Periodos de prueba extensos que se repiten en el trabajo, explotación disfrazada de capacitaciones, conflictos que culminan en desvinculaciones, son algunos de los fenómenos que no solamente impactan en los registros del empleo, sino que también frustran al empleado y por ende influye en la calidad de vida del mismo. La igualdad de los trabajadores no debería influir en si estos prestan sus servicios en empresas grandes o pequeñas, sino en que se cumplan las reglas que blinden al colaborador en sus derechos.

  • Por Fabiola González
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Enrique López Arce, especialista en empleos, mencionó lo que padecen los paragua­yos en edad laboral, proble­mática que se agravó con la pandemia y terminó eviden­ciando derechos que estaban siendo vulnerados. Y aun­que así pareciera, hablar de precarización no es solo un asunto monetario. El 70 por ciento de las personas que se encuentran en la búsqueda de una posibilidad laboral, en cualquier rubro, fue víc­tima de alguna manera de los empleadores.

-LN: ¿Quiénes son los tra­bajadores precarizados?

–Son aquellos con quienes no se respetan las leyes laborales, desde los que empiezan con un trabajo y les dan horarios fijos en una oficina pero le pagan solo comisiones, los que superan las ocho horas, pero no reciben compen­sación por tiempo extra. Gente que empezó a tra­bajar y ya cuenta con expe­riencia pero les indican que se trataba de un tiempo en práctica y que no corres­pondía un pago y luego de un tiempo les señalan que no pasaron dicha prueba. Incluso lo que refiere a la disminución de salario por modificación de contrato unilateral. Nuestro mer­cado laboral es en mayoría informal y la pandemia solo aumentó los casos.

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–LN: Te referías a la preca­rización laboral en lo sala­rial o contractual, ¿pode­mos mencionar también a esto como las condiciones del trabajo o las comodida­des con que se encuentran las personas para realizar sus funciones?

–La precarización se siente en el día a día, muchos no tie­nen un contrato. Es necesa­rio tener las reglas claras del juego en un documento, así se podría evitar un montón de situaciones. Si no se respe­tan las condiciones laborales mínimas es un riesgo que no se cumplan con los protoco­los de salud o que implique el bienestar del trabajador, o lo que pueda significar incluso un peligro de vida. Es muy amplio hablar sobre lo que esto conlleva.

–LN: ¿Qué dice la ley sobre el derecho del trabajador?

–En el Código Laboral, la Ley 213, se establece que el tra­bajador tiene que ser respe­tado, tiene derechos, no se le debería maltratar ni física ni emocionalmente y que se le pague un salario fijo y justo, que tenga proyecciones, que tenga seguridad social.

–LN: Cuando poco se res­peta esto, ¿podemos decir que el trabajo es en negro?

–Sí, claramente se trata de eso. Podemos decir que la mayoría de los trabajadores en Paraguay trabaja en negro.

–LN: ¿La pasantía es un empleo?

–No es un empleo, pero está regida por una ley de pasan­tía educativa, lo que genera son habilidades dentro de un marco de educación, normal­mente lo tienen colegios téc­nicos y también las univer­sidades, y tienen una carga máxima de 250 horas.

–LN: ¿Cuándo la condi­ción laboral es un peligro o atenta a la vida extra?

–La situación laboral afecta la condición del ser humano cuando se les hace trabajar muchas horas, se presentan problemas como agotamiento físico o el estrés. Eso puede desencadenar un sinfín de inconvenientes.

–LN: ¿Cuáles son las expe­riencias de trabajadores que te marcaron?

–Una señora llegó hasta mí hace algunos años atrás, llo­raba, traía una mochila car­gada de sufrimiento, víctima de agresión física por parte de su ex pareja, tenía que quitar adelante a sus hijos, cansada de darle agua con azúcar a su bebé dijo que llegó a prosti­tuirse en un acto de desespe­ración. Un mes y medio nos costó encontrarle un empleo en un supermercado, con un horario que cubrir y que no signifique abandonar su responsabilidad de madre, cabeza de hogar, ese trabajo le devolvió lo que por muchos años distintas situaciones le venían negando: la dignidad.

Otro caso que significó mucho para mí, fue el de un técnico de celulares, sufrió un asalto y recibió dos impactos de bala, en los gastos médicos que acarreó cirugías y asisten­cia médica perdieron junto a su familia lo que tenían, la esposa sufrió un ACV, él quedó en silla de ruedas y con un hijo de tres años que mantener, no se dio por vencido y buscó superarse, dos telefonías al conocer su caso nos respal­daron para ajustar las con­diciones que necesitaba para seguir trabajando, capacita­ción mediante, estaba listo para continuar.

En Nanawa, un joven que padece de un cierto tipo de distrofia muscular, vivía en un asentamiento y se trasla­daba más de cuatro kilóme­tros al día para ir a un trabajo, con lo que significaba para él que tenía la mitad del cuerpo sin poder mover. Una empresa privada le instaló una fotoco­piadora en su casa, le equipó de insumos para que pueda arrancar su negocio.

Esos tres casos me costa­ron varias noches de angus­tia, yo no lograba conciliar el sueño y pensaba de qué manera poder ayudarlos con un empleo. Las problemáti­cas siempre van a existir pero el trabajo hace sentir capaz, útil, necesario, autosuficiente y perteneciente a una socie­dad activamente económica al ser humano.

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Precarización no es sola­mente ganar menos del sala­rio mínimo. Es un tema que tiene varios enfoques. Las exigencias de una madre, una discapacidad de naci­miento o el necesario entre­namiento para cumplir con los objetivos son pruebas suficientes que indican que toda adversidad puede ser compensada con la ayuda de superiores, compañeros de trabajo o responsabilidad social de las empresas.

En cifras: La pandemia, los problemas financieros de los trabajadores.

Al difícil momento laboral se suman datos no menores como que de cada diez ocu­pados uno tiene una opera­ción financiera morosa y que nueve de cada diez gerencias de recursos humanos reci­bieron llamadas o notas de cobradores pidiendo for­zar a sus colaboradores a cumplir con pagos.

De 18 a 19 años es el rango de edad donde más cuesta conseguir empleos. De cada 10 jóvenes que consiguen su primer empleo, 9 es en el campo informal.

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Marcos Tatijewski es psicó­logo laboral, insiste en que las mejores recompensas para los colaboradores serán siem­pre los reconocimientos a la persona dentro del ambiente de trabajo. “Es curioso cómo tenemos un técnico para que arregle las computadoras en la empresa pero no tenemos un cuidador de las personas, es una tendencia mundial que se cuente con soportes psico­lógicos para el colaborador, con más razón con la pande­mia que influyó muchísimo en el trabajador, la tensión de no perder un empleo o el duelo sin despedida por un compa­ñero fallecido”.

–LN: Podríamos arrancar refiriéndonos acerca de la concepción del trabajador como un ser humano.

–Desde siempre el ser humano se identifica con el trabajo que hace, una persona cuando se presenta además de decir su nombre probablemente cuente de su familia pero definitivamente hablará de su trabajo. El trabajo se con­funde con la identidad de la persona, eso es muy común, no es malo, pero la persona tiene más componentes de su personalidad que los roles laborales. Cada vez más el rol profesional empieza a definir quién es la persona.

–LN: ¿Cuáles son las ame­nazas con las que se encuen­tra un trabajador y cómo puede hacer para huir de estas y que no influya en la respuesta que debe dar en el empleo?

–Cuando hay una amenaza siempre influye, el estrés y la tensión son respuestas a la amenaza que puede ser objetiva por ejemplo; tengo un nuevo compañero que es mejor que yo en lo que hago, o cobra menos y puede que­darse con mi puesto o el tra­bajo que estoy haciendo por el avance tecnológico deja de tener vigencia, eso es muy común también. Después están las amenazas subjeti­vas que tienen más que ver con las cuestiones psicológi­cas dentro del ambiente de tra­bajo, lo que es el clima laboral, la experiencia del empleado, así como existe la experiencia del cliente, las nuevas genera­ciones están decidiendo tener puestos de trabajo y salir con base a su experiencia no sola­mente con base a sueldo. Todo la experiencia que vive dentro de la empresa tiene impacto sobre las decisiones. Las amenazas objetivas son causadas por malos lideraz­gos, muchas veces con para­digmas antiguos en su forma de liderar, donde el reto, el cas­tigo, el grito, el modelo del trato con el colaborador son ame­nazas, eso genera estrés si el empleado no tiene las herra­mientas para manejar esa situación y puede terminar en un burnout laboral (es cuando la persona literalmente quema el cerebro y la persona pierde la capacidad de trabajar, le cuesta pensar es un estado de agotamiento), una enferme­dad muy común relacionada a lo laboral. Se da en todas las ramas, industrias, comercios. Las empresas deben prestar atención a eso, el gerente de recursos humanos no es sola­mente administrador de talen­tos sino del desarrollo del ser humano a su cargo, el compo­nente emocional de las perso­nas. Saber cómo están afuera y cómo están dentro. Es men­tira que uno deja su mochila de emociones en las puertas de su trabajo, el ser humano lleva su mochila a todas partes. Se debe dar el soporte necesario para que el colaborador pueda administrar esas emociones. La conciencia del estado emo­cional es muy importante.

–LN: ¿Cuáles serían las diferencias entre las recom­pensas y los reconocimien­tos en el trabajo?

-El reconocimiento es un modelo de recompensa, lo puedo hacer en dinero puedo dar en viajes o en tiempo libre, pero la más valorada tal vez sea la del reconocimiento, es mucho más emotivo que algo financiero. El reconocimiento público o en mi ambiente de trabajo es cada vez más valo­rado, cuando yo reconozco a la persona le estoy diciendo que el trabajo está bueno, pero que la magia está en quien lo hizo, es lo más destacado por las nuevas generaciones.

–LN: “Me enferma el tra­bajo” es uno de los dichos más escuchados, ¿cómo se pasa de ese sufrimiento a satisfacción?

–No es el trabajo el que enferma, es la forma en que se está haciendo, una vez más hay dos elementos importan­tes allí, la empresa que provee un ambiente sano o no sano y la persona consciente de hasta dónde van sus límites emocionales y físicos en ese trabajo. Más que el tiempo que se dedica al trabajo es la calidad de lo que se hace lo que importa, la pandemia nos vino a mostrar que la pre­sencialidad ayuda, pero no es obligatoria. Cuando uno está dedicándole más horas de las necesarias al trabajo, o agarrando más trabajo de su capacidad es probablemente lo que esté enfermando, o no con­versa sobre las emociones que le generan cuando algo pasa en la empresa, que no habla con sus pares o superiores, ese mal manejo es lo que enferma.

–LN: ¿Cuáles son los riesgos psicosociales para un traba­jador precarizado?

–El trabajador precarizado empieza mal, está en riesgo constante porque física o moralmente no están dadas las condiciones para la base del trabajo, que sea satisfactorio para quien contrata o tolera­ble para el trabajador. Es una cadena que se va extendiendo a la sociedad, estoy mal… salgo del trabajo, se presenta un detonante y explota en cual­quier situación que se pre­sente, en el colectivo o en el tráfico. Un tercio de nuestras vidas está en el trabajo y todo lo que uno vive y siente ahí trans­fiere a otros lados, si estoy infe­liz o enfermándome en el tra­bajo, me convierto en un riesgo para mí y para la sociedad.

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