. De esta manera, el pintor se adelanta a muchas de las ideas que a principios del siglo XX caracterizaría a las vanguardias artísticas, en especial el surrealismo, que luego del descubrimiento del psicoanálisis por Sigmund Freud se lanzarían a frenéticos experimentos con el mundo de los sueños y la dimensión de lo irracional en la creación estética.

LUCIDEZ Y LOCURA

Muy al contrario de la reputación que supo ganarse, la ciencia posterior ha venido a demostrar que el atormentado pintor, que realizó algunas de sus obras más importantes durante su reclusión en manicomios, poseía, además de un extraordinario talento artístico, una intuición científica y una precisión matemática.

En el 2006, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de la Universidad Autónoma de México, en un trabajo conjunto con la Universidad de Oxford, concluyó que “La noche estrellada” reproducía espirales idénticas a las descritas en la teoría de los fluidos turbulentos formulada cincuenta y dos años después por el matemático soviético Andréi Kolmogorov, más precisamente en 1941, según refiere el profesor de microbiología de la Universidad de Salamanca Raúl Rivas González.

Volviendo a la muestra que nos ocupa, en la sala inmersiva el observador puede fundirse al interior de las obras más icónicas del artista, además de reflexiones sobre su estilo pictórico en una suerte de manifiesto en forma de contundentes aforismos en los que explicó como pocos los fundamentos de su estilo e hizo un vaticinio cuya exactitud podemos refrendar en la actualidad: “No puedo cambiar el hecho de que mis pinturas no se venden. Pero llegará el momento en que la gente reconocerá que valen más que el valor de las pinturas utilizadas en el cuadro”.

Un talento incomprendido en el momento histórico que le tocó vivir, pintó para las generaciones futuras, ya que en vida solo vendió un cuadro, “El viñedo rojo”. Más conocido por muchos por haberse cortado la oreja izquierda para obsequiárselo a una meretriz, acabó con su propia vida a la tempranera edad de 37 años de un disparo en el pecho que se lo llevó tras dos días de agonía; ignorado en su época y tenido por insano, ofrendó a la posteridad obras que, además de la sublime belleza que transmiten al espectador, aportan la mirada de un genio que confirma aquella creencia según la cual la locura no es más que una forma extrema de lucidez.




Dejanos tu comentario