Por Jimmi Peralta, jimmi.peralta@gruponacion.com.py

Pintando Paraguay, un proyecto que recorre el país cultivando las artes visuales. El primer año de esta iniciativa concluye con mucho aprendizaje, pero sobre todo con más desafíos.

La soledad del atelier, el desorden, la radio del vecino sonando, los ruidos de la rutina hogareña, los niños, el error en el trazo, el color que no nace, la mente imprecisa, la frustración. Ese es el ambiente de muchos artistas plásticos. Ruta, buscar dónde dormir, acampar, lluvia, el cielo abierto, viento, la gente que interrumpe, la foto del curioso, nunca el silencio, los hijos. Este es el contexto de creación artística de Juan de Dios Valdez, quien hace un año inició su proyecto Pintando Paraguay, un desafío que se hizo a sí mismo de recorrer el país, pintando, el oficio que ama.

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Lo suyo es el paisajismo, por decisión. Años atrás llegó a Asunción desde Misiones. La capital fue un lugar de crecimiento, pero quedaban desafíos más grandes. Un día, otra vez desde Misiones, sin demasiada preproducción, subió junto a su familia a la camioneta e inició con esfuerzo la concreción de lo que quería: retratar los paisajes más significativos de los 17 departamentos del país.

Pintando Paraguay cierra su primer año con muchos logros y muchos pendientes, pero por sobre todo aporta una mirada, con más de un centenar de cuadros elaborados, sobre la realidad rural y urbana del Paraguay.

La Nación habló con Juan de Dios, un apasionado por su trabajo artístico.

EL DESEO DE CAMBIAR

–¿Cómo surgió este desafío artístico hace poco más de un año?

–El proyecto surgió por un deseo insostenible de cambiar mi forma de trabajar. Si bien siempre pinté al aire libre, lo que quería era recorrer y buscar nuevos paisajes, pintar del natural intensamente y no sólo en forma esporádica. Quería abandonar mi taller.

–¿Qué objetivos te trazaste en ese momento?

–El objetivo era viajar por los 17 departamentos en un año, pero no pudimos.

–¿Qué aprendizajes rescatás de esta experiencia?

–En primer lugar, que mi familia es mi mayor motivador, no importa en qué sitio estemos, si estamos juntos lo tenemos todo. Luego, que el Paraguay es un país de personas muy solidarias, de un calor humano admirable. Y sobre todo aprendimos cómo hacen falta políticas culturales de difusión, promoción y apoyo para el arte.

EN EL CAMINO

–¿Cuáles fueron las dificultades y facilidades con las que te encontraste en este año?

–Las dificultades fueron varias, desde la inexperiencia en organizar el tiempo, hasta los gastos imprevistos en el vehículo, que nos condicionaba a permanecer mucho tiempo parados sin viajar. Poco a poco nos dimos cuenta de que íbamos a necesitar un año más. Las facilidades fueron: la buena receptividad de la gente, que acompaña este proyecto a través de las redes sociales y van adquiriendo cuadros, para financiar el viaje. También la hospitalidad de la gente para recibirnos en los lugares que visitamos.

–Entiendo que al menos parte de la experiencia la desarrollaste con tu familia, ¿cómo se dio ese trayecto de la ruta familiar?

–Es un proyecto familiar. Si tuviera que salir sólo no sería lo mismo. Soy muy familiero y me gusta que estemos siempre juntos, eso me fortalece, es mi estado ideal para trabajar, entonces, esto que vivimos es la aventura de todos, conocemos nuestro país y aprendemos un poco más. Somos conscientes de que es una forma muy atípica de vivir en nuestra sociedad. Pero vivir de la pintura lo es.

–¿Podrías decir que tu visión de la realidad paraguaya, sea como artista o como ciudadano, se ha transformado en este año?

–Puedo confirmar eso. Uno puede deducir, recibir informaciones o imaginarse desde su lugar de residencia, sobre la realidad paraguaya, pero al salir a recorrer, uno lo va sintiendo y comprendiendo. Desde el Estado, bueno o malo, de las rutas, la conciencia o inconciencia de los conductores, el comportamiento ciudadano en épocas electorales, etc.

–En cifras ¿qué resultados arroja este proyecto al cerrar un año?

–Hasta ahora recorrimos tres departamentos: Paraguarí, Cordillera y Guairá. Actualmente estamos en Caazapá, en cada departamento visitamos un 80 a 90% de sus distritos. Ya pinté cerca de 100 cuadros, de los cuales tengo guardados unos 30.

–¿Qué te da la ruta y las calle que no te da tu atelier?

–Definitivamente genera adrenalina. Es una exigencia de alto rendimiento, aparte de la concentración extra, hay desgaste físico y requiere capacidad de interacción con el público que siempre existe a la hora de trabajar en la calle. A mí me gusta, es como ponerme a prueba, voy lidiando con las altas temperaturas o el frío, a veces con el viento e incluso la lluvia. Todo esto deja una mayor satisfacción.

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EXPLORAR LOS PAISAJES

–¿Podrías hablarnos un poco de tus trabajos y si tus inquietudes por el paisaje siguen vigentes?

–Siempre voy explorando, porque el paisajismo no es tan simple como parece. Al menos no para mí, que lo exploro apasionadamente y nunca termino de aprender. No es lo mismo un paisaje abierto de un campo con nubes que un primer plano de casona derruida en un pueblo. Un paisaje con personajes o animales es muy distinto a uno sin ellos, se plantea de forma distinta. Y en mi caso, que visito los lugares para pintar, mi primera labor es armar la composición. Creo que todavía me falta mucho por explorar.

–¿Cuál es la receptividad de la gente y las comunidades a tu trabajo?

–Y hay de todo, en general la receptividad es positiva, buena. Porque presento al pintor como un trabajador y no como una estrella de rock. Eso en cuanto al impacto físico, al verme pintando en los pueblos, e interactuando con la gente. En cuanto al mercado, se sigue concentrando en Asunción, prácticamente no vendo ni un cuadro en los lugares donde pinto, pero como esto es mucho más que pintar y vender, entonces, puedo decir que estoy difundiendo, acercando un poquito las artes visuales a la gente (que no compra) y sepan que la pintura también es una manifestación artística válida tanto como ser músico o actor.

–¿Qué se viene para el 2022?

–Y recorrer 14 departamentos. Pero ya sin pausas, corrigiendo errores y aplicando lecciones aprendidas. El entusiasmo sigue intacto.

–Comentanos uno de los paisajes que pintaste que más te impactó.

–El paisaje que más me impactó podría ser el de Salto Cristal, aunque todavía no terminé la obra, el hecho de haber llegado hasta ese lugar con mis materiales y el lienzo de 100x80 cm a cuestas, ya de por sí es un logro. Fue la primera vez que vi esa impresionante caída, y estar ahí en frente equilibrándome sobre las piedras para pintarlo, fue realmente impactante. Experimenté un placer descomunal.

–¿Qué implica este trabajo de divulgación que hacés durante tu proyecto, cuán necesario es el conocimiento del arte para la gente y por qué?

–La gente tiene que entender que un cuadro no sólo sirve para decorar un espacio, sino que es la expresión de un ser humano, donde impregna, a través de su mirada y sus trazos gestuales, parte de su sentimiento, de sus impresiones o la interpretación de un fragmento de la realidad. Al mismo tiempo, es un oficio, tan noble y honesto como cualquier otro, y que, sin embargo, además exige al artista un crecimiento intelectual paralelo a la agilidad de las manos. Por eso creo que es importante ir por el país, pintando, como una forma de reivindicar las artes visuales.

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